EN PRIMERA PERSONA: Respuesta a «El Evangelio de Judas» Dr. Albert Mohler, Jr.

Fotografía de Albert Mohler

LOUISVILLE, Ky. (BP)—Titulares en publicaciones por todo el mundo están anunciando la publicación de un antiguo documento «largamente perdido» y «censurado», conocido como el «evangelio de Judas». La National Geo­graphic Society anunció la publicación en un gran acontecimiento mediático del 6 de abril de 2006, justo a tiempo para favorecer la publicidad para su emisión especial por el Canal de National Geographic del 9 de abril.

Este anuncio desencadenó una gran actividad informativa, oscilando desde informes ponderados a un sensacionalismo desenfrenado. Según algunos comentaristas, la publicación de este documento forzará a una total reformulación del cristianismo y de nuestra comprensión tanto de Judas como de Jesús. En realidad, no hay nada de esto en perspectiva. Desde luego, el documento es sumamente interesante, constituyendo una antigua y excelente fuente para el conocimiento de los grupos heréticos que ofrecían una versión alternativa del cristianismo.


Este documento pretende haber sido escrito por Judas, aunque es cosa cierta que fue escrito mucho tiempo después de la muerte de Judas. Sin embargo, la existencia misma de este documento, datado en el tercer siglo después de Cristo, indica algo de los conflictos que tuvieron los dirigentes cristianos al definir y defender el auténtico Evangelio contra grupos heréticos como los gnósticos.

Un examen rápido del evangelio de Judas pone de manifiesto el contraste entre este documento y los cuatro evangelios canónicos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La versión inglesa, realizada por Rudolphe Kasser, Marvin Meyer y Gregor Wurst, ofrece una versión accesible y legible de las porciones actualmente disponibles del Codex Tchacos. El rasgo más destacable de este texto es su carácter totalmente gnóstico. La sustancia de este «evangelio» no tiene prácticamente ningún parecido con el cristianismo ortodoxo —lo que explica por qué la iglesia primitiva reconoció la verdadera naturaleza de este escrito, y lo rechazó como ni autoritativo ni auténtico.

En «The Lost Gospel: The Quest for the Gospel of Judas Iscariot» [El Evangelio Perdido: En pos del Evangelio de Judas Iscariote], Herbert Krosney explica cómo se descubrió el códice y narra los acontecimientos que llevaron a su publicación en inglés esta semana:

«Entre mediados y finales de la década de 1970, oculto durante más de mil quinientos años, un antiguo texto emergió de las arenas de Egipto. Cerca de las riberas del río Nilo, algunos campesinos egipcios, fellahs, descubrieron accidentalmente una caverna. En los tiempos bíblicos, estos lugares se habían empleado para sepultar a los muertos. Los campesinos entraron en la cueva, buscando oro o joyas del pasado, cualquier cosa de valor que pudieran vender. En lugar, en medio de un montón de huesos humanos, descubrieron una caja de piedra caliza medio deshecha. En su interior encontraron algo inesperado —un misterioso libro con cubiertas de cuero— un códice.»

La porción del texto que ha sido traducida ahora está tomada de 13 páginas de papiro, con el texto escrito en lengua copta, una lengua del antiguo Egipto. La mayoría de los eruditos están de acuerdo en que el «evangelio de Judas» fue originalmente escrito en griego, y posteriormente traducido al copto. Esto fue lo que sucedió con muchos de los textos gnósticos, especialmente los relacionados con grupos común a esta región en la que se encontró el manuscrito.

«The Lost Gospel [El Evangelio Perdido]» se lee en ocasiones como un libro de suspense, con la narración de la extraña y desde luego curiosa historia de cómo se preservó y en su momento se llegó a publicar este códice. Los que están familiarizados con la historia de los rollos del Mar Muerto y con los documentos de la biblioteca de Nag Hammadi reconocerán unos paralelismos significativos en la saga de cómo se descubrieron los textos y los manuscritos, y como finalmente quedaron a disposición para su estudio académico y publicación.

El carácter gnóstico del texto se hace evidente de inmediato. En su supuesta conversación con Judas, Jesús habla en lenguaje gnóstico refiriéndose a «eones» y a una «esfera eterna». Judas es identificado como el «espíritu decimo­tercero» que había sido designado por Dios como el agente para liberar a Jesús del cuerpo físico en que había quedado atrapado en la encarnación.

Cuando Judas habla de una visión y pide su interpretación, Jesús responde: «Judas, tu estrella te ha extraviado». Y Jesús prosigue: «Ninguna persona de nacimiento mortal es digno de entrar en la casa que has visto, porque aquel lugar está reservado para los santos. Ni el sol ni la luna gobernarán allí, ni el día, pero los santos morarán allí para siempre, en la esfera eterna con los ángeles santos. He aquí, yo te he explicado los misterios del reino y te he enseñado acerca del error de las estrellas; y … enviado … sobre los doce eones».

El concepto de un conocimiento secreto y misterioso era primordial en las sectas gnósticas. El «evangelio de Judas» pretende revelar conversaciones entre Jesús y Judas que se habían guardado secretas del resto de la humanidad. Los gnósticos apreciaban su conocimiento secreto, y enseñaban un profundo dualismo entre el ámbito material y el espiritual. Ellos entendían el mundo material, incluyendo todo el cosmos, como una cárcel para el mundo espiritual. En esencia, los gnósticos trataban de escapar del ámbito material y entrar en el ámbito del espíritu.

Así, la declaración más reveladora de todo el texto del «evangelio de Judas» cita a Jesús diciendo a Judas: «Pero tú serás mayor que todos ellos. Porque tú sacrificarás al hombre que me reviste».

En otras palabras: Judas iba a hacer un servicio a Jesús al traicionarle a aquellos que acto seguido iban a crucificarle, liberando así a Jesús del cuerpo físico y liberándolo como espíritu. Como indican los traductores del «evangelio de Judas» en una nota al pie: «La muerte de Jesús, con la ayuda de Judas, se considera como una liberación de la persona espiritual interior».

Es innecesario decir que esto choca frontalmente con el Evangelio cristiano y con el Nuevo Testamento. El testimonio constante del Nuevo Testamento es que Jesús vino para morir por los pecadores —aceptando voluntariamente la cruz y muriendo como sacrificio vicario por el pecado.

Esta acción redentora está totalmente ausente del «evangelio de Judas». Por esta razón, el texto fue rechazado por los primitivos dirigentes cristianos. Escribiendo alrededor del año 180, Ireneo, un destacado dirigente cristiano entre los primitivos padres de la iglesia, identificó el texto ahora conocido como el «evangelio de Judas» como herético. En su prefacio a «The Lost Gospel», Bart Ehrman, profesor en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, explica: «Este evangelio se refiere a la relación entre Jesús y Judas, e indica que Judas no traicionó realmente a Jesús, sino que hizo lo que Jesús quiso que hiciera, porque Judas era quien realmente sabía la verdad, tal como Jesús la quería comunicada».

Ehrman, que no es amigo del cristianismo ortodoxo, ha explicado el problema de forma correcta. Ireneo rechazó el texto precisamente porque contradecía directamente los Evangelios canónicos y la enseñanza de los Apóstoles. Por tanto, le incumbía la responsabilidad de advertir a la iglesia acerca de la naturaleza herética de este documento. Sin embargo, el hecho mismo de que Ireneo menciona este documento de una forma tan específica da gran credibilidad a la afirmación de que el evangelio de Judas tiene la antigüedad que le atribuyen sus actuales seguidores.

En la actualidad tenemos un buen conocimiento acerca de las sectas gnósticas que proliferaron en los primeros siglos del cristianismo. La secta en particular que se cree que estuvo asociada con el origen del evangelio de Judas era conocida como cainitas. Las peculiares enseñanzas de esta secta incluían la rehabilitación de muchos personajes que son presentados en la Biblia de forma negativa —comenzando por Caín. En esencia, los cainitas se dedicaban a tomar los personajes negativos de la Biblia y a presentarlos como héroes. Naturalmente, para ello tuvieron que crear textos alternativos y una lectura alternativa de la historia de Jesús.

¿Qué actitud deben tener los cristianos ante todo esto? La publicación del «evangelio de Judas» es una cuestión de verdadero interés. Después de todo, es importante que los cristianos comprendan el contexto en que se desenvolvió el cristianismo primitivo —un contexto en el que la iglesia se vio llamada a ejercitar un gran discernimiento para enfrentarse a las enseñanzas heréticas y para rechazar textos espúreos.

La razón académica detrás de la publicación del «evangelio de Judas» parece sana y responsable. El códice manuscrito fue sometido al proceso histórico más riguroso en términos de datación, de composición química y cuestiones parecidas. Al final, parece que este documento es muy probablemente genuino, por lo que se refiere a su procedencia de una secta herética del siglo tercero.

Sin embargo, las extravagantes pretensiones acerca de la trascendencia teológica del «evangelio de Judas» son totalmente injustificadas, ridículas, y están siendo difundidas por aquellos círculos que buscan desde siempre la subversión del cristianismo.

El resurgir del interés en textos gnósticos como el «evangelio de Tomás» y el «evangelio de Judas» va impulsado por un esfuerzo, al menos por parte de algunos de los implicados, por argumentar que el cristianismo primitivo no poseía un núcleo teológico esencial. Así, académicos como Elaine Pagels de la Universidad de Princeton quieren argüir en el sentido de que «Estos descubrimientos están derribando el mito de una religión monolítica, y demuestran cuán diverso —y fascinante— era en realidad el primitivo movimiento cristiano». Lo que Pagels y muchos otros personajes proponen es que el cristianismo primitivo habría sido una olla de teologías competidoras, y que el hecho de que prevaleciese una tradición «ortodoxa» se debe a factores ideológicos y políticos, quedando suprimidas todas las teologías competidoras. Así, estos mismos personajes arguyen que los cristianos actuales deberían abrirse a estas enseñanzas divergentes que han estado tanto tiempo suprimidas y ocultas.

El Metropolitano Bishoy, dirigente de la Iglesia Ortodoxa Copta, rechazó el «evangelio de Judas» como «unas chácharas no cristianas procedente de un grupo humano que intentó crear una falsa “amalgama” entre la mitología griega y las religiones del Lejano Oriente con el cristianismo. … Esto fue escrito por un grupo humano extraño a la corriente cristiana central del cristianismo primitivo. Estos no son textos cristianos ni fiables ni exactos, porque son histórica y lógicamente ajenos al pensamiento y filosofía tanto de los cristianos primitivos como de los actuales». El Metropolitano está en lo cierto, pero quedamos mejor equipados para hacer frente a las herejías de nuestra propia época si nos enfrentamos abiertamente a las herejías del pasado.

Simon Gathercole, profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Aberdeen, defendió el texto como auténtico, pero como relativamente irrelevante. «Desde luego, se trata de un texto antiguo, pero no lo suficientemente antiguo para decirnos nada nuevo», explica Gathercole. «Contiene temas ajenos al mundo de Jesús y de Judas del primer siglo, pero que se hicieron populares con posterioridad.»

Desde luego, estas ideas gnósticas se popularizaron posteriormente, y se están volviendo más populares en la actualidad. La verdad del Evangelio se mantiene, y los cristianos mantendrán una firme confianza en la autenticidad del Nuevo Testamento, y en particular de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Sin embargo, y de forma constante, se están presentando y «redescubrimiento» los viejos gnosticismos continuamente con nuevos envoltorios, junto con el surgimiento de nuevas formas de pensamiento gnóstico en la cultura posmoderna que nos rodea.

Los cristianos informados estarán vigilantes y alertas en su confrontación de iglesias o instituciones que presenten escritos espúreos, rechazados como heréticos por la iglesia primitiva, como si estuviesen al mismo nivel que el Nuevo Testamento.

El veredicto de Atanasio, uno de los más grandes dirigentes de la iglesia primitiva, sigue en pie: «Que nadie añada a éstos, ni que nadie quite de éstos, porque acerca de éstos el Señor avergonzó a los saduceos, y les dijo: “Erráis, ignorando las Escrituras”. Y reprendió a los judíos, diciendo: “Escudriñad las Escrituras, porque ellas son las que dan testimonio de Mí”».

http://www.sedin.org/propesp/evjudas.html

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