Ciencias Ocultas: La Vida Universal, La Tierra y su historia secreta

LA VIDA UNIVERSAL

En último análisis, el cuerpo humano se reduce a la célula, la humanidad a la molécula social, o sea el hombre, el Mundo al astro y el Universo al Mundo.
Pero, célula, humanidad, astro, mundo y Universo, no son más que octavas de la Unidad, que es siempre una misma.
¿No vemos cómo las células se agrupan para constituir un órgano, los órganos cómo se agrupan jerárquicamente para formar los aparatos y éstos cómo se reúnen para construir al individuo?
Célula.
Organo.
Aparato.
Individuo.
Tal es la progresión que crea el hombre desde el punto de vista fisica o material.
Pero, ¿no es el individuo una célula social?
La ley seguida por la naturaleza es tan positiva que en todas partes la veremos siempre idéntica, sea cual fuere la extensión de los objetos considerados.
El hombre se agrupa para constituir la familia; la familia se agrupa para formar la tribu; las tribus establecen la agrupación jerárquica para constituir la nación, que es un reflejo de la Humanidad.
Hombre.
Familia.
Tribu.
Nación-Humanidad.
Y la humanidad, ¿no es una célula de la animalidad? La animalidad no es tampoco otra cosa más que uno de los grados de los reinos naturales que existen en el planeta.
Ved cómo en torno de los mundos planetarios se reúnen los satélites y los planetas alrededor de los soles para constituir los Mundos. Los Mundos son igualmente meros elementos celulares del Universo que trazan en el infinito, con ígneos caracteres, las leyes eternas del Cosmos.
En todas partes se destaca esta misteriosa progresión, este ordenamiento de las unidades inferiores ante la Unidad superior, esta serialización universal que parte del átomo para ascender de astro en Mundo, hasta llegar a esa PRIMERA UNIDAD a cuyo alrededor gravitan los Universos.
Todo es análogo: la propia ley que gobierna a los Mundos gobierna la vida del insecto.
Estudiar de qué forma las células se agrupan para construir un órgano, equivale a estudiar el modo en que se agrupan los reinos naturales para formar la Tierra, este órgano de nuestro Mundo; a estudiar la manera en que los individuos se agrupan para constituir una familia, este órgano de la Humanidad.
Conocer la formación de un aparato integrado por sus órganos, equivale a conocer la formación de un mundo integrado por los planetas y de la nación que componen las familias.
Por último; conocer la constitución de un hombre que forman los aparatos, es conocer la constitución del Universo creada por los Mundos y de la Humanidad constituida por las Naciones.
Todo resulta análogo. Poseer el secreto de la célula equivale a estar en posesión del secreto de Dios.
El absoluto está en todas partes y todo está en todo.
El método analógico así se evidencia descubriéndonos su capital importancia.
¿Por qué si el hombre es una célula de la humanidad, la humanidad no podría ser el aparato superior de un ser animado que se llama la Tierra?
¿Por qué la Tierra no podría ser un órgano de un ser más elevado, el Mundo, de quien el Sol fuese el cerebro?
¿Por qué este Mundo, a su vez, no podría constituir la serie inferior del Ser de los Seres, del macrocosmos, de quien los Universos serían sus aparatos?
Tales son las preguntas que como gigantescas esfinges se levantan frente a las investigaciones científicas de toda la antigüedad. Y cuando el pensador carecía de los necesarios conocimientos para llegar con toda la fuerza de su intuición al centro de los centros de Universo; cuando no acertaba a saber seguir este consejo de Pitágoras.
«A fin de que elevándote en el éter radiante En el seno de los Inmortales tú mismo seas un Dios.»
Entonces acudía a valerse del único instrumento firme de que le era dable disponer, y apoyándose en su método, se lanzaba al estudio del infinito.
La vida, ciertamente, circula en la célula y circula en el hombre; pero ¿de dónde proviene? La célula humana está inmovilizada en el órgano y la corriente vital que va en la sangre, rápidamente pasa y de ella extrae cuanto necesita para ejecutar sus funciones. La oleada de vida es una e idéntica; pero cada célula la transforma diversamente.
Unas veces es el elemento celular de una glándula que extrae su fuerza de la corriente de vida que la sangre le aporta, para que se realice la secreción del jugo gástrico o de la bilis, por ejemplo.
Otra, es la célula muscular, que va a apoderarse de las energías necesarias para poder contraerse, realizando las funciones que le son propias. Otra, finalmente, es la célula nerviosa que ha de transformar en inteligencia al mismo agente productor de fenómenos tan distintos.
¿Será posible que una sola fuerza, la vida, quede transformada en energías de tan diversos órdenes, todo ello por causa de la variada estructura de los órganos?
Ante tal pregunta, el egipcio acude a encerrarse en el laboratorio del templo y observa cómo un haz de luz blanca viene a dar en un prisma transformándose en una faja de varios colores.
Los colores dependen del grosor del prisma que atraviesa el rayo de luz. El ensayo satisface al criterio de la investigación. El experimentador se da cabal idea de lo que ocurre.
La vida, siempre una, que circula en el interior del organismo humano, puede ser comparada a la luz blanca, y cada uno de los órganos a un fragmento distinto del prisma. La corriente de luz pasa y cada órgano actúa en ella. Aquí es uno, compuesto de materia tosca: equivale a la base del prisma; los colores más bajos van a aparecer, o como si dijéramos, las secreciones más groseras. Allá es otro cuya materia ha llegado al máxirnun de perfección: equivale al vértice del prisma; los colores superiores se forman; la inteligencia va a nacer.
Tales son las bases de la Medicina oculta; pero ¿de dónde proviene esa corriente vital?
Del aire, donde el glóbulo sanguíneo va a buscarla para conducirla por todo el interior del organismo.
La Unidad admirable de las producciones de Osiris-Isis, surge cada vez más deslumbradora.
Una misma corriente vital circula por el planeta y por los individuos que pueblan su superficie.
El hombre aspira y transforma la Vida terrestre en Vida humana, lo propio que en él el cerebro transforma esta Vida humana en Vida cerebral, el hígado en Vida hepática, etcétera.
El Animal transforma la Vida terrestre en suya propia, según cada especie.
El Vegetal recoge su vida especial, extrayéndola de la que anima a la madre común, la Tierra.
El Mineral y todos los seres transforman y convierten en fuerza individual esa vitalidad terrestre.
En todo esto impera una analogía, matemáticamente exacta, que lo relaciona con la luz solar y el prisma, en el que cada ser corresponde a una porción coloreada.
Pero ¿no extrae la Tierra su vida y, por ende, la de todo lo que en ella está, en esa corriente luminosayvital donde se sumerge?
El Sol lanza a oleadas su vida solar sobre los planetas que en torno de él giran, y cada uno de ellos transforma esa Vida en la suya propia, haciendo la Tierra la Vida terrestre; Saturno, la Vida saturnina, fría y triste; Júpiter, su Vida propia, y así los demás planetas y satélites que del astro solar la reciben. Y el Sol: ¿no toma su propia Vida, esa su luz-calor-electricidad, que a raudales derrama el Universo al cual pertenece?
Llegando a esta alta reflexión el sacerdote egipcio, abarca en su mente el augusto conjunto de la Síntesis de la vida, y entonces comprende, se arrodilla y adora.
Sí; adora la Vida que está en él, esa Vida que de la Tierra ha tomado, esa Vida que el Sol dio a los mundos y que él extrae del Universo, como el Universo la toma del centro misterioso e inefable, donde el ser de los seres, el Universo de los Universos, la UNIDAD VIDA, OSIRIS-ISIS, reside en su eterna unión.
Se arrodilla y adora a DIOS que está en él, a DIOS que está en el mundo, a DIOS en el Universo, y a DIOS en DIOS MISMO.
La vida que en todas las cosas se nos revela, ¿podrá escapar al dominio de las leyes comunes?
El fenómeno, sea cual fuere, revela en todo momento y circunstancias su origen temario. Las series, por muy dilatadas que nos parezcan, todas se coordinan sujetándose a la misteriosa ley:

El hombre que manda como soberano en la familia, donde representa el principio positivo, doblega su frente ante la ley de la tribu, transformándose entonces en elemento negativo.
La Tierra que atrae así, y reúne en absorbente unidad, todos los seres y cosas que pueblan su superficie, actúa entonces como principio activo; mas a la vez se supedita pasivamente a la atracción de su superior, el astro solar.
Observemos cómo se verifica en todo la absorción de los seres inferiores, bajo la influencia de los superiores, y de éstos ante otros de más elevada jerarquía, formando el conjunto una cadena de alternadas condiciones que se pierde en lo infinito. (Luis Lucas, 31 ley del Movimiento.)
El calor se demuestra como positivo en lo Cálido, y como negativo en lo Frío, y se equilibra en lo Tibio.
La Luz resulta positiva en la Claridad, negativa en la Sombra, y equilibrada en la Penumbra.
La electricidad aparece como positiva en el Positivo, negativa en el Negativo, y equilibrada en el Neutro. Mas el Calor, la Luz y la Electricidad: ¿no vienen a ser tres fases, tres aspectos de algo más elevado que las unifica?
Dice Louis Lucas: «En la naturaleza la electricidad no es más que un detalle, como en el espectro solar, el rojo, por ejemplo, no es más que una tonalidad, entre otras que en él se observan. Electricidad, Calor y Luz, son tres fases generales del movimiento, cuyas intermediarias modalidades son infinitas.»
Ese algo más elevado del cual el Calor representa lo positivo, la Luz, el equilibrio y la Electricidad lo negativo, es la Fuerza de nuestro Mundo.
Remontémonos experimentalmente siguiendo la cadena de los fenómenos de la Física, pasemos a la Química, y estudiemos lo que sucede en un experimento muy repetido. El oxígeno se dirige al polo del Movimiento, el hidrógeno al de la Resistencia y el ázoe, tan pronto al uno como al otro polo, según fuere el papel que desempeña en las combinaciones. Observemos que cosa igual en absoluto pasa con otros cuerpos metálicos y metaloides. Siempre hallamos el movimiento acidificante, el reposo alcalizador, y este estado intermedio de equilibrio que representa el ázoe y sus variaciones. (Louis Lucas, Chimie nouvelle.)
Cuando de progresión en progresión, de Universo en Universo, nos hayamos elevado a las más altas abstracciones, veremos una fuerza, oponiéndose a sí misma para crear, en actividad, el Movimiento, en su pasividad, la Materia yen su equilibrio todo lo que está abarcado entre la divisibilidad y la unidad, o sean los escalones innumerables por donde la fuerza asciende desde el estado sólido hasta las formas más culminantes de la inteligencia, del genio, en suma, hasta su origen en Dios, cuya actividad se denomina el Padre u Osiris, la pasividad el Hijo o Isis, y el equilibrio, causa de todo, la imagen de la TRI-UNIDAD que él constituye y que es el Espíritu Santo u Oro.
Sin embargo, es evidente que nos hemos apoderado de uno de los mayores secretos del Santuario, la clave de todos los milagros pasados, presentes y futuros, el conocimiento de ese agente, siempre el mismo y siempre muy diversamente designado: el Telesma de Hermes, la Serpiente de Moisés y de los indostánicos, el Azoth de los alquimistas, la luz astral de los martinistas y de Eliphas Lévi. Por último, el magnetismo de Mesmer y el movimiento de Lucas, descubridor de las tres leyes que le dirigen, que ha demostrado cómo deben aplicarse a las ciencias positivas contemporáneas.
Ya conocemos las varias modificaciones, a consecuencia de las cuales este agente universal se transforma en la vida de cada ser. Estudiemos ahora su evolución.
Dicha emanción seguirá universalmente tres fases de desarrollo:
En la primera lo pasivo sobrepuja a lo activo, y el resultado ha de ser una pasividad, una materialización, un alejamiento de la Unidad hacia la Multiplicidad. (Véase”Eureka”, de E.A. Poe y Chimie Nouvelle, de L. Lucas.)
En la segunda, lo activo y lo pasivo se equilibran: la jerarquía, la serie, surgirá, y los inferiores gravitarán alrededor del término superior.
En la tercera, lo activo aventaja a lo pasivo y la evolución de la Multiplicidad sobre la Unidad se efectuará. Involución o Materialización progresiva.
Equilibrio.
Evolución o espiritualización progresiva.
He aquí las tres leyes del Movimiento.
Desde el centro misterioso en el cual radica el inefable, el incognocible EN SUPH ARABRAHM, una fuerza emana y se proyecta en lo Infinito.
Esta fuerza que es Activa-pasiva, como lo es lo que le da origen, produce un resultado diferente, según domine en su acción lo Activo o lo Pasivo.
La fuerza se aparta de la Unidad para unirse en la Multiplicidad, en la División. El creador de lo Múltiple, o sea lo Pasivo, domina entonces, y por eso la producción es fundamentalmente pasiva y material; la fuerza se materializa.
La inteligencia se cubre poco a poco; se reviste de envoltorios o espesores, que al principio tienen la contextura de la materia más próxima a las esencias: la materia radiante.
En este momento una masa de colosales dimensiones para la comprensión humana, pero de ínfima magnitud desde el punto de vista de lo Infinito, atraviesa el Espacio. Sobre los mundos inferiores cuya región atraviesa en velocísimo vuelo, los aparatos de astronomía enfocan las estelares regiones, y desde los observatorios los mortales anuncian que un corneta cruza la celeste inmensidad.
En tanto, en los mundos superiores, los inmortales se arrodillan y adoran religiosamente la divina luz que efectúa el sacrificio de donde ha de surgir un retorno a la Unidad, exclamando con solemne emoción: ¡El Espíritu Creador pasa sobre nuestro Mundo! Cuanto más se aleja la masa de la Unidad, más se acentúa su materialización. Aparece la materia en estado gaseiforme, llenando una gran parte de la masa que aminora su carrera en un lugar del espacio. Los sabios que lo presencian, señalan a los mortales el lugar ocupado por una nebulosa, por el Nacimiento de un sistema planetario; el Inmortal comprende que allí se verifica el Nacimiento de un Dios.
Llega el instante en que se inicia el estado más pasivo; las aglomeraciones de sólidos aparecen, pero, al propio tiempo, la fuerza activa se desembaraza de obstáculos poco a poco, hasta que llega a poder equilibrar a la fuerza pasiva. La vida se concentra en un Sol, en el centro del sistema, y los planetas reciben tanta mayor cantidad de sus radiaciones, cuanto mayor en su proximidad y menor su grado de material condensación, de la misma manera que el Sol recibe un influjo tanto más activo cuanto más cerca se halle de la VIDA- PRINCIPIO, de donde ha emanado.
Entonces, cuando definitivamente la fuerza activa sobrepuja a la fuerza, los planetas se agrupan alrededor del centro preponderante. El ser viviente que se llama Mundo ha nacido, está ya organizado, y lentamente evoluciona hacia la Unidad de que proviene.
En cada uno de los planetas se repite idéntica la ley que dio origen al Mundo. El Sol actúa respecto de ellos como la Unidad-VIDA actuó respecto del Sol y el planeta será tanto más material cuanto más alejado esté de él.
Al principio en estado de ignición, después en forma gaseiforme, luego líquida, aparecen por fin sobre las aguas algunas porciones sólidas, iniciando así el comienzo de los continentes. Después se inicia la marcha evolutiva del planeta hacia un Sol y la vida planetaria se constituye. La fuerza activa sigue dominando a la fuerza material pasiva.
Las producciones que van a aparecer en la superficie de dicho mundo, seguirán las propias fases recorridas por el planeta con relación al Sol.
Solidificándose los continentes, condensan en su seno la fuerza en ignición que formó primordialmente el planeta. Esta fuerza vital terrestre, que no es más que una emanación de la fuerza vital solar, actúa sobre la Tierra y los elementos vitales se desarrollan originando los metales más inferiores. Aquí es donde comienza la evolución estudiada por los modernos hombres de ciencia y que desconocen el lado o rama ascendente de la misma, lado que conocían muy bien los sabios de la antigüedad.
Lo mismo que este Mundo evoluciona hacia la Vida de su Universo creándose un alma, conjunto de todas las almas planetarias contenidas en él, lo mismo cada planeta evoluciona hacia el alma de un mundo, creando su alma planetaria, conjunto de las almas que dicho planeta contiene y lo mismo el metal, primer término de la vida sobre el planeta en el transcurso de las diferentes edades, evoluciona un alma hacia el alma de la tierra. Ese metal, primeramente inferior, se perfecciona progresivamente, llega a ser capaz de fijar más fuerza activa, y al cabo de algunos siglos, la vida que antes circulaba en el plomo circula ahora en una masa de oro, este Sol de los metales que actúa con referencia a ellos, como actúa el astro solar respecto de la Tierra. He aquí el fundamento de la doctrina alquímica. A propósito de la idea de la evolución de una sola vida en organismos cada vez más perfectos, recuérdese la ley india del Karma.
La vida progresa en igual forma en el desarrollo de los vegetales, y después de algunos millares de años, aparece la producción más elevada de las tierras; me refiero al hombre, que viene a ser el Sol de la animalidad, como el oro lo es en la esfera del reino mineral.
La ley progresiva volverá a mostrarse en el ser humano, como se muestra en todas las demás creaciones de la naturaleza. Pero al llegar a este punto, es indispensable que hagamos algunas consideraciones respecto de la semejanza de las progresiones.
Recordando lo antes indicado, observemos que cuando nace un Mundo, otros existían ya que en diverso grado habían cumplido su evolución hacia la Unidad, de suerte que entonces ya había Mundos más o menos viejos.
Lo propio que hay planetas de diferentes edades, en cada planeta hay continentes más o menos antiguos, y en cada planeta culmina una raza de hombres, lo propio que cada mundo está culminado por un Sol.
Como la progresión existe también en las razas humanas, se deduce que en el momento en que la segunda aparece en el segundo continente del planeta, la primera evolucionada sobre el anterior, está en pleno desarrollo intelectual y la última aparecida, en oscuro estado de salvajismo.
Véase lo que dice La Mission des Juifs y lo que enseñan las doctrinas filosóficas de la Ciencia esotérica.
Idénticos hechos nos ofrecen deslumbrantes de claridad las condiciones de existencia de la familia, donde vemos al fundador, al más anciano, lleno de experiencia, pero abatido por la vejez, mientras que, el último nacido resulta tan ignorante como lleno de vigor y juveniles energías.
Entre estos dos extremos existen todas las gradaciones, y el padre representa la virilidad en completo desarrollo, mientras que el abuelo viene a ser la transición entre la ancianidad del fundador y la plenitud de vida del padre.

HIJO
PADRE
ABUELO
BISABUELO

señalan en las familias los grados de esa evolución que hallamos en todas las manifestaciones de la naturaleza.
Todos los seres, sean los que fuesen en último análisis, están constituidos por tres elementos o partes, que son:

CUERPO
VIDA O ESPIRITU
ALMA

La evolución de un cuerpo produce la vida; la evolución de la vida produce un alma.
Comprobemos estos detalles aplicándolos al hombre.
Cada continente se corona con una raza diferente de hombres, que son los representantes del término superior de la evolución material en el planeta.
En cada hombre se destacan tres partes: el vientre, el pecho y la cabeza. A cada una de estas partes le corresponden sus miembros respectivos. El vientre, que sirve para fabricar el cuerpo; el pecho, que sirve para fabricar la vida; la cabeza, que sirve para fabricar el alma.
La finalidad de cada ser que crea la naturaleza, es la de dar origen a una energía de orden superior a la que él recoge. El mineral recibe la vida terrestre y debe transformarla por su evolución en vida vegetal. El vegetal debe preparar el nacimiento de la vida animal, y el animal, la de la vida humana.
La vida queda otorgada al hombre para que éste la convierta en una fuerza superior; es decir, el alma. El alma es, pues, una resultante.
La finalidad del hombre es, ante todo, la de desarrollar en sí este alma que sólo está allí en germen, y si para conseguirlo no basta una vida, varias resultarán indispensables.
La indicada idea que siempre estuvo oculta a los profanos en el seno de las iniciaciones, se halla en todos los autores que penetran profundamente en el conocimiénto de las leyes de la naturaleza. Es una de las principales que ha divulgado el estudio del budismo esotérico en la época presente. Pero, tanto la antigüedad como algunos escritores de los países occidentales, jamás ignoraron que existía.
En efecto, es así como Dios mismo, por el conocimiento íntimo del absoluto, que es su esencia, identifica perpetuamente con su saber al ser que le corresponde en su esencia absoluta, y es así manifiestamente como Dios opera sin cesar su propia creación o su inmortalidad. Y, por consiguiente, puesto que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, por idéntico medio, debe conquistar su inmortalidad, operando su creación propia por el descubrimiento de la esencia de lo absoluto, es decir, de las condiciones mismas de la verdad» (Wronsky, Lettre auPape).
Fabre d’Olivet, en el admirable resumen que ha hecho de la doctrina de Pitágoras, en pocas líneas nos traza la condensación de lo contenido en la psicología arcaica. Basta leerle comparándole con las opiniones del budismo esotérico para llegar a descubrir uno de los principales secretos ocultos en los santuarios.
He aquí el resumen:
«Pitágoras admitía dos móviles en las acciones humanas: el poder de la Voluntad y la necesidad del Destino; sometía el uno y el otro a una ley fundamental denominada Providencia, de la que igualmente emanaban. El primero de estos móviles, era libre y el segundo condicionado, de suerte que el hombre se encontraba situado entre dos opuestas naturalezas, pero no contrarias, indiferentemente buenas o malas, según el uso que él sabía hacer de ellas. El poder de la Voluntad influía sobre las cosas que se hiciesen y sobre el porvenir; la necesidad del destino sobre las cosas ya hechas y sobre el pasado; la una alimentaba sin cesar a la otra, trabajando sobre los materiales que recíprocamente se suministraban.
»Porque según este admirable filósofo, del pasado nace el porvenir y del porvenir se forma el pasado, y de la reunión de uno y otro se engendra el presente, siempre existente, del cual y de la misma manera sacan su origen, profunda idea que los estoicos habían adoptado. Así, según esta doctrina, la Libertad reina en el futuro, la Necesidad en el pasado y la Providencia en el presente. Nada de cuanto existe, existe por casualidad, sino por la unión de la ley fundamental y providencial con la voluntad humana, que la sigue o la violenta operando sobre la Necesidad.
»El acuerdo entre la Voluntad y la Providencia constituye el bien: el mal nace de su oposición. El hombre, para proceder en la senda que recorre en este mundo, ha recibido tres fuerzas apropiadas a cada una de las tres modificaciones de su ser, estando las tres sujetas a su voluntad.
»La primera, pertinente al cuerpo, es el instinto; la segunda, consagrada al alma, es la virtud, y la tercera, que corresponde a la inteligencia, es la ciencia o la sabiduría. Estas tres fuerzas, indiferentes por sí mismas, no toman este nombre más que por el buen uso que la voluntad hace de ellas, porque en el malo degeneran, al embrutecerse, en vicio e ignorancia. El instinto distingue el bien y el mal físicos que resultan de la sensación; la virtud aprecia el bien y el mal morales existentes en el sentimiento, y la ciencia juzga el bien y el mal inteligibles que nacen del asentimiento. En la sensación, el bien y el mal se denominan placer y dolor; en el sentimiento, amor u odio, y en el asentimiento, verdad o error.
»La sensación, el sentimiento que radica en el cuerpo, en el alma yen el espíritu, constituyen un ternario que se desarrolla a favor de una unidad relativa, y constituye el cuaternario humano, o sea el Hombre considerado abstractamente.
»Las tres afecciones que forman este ternario, reobran las unas sobre las otras, y se iluminan, o se oscurecen, recíprocamente. La unidad que las enlaza, es decir, el Hombre, se perfecciona o se deprava, según tienda a confundirse con la Unidad universal o a diferenciarse de ella.
»El modo de que dispone para identificarse o para hacer su separación, para proximarse o para alejarse, reside por entero en su voluntad, quien por el uso que hace de los instrumentos que le suministran el cuerpo, el alma y el espíritu, se instintífica o se embrutece, se acerca a la virtud o al vicio, a la sabiduría o a la ignorancia, y se pone en estado de distinguir con mayor o menor energía, y de conocery juzgar, con más o menos rectitud, lo que haya de bueno, de bello y de justo en la sensación, el sentimiento y el asentimiento; de diferenciar, con mayor o menor energía y luminosidad, lo bueno de lo malo y de no engañarse, por último, en lo que realmente sea o no sea placer y dolor, amor y odio, verdad y mentira.
»El Hombre, tal cual yo acabo de describirle, según la idea que Pitágoras había concebido, situado bajo la dominación en la Providencia, entre el pasado y el futuro, provisto de una voluntad libre por su esencia e inclinándose a la virtud o al vicio, por propio movimiento; el Hombre, repetiré, imaginado así, debe conocer el origen de las desgracias que necesariamente sufra y lejos de acusar a esa Providencia dispensadora de dones y castigos, según los méritos que cada cual contraiga por sus acciones anteriores, busca la culpa en sí mismo ya que sufre las consecuencias inevitables de sus faltas en otros tiempos, pues Pitágoras afirmaba la realidad de varias existencias sucesivas, y sostenía que el presente que nos atormenta y el porvenir que nos amenaza, no son más que la expresión del pasado, producto de nuestra labor en las épocas anteriores. El filósofo afirmaba que la mayor parte de los hombres pierden, al ‘volver a la vida, el recuerdo de sus pretéritas existencias; pero con relación a él, por favor especial de los dioses, le estaba concedido poder conservar la memoria de su pasado.
»Así, según sus enseñanzas, esa necesidad fatal que el hombre nunca cesa de quejarse, es el mismo quien la ha engendrado por el mal uso de su criterio. A medida que avanza en el tiempo, recorre la senda que él mismo se ha trazado antes, y conforme la modifique en bueno mal sentido, que siempre, por decirlo así, virtudes o imperfecciones hallará, y más suave o más agresiva su ruta cuando le llegue el instante de recorrerla de nuevo» (Vers dorés).
Me permitiré unir a esta explicación un gráfico que servirá para apreciar claramente dicho sistema en su conjunto. He procurado, hasta donde me ha sido posible, que resulte bien clara la demostración. Si, no obstante, se advirtiera que cualquier error se nos hubiese deslizado, fácil será deshacerlo, acudiendo a lo que detallan las copiadas frases de Fabre d’Olivet.

La porción izquierda del cuadro representa los principios positivos que marca el sigo . La parte derecha contiene los principios negativos que tienen el signo – .Y, por último, la porción central abarca los signos equilibrados o superiores que distingue la expresión matemática del infinito e..
En la parte inferior, y a la izquierda del gráfico, se ve el resumen del ternario humano: ALMA, INTELIGENCIA, CUERPO, que indican los signos correspondientes.
Las enseñanzas del Templo se reducían exclusivamente al estudio de la fuerza universal en sus diversas manifestaciones.
Estudiando lo primero la Naturaleza naturada, la de los fenómenos, la de los efectos, el aspirante a la iniciación aprendía las ciencias físicas y naturales. Cuando se había cerciorado que todos ellos dependen de una misma serie de causas; cuando había reducido la multiplicidad de los hechos a la unidad de las leyes, la iniciación le franqueaba el paso al Mundo de las Causas. Entonces acometía el estudio de la Naturaleza naturante para sondear las Leyes de la Vida, que es siempre una a través de sus diversas manifestaciones. El conocimiento de la Vida de los Mundos y de los Universos, le entregaba las claves de la Astrología, y el de la Vida terrestre, las de la Alquimia.
Pasando a un grado superior de la escala de las iniciaciones, el aspirante reconocía en el hombre la existencia de dos naturalezas, la naturante y la naturada, y desde allí ya podía elevarse a la concepción de una fuerza única de la que ambas naturalezas representaban los dos polos.
Pocos eran los hombres que conseguían dominar la práctica y el conocimiento de las ciencias superiores, ciencias que dotaban al iniciado de poderes casi divinos. Entre estas ciencias, que trataban de la esencia divina y de su acción en la Naturaleza en alianza con el hombre, figuran la Teúrgia, la Magia, la Terapéutica sagrada y la Alquimia, de cuya realidad portentosa el aspirante había vislumbrado misteriosos destellos en el segundo grado de la iniciación.
«Ha existido más de un solo orden, el orden natural que estudiaba la ciencia antigua; han existido cuatro, como dicho queda en los capítulos precedentes.
»Tres de ellos comprendían la Naturaleza naturante, la Naturaleza naturada y, por último, la Naturaleza humana, que les sirve de enlace a los otros dos. Su hierograma era EVE, la Vida.
»El cuarto que se representa en la tradición mosaica con la primera letra del nombre de IEVE, corresponde a otra jerarquía de conocimientos, señalada con el número diez». (Saint-Yues).
«Es un hecho averiguado que este ciclo de la civilización, la Unidad del Género humano en el Universo, la Unidad del Universo en Dios y la Unidad de Dios en sí mismo, se enseñaban entonces, no como una superstición remota, oscura y oscurantista, sino como el coronamiento luminoso, resplandeciente, de una cuádruple jerarquía de ciencias, animando a un culto biológico, del cual el sabéismo era la forma.
»El nombre del Dios supremo de este ciclo, Iswara, esposo de la Sabiduría viviente, de la Naturaleza naturante, Prakriti, es el mismo que Moisés saca, cerca de cincuenta siglos después de la Tradición Caldea de los Abrárnidas y de los santuarios de Tebas, para constituir el símbolo cíclico de su movimiento: Iswara, El, o por contracción Israel, Inteligencia o Espíritu real de Dios» (Saint -Yves d’Alveydre).
De acuerdo con lo que antecede, se ve que la enseñanza antigua se condensaba en los cuatro grados siguientes:

LA TIERRA Y SU HISTORIA SECRETA

Si miramos un globo terrestre dibujando el estado actual de los continentes y de los mares y ciñéndonos a las descripción física de lo que observamos, obraremos como el analítico que describiese un libro exteriormente, por su peso, etcétera, sin saber lo que el libro contiene en sus páginas.
Si creyendo averiguar más, nos dirigimos al geólogo, éste nos contará la historia física y química de los materiales que han servido para construir ese libro. Siempre será más interesante, pero tampoco será más completa.
Dirijámonos al iniciado y pidámosle la clave de cuanto hay escrito en ese libro colosal llamado globo terrestre, y el iniciado nos contestará: IEVE.
IEVE quiere decir el ciclo del número Cuatro, y esto se escribe en lengua astronómica y física: Este-Oeste-Sur-Norte.
La Tierra está Formada en la actualidad por un solo continente, no completo: Europa. Todas las otras tierras no son más que restos de continentes desaparecidos, o en vías de transformación.
Luego Europa quiere decir Norte y Raza Blanca, y esto indica que esta raza ha sido precedida por otras razas humanas y en consecuencia, por otros continentes completos, puesto que cada raza humana, realmente distinta, es el producto de la evolución de un contienente, con personalidad real diversa.
Así hubo una raza Sur, la Raza Negra, de la que hoy representa Africa su lugar de origen.
Una raza Oeste, la Raza Roja, cuyo lugar de origen es América.
Yen fin, una raza Sudoeste, la Raza Amarilla, de la cual Asia representa el punto de partida: todo esto conforme al ciclo E.S.O.N. que se traduce mejor EO-SN (Este-Oeste, Sur-Norte) desde el punto de vista de la Historia.
Será preciso recordar un detalle capital: En toda desaparición o evolución de un continente que haya dado nacimiento a la raza humana, característica del mismo, prosigue y quedan sus vestigios, como testimonio, sobre el Planeta.
He aquí la razón real y filosófico fundamento de esas masas de tierra de las que el geógrafo sólo nos describe el cuerpo y el geológo la vida. El iniciado es el único que puede darnos informes del Espíritu.
La Tierra, pues, ha sido dominada necesariamente por cuatro grandes razas: la Raza Amarilla, la Raza Roja, la Raza Negra y la Raza Blanca.
Cada una de estas razas, desde su punto de vista personal, tienen una evolución intelectual coronada por una Ciencia y una Tradición y confirmada por una INVOLUCION DE LA DIVINIDAD, en cada cual de ellas. Cada raza tiene además procedimientos y modalidades propias de las que hizo uso para elevarse del estado instintivo, al estado de iluminación divina. De aquí la diferencia aparente de las diversas tradiciones, bajo las cuales hallamos siempre una unidad, que el iniciado es el único capaz de comprender en toda su integridad.
Más tarde hablaremos de esas tradiciones. Ahora volvamos nuevamente a la historia de la Tierra.

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Todo está vivo en la Naturaleza. La tierra es un ser, un ser viviente ccomo lo es un perro, un árbol, un hombre, un mineral o el propio Sol. Las leyes de la vida de la Tierra sólo han sido vagamente vislumbradas por la ciencia positiva bajo los nombres de Magnetismo Terrestre y de electromagnetismo, con sus efectos y sus causas.
La inclinación de la Tierra sobre la eclíptica y los desplazamientos periódicos del polo terrestre, producen el año platoniano (25000 años).
Si el ecuador y la eclíptica llegasen a confundirse, la Tierra se hallaría en un estado de armonía fisica desde el punto de vista de las estaciones y de los climas, totalmente ignorados por esa ciencia oficial.
No existiendo esa armonía, los polos terrestres oscilan periódicamente y de esta oscilación dimanan las transformaciones que sufren los continentes, gravadas en la memoria de los hombres bajo la forma de cataclismos geológicos o de diluvios. Cada polo terrestre puede ocupar, según la tradición secreta (y no según la ciencia actual), ocho situaciones sucesivas en correspondencia con el ecuador. De aquí procede la ley de los ocho polos terrestres.
¿De dónde procede esta inclinación de la eclíptica con relación al Ecuador? Todas las opiniones son unánimes respecto de este extremo: proviene de LA LUNA.
La Luna, destinada primitivamente a formar parte integrante de la Tierra, fue proyectada en el espacio y esta proyección determinó el espantoso cataclismo conocido por el nombre de diluvio universal, puesto que se produjo la inclinación sobre la eclíptica y las aguas del polo arrastraron todos los continentes habitados.
Louis Michel da la clave de este misterio, refiriéndonos cómo la Tierra ha sido formada por cuatro planetas en período de desintegración, convertidos en continentes terrestres; y cómo la Luna, destinada a constituir a su vez un continente, rechazó el ser incrustada con los otros planetas, y fue condenada, por su propia voluntad, a desintegrarse a título de simple satélite. No hay que olvidar que existen pueblos cuyos nombres manifiestan que no conocieron la Luna.
El lector apenas si debe entrever este misterio y nosotros no hemos de insistir sobre el punto.
Como cada continente hubo de aportar su correspondiente raza humana a la civilización, la raza evolucionada ha encontrado cada vez las grandes leyes secretas de la Naturaleza. Entre esas leyes, las que se refieren a la vida terrestre y sus fases dieron lugar a la revelación de los ciclos.
El ser humano manifiesta exteriormente sus funciones vitales por las pulsaciones del corazón (de 60 a 70 por minuto) y por espiraciones e inspiraciones (20 por minutos). Los latidos del corazón manifiestan igualmente los dos tiempos de la contracción (sístole) y de la dilatación (diástole). Además, el ser humano recorre sus cuatro edades: infancia, juventud, virilidad y senectud, pasando por una sucesión de períodos de vigilia y de períodos de reposo, que corresponden generalmente al día y a la noche. He aquí un rápido resumen de lo que pudiéramos llamar los ciclos de la vida humana, comenzando por las pulsaciones para llegar hasta el gran período de veinte años que abarca cada una de las cuatro edades (infancia, juventud, etc.) del hombre.
Los iniciados que saben que el hombre mortal reproduce en pequeño las leyes del gran hombre celeste, trataron de buscar, primero para las razas y después para la humanidad terrestre y al fin para el mismo Universo, períodos cíclicos análogos a los del ser humano y abarcando en su desarrollo tanto la Tierra como cada uno de los pueblos y cada raza.
Así como la reacción del día y de la noche producida por la situación de la Tierra respecto del Sol, da lugar al día y a la noche terrestre, manifestando el diástole del planeta, comprendiendo cada uno una mañana, un mediodía, una tarde y una noche, así se manifiestan las pulsaciones locales del cuerpo terrestre, contadas en horas, en minutos y en segundos.
Las respectivas posiciones de la Tierra y de la Luna producen un período, que para la Tierra viene a ser como la inspiración y la espiración, y son para el hombre un mes, dividido en cuatro semanas; representa dos inspiraciones (L.N. y P.L.) y dos espiraciones (P.L. y L.N.).
El movimiento de la Tierra alrededor del Sol (según las teorías actuales) reproduce en la Tierra, bajo el nombre de año, lo que el día significa para el hombre: en el año están comprendidos un período de actividad (primavera-Verano), equivalente al período (Medianoche-Mediodía): y un período de reposo (Otoño-Invierno), correspondientes al período (Mediodía-Medianoche) en el hombre.
A esos períodos conviene añadir el período electromagnético de quinientos veinte años (vuelto a describir en nuestros días por Bruck)2 que es para la Tierra lo que es el año para el hombre y, además, el gran año platoniano compuesto de veinticinco mil años ordinarios, que representa para la Tierra lo que para el hombre cada una de sus cuatro edades.
Permítasenos una corta digresión respecto a esta ley cuaternaria, de la que hablamos ya anteriormente, y de la que ahora hacemos la adaptación.
La ley general se presenta a nosotros bajo la forma de dos grandes períodos, uno de ascensión y otro de descenso, separados cada uno de ellos por otro característico que anuncia cómo la corriente va a cambiar de dirección. Así para el día del hombre, nosotros adoptamos la siguientes figura:

Esta figura es aplicable a todos los períodos, hasta a los más pequeños, como la circulación.
En efecto, el sístole y diástole están separados cada uno por el reposo del corazón.

Esta ley es, pues, una ley reahpente universal y se aplica de igual modo a la evolución que a la involución de la fuerza divina en el universo; como también a la circulación de la fuerza vital transportada por la sangre en el organismo humano.
Los antiguos colegios iniciáticos habían establecido también, para cada raza humana, así corno para cada pueblo, períodos cíclicos, durante los cuales, cada raza y cada pueblo habían de pasar por sus fases de infancia, de juventud, de madurez y de decrepitud.
Los brahmanes indios, herederos de la tradición negra y de una parte de la tradición amarilla, nos hablan también de grandes períodos de 432.000 años aplicables a las razas humanas.
Pero es preciso no olvidar que en una familia, cuando el abuelo se aproxima al dintel de la tumba, el hijo apenas crece y está en la era de la infancia. Si se tratase de aplicar al hijo las mismas leyes que al abuelo, cometeríamos un gran error. Asimismo, cada uno de los hemisferios terrestres tienen sus leyes de evolución y de involución recíprocamente complementarias, y cuando la humanidad de un hemisferio se halla en estado de vejez, llena de experiencia, la humanidad del otro hemisferio se encuentra en el estado de infancia, y viceversa, recíprocamente.
Actualmente, el Oriente y sobre todo Asia, se hallan en la época de la sabiduría y de la vejez, en tanto que Europa, que es el eje, termina su adolescencia y América sale de la tumba en el estado de infancia y casi de juventud.
Los brahmanes saben muy bien que Europa ha tenido su Mesías hace veinte siglos, así como Asia tuvo el suyo hace más de ochenta y siete y, no obstante, algunos escritores occidentales hubieran querido aplicar a nuestro hemisferio las leyes cíclicas que rigen para el Oriente, pretendiendo que nos hallamos en períodos de oscurecimiento y de involución (Kali-Yuga). Contra tamaño error, deben prevenirse todos los oculistas de Occidente, puesto que puede producir peligros gravísimos para la intelectualidad de nuestra raza.
Cuando un continente se abisma en la Tierra, surge otro en el hemisferio opuesto, y valdría tanto como desconocer todas las leyes de la creación, tratar de aplicar al continente que viene las leyes del continente que se va. Y es esto igualmente cierto para una raza, para un pueblo y para un hombre. Evitemos, pues, con gran cuidado, estos errores, y no creamos que los cielos brahmánicos son aplicables a Europa o América, al menos del modo como se les quiere aplicar.
«Los mismos brahmanes preconizan en nuestro días el Sa-tya-Yuga (edad negra) y calumnian a la edad actual, a despecho de sus propios anales, que marcan una tercera edad como la más dichosa y esplendente. Esta fue la edad de su madurez; hoy se encuentran en su decrepitud, y sus miradas, como las de los viejos, se vuelven hacia los tiempos de su infancia.»
Dotados de esos antecedentes, podemos nosotros ahora abordar sin temor historia de las razas que han dominado sobre la Tierra.
Las razas amarillas, rojas, negras y blancas, han llevado a cabo su evolución sucesiva sobre el mismo planeta, peculiar, ya que cada continente terrestre no es más que la cristalización de un planeta. ¿Fueron los restos de cuatro de esos planetas los que formaron la Tierra como nos lo enseña la alta revelación de Louis Michel de Figaniéres? ¿Es asimismo la Luna uno de esos continentes destinados a formar la Tierra y que voluntariamente se separó de los otros, determinando por esta causa la desarmonía terráquea, viniendo a ser, no ya un satélite normal, sino más bien un cáncer de la propia Tierra? Son estos principios muy elevados y graves para ser tratados en una cuantas páginas. Quienes sientan la curiosidad por tales y tan admirables teorías, consulten a ese próposito las obras de dicho autor, obras que a pesar de su aparente dificultad, estudian el problema en su mayor sencillez, dándolo como resuelto, al comienzo de nuestra era histórica, cuando todos los continentes terrestres terminaron su formación, siguiendo el método de Fabre d’Olivet, sin ir más lejos.
Dejaremos a un lado la historia de la raza amarilla, de la raza oriental, de la cual sólo hallamos los restos, como Fo-hi.
De la raza occidental, la raza roja fue la que tuvo el cetro de la civilización sobre la tierra, antes que los negros; recordemos sus bellas colonias en la Gran Bretaña, en la Bretaña, en España (País Basco), en Italia, donde los etruscos constituían una colonia de la raza roja, yen Egipto, donde la raza roja fundó la colonia Atlante, que después de la Gran Catástrofe transmitió a las otras razas las altas luces de la iniciación. Ahora comenzamos en occidente a saber que el Egipto era una colonia de la raza roja, de la cual sus más preciosos restos han sido hallados, nuevamente, en el Perú.
La catástrofe de la Atlántida hizo pasar el cetro de la civilización y el poder a manos de la raza negra, que muy pronto conquistó toda la tierra habitable. Cuando este suceso acontecía, en las inmediaciones del Polo Norte nació la raza blanca.
«Voy a transportarme a un época muy alejada de la que vivimos. Cerrando mis ojos, que un continuado prejuicio pudo debilitar, me fijaré a través de la oscuridad de los tiempos en el instante en que la Raza Blanca aparece en la escena del mundo. Es esta época, que más adelante trataré de ajustar a fechas, la raza blanca era débil, aun en estado salvaje, sin leyes, sin artes, sin cultura de ninguna especie, desligada de tradiciones y de recuerdos, y desprovista de inteligencia para concebir ni siquiera una esperanza. Habitaba esta raza naciente las inmediaciones del Polo Boreal, del cual procedía. La raza negra, más vieja, dominaba la tierra, y tenía en sus manos el cetro de la sabiduría y del poder. Poseía todo el Africa y la mayor parte del Asia, donde la raza amarilla estaba sometida al yugo de la servidumbre. Algunos restos de la Raza Roja, languidecían oscuramente en las más altas montañas de América, sobreviviendo a la terrible catástrofe que acababan de sufrir. La Raza Roja, a que pertenecieron, había poseído antaño el hemisferio occidental del Globo, como la raza amarilla poseyó el oriental, lo propio que luego la raza negra poseyó y se extendió sobre la linea ecuatorial, haciéndose desde allí, soberana, de la tierra conocida; y, como acabo de decir, la Raza Blanca, que acababa de nacer, andaba errante por las inmediaciones del Polo Boreal.»
Permítasenos rendir tributo de justicia y expresar toda nuestra admiración al iniciado que, anticipándose a los descubrimientos de la crítica histórica, supo arrancar al plano astral los secretos del pasado de nuestra raza. Todas las escuelas iniciáticas de occidente deben honrar como a uno de los más grandes maestros que la Providencia ha enviado, al autor de la Historia filosófica del Género Humano, a FABRE D’OLIVET.
Ante la labor de este gran espíritu, detiénese el estudioso, lleno de admiración. El iniciado saluda en el lenguaje de los espíritus a aquel que a la oración y al éxtasis pide las claves que sus predecesores perdieron o desconocieron.
Maestro venerado, a pesar de las calumnias que los institutos y las academias dirigen contra él. ¡Tened, maestro, la seguridad de hallar en el corazón de todo verdadero discípulo de la tradición occidental, una entusiasta defensa para el porvenir!
Fabre d’Olivet fue la luz de la corriente pitagórica y su magnífico libro expone tan sólo un lado de la revelación -el aspecto enciclopédico-. Otro gran iniciado y hombre de gran corazón, Saint-Yves d’Alveydre, fue quien nos expuso la revelación y la justificación de la otra corriente: la corriente de la Iglesia de los Patriarcas, de los Profetas y del propio Jesús, es decir, el lado vivo, el polo del amor creador de la revelación, que abordaremos al fin de este tratado.
Ahora, trataré de reasumir de la mejor manera posible la historia de nuestra raza, tal como nos la transmite Fabre d’Olivet, cuyas obras deberán ser vade-mecum de todo verdadero ocultista, al comienzo de sus estudios.
La Raza blanca, nacida en las inmediaciones del Polo Norte, fue en un principio salvaje y errante, ignorando que existiesen otros seres humanos sobre la Tierra.
Los Blancos, protegidos por su clima propio, crecieron en fuerza y en número. Luego comenzó el descenso progresivo hacia el Sur a través de los inmensos bosques de la Tierra de los Caballos -Rossland- (Rusia actual), que condujeron a los exploradores de la Raza hasta tierras superiores -Poll-Uand- y desde allí a las Tierras más Altas-Teutsland- (Europa Central), limitadas al Norte, por lo que llamaron el Confin de las almas -D’AHN mark-, y al Oeste por las Tierras inferiores: Holl-lann y Ghóll-land (la Galia). En este punto es donde tuvo lugar el choque de la Raza Blanca, naciente, y la Raza Negra, dominante. Los Blancos, débiles y sin armas de defensa, fueron sojuzgados y conducidos en masa, en calidad de siervos, ocupándoles en los duros trabajos de las minas y la construcción de fortalezas.
Con el sufrimiento, aprendieron en la esclavitud a utilizar las perfeccionadas armas de sus enemigos y en los bosques impenetrables se adiestraron en el arte de combatir a los Negros, sus enemigos.
A pesar de todo su empeño, con sólo sus fuerzas fisicas, los Blancos no hubiesen logrado grandes progresos sin la asistencia de la Divina Providencia, que reservaba a esta raza para grandes hazañas. Así, desde el comienzo, fue elegida por el Invisible la mujer, para actuar proféticamente sobre la Raza Blanca, y como estaba prescripto, fue, pues, a una profecía de mujer en el estado de éxtasis, a la Voluspa, a lo que los Blancos debieron el éxito. Dos de los grandes jefes de tribus Blancas, estaban a punto de combatir entre ellos, cuando fueron advertidos por la Voluspa de que los guerreros negros, ocultos en las cercanías y en gran número, sólo esperaban que la fraticida lucha tuviese fin, para caer sobre los Blancos y destruir a los supervivientes. Esta revelación sobrenatural emocionó a los dos jefes y puso término a su rivalidad, uniéndose para exterminar a los enemigos, los Negros que les acechaban.
Logrado su fin y llenos de agradecimiento a la profetisa, desde entonces crearon los colegios de las inspiradas, y la autoridad de las druidesas creció con rapidez, logrando un omnímodo respeto y una sagrada veneración.
Estas sacerdotisas perdieron muy pronto toda unión real con el invisible celeste y para enmascarar su flaqueza, introdujeron en la Raza Blanca los sacrificios humanos y el régimen del terror. Así fue como, la mujer tan poderosa hasta entonces, provocó la terrible reacción que por mucho tiempo la privó de libertad.
Anteriormente, una gran parte de los celtas hubo de expatriarse para huir del despotismo de las druidesas (hacia el 10.000 a.C.), estableciéndose en las regiones ocupadas por los Negros, en el lugar que más tarde fue la Arabia. Fueron estos pobladores los celtas errantes, los bodhones, de lo que más tarde una parte, tras innúmeras vicisitudes, constituyó el pueblo hebreo.
Tal fue el origen de la inferioridad de la mujer entre los judíos. Volvamos a los celtas que aún quedaron en Europa bajo la tiranía de las druidesas.
La Raza Blanca estuvo a punto de perecer por una terrible plaga: la lepra, contraída mediante las comunicaciones con los Negros, y que hizo amenazadores progresos, a pesar de la multiplicación de los sacrificios humanos ofrecidos por las druidesas al dios Thor y a la diosa Freya.
La Providencia esta vez tomó por mediador a un hombre de genio: el druida Ram. Este gran hombre, Ram, sufría al ver la plaga agotadora del cuerpo de los Blancos, como las exacciones de la druideras agotaban los espíritus. Lleno de sombríos pensamientos, el joven druida durmió al pie de una encina y en el acto el plano astral hubo de revelarse a su ser luminoso.
Ram vio aparecer al alma colectiva de su raza, el gran He’imann, quien le revela cómo el muérdago de la encima, preparado de cierto modo, era el remedio contra la lepra y el medio de restablecer en el colegio de los druidas la autoridad que las druidesas habían llevado al desprestigio. Ram anunció esta revelación al jefe de su colegio, y la experiencia confirmó la realidad de la visión. Los druidas guardaron entre ellos el secreto de la preparación del producto de la encina, y tan sólo una fiesta conmemorativa transmitía, de tiempo en tiempo, este gran arcano. Dicha fiesta fue la de la recolección del muérdago de la encina en la época de la renovación de las fuerzas de la Tierra (por Navidad).
Cuenta Fabre d’Olivet (por sus propias visiones astrales) cómo las druidesas hicieron desesperados esfuerzo para retener en sus manos la autoridad que se les escapaba.
Ram fue elegido para «llevar un mensaje a los antepasados», es decir, para ser sacrificado en el altar. Ram protestó y, para evitar una guerra civil, emigró con varios millares de celtas que se unieron a su suerte (unos 6700 años antes de J.C.). Se dirigió Ram hacia el sudeste, a lo largo del mar Caspio; detúvose varios años al pie de los montes Urales, donde aumentó su ejército con todos los Blancos establecidos en esa región, procedentes de anteriores emigraciones. Cuando hubo organizado sus fuerzas definitivamente, acometió la conquista de la India, sometida por entonces al poder de los Negros.7
A este fin transpuso la cadena de montañas de los Urales y estableció su primer campamento entre el mar Caspio y el mar de Aral.
Desde entonces, sea por sí mismo, o bien fuese por sus lugartenientes, Ram logró rechazar a los Negros hasta la isla de Lanka (Ceylán), donde el Pha-Rawon, negro, fue vencido y donde perdió la vida.
El poema indio del Ramayana cuenta la mayor parte de estos hechos. En esta época comienza el Imperio de Ram,que tan alta influencia tuvo en las tradiciones de la Raza Blanca. No osaré hablar de los siglos que a estas épocas acuerdan los cronólogos. Demostraré cómo por medio de cálculos astronómicos, la época de Ram puede remontarse acerca de 5000 años por encima de nuestra era, suponiendo que no haya habido correcciones en el calendario único, pero ¿quién puede asegurar que tales correcciones no se hayan hecho? Arria, que escribió, sin duda con arreglo a las tradiciones originales, nos dice que desde Teocrato hasta Sandrocotos, que fue vencido por Alejandro, se cuentan 6402 años.
Plinio está de acuerdo con Arrío perfectamente, ya que es de suponer que no lo haya copiado. De aquí que cada uno sepa que la expedición de Alejandro a la India tuvo lugar 326 años antes de J.C., de donde resulta que podemos suponer desde Rarn a nuestros días un promedio de 8550 años.

Rarn, dueño del mundo, que debía presidir a la civilización de toda su raza, organizó su imperio conforme a normas teocráticas y religiosas. Estableció en el Tibet la sede del Soberano Pontífice y cambiando su nombre de caudillo combatiente, Ram (el carnero), lo trocó por el de sacerdote que fue, Ram (el cordero), fundando el culto lámico, ese rito del cordero místico, que hallamos más tarde como característica de la raza aria. Así es cómo comienzan la historia los historiadores profanos. Ven perfectamente a la Raza Blanca o aria salir de la India para traer de allí la tradición blanca; pero no saben que los blancos llegan antes yendo de Occidente a la India.
Todo lo que decimos se considerará quizá como una novela y, sin embargo, tenemos la certeza de que dentro de treinta años, todos los libros serios de historia no tendrán otra base que la dada por el gran maestro Fabre d’Olivet. Podríamos, en vigor, detener aquí nuestra digresión histórica; pero preferimos resumir en algunas páginas los extremos más importantes.
Ram hiere de tal modo el mundo por su conducta, que todos los pueblos blancos y algunos otros, colocan al héroe en sus anales, en los que es fácil reconocerle bajo los nombres que adopta: Rama, entre los indios; Lama, en el Tíbet; Fó, en China; Pá, en el Japón; Pa-pa, Padi-Shaho Pa-si-Pa, en el norte del Asia; Gíam Shyd, entre los persas e iraníes; Dionisios, entre los arios.
Estos nombres bastarán para encontrar la unidad en medio de la diversidad de sus historias míticas.
Añadamos a esos nombres el Zodíaco, signos a los que Ram ha mezclado su historia, como hará más tarde Moisés en la historia de la tierra, y encontraremos también la adaptación de la parte mítica astronómica.
Los signos del Zodíaco, en número de doce, son lo más notable que hay en la esfera celeste; los demás no sirven sino para desarrollar la triple expresión. En la invención de todos esos signos es donde puso Ram toda la fuerza de su genio. El que lleva su nombre, el camero, debe considerarse como el primero. ¿Pero a qué parte del año corresponde? Si es al comienzo, como parece averiguado, es preciso colocarle en el solsticio de invierno, en esa noche-madre, llamada por los celtas Modra-Nect. Pero, examinando el estado del cielo, veremos hoy que esa noche cae sobre Sagitario, lo que da una retrogradación de casi cuatro signos, o sea ciento veinte grados. Pero calculando esos ciento veinte grados, encontramos para la antigüedad del Zodíaco precisamente 8640 años, lo que nos aleja demasiado de la cronología de Arrio.
Según esta hipótesis, resultará que el signo de Libra caía en el solsticio del estío, dividiendo al año en dos partes iguales. Como quiera que Ram ha sido confundido con el Sol, al que se le ha designado también con el signo de Aries (El carnero), ha sido fácil, como lo han hecho una multitud de escritores, decir que el curso de este astro y sus diversas influencias, están caracterizados por los doce signos que transpone, pero reflexionando sobre la historia de este célebre teócrato, tal como la he referido, se ve que está perfectamente expresada por las figuras que acompañan a sus signos.
Desde luego, un camero que huye con la cabeza hacia atrás y la mirada hacia el país que deja, figura atinadamente la situación de Ram abandonando a su patria. Un toro furioso parece oponerse a su marcha; pero la mitad de su cuerpo hundido en el légamo le impide ejecutar su designio, cayendo de rodillas. Son los celtas dibujados por su propio símbolo, quienes a pesar de tantos esfuerzos, acaban por someterse a Ram. Los gemelos que siguen, no expresan mal su alianza con los salvajes turanios. El Cáncer, sus meditaciones y reflexiones; el León, sus combates, y sobre todo la Isla de Lauka, designada por este animal; la Virgen alada, llevando una palma en la mano, indica su victoria. ¿Por la Libra no se ha caracterizado por la igualdad que establece entre vencedores y vencidos? El Escorpión puede figurar alguna revuelta, alguna traición, y el Sagitario la venganza que toma por ello. Capricornio, Acuario y Piscis, se refieren más a la parte moral de la historia. Aluden a sucesos de su vejez, y quizá con los dos peces (Piscis) se ha querido expresar la manera cómo su alma se encadenará a la de su sucesor.
Como eso ocurrió en los alrededores de Balk donde las figuras emblemáticas de la esfera se inventaron, hacia el 37° de latitud, los astrónomos podrán ver que el círculo del polo austral trazado por las constalaciones del Navío, de la Ballena, del Ara y del Centauro, y el vacío superior que aparece en las más antiguas esferas, dibujan exactamente el horizonte de esa latitud y dieron lugar, por consiguiente, a su invención.
La iniciación ortodoxa de la Raza Blanca estuvo siempre caracterizada por el color blanco, símbolo en la raza de la fuerza del macho. El imperio de Ram duró cerca de 135 siglos y entonces comenzó lentamente el desplazamiento del polo de la civilización, de la India donde la había llevado Ram hasta la Céltida, donde debió primeramente fijarse. He ahí la clave de ese cisma femenino que Olivet no ha querido expresar, aunque lo conocía.
Efectivamente, la causa visible, la dislocación del imperio de Ram, fue el cisma de aquellos que, apoyándose en la música, quisieron colocar lo pasivo sobre lo activo. Pero la causa invisible fue más elevada. Lo acabamos de vislumbrar. Esas revueltas tomaron como signo de protesta el color rojo, y también como emblema, y de esto sale el verdadero origen de la púrpura como señal de poder. Fueron designados bajo diferentes nombres: pastores, yonis, yovijas, palifenicios. Salieron de la India 3000 años antes de J.C. y llegaron a Egipto 2700 antes de J.C. (invasión de los pastores), después de haber conquistado la Arabia y casi toda el Asia Menor, y echado los fundamentos de los grandes imperios de Asiria y Fenicia.
¿Cuál era la situación de Egipto entonces? El Egipto, como veremos luego a propósito de la historia de la tradición, conservó casi intacta la antigua tradición atlante de la Raza Roja transmitida por la Raza Negra. El imperio de Ram había tenido, además, una gran influencia en Egipto donde el gobierno de los Fa-Rawon tuvo una forma tecrática, próspera, y había dado hasta entonces catorce dinastías.
A esta misma dislocación hay que atribuir también el nacimiento de la primera dinastía dios-positiva (la XI).
Como quiera que sea, la horda de los asiáticos invasores debió de amenazar el Egipto hacia 2600 a.C., cuando reinaba la dinastía XIII. Tal es, en efecto, el momento en que los sacerdotes, advirtiendo el peligro y previendo sus consecuencias, crearon los grandes misterios para conservar la tradición roja, libre de toda mancha.
No es sino hacia 2200 a.C. cuando los pastores invaden el Egipto provocando violencias y matanzas sin cuento. Pero temiendo las represalias de los ortodoxos que quedaron en la India, se vio a estos asiáticos robustecer su nueva conquista del lado de la Arabia, lo que sorprende a todos los historiadores profanos que no han tenido la clave de este misterio, sin embargo, tan sencillo. Oigamos a este propósito lo que dice Marcus Fontanes:
«La leyenda ha hecho de esta invasión un desencadenamiento de horrores. Se afirmó durante mucho tiempo y sin vacilación, que el Egipto fue saqueado, arruinado y destruido a sangre y fuego sistemáticamente; que una parte de la población, entregada al furor de los “asiáticos innobles”, sucumbió en esas matanzas, quedando la otra parte reducida a la esclavitud…»
La invasión es cierta, indiscutible, y el reino de Shalif, inaugurando una dinastía, la XV, mucho menos segura en el origen de esos invasores que, denunciados como los «asiáticos innobles» por Manetón, van muy pronto, según el mismo historiador, a defender el Egipto contra los asiáticos.
Es menester comprender que esos asiáticos se revolvían temiendo las represalias de otros asiáticos que habían permanecido ortodoxos. Punto que queda oscuro para los historiadores.
Escuchemos a Manetón que confirma nuestra opinión. Este da un nombre a los invasores. «Su pueblo, dice, fue llamado, en conjunto, Hyksos, es decir, reyes pastores, porque hyk en la lengua sagrada significa rey y sos, según el dialecto vulgar, pastor o pastores; de ahí la palabra compuesta Hyksos. Y es por eso, añade Manetón, que pretenden que eran árabes.
No sabemos por qué se les podía creer árabes, puesto que venían de la Arabia después de haberla conquistado y arrojado al desierto a los verdaderos, una parte de los cuales se llamó «hebreos», esto es, errantes. Aquí es importante que citemos a Fabre d’Olivet.
«Los indios disidentes, lo que está comprobado por todas las leyendas sánscritas, no llegaron jamás a efectuar grandes progresos en la India propiamente dicha; pero eso no impidió que llegaran a ser extremadamente poderosos.»
Su primer establecimiento de importancia se efectuó primero cerca del Golfo Pérsico; de ahí pasaron al Yemen, donde efectuaron la conquista, a pesar de la violenta oposición que encontraron. Los celtas bodhones, desde hacía años dueños de la Arabia, después de resistir cuanto pudieron, obligados a ceder al Destino, prefirieron expatriarse a someterse. Una gran parte pasó a la Etiopía, extendiéndose el resto y dividiéndose en pueblos errantes, que se llamaron hebreos por esa razón. Sin embargo, los fenicios, tomando el dominio del mar que separa la Arabia del Egipto, le dieron su nombre y, como dice Herodoto, ocuparon las orillas del Mediterráneo, donde establecieron el lugar de su imperio .
En esa época, el imperio caldeo fue destruido. Uno de los j efes fenicios, conocido bajo el nombre de Bdlli, conquistó Plakshá, el Asia Menor, y edificó sobre las orillas el Eufrates la célebre ciudad de Babel, a la que dio su nombre. Este Bdlli, llamado Belos o Belos por los griegos y los latinos, fue, pues, el fundador de este célebre imperio que se llamó Babilonio, Sirio o Asirio.
Los hebreos, implacables enemigos de los fenicios, a causa de que habían salido de los celtas bodhones, arrojados por esos pastores de la Arabia feliz y constreñidos a errar por los desiertos, los hebreros, decimos, dieron a ese Bálli el nombre de Nemrod para reparar la violencia y la tiranía de su usurpación. Pero fue inútil que ellos trataran de detener el torrente que se desbordaba sobre ellos. Desde el Nilo hasta el Eufrates, todo sufrió en algunos siglos el yugo de esos formidables pastores que, aunque sentados sobre el trono, conservaron ese nombre que se les había dado como injurioso.
El Alto Egipto resistió mucho tiempo sus esfuerzos a consecuencia de los vigorosos partidarios que tenía la facultad masculina bajo el nombre de Iswara, Israel u Osiris: pero en fin, la facultad o fuerza opuesta se llevó todo; y la diosa Isis entre los tebanos y la diosa Mylielha entre los babilonios, fueron igualmente colocadas sobre Adón. En Frigia la buena madre Má, llamada Dindymen o Cibeles por los griegos, despojó a Atis, el padre soberano, de su fuerza viril; y sus sacerdotes no pudieron conservarse sino ofreciéndole en sacrificio aquello mismo de que la ortodoxia hacía, desde luego, el emblema de su culto.
Vamos a ver ahora todos los esfuerzos hechos por los iniciados para reparar las consecuencias de ese cisma femenino, cuyos partidarios habían tomado el color rojo. Dejemos a un lado la India, donde Krischen (Gopalla) 2600 a.C. y más tarde Foi (Sakya) 1600 a.C., se esfuerzan en encontrar la unidad perdida, y transportémonos al Este, en las tierras antes ilustradas por la Rama Amarilla.
Allí un iniciado de genio, reuniendo las huestes esparcidas no sólo salvó a la Raza Amarilla de la desaparición a que estaba llamada, sino que le dio el impulso psíquico necesario para una nueva y fructuosa carrera. Este hombre fue conocido bajo el nombre de Fo-Hi, y creó su centro de acción en la misma época en que Krischen actuaba en la India, y cuando los Grandes Misterios se organizarón en Egipto, es decir, 2700 ó 2600 años antes de J.C.16 y al mismo tiempo que el primer Zoroastro aparecía en Persia.
Fabre d’Olivet dice a este respecto: «Entre los pueblos que habitaban más allá del Ganges, otro teósofo no menos audaz (que Zoroastro) llamado Fo-Hi, pretendía que el primer cisma de los Pallis había nacido de una equivocación que se hubiera cortado fácilmente al observar que las dos facultades sexuales habían sido mal colocadas sobre los dos principios cosmogónicos Iswara y Prakriti.»
A partir de este momento, la historia analítica puede tomarse, no importa de qué historiador. Así no insistamos más sobre este punto. Vamos a seguir la Historia, pero en forma sintética, sobre todo en sus relaciones con la tradición oculta.

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