Juan de Mairena fue un personaje literario creado por Antonio Machado al que hacía reflexionar sobre asuntos de toda índole, especialmente filosóficos. Si no termina de ubicarle, le diré que es quien nos presentó la verdad de Agamenón y la de su porquero. Juan de Mairena tiene un excelente pasaje en el primer volumen que le da cobijo. Dice así:
“Nos falta respeto, simpatía y, sobre todo, complacencia en el éxito ajeno. Si veis que un torero ejecuta en el ruedo una faena impecable y que la plaza entera bate palmas estrepitosamente, aguardad un poco. Cuando el silencio se haya restablecido, veréis, indefectiblemente, un hombre que se levanta, se lleva dos dedos a la boca, y silba con toda la fuerza de sus pulmones. No creáis que ese hombre silba al torero –probablemente él lo aplaudió también–: silba al aplauso”.
Esa actitud, que algunos consideran muy de aquí, fue definida por Cervantes como “carcoma de las virtudes”, por Quevedo como “pecado inútil” y por Unamuno como “gangrena del alma española”.