«Cada día la sal forma parte de nuestra alimentación. La ponemos en la mesa como el agua y el pan, y eso nos parece muy natural. ¡Pero cuántas peripecias han jalonado su historia desde que apareció en el océano primitivo del que poco a poco emergió la tierra! La sal es inseparable de nuestros orígenes. Tenemos una necesidad vital de ella. Y no sólo da sabor a los alimentos, sino que también los conserva. ¿Dedicáis acaso a la sal un solo pensamiento cuando la ponéis en un alimento o en vuestro plato? Probáis un poco para verificar si hay bastante y es vuestra lengua la que os responde mientras vuestra cabeza se pasea por otra parte.
Y sin embargo, ¿no creéis que ha llegado el momento de descifrar este mensaje que Dios os envía a través de la sal? Venida del mar, una vez secada por los rayos del Sol, hasta que llega a vuestra casa, a vuestra mesa, ¡qué largo camino ha recorrido! Y ahora que va a penetrar en vosotros, también hay que profundizar sobre su significado simbólico meditando las palabras de Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la Sal de la Tierra.»»

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