Sangre Azteca

Leía y tomaba notas del libro “El Universo de Quetzalcoatl” de la genial Laurette Sejourné, sobre el pensamiento y el simbolismo de los aztecas. Me entretenía con las imágenes que aparecen en él, cuando una de ellas me llamó particularmente la atención.

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Xolotl, símbolo del alma humana siendo devorada por la serpiente, ver el ojo (a la izquierda) y los colmillos de la serpiente

En ella, el alma humana, representada por el dios Xolotl, desnuda, tiene que atravesar nadando, el interior de una gran serpiente. En la imagen, del Códice Borgia, esquemáticamente, han “levantado”, la piel de la serpiente para que veamos cómo este dios nada, dificultosamente en sus entrañas. La primera vez que lo vi, por comparación con otras culturas, pensé, que era un perfecto símbolo del alma humana, que desnuda de sus atributos celestes, se ve obligada a revestirse de carne, vivir en el seno de la gran serpiente (símbolo de la tierra, de la materia, también del tiempo, como escenario de la manifestación), recorrerla, hasta salir de ella más luminosa, fuerte y purificada.

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Pensaba:” Está nadando en la sangre del dragón”, es decir, está enfrentando las tribulaciones de la existencia. Pues para los antiguos la sangre era la representación natural de la vida. Fue entonces cuando me pregunté, ¿y no serán las partículas que se mueven en el interior de la serpiente, representaciones de las partículas de la sangre, glóbulos blancos, rojos y plaquetas? Puesto que apenas sospechamos el conocimiento que poseían estos pueblos antiguos, decidí, repasar algún viejo libro de Biología y … ¡Cual sería mi sorpresa al comparar el evidente parecido! Unas partículas con núcleo (los glóbulos blancos), las otras, ligeramente inferiores en tamaño, sin él, superiores en número (los glóbulos rojos) y por fin como una nube de partículas, mucho más pequeñas, las plaquetas[1]

Vi luego, en el mismo libro, que ese motivo simbólico (1) se repetía en varias escenas más, todas del mismo Códice Borgia.

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Escena del Códice Borgia llamada del Cerro del Tigre

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Y entre ellas, algunas “viñetas” que analizo a continuación:

En una de ellas aparece de nuevo el dios Xolotl, devorado también por una serpiente, cuyo cuerpo formaba un cuadrado. El cuadrado, en casi todas las culturas fue símbolo de lo material, de lo terrestre, de aquello que se apoya establemente. Se trata, pues del alma humana, conciente, que es devorada por la existencia terrestre, pero sólo sus principios inferiores, pues los superiores, mientras los otros están siendo devorados, penetran en el mundo oculto de las esencias, del misterio, de la muerte de las apariencias, donde mora el Señor de la Muerte (es decir “aquel que otorga el conocimiento secreto”), que le instruye sobre los misterios de su reino. Xolotl, sin embargo sólo puede oír, porta una máscara que le impide ver cara a cara al Rey de las Profundidades. Pues bien, de nuevo aquí ese cuadrado de la existencia está “lleno de sangre”, de “ese fluido misterioso” (que diría Goethe). El significado es parecido al anterior. Significa que está penetrando en la esencia de la vida, en sus profundidades.

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Xolotl o Nanahuatzin tragado por la serpiente pero entrando en el mundo interior

En muchas culturas de la antigüedad se relacionó la sangre, también, con la matriz del espacio, con el cielo estrellado que “alimenta” (como lo hace la sangre con cada una de las células del organismo) al planeta Tierra. Del mismo modo que la sangre fluye por todo el cuerpo humano, alimentándolo, renovándolo y purificando, hace la luz (y la radiación cósmica) que procede de las infinitas estrellas, viajando a través de esa sustancia madre que es el espacio.

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Xolotl velando las Armas del Señor de la Aurora

Quizás este sea el significado de varias de las “viñetas” del mismo Códice, en que aparece el mismo dios con el cielo estrellado (representado de nuevo como sangre, pero ahora “sangre celeste”, sobre su cabeza) Xolotl aparece ahora revestido de sus insignias ceremoniales; es el alma revestida de su propia condición celeste. Está ante una especie de altar, “velando” o dispuesto a coger las armas mágicas que le convierten en Señor de la Aurora, de la Resurrección Interior. Estas armas son unas flechas (símbolo de los rayos del sol naciente y de la aurora) y un ¿Hacha?, emblema mágico de poder y autoridad. Grabado en el altar el símbolo de la espiral, que quizás represente la resurrección o la renovación, o la evolución (que en todas las culturas fue expresada por la espiral, símbolo del tiempo vivo, y de sus ciclos).

Lo que está encima de su cabeza (el cielo estrellado-sangre) de nuevo repite el mismo símbolo de los “glóbulos rojos, blancos y plaquetas”. Pero el lector atento (si sus conocimientos de biología se lo permiten, yo tuve que consultar varias enciclopedias y libros sobre el tema ) observará lo siguiente:

Varios de los (llamados por nosotros) “glóbulos blancos” permanecen en el fluido sanguíneo, pero otros, salen de sus conductos (¿las venas?) y quedan fuera, como si estuviesen montando guardia, que es justo la misión y las características de los leucocitos: algunos quedan en el interior de la arterias, otras salen de las mismas, “vigilando” por si vienen “sustancias extrañas” y poder así combatirlas. Y para dar más quebraderos de cabeza al lector le ruego que compare los conductos por los que circula la “sangre” y los dispositivos que cada cierto tiempo aparecen en el mismo con…¡¡¡ las válvulas venosas!!! (aunque el símbolo asociado es el del pedernal)

Si esto es cierto las consecuencias que genera son difíciles de aceptar. Antes de recurrir a un “deus ex machina” formado por marcianos, selenitas, ummitas o annunaki, más bien creo que estos conocimientos se deben o a que tuvieron (en el interior de los templos-escuelas) microscopios (se han hallado en varios pueblos americanos lentes ópticas) o a que heredaron estos conocimientos de tradiciones milenarias, conservadas con el más grande secreto y celo. Los aztecas de los toltecas y estos de “los pueblos llegados del mar, donde nace el sol”, una referencia bastante clara a un continente sumergido, con conocimientos muchos de ellos sumergidos también en nuestra memoria y otros que poco a poco vamos desvelando.

José Carlos Fernández

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[1] Insisto en “simbólico”, pues en la antiguedad, en las civilizaciones de corte iniciático, NADA, ABSOLUTAMENTE NADA SE DEJA LIBRADO AL AZAR en el terreno de lo sagrado, de la relación del hombre con los dioses. Lo que llamamos “motivos ornamentales” en las cerámicas o frisos de los templos o estatuas, es tan solo una muestra de nuestro desconocimiento del significado que estos tenían para estos pueblos. Insisto que NO EXISTE EL CONCEPTO DE ADORNO EN LA ANTIGUEDAD, todo, hasta el más mínimo detalle de lo que se representa tiene un significado, una “potencia mágica”, y además ha de ser “bello”, es decir, que “adorna”. Una línea zigzag u ondulante en una vasija ibérica, una cenefa con cruces o una simple hilera de puntos, una sucesión de círculos con bandas de distintas inclinación, entre los aztecas…o cualquier otro motivo de cualquier otra cultura, tienen su significado mágico-filosófico que podemos conocer o no, pero de tanta importancia como la paloma, el cordero o el crismón en la religión cristiana.

Sangre Azteca

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