domi titulus crucis

De entre las miles de reliquias que existen, apenas un puñado puede tomarse en cuenta. Una de ellas es el INRI conservado en la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma.

Su aparición e historia

Salvo honrosas excepciones, las reliquias son falsas. Rematadamente falsas. Sólo con los restos de madera de la cruz en donde Jesús de Nazaret fue crucificado, y que según la tradición son auténticos, podría reconstruir la Armada Invencible.

Lo mismo podemos decir de las espinas de la corona con la que fue coronado, que si se juntan serían suficientes para poblar un bosque. E incluso de la Sábana Santa. Hay cerca de 100 catalogadas, aun cuando una de ellas sí es un enigma científico, la conservada en Turín, por supuesto. Del resto, poco positivo puede decirse.

En los últimos años, ha emergido desde la marginalidad una nueva reliquia: el titulus crucis, el panel de madera en el cual, según los evangelios, los verdugos de Jesús grabaron el motivo de su condena. La leyenda, como ustedes saben, dice: “Jesús de Nazaret, rey de los Judíos”, que no es si no la sentencia que todos conocemos popularmente como INRI.

La reliquia se encuentra en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma. Apenas se sabía nada sobre ella hasta que recientemente, el controvertido estudioso alemán Michael Hesseman decidió someterla a estudio. Numerosos expertos, paleógrafos, lingüistas, historiadores, en fin, científicos de todas las ramas, tras analizar la reliquia, firmaron un sorprendente manifiesto en el que sugerían que el titulus crucis podría ser real. Podía ser la tablilla que coronaba la cruz en la que se clavó el cuerpo del crucificado más famoso y fascinante de la historia.

La reliquia apareció, de acuerdo con las primeras versiones, gracias a la mediación de la madre del emperador Constantino, la emperatriz Elena. El hallazgo data alrededor del año 331, cuando el obispo de Jerusalén comunica al emperador el hallazgo de un conglomerado de cruces del siglo I que se encontraba en las proximidades de la ciudad santa. Entre ellas, apareció un trozo de madera que se encuentra unido a un “stipe” (que es el travesaño vertical de las cruces destinadas al suplicio de la crucifixión).

En ese “panel” apareció un extraño escrito… ¡Era el INRI! Para extraerlo del madero, la propia Elena decidió partir en dos la tabla. Uno delos trozos acabó perdiéndose, mientras que el otro viajó hasta Roma. Durante años, se convirtió en objeto de culto y en fuente de milagros. Quien lo tocaba –decía la tradición- sanaba de sus enfermedades.

Del mismo modo en que la leyenda crecía, un buen día quedaría enterrada entre los recuerdos por los siglos de los siglos. Había una explicación para el olvido, y ésa es otra más que el hecho de que la tabla del INRI, con objeto de ser protegida de un posible expolio, fue escondida a cal y canto, tanto que no recordaba cuál fue el refugio que la buscaron. Afortunadamente, durante la restauración de la basílica de Roma, el objeto reapareció. Corría el año 1492. Desde entonces, ya no volvería a perderse de vista. Actualmente esta protegida dentro de un relicario de oro.

Comentario

Si la Emperatriz Elena encontró entre muchos «stipe» (que es el travesaño vertical de las cruces) uno que tenia una tablilla con la inscripción INRI en «hebreo, latín y griego». Porque no se llevo el stipe entero, en vez de partir la tablilla para poder extraerla del madero. ¿También era una reliquia el stipe, no?

Examen

          Titulus dammationis, de autoría romana: el madero pesa 687 gramos, de 25 centímetros de largo (25,3 en el punto más largo), 14 cm. de alto y 2,6 cm. de espesor. Es de nogal mediterráneo (Juglans regia), un árbol que puede llegar a 25 m. y es originario del área del Mediterráneo oriental y de Medio Oriente. Muy apreciado en la antigüedad por su resistencia. Se usaba como material de construcción.

Los bordes presentan fuertes señales de descomposición. Una parte del borde superior está recortado, por lo que hace casi ilegible la inscripción hebrea, y del lado inferior el desgaste hace casi irreconocible la I de ARIN. En cambio, el lado izquierdo está intacto, que es por donde fue cortado. Esto corresponde con la tradición que dice que el titulusestuvo en una cisterna del Gólgota durante 300 años, expuesto a la humedad, lo que habría causado el deterioro de los bordes. Del mismo modo se ve que la santa reliquia fue tratada con mucho cuidado desde su descubrimiento por lo que el daño de desgaste se debe a antes de que fuese recobrada de la cisterna.

Especialmente en el centro de la tabla son visibles restos de tinta gris calcárea, y restos de coloración negra en alguna de las letras. Coincide esto con los estudios de María Siliato, arqueóloga, que al estudiar las tablas utilizadas para proclamar la culpa de un condenado (titulus dammationis) afirma que para que fueran más legibles (especialmente en las crucifixiones) “sobre la tabla venía primero puesta una base tosca de color blanco, de yeso o cola,… sobre la cual se escribía el motivo de la condena en caracteres negros o rojos”.  Esto coincide además con el testimonio del historiador Sozomeno que decía: “Fueron encontradas tres cruces y otro pedazo de leño sobre el cual en color blanco resaltaba escrito en caracteres hebreos, grecos y latinos: Jesús de Nazaret, rey de los judíos”. Todo concuerda con la reliquia de Santa Croce, incluso en el detalle del orden de los idiomas (hebreo, griego, y latín), lo que tiene mayor fuerza porque en el evangelio de San Juan se lee “hebreo, latín y griego”. Sin lugar a dudas una falsificación habría respetado aún en los detalles el testimonio del discípulo que fue testigo ocular de la crucifixión.

¿Es el titulus crucis conservado en Roma la inscripción que Pilatos hizo poner sobre la cruz de Cristo?

Las hipótesis que se presentaban eran 3:

a-      Que fuese realmente la inscripción de la Vera Cruz

b-      Que fuese una falsificación del siglo IV para causar impresión sobre la emperatriz Elena.

c-      Que fuese una falsificación medieval fabricada en base a la tradición del descubrimiento de la cruz

Descartada, al menos temporalmente, la intención de someter la reliquia al C14 nuestro A. se trasladó a Jerusalén para consultar a los expertos y peritos que pudiesen datar eltitulus, según los otros dos métodos.

La solución más simple debió ser rápidamente también desechada. El método dendrocronológico no era posible. Los dos expertos israelitas consultados, el profesor Nili Lifshitz y el doctor Simcha Lev-Yadun de la Universidad de Tel Aviv explicaron que no hay suficientes datos comparativos de la época pre-islámica. Además eran necesarios al menos 50 anillos anuales para datarlo con precisión y este no es el caso del titulus.

La así llamada “Barca de Jesús” encontrada en el lago de Genesaret entre Migdal y Ginosar y datada por otros medios en el s I tampoco servía porque todavía no se le ha hecho la valoración dendrocronológica.

Sin embargo el contacto con Orna Cohen de la superintendencia israelí para los bienes arqueológicos, que estudió a fondo la barca dejó sus buenos frutos. Fue una confirmación que una tabla puede conservarse 2000 años. Mientras que sepultada bajo tierra se descompone fácilmente, las condiciones más favorables para su conservación son un lugar seco y aireado, o un lugar con mucha humedad y fango. Así los 300 años que el titulus estuvo en una cisterna no son una objeción contra la autenticidad de nuestra reliquia sino una especie de confirmación. En palabras de la Sra. Cohen “Mejor en una cisterna que en cualquier otro lugar. Es decididamente el mejor lugar. Es en un lugar fangoso que la madera se conserva mejor”.

Para la datación paleográfica fueron consultados varios expertos. Todos ellos colocaron la inscripción hebrea-greca-latina en un arco de tiempo que va de los siglos I al IV (la única datación más tardía provenía de un profano en la materia).

Expertos consultados:

          Doctor Gabriel Barkay, de la superintendencia israelí para los bienes arqueológicos: relativizó el valor del examen paleográfico, y sus aportes fueron que la escritura evidenciaba una mano inexperta, que parecía no provenir de Palestina. Sin lugar a dudas una escritura antigua, anterior al medioevo. Una línea le parecía que podría ser paleohebreo, es decir, utilización de caracteres de la antigua escritura hebrea durante el período del segundo templo (y hasta fines del siglo II).

Hanan y Ester Eshel de la Universidad Hebrea de Jerusalén: contradijeron al doctor Barkay. No sería paleohebreo sino escritura hebrea cursiva, que duró hasta el siglo IV. De todos modos remarcaban que era poco lo que se podía concluir porque no se disponía de bastantes elementos en el titulus y porque no hay muchas inscripciones datadas de ese período. El arco de posibilidades abarca de el siglo I al IV.

Doctora Leah Di Segni, de la Universidad Hebrea, especialista en paleografía griega (cuyos caracteres son más claros en el titulus): su análisis en base al monograma ómicron-ypsilon nos da una amplitud de fecha que va del siglo I al V, es decir que podría tanto ser una reliquia auténtica como una imitación bizantina. Pero a pesar de afirmar que no creía en “la leyenda de la Vera Cruz” le parecía una inscripción del primer período romano, es decir del siglo I d.C.

Profesor Werner Eck, del Instituto de Antigüedades de la Universidad de Colonia: ya por teléfono afirmó que no podría ser una reliquia auténtica porque los discípulos habrían huido después de la crucifixión y como las tablas eran valiosas eran reutilizadas. Afirmó además que en las inscripciones de condena el texto venía escrito en tinta sobre un fondo blanco y en cambio en este caso las letras perforan el leño. Sin embargo, el mismo doctor en un estudio suyo “Inscripciones en madera” contradecía esta afirmación. Es decir que sus argumentos en contra no provenían de los conocimientos de su especialidad sino de su interpretación de los hechos. Sus objeciones, por otra parte, eran fácilmente rebatibles.

Profesor Carsten Peter Thiede, de Paderborn: después de leer el informe de los expertos consultados alentaba a seguir las investigaciones porque “la datación de la inscripción al siglo I… al menos no viene excluida de los expertos israelitas, en parte también con interesantes argumentos”.

Y escribiendo en un periódico inglés hacía notar que una falsificación se hubiese atenido a los detalles que da Juan 19,19 (en el titulus se lee Nazarenous en vez del término correcto Nazoraios). Y por estilo caligráfico se podría datar en un arco de tiempo que va de los siglos I al IV. “Puede ser un arco de tiempo más bien largo, pero excluye una fabricación en época posterior a Elena. En efecto la hipótesis que este artefacto haya sido fabricado en Jerusalén para Elena es la única alternativa seria a la sorprendente posibilidad de la autenticidad. Pero la existencia en aquella época de numerosos manuscritos evangélicos que traían el texto de la inscripción con todas sus posibles variantes, ninguna de las cuales usada como modelo para quien escribió esta tabla, depone contra la hipótesis de la datación tardía… El que haya escrito el texto, no era un copista o un falsario”.

          Profesores Israel Roll y Ben Isaac de la Universidad de Tel Aviv: impresionado por la seriedad del estudio de Hesemann el profesor Ben Isaac afirmaba que según él el juicio de la doctora Di Segni era el más relevante y compartía su opinión. Roll por su parte veía como un indicio de la autenticidad de la reliquia el hecho que la línea en griego no era una traducción del latín, a diferencia de la citación de San Juan 19,19. El hecho que se tratase solamente de una trascripción era más concorde con un documento oficial de un magistrado romano.

http://perso.wanadoo.es/e/elarchivador/Enigmas/Titulus_crucis/Titulus_Crucis.htm

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