Soles y Orígenes El mito armenio de la Creación Vartán Matiossián

 

«El país que ya no tenga leyendas -dice el poeta- está condenado a morir de frío. Es harto posible. Pero el pueblo que no tuviera mitos estaría ya muerto» (1). El mito armenio de la creación -o lo que se ha conservado de él- proviene de la noche de los tiempos y algunos de sus elementos se han mantenido vigentes en las tradiciones y las creencias populares hasta la época moderna.

A fines del III milenio a.C. se produce una fractura cultural en Transcaucasia (norte de Armenia y sur de Georgia): aparecen nuevos tipos de cerámica y tumbas comparables con los kurgan de la estepa póntica, de gran riqueza, en particular metalúrgica. En esta cultura, llamada «Kura-Arax» o «transcaucásica temprana», en el período del bronce medio (ca. 2100-1700), ciertos túmulos sepulcrales, carentes de restos humanos, tienen un sentido ritual, con una orientación este-oeste, en la posición del solsticio de invierno y el equinoccio de verano, lo que se considera una exteriorización de los ritos de Año Nuevo(2).

«Todo Año Nuevo es volver a tomar el tiempo en su comienzo, es decir, una repetición de la cosmogonía. (…) Las luchas rituales entre dos grupos de figurantes reactualizan el momento cosmogónico del combate entre el dios y el dragón primordial (simbolizando la serpiente en casi todas partes lo latente, preformal, indiferenciado)»(3).

El pasaje del caos a la cosmogonía, y el combate entre el dios y el dragón primordial han sido representados en la mitología armenia por la figura de Vahagn. El mito ha sido conservado por el historiador Movsés Jorenatsí (siglo V), quien sigue las enseñanzas de Evémero, filósofo griego del siglo IV a.C. que planteaba que las divinidades paganas eran hombres poderosos que durante su vida habían logrado atribuirse naturaleza divina y obtener la apoteosis. Movsés transforma al dios en un mortal, hijo del rey Tigrán, y narra lo siguiente:

Sus hijos [fueron] Bab, Tirán, Vahagn,
de quien las leyendas de nuestro país dicen:

«Estaba de parto el cielo, estaba de parto la tierra,
estaba de parto también el púrpura mar,
en el mar el parto también envolvía a la roja caña.
Por el tallo de la caña humo ascendía,
por el tallo de la caña llamas ascendían.
De las llamas corría un joven de roja melena.
Tenía fuego [celestial] por cabello,
llamas por barba
y sus ojos eran soles».
Con nuestros propios oídos hemos escuchado que algunos cantaban esto en la cítara. Después decían en la canción que había luchado con los dragones y había vencido, y cantaban sobre él algo muy similar a las hazañas de Hércules. Pero decían también que se convirtió en dios y que en Georgia habían erigido su estatua con la altura de un hombre y lo honraban con sacrificios. Sus descendientes son los Vahuní, y de su hijo menor Araván [descienden] los Aravenián (4).

En esta leyenda cosmogónica se narra el nacimiento y la epifanía -revelación divina- del dios (5). En los dos primeros versos del canto aparecen los tres elementos intervinientes: el cielo, la tierra y el «púrpura mar», que en este caso no es el «mar celeste», sino la representación del «mar del mundo inferior» en el simbolismo prehistórico de la línea vertical cósmica entre «arriba» y «abajo». En esa línea se produce la separación de las tres esferas («mundo superior», cielo; «mundo medio», tierra; «mundo inferior», infierno), similar a la separación del mundo entre Zeus, señor de los cielos, Poseidón, señor de los mares -cuyo nombre significa «señor de la tierra», al igual que el del dios sumerio de las aguas, Enki- y Hades, señor de los infiernos. Vahagn es el agente mediador entre las tres esferas en un movimiento que se percibe a través del texto (6).

Los tres versos siguientes revelan una segunda acción, para lo cual en nuestra opinión hay que diferenciar el «púrpura mar» y el «mar». Este último es el «mar primordial» de múltiples leyendas cosmogónicas, habitado por la diosa madre que engendra el mundo y que en este caso utiliza la «roja caña» como vehículo del humo y de la llama para revelar la divinidad al mundo.

Hace un siglo, Vetter había señalado que la conjunción del cielo y la tierra «sólo la puede dar aquel pueblo en cuya lengua el cielo es masculino y la tierra es femenina o viceversa; y el idioma armenio ancestral, excepto algunas palabras, ha perdido por completo las señales del género de los nombres, por lo que este mito debe llevarse a la época indoeuropea», y sobre la base de los términos védicosdyaus («cielo», masculino) y prithivi («tierra», femenino), dedujo que en un principio erkín («cielo») había sido masculino y erkir («tierra»), femenino (7).

La naturaleza de Vahagn ha sido largamente debatida. Los últimos tres versos del canto constituyen una demostración clara del nacimiento de un dios solar: «(…) El sol naciente en cierta forma nace del cielo y la tierra y del mar ‘púrpura’, es decir, de las nubes rojas de la aurora. También en el Rig Veda, Savitar, el dios solar, es llamado apam napat, ‘hijo del agua'» (8). No obstante, el conjunto de la narración, incluyendo la etimología de Vahagn, ha sido atribuido a la órbita indoirania; la divinidad armenia fue asimilada al dios de la victoria iranio, Veretragna, como un derivado lingüístico de éste, y equiparada con Indra, el dios de la tormenta indio (9).

En el contexto armenio los rasgos del dios de la tormenta -lucha con los dragones, equiparación con Hércules, trazos guerreros- constituyen un desarrollo tardío de una figura previamente identificada con una divinidad solar; Hércules, semidiós guerrero y matador de serpientes, era en sus inicios una personificación de la energía del sol (10). La popularidad de Vahagn entre los armenios -como se desprende de las fuentes que lo mencionan en el siglo V, cien o más años después de la adopción del cristianismo- no se compadece con un préstamo del ámbito iranio supuestamente datado en los siglos I-II d.C., cuando una rama de los Arsácidas partos subió al trono de Armenia y restableció la influencia irania interrumpida durante el período de preponderancia helenística (siglos III-I a.C). Es improbable que el culto de Vahagn hubiera alcanzado tal difusión en vísperas de la desaparición del paganismo en Armenia.

La hipótesis de un origen directo del tronco indoeuropeo tiene mayor asidero a través de la vinculación etimológica con los términos védicos vah («traer; portador») y agni («fuego, fuego sagrado», nombre del dios indio del fuego) (11). Un autor armenio tardío, el monje Simeón, incluso  identifica a Vahagn con Agni: mientras los sacerdotes paganos intentaban defender el templo de Vahagn en Ashtishat, «el bello Agnis [sic] nuevamente, dicen, tres días combatió en la batalla» (12).

El védico vahni («viajero; ofrecedor de sacrificio; fuego que lleva ofrendas a los dioses»), al igual que una cantidad de términos derivados de la raíz vah -muchos de ellos en relación semántica con las imágenes del canto-, están conectados con varias divinidades (Indra, Savitar y Marut) y se identifican con Agni en su carácter de portador de dádivas de los dioses (13).

La traducción armenia (del siglo V) de De los Diez Mandamientos, de Filón de Alejandría, ha conservado la identificación de Vahagn como divinidad solar: «Porque algunos llaman Hefestos al fuego y Vahagn al sol (gr. Apolo), y Artemis (es decir, Anahit) a la luna y Astghik (es decir, Afrodita) a Venus» (14).

Una costumbre conservada en Van hasta el Genocidio Armenio de 1915-1917 constituye una reminiscencia ostensible de ese culto solar. Al amanecer siguiente a la fiesta de matrimonio, todos los invitados, encabezados por los contrayentes («rey» y «reina») y con frecuencia por el sacerdote interviniente, subían al techo de la vivienda de la nueva pareja o a algún otro punto elevado desde donde se divisara la salida del sol y entonaban la siguiente canción:

Salud, amanecer; salud, oh amanecer.
Saludemos el amanecer del sol.
Que al rey conceda mucho sol.
¡Vahé, Vahé!

Salud, amanecer; salud, oh amanecer.
Saludemos el amanecer del sol.
Que a la reina conceda mucho sol.
¡Vahé, Vahé! (15)

En el canto, Vahagn aparece como dios solar y mediador, y en la continuación del texto de Movsés Jorenatsí, como un joven guerrero. En la mitología védica, Vishnú aparece como dios mediador e Indra como deidad guerrera y atmosférica, a partir de una metamorfosis del dios solar. En la mitología griega, Zeus, divinidad suprema a la vez con trazas propias de tipo atmosférico, estaba asociado a la ultratumba y era de naturaleza inicialmente solar. Sobre estos rasgos comunes, G. Areshián ha sugerido la identificación de Zeus y Vahagn al nivel de la unidad greco-armeno-indoirania en el tercer milenio a.C. (16).

Esta identidad se ve reforzada por un interesante paralelo mitológico: Homero cuenta que Hera sedujo a Zeus con la ayuda del cinturón mágico de Afrodita en la cumbre del Gárgaro, la cumbre más alta del monte Ida, en Misia, para lo cual Zeus cubrió la escena con una nube dorada (17). Una leyenda de rasgos similares fue recogida en el siglo pasado en el ámbito armenio:

De cómo el Eufrates, cuando entra en la llanura de Mush, al chocar con las piedras en los montes Kënchán, se apretuja en una hondonada estrecha y despide un sonido gur, gur; y ese lugar se llama Gurgurá, que parece haber sido el lugar para el baño de Astghik. 

Y como Astghik tenía la costumbre de bañarse por las noches, los valientes lujuriosos encendían un gran fuego sobre el monte Daghón, con cuya luz contemplaban la belleza admirable de Astghik; a Astghik se le ocurrió cubrir de niebla todo ese entorno, es decir, la llanura de Mush de punta a punta, tanto en verano como en invierno, hasta la falda de las montañas, con lo que setorna imposible ser visto desde cualquier lado de las montañas, y quizás por esa niebla (mëshush) continua y densa ese país ha sido llamado Mush (18).

En la época clásica, Astghik y Afrodita habían sido identificadas por los armenios. Más allá de las fantasías etimológicas (relación entre Mush y mëshush «niebla»), esta narración se remonta a tiempos antiguos y se confirma con el paralelo griego (Zeus-Hera [Afrodita]-Gárgaro-amor-nube de oro / «valientes lujuriosos» [Vahagn]-Astghik-Gurgurá-amor-neblina).

A. Petrosián ha vinculado el nombre del monte Grgur, al pie del cual se encuentra el valle de Gurgurá, con el gr. Gárgaro(19). El parentesco genético -y los rasgos diferenciales- de ambas leyendas excluyen la posibilidad de un préstamo de la tradición griega en la época helenística, ya que, por entonces, Zeus había sido identificado con Aramazd y Vahagn con Hércules (20).

En el mundo antiguo, los templos se erigían en dirección «astronómica» (oriente-occidente), reflejando la posición del sol. Los recintos dedicados a Zeus en Olimpia, a Palas Atenea en la Acrópolis y el Partenón son construcciones dirigidas hacia el oriente que marcaban un concepto enunciado por el arquitecto romano Vitrivio: «Los templos dedicados a los dioses deben tener una orientación tal, que la estatua colocada en la cella [celda] mire al oeste, y así, los ojos del adorador que visita el templo para rezar u ofrendar sacrificios se vuelvan hacia el este». El mismo patrón se habría empleado en los templos de Vahagn en Ashtishat y Anahit en Eriza (21).

Los túmulos rituales de la cultura Kura-Arax responden a ese modelo de construcción. En un túmulo de Aruch se han descubierto cantidades significativas de madera quemada proveniente de la hoguera sagrada. En túmulos de Trialeti, Avazablur y Maisián se han preservado restos de cañas en cantidad y, en algunos casos, exclusivamente tallos de cañas quemadas durante la ceremonia. Esto también se advierte en las salas del templo de Metzamor (fines del segundo milenio y principios del primero), donde se han conservado restos de cañas quemadas en las mesas de sacrificio que se vinculan con la tríada primordial (22). Asociadas a conjuntos rituales vinculados con motivos solares, guerreros y de la tormenta, representaban la etapa en que el Vahagn solar había concretado la transición hacia la función de dios guerrero y de la tempestad (23). Las divinidades del sol y de la tormenta suelen aparecer juntas, lo que se repite en distintos motivos prehistóricos de Armenia y del Medio Oriente (24).

La combinación podría indicar que en ciertos casos los dioses atmosféricos eran resultado de la metamorfosis de divinidades solares. Un pasaje de este tipo parece haberse producido en el dios supremo de Urartú -primer estado de la meseta de Armenia (siglos IX-VI a.C.)-, Haldi, uno de cuyos símbolos era el león, típicamente solar, y que tenía rasgos guerreros y atmosféricos.

La hibridez de Vahagn continuó su manifestación en los siglos subsiguientes. En la tumba de un sacerdote de Lorí-berd, al norte de Armenia (siglo XII a.C.), se ha descubierto un cucharón ritual de bronce, en cuyo borde exterior aparece amurada una estatuilla de cabra de 3 cm. de largo. En el extremo opuesto, en la punta del mango del cucharón está representado el figurín de un guerrero desnudo (14.5 cm. de alto) con un yelmo combado y los brazos en posición de portar algún arma, quizás una lanza. En sus anchos muslos aparecen grabadas cruces esvásticas, que simbolizan la función solar. Estas mismas cruces se ven sobre un puñal descubierto en Djarjechí. Además de tres cucharones descubiertos en Djarjechí, Lëchashén y Artik (siglos XIII-XI a.C.), que muestran símbolos solares como el pájaro y el disco, el guerrero de Lorí-berd ha sido asociado con la estatuilla del guerrero de Shirakaván (siglo XII a.C.), que parece corresponder a un estandarte erguido sobre un pedestal que le sirve de base. Sobre el ala inferior del pedestal aparecen dos pájaros sentados y, sobre el ala superior, de pie, el guerrero y un león macho, todos símbolos solares (25).

En la funda de bronce de un puñal descubierto en una tumba de Ornak (Akner, siglos VII-VI a.C.), aparece una representación solar tripartita a través de elementos geométricos y figura humana. En la parte superior hay un gran círculo, de cuyo centro nacen numerosas radiales en apertura divergente. En las franjas superior e inferior de la segunda parte aparecen diagonales y curvas que forman hileras triples, en tanto que la zona intermedia está ocupada por el ser antropomorfo, con los brazos levantados y los pies extendidos. Tenemos esvásticas a ambos lados de la cabeza y, cerca de los pies, círculos pequeños. Las diagonales y las curvas reaparecen en el extremo de la funda y un círculo entre ellas, con líneas punteadas entrecruzadas. El hombre puede ser el mismo dios-sol (26).

El himno de Vahagn fue interpretado y conservado por los «cantores de Goghtn» (27), equivalentes de los aedas griegos, hasta el siglo V de nuestra era, cuando fueron registrados por Movsés Jorenatsí. Es probable que dos mil quinientos años antes, la población que vivía en las cuencas de los ríos Arax y Kura realizara rituales conectados con la mitología cosmogónica indoeuropea y que algunas de las «canciones de Goghtn» fueran interpretadas en la misma zona por cantores armeno-greco-arios (o armeno-arios) (28).

Quince siglos después de Movsés Jorenatsí, el mito de Vahagn ha continuado su rol singular en el imaginario armenio moderno desde lo simbólico. Creación in illo tempore, es parte del mito del eterno retorno, como señala Mircea Eliade, pero también, en palabras de Cocteau, «ficciones que a la larga se revelan como verdad»(29).

http://www.transoxiana.org/0102/soles.html

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