El psicoanálisis de Freud y la literatura “kafkiana” (epíteto acuñado para describir situaciones absurdas y extrañas) están emparentadas con la visión de crisis del hombre en el siglo XXI, agobiado por la modernidad, la opresión laboral y la esclavitud de las nuevas tecnologías. Si Kafka abordó el abismo, Freud, el padre del psicoanálisis, intentó bucear en el subconsciente para extraer motivaciones del mundo de los sueños mediante la hipnosis, con la finalidad de curar la histeria personal y colectiva.
Fuente: https://urbatorium.blogspot.com/2017/10/la-metafora-del-bicho-cesante-una.html
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Son incontables las definiciones de la virtud, muchas de ellas un tanto abstractas o constreñidas a juicios morales que requieren de una particular visión religiosa o metafísica del mundo. Definir la virtud se enfrenta necesariamente a este tipo de problemas, ya que no es algo que pueda aislarse mecánicamente o situarse como una parte del cerebro que se activa, bajo una especie de reduccionismo materialista. Quizá sea más interesante optar por una vía opuesta: la de la metáfora.
A través de sonoridades largas y profundas, los cuencos tibetanos producen bienestar para la mente, el cuerpo, las emociones y el espíritu, logrando llevar al ser humano a un estado de paz. «Son instrumentos musicales no convencionales que se pueden utilizar de manera terapéutica para trasladar a la persona a estados de introspección, para tranquilizar partes emocionales como el estrés, la angustia, la ansiedad, el enojo y la tristeza», explica Humberto Álvarez- experto en recitales de cuencos-.
