«El mundo divino» Omraam Mikhaël Aïvanhov.

«Los ateos se sienten orgullosos de dar pruebas de lucidez, de lógica, de razón: ellos, al menos, se pronuncian en función de lo que ven, oyen, tocan, miden, etc… Mientras que estos pobres creyentes tan obnubilados por su fe, carecen totalmente de objetividad. Pues bien, cualquiera que sea su inteligencia, el que no acepta la existencia de un Creador, la realidad del alma, la inmortalidad del espíritu, estará siempre privado de un elemento esencial para perfeccionar sus observaciones y sus juicios. Y puesto que está privado de este elemento, está limitado, porque se detiene en la forma, en la superficie de la existencia.
Podemos comparar a un ateo con alguien que, ante un ser humano, sólo considera su anatomía. Mientras se trate de identificar los miembros, los órganos y de describirlos, la anatomía puede bastar. Pero quedarse en la anatomía significa estudiar un cuerpo sin tener en cuenta la vida que lo anima. Sólo la creencia en la vida del alma y del espíritu, y por tanto en el mundo divino en el que todo lo que existe tiene su origen, puede darnos la verdadera dimensión de los seres y de las cosas y despertar nuestra sensibilidad a las corrientes que circulan en ellos


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