«El pensamiento negativo: la peste de las neuronas» María del Cármen Navarro Maldonado.

Introducción

En estos momentos en los que a nivel mundial parece que la humanidad se ha enfrascado en una serie de acontecimientos que nos hacen apreciar la vida presente como difícil, así como sostener una visión del futuro poco alentadora, conviene detenernos un poco a pensar en las posibles causas de ello.

Poco se profundiza en el conocimiento y divulgación de la capacidad creativa del pensamiento y su relación con los acontecimientos y experiencias del individuo pensante.
El pensamiento creativo es pensamiento estructurado en una manera que tiende a llevar a resultados creativos.
El criterio último de la creatividad es el resultado. Se llama creativa a una persona cuando consistentemente obtiene resultados creativos, significados, resultados originales y apropiados por el criterio del dominio en cuestión (Perkins 1984, citado por Flores et al., 1997).
Esta definición parece tener más aplicación en el campo de las ciencias y el arte que en el de la vida cotidiana.

Estamos acostumbrados a pensar que los científicos son generadores de ideas que después evalúan hasta descubrir algún resultado, o que los inventores generan ideas para crear herramientas de utilidad para el ser humano, o que los pintores, escultores, escritores, etcétera crean obras de arte. La pregunta a plantearse es que si los pensamientos, las ideas que son algo abstracto, aterrizan en algo concreto (Ej: La idea de un automóvil aterriza en la fabricación de algún modelo en particular), ¿Tendrán las ideas de nuestra mente injerencia en los acontecimientos de nuestras vidas?
La respuesta es un rotundo sí.

Donald Davidson (1995) en su teoría de la mente y de la acción, menciona que existen tres principios de los sucesos mentales.

Sobre el primero, Davidson menciona que por lo menos algunos sucesos mentales interactúan causalmente con sucesos físicos. Sucesos mentales como percepciones, observaciones, cálculos, juicios, decisiones, acciones intencionales y cambios de creencia, desempeñan sucesos causales en los sucesos físicos. Afirma que aunque la percepción y la acción ofrecen los casos más obvios de interacción causal entre sucesos mentales y físicos, en última instancia todos los sucesos mentales, quizás a través de interaccionar con otros sucesos similares tienen conexiones causales con sucesos físicos.

Con respecto al segundo principio nos dice que donde hay causalidad debe haber una ley: los sucesos relacionados como causa y efecto caen bajo leyes deterministas estrictas (Principio del Carácter Nomológico de la Causalidad).

Finalmente en el tercer principio que aparenta contradecir a los dos anteriores, el autor señala que no hay leyes deterministas estrictas con base en las cuales puedan predecirse y explicarse los sucesos mentales (la Anomalía de lo Mental).
Con respecto a este último principio, Davidson estipula que el pensamiento kantiano reconcilia principios en apariencia contradictorios.

Leyes Universales

Hablando de leyes y principios, quizás hemos escuchado sobre algunas leyes de la física que rigen a nuestro universo.
Sabemos por ejemplo de la ley de atracción de cargas eléctricas (de Coulomb), la ley de la gravitación universal (de Newton), la de los movimientos de los planetas alrededor del Sol (de Kepler), la ley del determinismo causal (de Laplace), la ley de acción-reacción (de Newton), la de la relatividad (de Einstein), la del principio de incertidumbre (de Heisenberg) la de la mecánica cuántica (Heisenberg, Schrödringer, Einstein, entre otros) por mencionar algunas.

También sabemos que la energía y la masa están interrelacionadas y son componentes del universo, que los cometas, los meteoros, los planetas, las estrellas, los sistemas solares, las galaxias, los agujeros negros, etcétera, son componentes del universo. Sin embargo, ¿qué hay de las partículas subatómicas, los átomos, las moléculas, las células, los microorganismos vivos, los organismos superiores y… el ser humano? También somos componentes del universo y estamos a la vez compuestos por energía y masa, de manera que igualmente estamos sujetos a las leyes del universo en el plano de la energía así como de la masa o dicho de otro modo, en el plano de la mente y de la materia.

Sobre esto último, alguna vez le plantearon una pregunta a un importante científico: ¿Es el universo inteligente?
Quizás esa pregunta podría contestarse con esta otra: Si nos consideramos inteligentes y sabemos que somos parte del universo, ¿de dónde obtendríamos nuestra inteligencia si el universo no fuera inteligente?

Como sea, los principios que rigen al universo no sólo son aplicables a los planetas y demás cuerpos celestes, sino que tienen total influencia en los seres humanos ya que también formamos parte de ese universo.
Ahora bien, ¿De qué manera influyen estos principios sobre nosotros?

Sólo por referirnos a una de estas leyes, hablaremos un poco sobre la ley del determinismo causal también conocida como la ley de causa y efecto.

Ley del determinismo causal
(Ley de causa y efecto)

Esta ley estipula que: conocidas con exactitud las leyes del universo, el estado inicial de un sistema y las influencias externas sobre ese sistema, un observador puede calcular el comportamiento futuro de ese sistema, sin importar si es un sistema vivo o incluso autoconsciente (como un ser humano), o si ese sistema es el universo entero (y por tanto carece de influencias externas). También dicta que el comportamiento de un sistema está totalmente determinado por el comportamiento de sus partes. Es decir, que está causado de forma necesaria y suficiente por el comportamiento de ésas partes (Kantose, 2006).

De acuerdo con esta ley y retomando lo que explica Davidson, podríamos suponer que el pensamiento es la causa de los acontecimientos físicos que experimentamos.
La pregunta ahora es si estaremos dispuestos a revisar la procedencia de nuestros pensamientos como una posible pre-causa o causa primera de lo que experimentamos.

Quizás podrá resultarnos un poco incómodo, sin embargo, dada la situación mundial actual no parece quedarnos otra alternativa que enfrentar nuestra realidad para actuar en la remediación de los acontecimientos, ya que de su reconocimiento así como del uso consciente de los principios universales, dependerá el giro en el curso de los mismos.

Todo comenzó con una ilusión

Siguiendo los principios que describe Davidson en cuanto a que las creencias son parte de los sucesos mentales que desempeñan sucesos causales en los sucesos físicos. ¿Qué sucede por ejemplo con las creencias religiosas que se nos han inculcado? ¿Tendrán alguna influencia? Y si la tienen, ¿cómo influyen?

Sin particular intencionalidad, tomemos objetivamente del Libro de Génesis del Antiguo Testamento, la historia de Adán y Eva y su relación con la pérdida del Paraíso. En esa historia se nos ha hecho pensar y sostener la idea de que somos seres inmerecedores del bien. Se le atribuye al ser humano la naturaleza de pecador y que ésta es una especie de herencia irremediable que mancha nuestro genoma.

El libro de Revelaciones (Apocalipsis) por su parte, parece centrar su atención en la serie de calamidades a futuro resultado de esta herencia. Relacionemos entonces esta naturaleza pecadora como la causa y las calamidades como el efecto de dicha causa.

Por otro lado, en los Evangelios se nos cuenta la historia de un hombre-dios que vino al mundo para salvar a la humanidad de tremendo destino. Los cuatro Evangelios dibujan en ese hombre-dios a un ser exento de pecado cuya principal atribución fue el amor al prójimo y que tras su sacrifico por divulgar la “Verdad”, fue nombrado heredero legítimo del reino de los cielos.

Y sobre dicha verdad ¿A qué se refería Jesús de Nazareth? Pareciera que al igual que para el gobernador romano de aquella época, Poncio Pilatos, actualmente esta verdad quede relegada a ser un profundo misterio… o ¿No?

Éstas son dos historias en apariencia contradictorias que, pensando un poco como Kant y con base en la ley física de la complementariedad, bien podrían ser tomadas como suplemento una de la otra.
En el entendido de que nuestras creencias no son sólo meras ideas mentales sin trascendencia, sino que efectivamente crean nuestras experiencias, esta creencia en la pérdida de un paraíso (como si nuestro planeta no fuera en si mismo un paraíso), nos ha hecho albergar de manera inconsciente prejuicios en contra de nuestra misma especie.
Ernest Holmes en su libro La Ciencia de la Mente (1998) dice:
–Aquello en lo que crees, en eso te conviertes–.
Entonces ¿Por qué no quedarnos con ese mensaje positivo que aquel hombre-dios, mesías, profeta, maestro o como quiera que le llamemos, vino a compartirnos?
Por la simple razón de que estamos haciendo uso de nuestro libre albedrío. Elegimos libremente qué creer y sin embargo, tal parece que lo hacemos de manera inconsciente. Veamos por qué decimos esto.

Si consideramos que la religión judía sentó las bases para las religiones islámica y cristiana (con todas sus derivaciones) y que de acuerdo con la North American Mission Board (2007), éstas son justamente tres de las principales religiones en el mundo que abarcan un gran número de individuos de la población mundial (el cristianismo es la más difundida comprendiendo un total de 1,973 millones de personas) ¿Estarán afectando nuestro diario vivir?
No dudo que sí y que esa afección debería ser positiva; sin embargo, ¿qué tanto nos afecta negativamente? Basta con que echemos un vistazo a nuestras vidas o las de nuestros vecinos, o que quizás encendamos el televisor en los programas de noticieros, o miremos las editoriales de los periódicos, para darnos una idea.

Dado que el pensamiento es creativo y que nuestras creencias proceden de lo que se nos inculca aún desde antes de nacer (estimulación temprana) y en nuestras interrelaciones como parte de una sociedad, si con las creencias
religiosas optamos por confirmar que los seres humanos somos pecadores por naturaleza, esto nos hace crear ambientes que justifiquen la creencia, es decir que creamos situaciones que confirmen que efectivamente merecemos el sufrimiento y el dolor.
A esto se le llama: la peste de las neuronas.

La peste de las neuronas

Decíamos que aquello en lo que creemos, en eso nos convertimos, si creemos que merecemos sufrimiento e inmerecemos el bien, que no nos extrañe la oleada de pensamientos y afirmaciones negativas que vemos plasmadas –como los ejemplos anteriores–, en las noticias.
El problema es que como ya se ha dicho, los pensamientos y afirmaciones negativas dado que son creativas, nos hacen crear más de lo mismo haciéndonos entrar en un círculo vicioso que podemos explicar con el ejemplo siguiente:
–Creo que soy malo(a), luego entonces me va mal; me va mal, luego entonces creo que es porque soy malo(a).–
O bien: –Creo que soy bueno(a), luego entonces me va bien; me va bien, luego entonces creo que es porque soy bueno(a).–
Nuevamente la creencia (soy malo(a), soy bueno(a)) es la causa, y el efecto es la experiencia resultado de ella (me va mal, me va bien).

Ahora que si hablamos de una peste de las neuronas
¿Cuáles serán las posibles formas de transmisión de este mal? Pues aquellas a las que constantemente estén siendo expuestas nuestras neuronas: bombardeos de creencias, paradigmas, prejuicios, imágenes, palabras, todos estos transmitidos por nuestros padres, la familia, los amigos, la escuela, la sociedad, la religión, las culturas, los medios de comunicación (televisión, cine, radio, periódicos, revistas, libros, la red, anuncios, panorámicos, etcétera).

Por consiguiente, los síntomas palpables de la enfermedad son: el temor y su consecuencia la competencia y su consecuencia la violencia y su consecuencia la división y su consecuencia el exterminio y su consecuencia la soledad.

Más efectos producto de causas resultado de la principal causa… la ignorancia.
Afortunadamente y como en toda enfermedad, la peste de las neuronas tiene tratamiento, remedio, algo que la contrarreste. Si la principal causa que la origina es la ignorancia, la causa que la remedie es entonces el conocimiento.

Conocimiento

Siendo atrevida, puedo suponer que aquella verdad a la que hacía referencia Jesús de Nazareth, es la que en “verdad” salvará al mundo de la ignorancia. Desafortunadamente, los seres humanos tendemos a endiosar a ciertos mensajeros de grandes verdades, olvidándonos muchas veces del mensaje, algo así como conformarse con ver la luz que proviene de alguien, sin reconocer la nuestra propia.
Sin considerarme una persona religiosa dadas las deficiencias de todas las religiones, puedo decir que comprendo el goce de la libertad de pensamiento, así como el poder que éste conlleva como co-creador de nuestras experiencias. Ésta es a mis ojos, si no la gran verdad, sí una parte de ella, que:
Pensamos libremente, por ende seleccionamos nuestros pensamientos que son poderosos y que las palabras y los sentimientos los potencian trayéndolos a manifestación.
Quizás esto sea tan sólo una mínima parte de lo que Jesús sabía que lo llevó a haber sido acusado de hacerse semejante a Dios. Pero hay algo más, este poder mental, si bien es nuestro y lo usamos a libertad, debemos considerar la responsabilidad que su uso conlleva.

Otras de las leyes universales implicadas con esta responsabilidad son la ley de atracción y la ley de los equivalentes mentales, que para Holmes van de la mano. Ambas dicen grosso modo, que atraemos a nuestras vidas aquellas personas y circunstancias equivalentes a nuestros pensamientos, potenciando así el poder de nuestra mente (Consciencia colectiva).

Personalidades como Nerón o Adolfo Hitler, entre otros, nos han servido de maestros ejemplares sobre lo que la consciencia negativa puede hacerle a la humanidad. Por su parte Jesús de Nazareth, Buda, Krishna, Mahoma, Gandhi, Teresa de Calcuta y muchos otros grandes pensadores y líderes espirituales pasados y actuales, nos han servido de maestros ejemplares sobre lo que la consciencia positiva puede hacerle a la humanidad. Dos grandes y abismalmente opuestas enseñanzas que nos ubican en el contexto de nuestra capacidad pensante-creativa.

Una ley más de la física que dicta que a toda acción corresponde una reacción igual pero en sentido contrario, tampoco se hace esperar en enseñarnos a utilizar consciente y responsablemente nuestro poder mental. Es lo que en metafísica se conoce como ley kármica. Jesús la señaló al decir:
–Quien a hierro mata, a hierro muere–.

Con esa sabiduría en su haber, no es de extrañar que optara por ejecutar decretos y afirmaciones positivas en sus oraciones, o que optara por predicar el amor hacia uno mismo y hacia el prójimo, o que enseñara con su ejemplo el respeto y la tolerancia. Sin duda uno de muchos grandes maestros.

Conclusiones

Para concluir me atrevo a citar a Norman Ashley (2009) cuando dijo que no debemos ser meros observadores de los acontecimientos, sino participantes activos en el cambio de los mismos. Que la visión del futuro debe pecar de grandiosa, debe justificar el esfuerzo porque una visión del futuro determina nuestro destino. Finalmente dijo que una visión del futuro sin acción es simplemente un sueño, una acción sin visión del futuro carece de sentido y una visión de futuro puesta en práctica puede cambiar al mundo.

Ahora ya sabes que tú tienes el poder y que consciente o inconscientemente estás involucrado(a) en los acontecimientos, y yo te digo esto: El destino no está escrito aún…nosotros(as) lo escribimos. Está en nuestras manos cambiar el curso de los acontecimientos porque en nuestras manos está el destino de nuestro planeta y por ende, el de nuestra propia existencia.

¿Qué harás con tu poder?

Bibliografía
-Ashley N. Video presentado el 26 de febrero 2009 por el Dr. Andrés García Coca del Centro Internacional de Prospectiva y Altos Estudios, en el Diplomado Una Nueva Visión de la Educación de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, México, D.F.
-Cinco Grandes Religiones del Mundo. Monografías.com (1997). Tomado de la página de la red: http://www.monografias.com/trabajos28/religiones/religiones.shtml
-Davidson D. y Valdes M. (1995). Ensayos sobre acciones y sucesos. Instituto de Investigaciones Filosóficas. México, unam, 382 pp.
-Flores V., Guillen S. y Narváez J. (1997). El pensamiento creativo. Monografías.com
-Holmes E. La Ciencia de la Mente. (1998). Los Angeles, California, eua. Science of Mind Publishing. 653 pp.
-Moredan Kantose. (2006). Determinismo. Driver Op. Tomado de la página de la red: http://www.driverop.com.ar/determinismo. php
-North America Mission Board, SBC. (2007). eua. Religiones del mundo. 4 Truth. Net. Corrientes del Mundo. Tomado de la página de la red: http://www.4truth.net/site/c.ki KUL 4PPLvF/ b.1461701/k.5B01/Religiones_del_mundo.htm

María del Carmen Navarro Maldonado. Profesora-investigadora titular adscrita al Departamento de Biología de la Reproducción en la Unidad Iztapalapa de lauam.
Correo electrónico: carmennavarro2006@yahoo.com.mx

www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/21_iv_jul_2009/casa_del_tiempo_eIV_num21_42_45.pdf

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