«Memorias Transgeneracionales» Ángeles Wolder Helling.

Recibimos de los que nos han precedido en el caminar por la vida bastante más de lo que vemos, como puede ser el color de los ojos o la piel, la forma de andar, un biotipo, un don especial para la realización de una actividad o unas características personales o de carácter. Nos dicen que nos parecemos a uno u otro pariente. Ríe igual que el abuelo, habla como la tía, tiene los mismos gestos que la abuelita que murió mucho tiempo antes de que naciera, etc. ¿Cómo se ha transmitido?

Todos tenemos una memoria biológica que transporta los resultados de lo vivido por toda la humanidad ante situaciones de conflicto biológico y una memoria psíquica que contiene las vivencias, las creencias, los valores y la forma de vivir y de reaccionar de nuestro linaje.

Es en la psique donde se guardan estos procesos conscientes e inconscientes propios de la mente humana como una unidad y que nos permite conservar la memoria de los procesos que han tenido impacto en la psique de los que estuvieron antes que nosotros. Los impactos positivos serán nuestros recursos para afirmarnos en la vida y las tareas inacabadas serán nuestro trabajo a nivel personal para cerrar ciclos o, en caso contrario, volverán a transmitirse en las siguientes generaciones.

Hasta hace muy poco se creía que la transmisión biológica se realizaba mediante los genes y que en ellos venía el “destino” inamovible en cuanto a enfermedades, síntomas o características propias de la persona. Los estudios de epigenética (por encima de la genética) han demostrado la influencia que tiene el medio ambiente y las condiciones de vida como la nutrición, el estrés, las experiencias o las emociones sobre los genes. Estos elementos pueden modificar los genes sin alterar su secuencia de ADN y esas modificaciones llegan a transmitirse a los descendientes. Lo que se transmite es la manera de vivir las situaciones conflictivas y hay estudios, como por ejemplo los realizados por Rachel Yeduha[1], que demuestran cómo los traumas vividos por generaciones anteriores se manifiestan en hijos y nietos con adaptaciones físicas como pueden ser distintos niveles hormonales del sistema de estrés a pesar de que hijos y nietos no hubieran vivido las situaciones traumáticas.

El medio en el que se produce y reproduce la historia de cada sujeto es la familia. Es el medio en el que se pueden transmitir pautas multigeneracionales. Por ejemplo, en una familia donde ha habido varias generaciones en las que se ha producido una muerte violenta (hombre o mujer) a manos de una pareja. O en varias generaciones donde aparece incesto. O incluso en una persona que no sabe cómo parar de trabajar hoy y que dedica su vida a su profesión. Decimos que en esta familia siempre pasa lo mismo. El resultado de situaciones estresantes para nuestros ancestros será tener conductas que nos llevan por la vida como si fuéramos marionetas del destino. En este sentido, muchas veces se intenta hacer lo contrario o se repiten las situaciones, siendo éstos los mecanismos transgeneracionales más comunes.

Lo no resuelto en otras generaciones a menudo se manifiesta con enfermedades, accidentes o existencias problemáticas (no consigo tener pareja estable, no me quedo embarazada, me enfado con facilidad, las reacciones con mis hijos son desproporcionadas, obligo al resto a hacer cosas y no entiendo el porqué, etc.).

La familia a veces puede ser vivida como un peso, una carga demasiado grande para una existencia, con elementos destructores que las personas buscan “romper” para sentirse libres (craso error porque no lo conseguirán si es desde la ruptura). La libertad se consigue cuando respetamos lo que hubo, porque sólo gracias a que ocurrió como ocurrió, hoy estamos aquí y a partir de aquí algo puede empezar a cambiar.

Podemos hacer un buen uso del material recibido, tanto biológico como psíquico, y la mejor forma es poder acceder a esas memorias, comprenderlas y, si fuera necesario, transformarlas. El trabajo con el transgeneracional supone la búsqueda en nosotros mismos de la información que llevamos guardada. ¡El cuerpo nunca miente!

Gracias a que en nuestro cuerpo, objeto de nuestra materialización en este plano, están guardadas todas las memorias, podemos acceder a esa información escuchándolo. En diferentes momentos cuando la persona se acerca de manera inconsciente a una memoria dolorosa de su biografía o del pasado, su cuerpo reacciona mediante sensaciones corporales que inevitablemente van a ser expresadas en la comunicación no verbal a través de movimientos reflejos, cambios fisiológicos (vasoconstricción, vasodilatación, tics, etc.), lapsus verbales, fallos o errores en la comunicación, acciones involuntarias, etc. Acceder a ellos es un regalo que nos merecemos y que nos ayudará a construir una existencia sana para nosotros, para los que estuvieron y para los que vendrán.

[1] Yehuda R, Bierer LM. Transgenerational transmission of cortisol and PTSD risk. Prog Brain Res 2008; 167: 121-135.

www.descodificacionbiologica.es

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