El salto al vacío y el paso a la madurez (Matrix)

Matrix fue una película que creó escuela. Su estética y efectos especiales marcaron un antes y un después en el género del cine de acción y fantasía. La historia en Matrix, no obstante, es bien clásica: es la del héroe dormido, inadvertido, pero destinado igualmente a marcar la diferencia, a “cambiar el mundo”. Es una historia universal, vestida de cuero negro, grandes pistolas y artes marciales.
Toda la historia de Neo, el protagonista encarnado por Keanu Reeves, en el film va acerca de su despertar a quien está destinado a ser: “el elegido”. Es la misma historia que nos han contado en Spiderman o Supermán o tantas otras. Es el descubrimiento de unos “poderes”, de unas habilidades, que el personaje ni siquiera soñaba que pudiera ser capaz de encarnar.
Hay un par de momentos del film que dan para una especial reflexión. El primero es cuando Neo viaja en coche con Trinity y su tropa hacia la fatídica elección de la “pastilla roja o la pastilla azul”. En ese momento, Neo tiene dudas, no sabe quienes son esos tipos y si puede confiar en ellos. Entonces paran el coche en el que viajan y él abre la puerta. Frente a él, la calle desierta. Ahí tiene la opción de marcharse, pero Trinity le pide que no lo haga y que confíe en ella, porque él ya sabe a lo que conduce esa calle, a lo que ya conoce, a esa vida que le resulta tan falsa sin saber bien por qué.
El viejo camino conocido que lleva a ninguna parte
Este momento es brutal. Es el salto al vacío, mucho más que el salto que hace entre dos edificios ya dentro de su adiestramiento. Es el dejar todo lo que conoce para un “no se sabe qué”. Es la sensación de que no sabes lo que te espera, pero sabes que sea lo que sea, tienes que dejar atrás aquello que conoces, porque ya has estado allí y sabes a donde lleva: a ningún sitio. Esta es para mi la primera revelación del film en cuanto a transformación personal del héroe (y por extensión de la magia cinematográfica, del espectador).
La segunda revelación sucede casi al final, cuando Neo se enfrenta al agente Smith en la abandonada estación de metro. Hasta este punto, Neo básicamente ha hecho sus deberes, ha seguido su adiestramiento, ha visitado al Oráculo y ha acatado los pasos que debía dar según su mentor, Morfeo. Todo este tiempo, la política frente a los agentes es “corre todo lo que puedas”, porque nadie ha sobrevivido jamás a un enfrentamiento con un agente. En este momento, Neo ya ha conseguido algunas metas previamente inalcanzables para ninguno de sus compañeros, como esquivar balas, en la mítica secuencia sobre el tejado en cámara lenta, mil veces imitada. Y en este momento, Neo decide no correr más. Decide hacer frente al agente Smith.
Pelos de punta. Es el paso a la madurez del héroe, es el punto en el que se atreve a enfrentarse a la adversidad con su propia capacidad. Trinity pregunta al otro lado de la conexión: “¿qué está haciendo?”. Y Morfeo contesta: “está empezando a creer”.
El duelo está servido entre Neo y el agente Smith
Todas estas fases por las que pasa el héroe son conocidas en la literatura universal, y mil veces plasmadas y aún así nos siguen fascinando profundamente. ¿Y por qué? Porque son del máximo interés para nuestras vidas. Representan las fases ideales de nuestro desarrollo.
La realidad del asunto es que la mayoría de nosotros estamos muy perdidos en la vida, en nuestras decisiones y en nuestras relaciones. Seguimos lo mejor que podemos, como barcos a la deriva, según la marea. Por eso nos resulta tan absolutamente irresistible la idea de tomar el timón… aunque a veces parezca solo una historia de película.

 

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