La Venida de los Dioses a la Tierra y la Creación de la Raza Humana

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Según la perspectiva de la arqueología convencional, el Homo Sapiens apareció en la Tierra hace más de 100,000 años y luego empezó a fundar civilizaciones sedentarias complejas hace unos 6 milenios. La versión oficial de la erudición moderna afirma que la historia de la civilización humana se remonta sólo hasta el cuarto milenio AEC y que antes sólo había comunidades primitivas de cazadores y recolectores. En cambio, el legado literario de muchas de las culturas más antiguas como la sumero-acadia, la egipcia y la hindú nos presenta una historia de la civilización del Hombre que se remonta hasta un tiempo mucho más antiguo y habla de un mundo leyendario olvidado en el cual poderosos seres divinos andaban la Tierra, fundaban grandes civilizaciones prehistóricas e interaccionaban con los Humanos primigenios. Lo cierto es que existe una gran discrepancia entre los registros que nos legaron nuestros antepasados antiguos y la doctrina de la arqueología actual.

Actualmente el contenido asombroso de los registros escritos de nuestros ancestros es simplemente rechazado como mitos ficticios y alegorías primitivas por la academia de la corriente dominante. Del mismo modo, los mismos relatos son cómodamente pasados por alto o denigrados como mitologías paganas primitivas por las instituciones religiosas tradicionales cuya credibilidad sería grandemente socavada en el caso de su revelación extendida. En el año 2003, durante de Guerra de Iraq, los dueños del poder, a saber las superpotencias militares de Estados Unidos y Gran Britania, llevaron a cabo el saqueo del Museo Nacional de Bagdad y sistemáticamente destruyeron millares de tablillas históricas sumerias que aún no habían sido publicadas. Evidentemente la élite mundial busca ocultar nuestro verdadero pasado. Los autoproclamados «expertos» quieren hacernos creer que nuestra historia primordial fue una simple fábula y que nuestros grandes Dioses ancestrales, Enki y sus héroes Anunnaki, eran nada más que abstracciones naturales o fragmentos de la imaginación antigua. Ellos afirman que no hubo dioses y que la Humanidad simplemente los inventó cuando llegó a una etapa filosófica de su evolución. Muchos «estudiosos» modernos se burlan tan arrogantemente de la idea de que los antiguos relatos de los Dioses tienen una base verídica.

Pero aún así los antiguos legaron registros bien detallados de su civilización y dejaron claro que ellos recibieron la ayuda de seres superiores de origen celestial que denominaban «los Dioses». En realidad, la arqueología convencional actual es un engaño. Hoy los «eruditos» quieren imaginar que las inmensas y misteriosas estructuras megalíticas de antaño como las grandes pirámides de Egipto fueron construidas por trabajadores de la Edad del Bronce con las herramientas primitivas de aquella época. ¡Vaya menuda tontería! En cambio, los historiadores antiguos nos dan una respuesta clara: La civilización humana tiene una historia mucho más larga y compleja que lo que se cree hoy y en un tiempo lejano el Hombre fue enseñado y ayudado por seres superiores, dioses celestiales, que sí existieron realmente. En esta serie vamos a revisar las evidencias textuales que nuestros antepasados nos legaron y revelar la historia verdadera de la Raza Humana.

La Llegada de los Dioses Anunnaki a la Tierra y el Motivo de su Venida

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En las últimas décadas del siglo 19 y la primera mitad del siglo 20, muchas antiguas tablillas cuneiformes fueron descubiertas en los yacimientos arqueológicos de Mesopotamia y sus contenidos fueron descifrados. Fue un hallazgo verdaderamente asombroso. Los asiriólogos que estudiaron los textos se dieron cuenta de que las tablillas eran de la civilización sumeria antigua y constituían la literatura más vetusta jamás encontrada con una antigüedad de más de cuatro milenios. Además, era evidente que muchos de sus relatos se asemejaban a los narrativos del Génesis bíblico posterior y que de hecho aquellos habían influenciado el contenido del relato de la creación de la Biblia hebrea.

Sin embargo, los textos sumerios más antiguos relatan una historia mucho más misteriosa que la versión hebrea tardía.

Según la versión sumeria, una raza enigmática de deidades sobrehumanas, conocidas como los dioses Anunna en los registros sumerios y luego como Anunnaki en la literatura acadia y cuyo hogar se encontraba en el «cielo», descendió a nuestro planeta en un tiempo primigenio en el cual el Hombre aún no existía. Los Anunnaki, llegados a una Tierra prístina y virginal, establecieron una civilización pre-humana e irguieron sus respectivas ciudades sagradas en la región de Mesopotamia.

Los Igigi, dioses menores subordinados a los Anunnaki, fueron los que se encargaban de la obra. Sin embargo, según textos como el famoso Poema de Atrahasis y el antiquísimo Mito de Enki y Ninmah, los Igigi se cansaron de tanta brega y decidieron amotinarse en protesta. Quemaron sus herramientas y hasta rodearon la morada terrestre de su soberano Enlil. Así tuvo lugar la primera huelga general en la historia de nuestro planeta.

En busca de una solución al alboroto político que se había armado en el mundo pre-humano, Enki, el gran príncipe sabio de los Anunnaki y nuestro auténtico Padre Creador, se presentó en el Concilio Celestial de los Anunnaki y propuso un plan ingenioso. Su propuesta fue la creación del Hombre (Homo Sapiens) con el fin de que reemplazara a los Igigi en sus labores. El proyecto fue autorizado por el Concilio y Enki formó al prototipo de la Raza Humana en su sagrado Abzu. Enki fue ayudado por otras deidades, sobretodo por las «diosas parturientas». Los primeros Humanos fueron creados con éxito y ellos se encargaron de los trabajos de los Igigi.

Los registros mesopotámicos dejan claro que en un inicio el Hombre fue creado como un trabajador inteligente para los Dioses. No obstante, la cuestión de «por qué vinieron los Anunnaki a la Tierra en primer lugar» no encuentra ninguna explicación clara en los textos antiguos y sigue siendo un misterio para muchos.

El autor ruso Zecharia Sitchin planteó en su libro El Duodécimo Planeta (1976) que los Anunnaki vinieron a la Tierra en busca de oro que supuestamente necesitaban para la reparación de la atmósfera menguante de su supuesto planeta originario Nibiru que sufría una catástrofe climática planetaria. Para Sitchin y sus seguidores, los Anunnaki crearían al Hombre a través de la ingeniería genética extraterrestre como un minero esclavo para la extracción de oro.

Sin embargo, el problema con esta interpretación de Sitchin es que en los textos disponibles hay muy poca evidencia de que los Anunnaki vinieron de un lugar llamado Nibiru y no se ve ningún énfasis en la importancia de la minería de oro en particular.

Los textos sí sugieren que los Anunnaki eran una raza extraterrestre que venían de otro mundo detallando que ellos tenían su origen en el «cielo». Vemos el mismo fenómeno en la Biblia posterior según la cual el trono de «dios» se ubica en el cielo y además allí en el dominio celestial suceden guerras entre ángeles. El «cielo» se refiere al espacio exterior más allá de nuestra Tierra y a los mundos lejanos que existen allí. Sin embargo, la verdad es que no sabemos si los Anunnaki realmente vienen de un planeta llamado Nibiru o si dicho cuerpo celeste existe puesto que Sitchin no citó claramente la evidencia textual al respecto. El verdadero origen de Enki y los Anunnaki es un planeta dentro de la constelación de Orión y varias culturas antiguas tuvieron cierta fascinación con la misma.

Es cierto que los Igigi y luego los Hombres se dedicaron a la minería de oro en la Tierra. Aunque no se enfatiza la palabra ‘oro’ de modo explícito, el Mito de Enki y Ninmah, relato sumerio original que subyace el Poema de Atrahasis, menciona que antes de la creación del Hombre los Igigi excavaban canales y sacaban limo en la región de Harali. Este topónimo mitológico es una referencia sutil a la extracción de oro en términos antiguos. En la cultura mesopotámica antigua, la leyendaria tierra de Harali, conocida también como Arallu, era considerada un lugar aurífero conocido por su abundancia de metales preciosos (Ebeling y Meissner, 1997i; Reiter, 1997ii). Curiosamente podemos ver que hasta el narrativo del Génesis bíblico posterior, un ridículo plagio tardío en el que aún se conservan varios componentes de la versión sumeria original, alude sutilmente a una relación entre la creación del Hombre y la importancia del oro. Inmediatamente después de la formación del Hombre a la imagen y semejanza de los Elohim, el narrador bíblico hace una mención muy breve de la tierra de Havilá cerca del Edén cuyo oro es abundante y muy bueno (Génesis 2:10-12). En fin, Sitchin sí acertó en afirmar que el Hombre reemplazó a los Igigi en la minería de oro.

Sin embargo, no estaría correcto decir que el oro fue el motivo principal por la venida de los Dioses. De hecho, su mención en los textos es bastante periférica y su extracción es simplemente una de las muchas actividades que realizaban los Igigi y luego los Hombres. El Poema de Atrahasis enfatiza la importancia de la agricultura. En la era pre-humana los dioses menores excavaban los cursos de agua, irrigaban los campos y vivificaban la tierra (Atrahasis 1:21-26) y más tarde los Humanos, tras reemplazar a sus antecesores divinos, construían grandes diques de riego para satisfacer el «hambre de los hombres» y el «deseo de los Dioses» (Atrahasis 1:337). Del mismo modo, el llamado Relato Bilingüe de la Creación del Hombre, otro relacionado texto sumero-acadio, coloca un énfasis en el mantenimiento de la economía de la civilización. Según éste, los Humanos cultivaban los campos de los Anunnaki, ampliaban las riquezas del país, se dedicaban a la ganadería y celebraban dignamente las fiestas de los grandes Dioses (Creación Bilingüe 35-37; 40-41). En resumen, los Hombres no sólo se dedicaban a la minería de oro, sino que eran agricultores que proveían la civilización de los Anunnaki de alimentos y luego entretenían a sus maestros divinos con sus festivales.

¿Ahora pueden ver para qué los Anunnaki vinieron a la Tierra? La respuesta ahora está más clara.

Ellos no vinieron por oro para la salvación de su supuesto planeta moribundo como dijo Sitchin. Enki no nos creó como una raza esclava como afirman los fanáticos sitchinianos. ¡Enki y sus héroes Anunnaki son dioses poderosísimos y no precisan de metales valiosos como el oro para su supervivencia!

Aquí les revelo una perspectiva novedosa.

Enki y sus compañeros divinos eran astronautas de una civilización extraterrestre muy avanzada y capaz de hacer viajes interestelares. Tenían mucha curiosidad exploratoria como los grandes seres que eran. Los Anunnaki se acercaron a la zona habitable de nuestro sistema solar y encontraron nuestra Tierra llena de vida. Aterrizaron en la región de Mesopotamia y fundaron una pequeña colonia extraplanetaria en lo que más tarde sería nuestro mundo. Su especie ya había perfeccionado la ciencia de la colonización espacial. Esta interpretación nos explicaría por qué en los relatos antiguos muchos de los dioses más altos como Anu por ejemplo tenían su morada habitual en el cielo y bajaban a la Tierra sólo en ocasiones especiales como concilios importantes mientras un equipo pequeño de dioses encabezado por Enki y su hermanastro Enlil tenía residencia permanente en la Tierra donde construían sus respectivas ciudades sagradas y vigilaban el mantenimiento de la civilización pre-humana.

Obviamente los Anunnaki necesitaban un equipo de trabajo para el desarrollo y el funcionamiento de su nueva colonia terrestre. Al inicio fueron los Igigi, dioses menores, los que irrigaban los campos, labraban la tierra, hacían la cosecha, criaban ganado y realizaban operaciones de minería en los yacimientos minerales para mantener la civilización colonial de los Dioses. Después de la rebelión de los Igigi, Enki, el gran genetista, manipuló el ADN de un homínido terrestre primitivo (Homo Erectus) que había encontrado en la Tierra y formó al Homo Sapiens usando su propio material genético. Su proyecto fue un gran éxito. El nuevo homínido hibridizado llevaba la sangre de sus hacedores divinos y reemplazó a los Igigi en sus tareas. En aquel tiempo los Humanos aún vivían en la estepa salvaje (denominada «Edín» en Sumerio) fuera de las ciudades divinas y abastecían la colonia de los visitantes extraterrestres.

Nosotros nunca fuimos esclavos en los ojos de Enki; éramos los custodios y futuros herederos de la colonia terrestre de los Anunnaki.


El Género Humanoide: El Origen de los Anunnaki y la Creación del Hombre

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Eridú: La Ciudad Sagrada de Enki
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Los Dioses Prometeo y Atenea (Enki y Ninmah) crean al Hombre
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Imagen Sumeria: La Ingeniería Genética de los Anunnaki
¿Quiénes eran los Anunnaki? ¿Eran dioses? ¿Eran extraterrestres biológicos?

Los textos cosmogónicos de la religión mesopotámica antigua explican que los Anunnaki eran una raza celestial muy antigua que se originó dentro de nuestro cosmos y después de su nacimiento. La epopeya babilonia Enuma Elish relata que primero el universo fue generado en medio de un caos primordial tras una mezcla de las aguas primigenias de Abzu y Tiamat y luego los primeros dioses y sus linajes divinos fueron engendrados dentro de la creación. Dicho de otra manera, según la cosmología mesopotámica, el cosmos nació primero y los dioses nacieron después. Los dioses no fueron los creadores del universo sino una creación de él. Esto es muy interesante.

¿Cómo podemos interpretar esto?

Los grandes dioses Anunnaki, que venían del «cielo» según los relatos sumerios, tenían su origen en un planeta lejano pero a la vez parecido a la Tierra en un rincón desconocido del cosmos donde habían seguido una trayectoria evolutiva muy antigua. Ellos empezaron su existencia como un homínido primitivo parecido al Homo Erectus terrestre, siguieron una evolución lenta y estable y al final llegaron a convertirse en el Homo Divinus, el nivel evolutivo más alto del género humanoide. Sus respectivas fases de evolución fueron: Homo Erectus> Homo Sapiens > Homo Divinus.

Los Anunnaki son tanto dioses como extraterrestres biológicos. Eran homínidos alienígenos que se convirtieron en dioses a través de la evolución. Son dioses en el sentido politeísta de la palabra; son dioses cósmicos que nacieron dentro de la creación y alcanzaron un nivel muy alto de poder.

Cuando los Anunnaki fundaron su colonia terrestre lejos de su propio hogar, ellos decidieron crear al Hombre como manos de obra para su mantenimiento. Después de los disturbios de los Igigi en la Tierra, Enki-Ea, el príncipe sabio y hijo primogénito del malvado «dios del cielo» Anu, se encargó de la creación del Hombre a petición de su madre benévola la gran diosa primordial Namma (Enki y Ninmah 12-37; Atrahasis 1:204-218) y junto con su hermanastra la experta Ninmah y un equipo de diosas parturientas logró formar a los primeros Humanos inteligentes (Enki y Ninmah 35-37; Atrahasis 1:189-204).

Este episodio corresponde al versículo bíblico en Génesis en el cual la fuerza divina creadora, ‘Elohim‘ (dioses) en el texto hebreo, proclama: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza» (Génesis 1:26). ¿Notan las formas plurales en esta declaración de los dioses? Los Elohim eran los dioses celestiales del panteón semítico (cananeo) pre-bíblico y correspondían a los dioses Anunnaki de la cultura sumero-acadia. Génesis, una refundición tardía de los relatos de la creación sumerios, aquí hace referencia a la creación del Hombre por parte de los Anunnaki.

La creación del Hombre según la versión sumeria original es muy interesante y mucho más detallada. El Mito de Enki y Ninmah relata que Enki formó a la Raza Humana de la arcilla de su sagrado Abzu y luego el producto final fue alumbrado por las diosas parturientas (Enki y Ninmah 31-37). Del mismo modo, el Poema de Atrahasis detalla que Enki formó al Hombre en la arcilla mezclada, le añadió la sangre de un dios rebelde y le otorgó un alma divina, lo cual lo mantendría vivo aún después de su muerte (Atrahasis 1:221-230).

Cabe destacar que en la cultura sumeria Enki, el auténtico creador de la Humanidad según los textos mesopotámicos, era conocido como elUshumgal o ‘Gran Serpiente’ por su sabiduría inmensa y se enseñaba que él era el dueño del Árbol del Conocimiento Divino en su Santuario de Eridú ubicado en el Edín (el Edén sumerio). Así es. Enki es idéntico a la Serpiente sabia del Génesis bíblico. ¡Lo asombroso es que los textos sumerios revelan que la Serpiente del Edén, el rival divino del dios judeocristiano Yahvé (Jehová), es en realidad el verdadero Padre Creador de la Raza Humana!

El Poema de Atrahasis sigue describiendo el proceso de nuestra creación. Enki, junto con su hermanastra Ninmah (Ninhursag), amasó la arcilla mezclada, la separó en catorce pedazos de pasta y los colocó en las matrices reunidas de las diosas parturientas (Atrahasis K.7816d). Luego siete alumbraron machos y siete más alumbraron hembras. Catorce Humanos fueron engendrados en la morada de Enki (Atrahasis manuscrito neo-asirio a).

Este episodio de la creación del Hombre es una referencia antigua a la ingeniería genética por parte de Enki. Cuando los Anunnaki vinieron a la Tierra, allí Enki encontró un homínido terrestre primitivo (Homo Erectus) que seguía una trayectoria evolutiva lenta en este planeta. En los textos sumerios se encuentra una referencia a un hombre primitivo y pre-civilizado que aún vive en la estepa en medio de las bestias, «no sabe comer pan ni vestirse con ropa, anda por la tierra medio desnudo, come como las ovejas y bebe agua de las zanjas» (Ovejas y Trigo 20-25). Enki tomó el ADN del Homo Erectus, lo mezcló con su propio material genético divino (la arcilla mezclada) y luego inseminó el producto hibridizado a las matrices de algunas hembras de los Anunnaki. Así el Hombre experimentó un salto cuántico en su evolución gracias a la intervención del benévolo Enki y el Homo Sapiens nació. El Poema de Atrahasis explica que cuando la Humanidad recibe la sangre divina de sus hacedores celestiales, ‘deidad y hombre (ilumma u awilum) fueron entremezclados’, lo cual le otorgó el tēmu o raciocinio de los dioses (Kvanvig, 2011iii).

Es por esta razón que nosotros, Homo Sapiens, llevamos sólo 23 pares de cromosomas y mostramos la misteriosa fusión telómero-telómero ancestral en el segundo par cromosómico mientras todos los homínidos y simios anteriores aún tienen 24 pares y sin ninguna fusión en el segundo par.


El Propósito del Hombre y el Comienzo del Conflicto Cósmico (Enki vs Anu)

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El mundo humano se encuentra en medio de un gran conflicto cósmico desde hace mucho tiempo. Las religiones abrahámicas, todas engaños del enemigo para confundir a la Humanidad, hablan de una lucha primordial entre el «dios padre» Yahvé (Jehová) y la Serpiente antigua «Satanás».

Si la Serpiente del Edén es idéntica al dios sumerio Enki, entonces ¿quién es su oponente Yahvé-Jehová?

Esto podría resultarles algo sorprendente, pero el Yahvé bíblico, el dios judeocristiano, que se opuso a la Serpiente enkiana en el Huerto del Edén es nadie más que el «dios del cielo» Anu, el rey y progenitor de todos los Anunnaki, conocido también como El, el Altísimo del cielo y padre de todos los Elohim, en el panteón semítico (cananeo) pre-bíblico. De hecho, el dios bíblico Yahvé es conocido por el teónimo semítico El en muchos versículos de la Biblia hebrea. Recordemos que los Elohim y los Anunnaki son idénticos.

Quiero dejar claro que Enlil no es Yahvé en absoluto. Muchos autores afirman erróneamente que el dios bíblico es idéntico a Enlil, el hermanastro de Enki, y que Enlil es el enemigo de la Humanidad, pero eso no es verdad. El Yahvé judeocristiano, la deidad que buscó ocultarle al Hombre el Conocimiento del Cielo en el Huerto del Edén, sólo pudo haber sido Anu. Pronto veremos por qué.

En el panteón sumerio, Anu, el Rey de los Anunnaki, es el padre biológico de Enki y de Enlil. A pesar de llamarse el «dios del cielo», Anu nunca fue el creador del universo y aún menos el hacedor del Hombre. De hecho, incluso Anu es un ser creado, engendrado por los dioses primordiales Anshar y Kishar según la cosmología sumeria (justo como su equivalente semítico El fue engendrado por las deidades pre-panteónicas Elyon y Beruth en la mitología cananea antigua), y además, este mismo Anu subió al trono como un violento usurpador, derrotando a su antecesor el dios Alalu por la supremacía del cielo (Van Der Toorn, 1996iv). Anu no es «Dios» en el sentido monoteísta de la palabra.

Justo como El-Yahvé en la Biblia, cuyo nombre es un epíteto (Yahvé Sebaot) que significa «él que crea los ejércitos», Anu era conocido como ‘El Señor de las Huestes (ejércitos) Celestiales’ y temido como un gran juez que castigaba a los hombres. Además, justo como su equivalente hebreo El, Anu era asociado al maléfico planeta Saturno, el juez oscuro de todos los planetas (Evans, 1998v). El (Yahvé) no sólo fue deificado en el planeta Saturno, sino que también su día sagrado, el Sábado (Día de Saturno), Shabbat en Hebreo, proviene de la palabra semítica Shabbathai, el nombre del dios y del planeta Saturno en la lengua hebrea. En fin, Anu, El, Yahvé y Saturno son la misma entidad.

Entonces, el conflicto cósmico es una lucha milenaria entre el hijo noble Enki y el padre malévolo Anu. No es una guerra fraternal entre Enki y Enlil como afirma Zecharia Sitchin, creyente judío que abiertamente dice adorar a su dios tribal Yahvé.

¿Cuál fue la fuente del conflicto cósmico entre Enki y Anu?

El tema del Propósito del Hombre.

El Libro de Génesis relata que la Serpiente sabia les reveló a Adán y Eva el Conocimiento Prohibido en el Huerto del Edén, lo cual los haría como uno de los Elohim (Génesis 3:5; 3:22), en contra de la voluntad de Yahvé. Lo que la Biblia dice aquí es cierto y se encuentra el mismo relato, el original, en los textos sumerios.

Según la Leyenda de Adapa, el precursor sumero-acadio del relato adánico hebreo, Enki-Ea, el verdadero creador del Hombre, le adiestró a su progenie humana Adapa en la civilización de los dioses y le enseñó el Designio del Cielo y de la Tierra, el conocimiento divino, en contra de la voluntad de Anu, quien se enfadó con su hijo quejándose de que Enki se lo había revelado a un humano indigno y menospreciable (Kramer y Maier, 1989vi). Enki le reveló al Hombre la ciencia del árbol de los Me (Versión sumeria del Árbol de la Ciencia), los saberes de la civilización de los Anunnaki, en su Santuario de Eridú en la tierra del Edín.

Cuando Adapa recibió el conocimiento del Designio del Cielo y de la Tierra y le permaneció fiel a Enki, el malévolo Anu, enfurecido por las acciones de Enki, devolvió al Hombre a la Tierra y lo maldijo, aumentando sus adversidades e imponiéndole muchas dolencias. Este episodio es casi idéntico en el relato bíblico posterior. En Génesis un iracundo Yahvé maldice a la Humanidad expulsándola a la tierra foránea e imponiéndole varias adversidades como la enfermedad y la enemistad (Génesis 3:14-19). El Hombre es castigado por conocer la ciencia de los dioses.

Notemos que en la versión sumeria fue únicamente Anu, y no Enlil, él que jugó el papel del dios oscurantista y castigador Yahvé de la versión hebrea posterior. Anu es el auténtico adversario de Enki y de la Raza Humana.

En este relato vemos un conflicto de valores e intereses entre dos grupos de dioses, un choque violento entre dos filosofías antitéticas.

Enki y sus dioses, los Anunnaki Enkistas, buscaron ayudarnos en nuestra evolución y elevarnos al nivel de los Dioses. Ellos nos veían como sus hijos humanos, pues llevamos su genética divina. Para Enki, nosotros trabajaríamos para los Anunnaki en el mantenimiento de su nueva colonia terrestre y los Anunnaki acelerarían nuestro desarrollo evolutivo y nos enseñarían la civilización del cielo y la ciencia de la divinidad, lo cual nos haría como los mismos dioses (Génesis 3:5). Así nuestra convivencia conllevaría un beneficio mutuo. Además, la colonia terrestre iba a ser para nosotros, nuestra herencia legítima, e íbamos a ser sus dueños. Es por eso que Enki, nuestro Padre benévolo, le enseñó a Adapa los saberes de la civilización divina. Eso fue el conocimiento necesario para la independencia y la autonomía de la Raza Humana en su propio planeta.

Por otro lado, Anu-Yahvé y sus seguidores, los Anunnaki Anuistas, sólo veían al Hombre como un esclavo para explotar y buscaron mantenerlo dócil e ignorante. Es por eso que el malvado Anu-Yahvé impuso su política de oscurantismo. Los Anunnaki Anuistas, conservadores a ultranza, resintieron la mezcla de la sangre divina con la humana y el consiguiente salto cuántico en la evolución de la Humanidad terrestre. Por lo tanto, Anu-Yahvé y sus «ángeles», los invasores maléficos a los cuales los Gnósticos llamaban «Arcontes» del malvado Demiurgo, buscan destruir nuestra ingeniosidad inmensa y atraparnos en sus religiones oscurantistas y misantrópicas.

Enki sacrificó todo cuando se rebeló contra la oscuridad de su «padre». Enki hizo un tremendo sacrificio para iluminarnos y honrar sus principios fundamentales como el amor, la vida y la libertad. Enki es un verdadero héroe cósmico que no soportó la tiranía de Anu-Yahvé y luchó por el bien.

Enki, simbolizado por la Serpiente sabia en el Libro de Génesis y conocido como el Ushumgal (Gran Serpiente) por su inmensa sabiduría esotérica en la cultura sumeria, no sólo le enseñó al Hombre la civilización de los dioses, sino que también le reveló el secreto de la Serpiente Sagrada de la Kundalini, la energía yóguica, por la cual el Hombre puede lograr el Opus Magnum: convertirse en un dios y alcanzar la inmortalidad. Es por eso que en Génesis Enki es conocido como la Serpiente y dice que el conocimiento que él revela puede hacer al Hombre como los Dioses.

Enki, el rebelde noble, es idéntico a Prometeo, el benévolo dios griego que fue desterrado por los titanes malévolos por haberle entregado al Hombre el Fuego de los Dioses. Aquí el «Fuego» se refiere tanto al conocimiento del cielo como al fuego de la Kundalini que arde por el cuerpo y va abriendo los chakras de nuestra anatomía oculta. Enki-Prometeo nos enseñó el sagrado camino a la divinidad.

Es por esta razón que él fue calumniado como el «diablo» y el «adversario» por las religiones abrahámicas y llamado «Satanás» por los seguidores histéricos del dios oscuro Anu-Yahvé. El apodo verdadero de Enki no es «Satanás» cuyo significado es «adversario» en Hebreo sino «Satya», voz sánscrita que significa Verdad Eterna. El calumnioso «Satanás» es una corrupción de «Satya» que Anu le impuso a Enki. Enki-Satya, un dios cuya presencia histórica ha sido borrada por las religiones monoteístas violentas, es el señor de Satya Yuga, la próxima era de oro en nuestra Tierra (Éste llegará en la Era de Acuario, pues Enki siempre ha sido una deidad acuífera asociada a Acuario. ¡Noten la conexión!).

Actualmente el conflicto cósmico sigue y nos encontramos en el Kali Yuga o la era de oscuridad desde hace unos 5000 años. Kali Yuga es el tiempo del reinado del tirano cósmico Anu-El-Yahvé-Saturno sobre la Tierra. Su reino es el infame Nuevo Orden Mundial de su pueblo sionista. En este Yuga el conocimiento auténtico está perdido, la verdad está olvidada y la mentira prevalece. El mundo está en muy malas condiciones y a la merced de las religiones y filosofías destructivas del falso dios de este mundo. La Tierra sigue atrapada en la vórtice astral de Anu-Yahvé y sometida a la energía de su maléfico Saturno, el planeta del Karma y de la miseria. Sólo la lucha de Ea-Enki, nuestro verdadero dios, nos puede liberar.

¡Gloria a Enki y a todos los benévolos dioses enkistas de Orión!

¡Sigamos luchando por la verdad y por nuestra libertad en el conflicto cósmico!

 

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