Aida. Cómo la procrastinación hace que te enfermes (y cómo «curarte» de este hábito)

En una sociedad donde se multiplican los deseos y las falsas necesidades, la procrastinación se ha vonertido en un serio problema de salud que poco a poco va mermando a los individuos hasta que pierden el poder de hacer lo realmente necesario.

Aquel que desea pero no actúa, engendra la pestilencia. William Blake,Proverbios del Infierno

Tal vez porque el mundo moderno nos bombardea con innumerables estímulos, distracciones, ofertas de último minuto y microdecisiones (¿debo de comprar esas cerezas orgánicas, debo de ir a la terapia para alinear mis chakras?), nunca habíamos estado tan conscientes de la existencia de la procrastinación. No que saber que existe nos ayude mucho, no al menos según su creciente aparición en los medios y en la literatura médica, y es que tal vez saber que estamos procrastinando es una de las causas que contribuye a seguir procrastinando, en una especie de parálisis por el análisis.

Procrastinar evidentemente afecta nuestra productividad, pero eso quizás sea lo de menos, ya que estudios recientes muestran que también afecta nuestra salud, al crear una atmósfera de microtensión permanente que pende sobre nuestra cotidianidad. Según el Dr. Joseph Ferrari de la Universidad de DePaul, los procrastinadores no sólo tienen niveles más bajos de autoestima, tienen más problemas para mantener relaciones estables y más problemas para autorregularse, también, se enferman más. «La investigación del sector salud muestran que se enferman más. Tienen más dolores de cabeza y problemas gastrointestinales».

Ferrari atribuye esta patologización al silencioso enemigo del hombre moderno: el estrés. «Es la preocupación la que causa daño. Así que tenemos implicaciones de salud, implicaciones sociales e implicaciones personales». En otras palabras, la procrastinación es una espiral integral decadente que poco a poco horada tu vida. Suena terrible, pero, ¿es suficiente para motivarte a hacer lo que tienes que hacer?

El problema de la procrastinación evidentemente es que ejerce una presión psíquica más o menos permanente sobre un individuo y minuciosamente crea una fuga de la voluntad, lo que acaba formando una imagen personal bastante negativa y desempoderada, una especie de auto-abandono. La función biológica del estrés es combatir una amenaza aguda que requiere de una respuesta contundente inmediata: el caso que se cita comúnmente es el de encontrarse con un depredador y huir (o luchar) para salvar la vida. Esto evidentemente no suele ocurrir muy seguido en la vida moderna y, sin embargo, el estrés parece ser una presencia ubicua en nuestra civilización (hemos tenido que inventar fantasmagóricos depredadores para llenar el vacío o el exceso de tiempo sin saber qué hacer).

Al sentir estrés el organismo se inunda de hormonas como el cortisol y la adrenalina que pueden ser inflamatorias y en general sumamente desgastantes para el sistema inmune cuando se producen crónicamente. La procrastinación – en el sentido de que sentimos una presión constante de hacer algo, la cual, aunque no le damos demasiada importancia, no eliminamos del todo – nos coloca en un estado casi permanente de tensión, hasta que finalmente hacemos lo que tenemos que hacer… y decapitamos al tigre invisible (o aplacamos a ese insidioso daemon).

Ferrari sugiere que nuestra sociedad debería de fomentar una cultura de cumplir con los plazos indicados y no estirar la liga. Es decir, no crear una noción implícita de que las fechas de entrega siempre pueden ser postergadas y que cuando decimos que algo es para un día o una hora en realidad estamos diciendo que es para un día o una hora más tardía. Esto igualmente con nosotros mismos. Pero somos enormemente auto-indulgentes, y esos nos puede estar lastimando; lo contrario también nos lastima, el categórico auto-tirano que nos exige hacer más y más cosas innecesarias y, en cuestiones prácticas, irrealizables, forzando nuestra delicada máquina orgánica.

El hombre moderno no ha interiorizado lo suficiente el peligro que significa no tener disciplina, ya que sin disciplina nos volvemos presa fácil de la formación de cualquier tipo de hábito no intencional y no controlado. Estos hábitos son, además de difíciles de suspender, la principal fuente de enfermedad en la vida moderna (como aguas estancadas en la mente-cuerpo). A esto Ferrari agrega que debemos de también incentivar la acción temprana, como dice el dicho «al que madruga dios le ayuda» y estructurar la sociedad para que se gratifiquen estas acciones y buscar eliminar o aminorar todo este mercado de las ofertas de último minuto.

A la luz de esto uno debería de tener cuidado con sus propósitos de año nuevo y todas esas elucubraciones mentales de todo lo que vamos a hacer y ser – siempre después – lo cual seguramente nos va a hacer mejorar (algún día) y ahora sí vamos a lograr ser quien queremos ser (porque creemos que nuestro ser está en el futuro, cuando por fin nos guste quien somos). Por supuesto, es un impulso natural querer crecer y cumplir nuestros deseos, pero hay que cultivar la mesura y operar desde una mezcla equilibrada de espontaneidad y orden. En su nivel más básico y tóxico la procrastinación nos disocia del presente, en una perpetua hipoteca, hace que, como escribiera Emerson «nos estemos siempre preparando para vivir pero nunca viviendo«. Ni aquí ni allá, fragmentados, pro-crastrados.

Alejandro Martínez Gallardo
Pijamasurf
dom, 03 ene 2016 00:06 UTC

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