¿Podría realmente colapsar la Unión Europea?

John Humphrys BBC

La reunión de los líderes de la Unión Europea de esta semana en Bruselas ocurre en un momento en el que los principios fundamentales de esta comunidad política corren más peligro que nunca antes, según John Humphrys, uno de los periodistas más veteranos de la BBC.

¡Otra cumbre aburridora de la Unión Europea!

¿Demasiado cínico?

Probablemente, pero cada vez que los líderes se reúnen nos dicen que esperemos decisiones trascendentales sobre asuntos increíblemente importantes y casi siempre nos decepcionan.

No obstante, en esta ocasión, había cuestiones apremiantes: es difícil recordar un momento en el que el sueño acariciado por los padres fundadores de la alianza europea hace 70 años haya enfrentado tantos retos.

Intento imaginarme a esos fundadores -muertos hace tiempo- mirando la mesa de la cumbre desde ese lugar en el cielo (o quizás en el infierno) reservado para políticos y diplomáticos.

Lo primero que sospecho que hicieron fue darse una palmada en la espalda, y con razón.

Soñaron el máximo sueño: el fin de la guerra entre las potencias más poderosas en un continente que ha engendrado los conflictos más sangrientos de la historia humana. Y ese sueño se realizó.

Francia y Alemania pueden tener sus dificultades, pero ahora las discuten en una mesa de negociaciones o posiblemente en una cena, con el tintineo de copas de cristal como música de fondo, en vez de un campo de batalla repleto de cadáveres y el rugido de la artillería.

28 líderes se sientan alrededor de esa mesa: desde la poderosa Alemania hasta la diminuta Malta.

Las fronteras de la UE se extienden desde las playas occidentales de Portugal hasta las montañas orientales de Bulgaria.

Es el mayor bloque comercial jamás visto. Tiene su propia bandera, su propio himno y hasta su propia moneda.

También tiene un tratado que promete el libre movimiento de las personas dentro de sus fronteras: el acuerdo Schengen.

El primer riesgo: un adiós

Imagino a esos observadores fantasmagóricos haciendo gestos de aprobación ante esto y preguntándose -mientras se acomodaban para escuchar las discusiones de la cumbre- cómo se podría ir aún más lejos con su creación.

La fuerza motriz -recordarían- era su creencia en una unión cada vez más estrecha, y su visión final: los Estados Unidos de Europa.

Pero pronto se habrán desvanecido sus sonrisas; su confianza en que una vez más serían testigos de un hito histórico probablemente disminuyó por el miedo de que esto pudiera ser lo más lejos a lo que la UE puede llegar.

Percibieron una profunda preocupación entre los hombres y mujeres que ahora manejan Europa por la serie de crisis que llegaron juntas y amenazan su bienamado proyecto.

Es cierto que el camino hasta este punto en la historia de la UE no ha carecido de problemas, pero los obstáculos que se han interpuesto han sido relativamente fáciles de desmantelar.

Si la gente de un país decide votar contra una medida en particular… ¡no hay problema! Sencillamente se les hace votar de nuevo.

Si ese truculento miembro del otro lado del Canal de la Mancha dice que no quiere participar ni en el acuerdo Schengen o cambiar sus libras esterlinas por euros… ¡qué hagan lo que quieran!

Sin embargo, en esta cumbre, mientras observaban al premier británico desplegando su famoso encanto, los padres fundadores empezaron a presentir que todo puede empezar a ir por muy mal camino.

Esta vez, Reino Unido no está amenazando con optar por quedar fuera de un acuerdo específico; está amenazando con salirse de la unión. El pueblo británico decidirá, no los políticos, y cuando se trata del pueblo, no hay nada garantizado.

Recientemente he estado hablando con políticos de varios países de la UE y todos, sin excepción, me han dicho que la partida de uno de los miembros más poderosos de la unión sería un golpe devastador.

En cualquier caso, nuestros visitantes invisibles a esta cumbre tal vez se consolaron rehusándose a creer que algo así sucedería. Con susurros fantasmales se habrán dicho: «Los británicos no saltarán al abismo cuando estén frente a las urnas, ¿cierto?». Y la única respuesta es: quién sabe.

El segundo riesgo: fondo sin fondos

Les habrá quedado más difícil en todo caso encontrar el mínimo consuelo al escuchar a los líderes hablar de la economía de Europa.

El euro ha sido un éxito, habrán observado quizás. ¿No se usa en cada hogar, tienda y banco en 19 de los países de la UE?

Ciertamente hubo una gran crisis hace unos pocos años precipitada por los países pobres tomando préstamos que no podían pagar, pero sobrevivió. Y aunque Grecia esté efectivamente en bancarrota, aún usa el euro.

No obstante, encontré pocos políticos dispuestos a afirmar que la crisis ya pasó.

¿Habrá suficientes fondos para rescatar a los bancos y tesoros si se meten en problemas serios de nuevo, especialmente un país como Grecia que todavía está luchando desesperadamente por recuperarse?

¿Puede realmente ser adecuado el mismo sistema económico para países tan distintos como Alemania y Grecia?

Más preguntas sin respuesta.

El tercer riesgo: peor que la II Guerra Mundial

La última crisis seguro hizo que nuestros visitantes fantasmales fruncieran aún más su ceño.

Es una crisis que conocen personalmente. Vieron el movimiento masivo de refugiados, que se quedaron sin techo por la guerra, en esos terribles años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.

Ahora está ocurriendo de nuevo, a una escala aún mayor.

Y nadie sabe qué hacer al respecto.

Millones de personas están migrando desde Siria, Afganistán, Libia, Somalia, naciones desgarradas por la guerra y el terror.

Al final de este año, casi un millón habrán aterrizado en las costas de las islas griegas, desesperados por llegar a países más ricos de la UE en pos de una vida más segura y mejor.

Angela Merkel decidió hace unos meses abrir las fronteras de Alemania y, al final de 2015, más de un millón de solicitantes de asilo habrán descendido en su país.

La crisis migratoria ha enfrentado a las naciones en la UE. Eslovaquia está llevando a Bruselas ante la justicia porque se rehúsa a aceptar un sistema de cuotas.

Cercas de alambre de cuchillas se levantan otra vez, dejando cicatrices en el rostro del continente, para mantener a los extranjeros fuera.

El acuerdo Schengen está en caos total.

Las fronteras internas que habían sido abiertas ahora están nuevamente cerradas. La libre circulación de la gente -uno de los principios fundamentales de la UE- está siendo desafiada como nunca antes.

Tras escuchar todo eso, nuestros observadores fantasmales se habrán desanimado. Habrán regresado a su celestial hogar para intercambiar opiniones.

Uno de ellos, Winston Churchill, quizás les recordó a sus colegas que alguna vez predijo «una especie de Estados Unidos de Europa» que Reino Unido ayudaría a crear. Y eso, a pesar de los reveses y problemas que se avecinan, sucedió.

Jean Monnet, reconocido como el «padre de Europa», habrá a su vez evocado el discurso que pronunció hace más de medio siglo.

«La naturaleza humana no cambia, pero cuando las naciones y los hombres aceptan las mismas reglas y las mismas instituciones para asegurarse de que sean aplicadas, la conducta entre ellos cambia», dijo.

«Ese es el proceso de la civilización misma».

San Pedro, observando desde atrás, asiente con la cabeza. El incrédulo Tomás se ve incómodo.

http://www.24horas.cl/noticiasbbc/podria-realmente-colapsar-la-union-europea-1876739

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