LA ASOMBROSA NAVE DE TOPRAKKALE

Dedicado a la memoria de Zecharia Sitchin

Arqueología Increíble: La Asombrosa Nave de Toprakkale





UN AUTÉNTICO PLEONASMO


La lengua española define con el término de pleonasmo, a la construcción de una oración con uno o más vocablos innecesarios para que la expresión tenga sentido completo, para de esa manera añadir expresividad a lo dicho, como por ejemplo la frase: “Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”. Esta frase, achacada popularmente a personajes tan dispares como el diplomático y estadista francés Charles-Maurice Talleyrand Périgord y también al torero español Rafael Guerra Bejarano (Guerrita), fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando por primera vez pude contemplar la existencia de un extraño objeto localizado en Turquía.


Dicho objeto aparecía en un pequeño artículo escrito por el ingeniero esloveno Igor Likar en el número 2 del volumen 23 (mayo-junio 1.996) de la publicación Ancient Skies de la Ancient Astronaut Society, donde el autor hacía mención a una noticia anterior aparecida el 29 de Noviembre de 1.995 en el Slovene News Magazine, en el que se hablaba sobre la existencia de una pieza arqueológica de unos 3.000 años de antigüedad depositada en el Museo Arqueológico de Estambul en Turquía. La figura, de unos 23 centímetros de largo, 9`5 de alto y 8 de ancho no daba lugar a ninguna clase de dudas sobre lo que representaba, ni excusas a posibles interpretaciones que no fuesen lo que los ojos de su observador apreciaban en un primer momento. La clara e inconfundible figura de un cohete con el extremo delantero en forma de cono, dotado de toberas de expulsión de gases en la parte posterior, y por si fuera poco con una cabina en la parte central en la que se emplazaba la figura de un tripulante o piloto al que sólo le faltaba la cabeza, probablemente perdida por algún golpe al ser la parte que más sobresalía de todo el conjunto. El piloto vestía un traje de una sola pieza con formas acanaladas y permanecía con las piernas dobladas sobre el pecho, apreciándose incluso que va equipado con botas.


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Cabecera de la portada del número 2 del volumen 23 (mayo-junio 1.996) de la publicación Ancient Skies de la Ancient Astronaut Society, donde tuve por primera vez noticias sobre la existencia de la Nave de Toprakkale.



VER PARA CREER O…, NO CREER


Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, me repetía una y otra vez mientras lo contemplaba, y si he de ser sincero aún me lo sigo repitiendo con el paso de los años. ¿Cómo es posible que hace tres mil años alguien representase un objeto de estas características? No era posible, demasiado evidente para alguien como yo, o como otros muchos investigadores que nos tiramos las horas muertas tratando de leer entre líneas en viejos textos o buscar formas semejantes a objetos actuales en antiguas piezas de museo, siempre en la difícil y arriesgada frontera que separa el “es” del “puede ser”, para que ahora de buenas a primeras apareciese un objeto que hasta para el más necio no dejaba lugar a ninguna duda. No dejaba de ser curioso, tenía delante de mí la que podría ser la prueba definitiva de la existencia de tecnología espacial hace miles de años, pero el solo hecho de que fuera tan evidente, tan precisa, tan clara, me producía una gran dosis de escepticismo. Después de todo ya lo decía G.K. Chesterton… “puedo creer lo imposible pero no lo improbable”.


En el artículo del Ancient Skies, se confirmaba que dicho objeto era una falsificación, y que si bien figuraba entre los depósitos del museo, éste no estaba expuesto al público. Evidentemente excepto error o metedura de pata de los responsables de un museo, los objetos falsificados no suelen exponerse, pero… ¿a qué se refería con el término “falsificación”? ¿Cómo puede haber una falsificación de un cohete espacial en un museo de arqueología?


misterio



Fachada del Museo Arqueológico de Estambul. El museo tiene 20 salas en la planta baja y 16 salas grandes en el segundo piso. En la planta baja se encuentran esculturas y restos de edificios de la época griega, romana y bizantina. En el piso superior hay objetos artísticos de arcilla, bronce y vidrio procedentes de distintos lugares de excavación. La cantidad de los objetos expuestos se eleva a casi 50.000. Además el museo tiene un gabinete de numismática con 600.000 monedas, medallas e insignias y un archivo, en el que se encuentran 70.000 tablas de caracteres cuneiformes. Con autorización especial se puede visitar la casa de tesoro en el piso alto, donde están exhibidos objetos antiguos y joyas de metales preciosos. Una biblioteca con 45.000 libros está a disposición de los empleados del museo para sus trabajos científicos. Las salas más famosas del museo son las salas VIII y IX, donde están los sarcófagos de las tumbas de los reyes de Sidón. Estos sarcófagos aparecieron durante excavaciones realizadas en 1.887, al norte de la antigua ciudad Sidón, por orden del pintor Hamdi Bey, fundador del museo. Estos hallazgos, que son considerados como el mayor descubrimiento del siglo XIX, fueron la causa para la construcción del museo.



Pasado algún tiempo y buscando más información sobre tan sorprendente objeto, pude comprobar la casi inexistente falta de noticias referentes a él. Sólo alguna mención no muy fiable sobre su hallazgo en las inmediaciones del Lago Van, próximo al mítico Monte Ararat, durante unas excavaciones en las ruinas de la antigua capital del Reino de Urartu, la ciudad de Tuspa, actualmente conocida como Toprakkale, y como no, también varias menciones en las que se aseguraba que la conocida como nave de Toprakkale no era más que una burda y simple falsificación, sin valor arqueológico alguno, un típico bulo o “hoax” de los que gusta seguir a charlatanes del mundillo de lo paranormal o a gente demasiado crédula. Ahora bien, no explicaban que pintaba tan burda y simple falsificación en un museo. ¿Se imaginan alguno de ustedes una reproducción a pequeña escala del portaaviones Nimitz en las salas del Antiguo Egipto del British Museum?

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La Nave de Toprakkale. ¿Representa un cohete o nave espacial? Juzguen ustedes mismos.



La revista alemana Magazín 2000 publicaba en 1.994, que habían podido ver en persona la “Nave de Toprakkale”, si bien ésta no se encontraba expuesta porque según palabras de los responsables del Museo Arqueológico de Estambul no reflejaba el estilo de la época en la cual se suponía había sido encontrada, y por tanto sólo cabía suponer que el objeto en cuestión no era más que el producto de algún bromista. Sorprendentemente, según confesaron a los periodistas alemanes estos mismos responsables, el objeto fue confiscado por la policía de aduanas turca a un turista que pretendía sacarlo del país y depositado posteriormente por las autoridades en el museo. Y digo bien sorprendentemente, porque según la ley, como es lógico, está terminantemente prohibido la exportación de antigüedades, con lo cual alguien tuvo que considerar una “antigüedad” la figura de un cohete espacial, y no sólo eso, sino que luego los mismos responsables del museo en vez de darle una patada o tirarlo a la basura lo aceptaron en depósito. ¿Entienden ustedes algo de todo esto? Pues imagínense la cara del turista al que le expropiaron la figurita de un cohete por atentar contra el patrimonio cultural de Turquía.



EL CASO DEL ASTRONAUTA SIN CABEZA


Así, con este título de “el caso del astronauta sin cabeza”, el reciente y tristemente desaparecido paleoastronáuta Zecharia Sitchin, plasmaba en su libro Las Expediciones de Crónicas de la Tierra (edición en español, Ediciones Obelisco, S.L. – año 2.005) la extraña y rocambolesca historia de la Nave de Toprakkale. En dicha obra, el autor menciona las afirmaciones de la publicación alemana Magazín 2000 y como, poco tiempo después, otra publicación alemana, GRAL, profundizaba en el mismo caso arrojando nuevos datos y desmintiendo la procedencia del objeto como parte de una confiscación a un turista extranjero. Firmada por el Dr. Esin Eren, del Museo Arqueológico de Estambul, fue publicada una misiva suya en la que se afirmaba que el objeto en disputa era una figura muy ligera hecha de escayola y polvo de mármol, que un comerciante de antigüedades trató de vender al museo en el año 1.973, pero que cuando se dio cuenta que no era más que una falsificación, no pidió que se le devolviera, dejándola allí abandonada. El argumento era claro, saltaba a la vista, aquel objeto no podía ser auténtico porque sólo los tontos creen en astronautas en la antigüedad. ¿Por qué habían mentido inicialmente a los periodistas de Magazín 2000? ¿Qué garantías había ahora de que no lo estuvieran haciendo?

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Foto tomada del libro de Zecharia Sitchin Las Expediciones de Crónicas de la Tierra. Tras un tira y afloja la fotografía fue realizada con la condición de que Sitchin (su rostro) no apareciese junto al objeto.



Todas estas noticias y el hecho de que el museo siguiese manteniendo este “objeto para tontos” en depósito, animó al propio Sitchin a visitar el museo en Estambul y ver con sus propios ojos la Nave de Toprakkale. Así, de esta manera, y no sin ciertas trabas y dificultades que no voy a mencionar ahora para no extenderme, pero que animó a leer en su libro, logró de la propia mano del director del museo, el Dr. Alpay Pasinli, apreciar y observar el objeto en sus manos. Tras el rápido análisis que Sitchin pudo hacer del objeto y del que incluso consiguió hacer alguna fotografía pese a la prohibición inicial, bajo la condición de no aparecer el propio Sitchin retratado junto a la Nave de Toprakkale, el Dr. Alpay Pasinli preguntó que qué le había parecido, a lo que Sitchin respondió:


“…Tiene el aspecto y da la sensación de estar hecho de algún material poroso, algún tipo de piedra de poco peso, pero no parece escayola. He estado buscando marcas de licuefacción, la costura ésa que aparece en la juntura de las dos mitades del molde, cuando se le quita; pero no hay costura alguna. Los surcos que se ven en el objeto forman parte del diseño. Si se hubiera hecho con escayola, y se hubiera pintado por fuera, se vería blanca la fractura donde estuvo la cabeza; sin embargo, ese color pardo amarillento lo cubre todo. Es el color natural de la piedra utilizada…”.


Después de escuchar su exposición, el Dr. Alpay Pasinli preguntó de nuevo:


“…¿Quiere decir usted que este objeto es auténtico?…”.


A lo que ahora respondió Zecharia Sitchin:


“…Ambos sabemos que sin saber cuándo, dónde y quién descubrió el objeto, cualquier objeto arqueológico, nadie podría dar fe de su autenticidad. Después de todo, podría ser una falsificación. Pero, ¿quién iba a falsificar un objeto volador que no se parece a nada de lo visto en tiempos modernos, ni en la realidad ni como juguete? Este objeto está por ahí desde la década de los setenta; ¿quién pudo tener un juguete de plástico que le sirviera como modelo entonces?…”.


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Portada del libro Las Expediciones de Crónicas de la Tierra, el décimo best seller de Zecharia Sitchin. Los libros anteriores, bajo el título genérico de «Crónicas de la Tierra», los escribió desde la óptica del informador que observa las hazañas y las historias de otros, sean dioses u hombres. Pero, en este libro, comparte con el lector su propio relato de búsquedas e investigaciones, alcanzando nuevos territorios para observar las cosas por sí mismo, verificar datos y comprobar la viabilidad de antiguas rutas comerciales o vías aéreas.
Yendo desde los templos mayas de México hasta objetos ocultos en Estambul, Turquía; desde los túneles bíblicos hasta los misterios del Monte Sinaí, desde la morada de una diosa sumeria hasta las islas griegas, Sitchin desenmascara falacias largo tiempo arraigadas, descubre el destino de objetos provocadores y revela conexiones entre la antigüedad y las modernas instalaciones espaciales, como lo demuestran las muchas fotografías de sus archivos personales, inéditas hasta hoy.


http://www.edicionesobelisco.com/ficha.asp?codart=2369



UNA TRISTE PARADOJA



Poco más se ha vuelto a saber sobre la Nave de Toprakkale desde la incursión de Zecharia Sitchin por tierras otomanas. Como tantas otras veces todo queda a la libre interpretación de cada uno de ustedes, pero de lo que no cabe duda es que en este caso el mayor enemigo para la aceptación como prueba del uso de tecnología en la antigüedad, ha sido que… el propio objeto, era “una prueba demasiado evidente”, incluso para aquellos que creemos en tal posibilidad. Sé que es un enorme contrasentido, una triste paradoja, al menos para mí, pero lo que no puede ser….
Lo que no puedo negar en esta ocasión es lo que decía el político francés Guillaume de Lamoignan de Malesherbes: “…Haríamos muchas más cosas si creyéramos que son muchas menos las imposibles…”

Un comentario en “LA ASOMBROSA NAVE DE TOPRAKKALE

  1. ¿No seria posible la datacion por carbono 14? Tambien hay otras formas de intentar saber su antiguedad. Si no lo hacen es porque no quieren o porque no les interesa saberlo, me inclino por la 2da ,no les interesa. Hay un monton de objetos por el mundo que segun las actuales y equivocadas versiones que nos quieren imponer de la historia, estan fuera de sitio o de tiempo, los objetos estan y existen ,lo que pasa que no coinciden con lo que nos quieren imponer desde la «historia en su version oficial». Hay un video muy interesante en youtube llamado «arqueologia prohibida» que muestra montones de evidencias de estos objetos que segun la version oficial estan fuera de lugar y del tiempo. Saludos

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