“Así descubrí que el rio hirviente de la Amazonia no era una leyenda”

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Seguro que alguna vez habréis escuchado las historias que giran en torno a ciudades y lugares míticos, como la Atlántida, El Dorado o el reino de Camelot. De hecho, imbuidos por estas leyendas, una gran cantidad de exploradores, cazatesoros y científicos se aventuraron en largas búsquedas para hallar todos estos lugares, hasta hoy infructuosas. Sin embargo, muchas de estas expediciones sí que llegaron a buen puerto, convirtiendo el mito en una realidad, como el famoso descubrimiento de las ruinas de la antigua ciudad de Troya.
Cuando Andrés Ruzo era un niño, su abuelo le contó todos los mitos y leyendas que giraban en torno a la conquista de los españoles de Perú, sobre El Dorado y un río de agua hirviendo en lo más profundo de la selva amazónica.
Muchos años después, mientras estaba tratando de entender el potencial de la energía geotérmica de Perú, se acordó de esa leyenda y se preguntó: ‘¿existirá realmente el río que hierve del que me habló mi abuelo?’

¿Sería cierta la leyenda?

Así nos lo cuenta Andrés Ruzo en su relato:
“Cuando era niño, en Lima, mi abuelo me contó una leyenda de la conquista de España en Perú.
Atahualpa, emperador de los incas, había sido capturado y aniquilado. Francisco Pizarro y sus conquistadores se habían enriquecido, y las historias sobre su conquista y la gloria habían llegado a España, lo que estaba trayendo nuevas olas de españoles, ávidos de riquezas y gloria.
Iban por los pueblos preguntando a los incas: ‘¿Dónde hay otra civilización que podamos conquistar? ¿Dónde hay más oro?’.
Los incas, a modo de venganza, les decían: “Vayan a la Amazonía. Allá encontrarán todo el oro que quieran. De hecho, hay una ciudad llamada Paititi -El Dorado, en español- toda hecha de oro”.
Los españoles se fueron a la selva pero los pocos que regresaron contaban historias de poderosos chamanes, de guerreros con flechas envenenadas, de árboles tan altos que tapaban el sol, de arañas que comían pájaros, culebras que se comían hombres enteros y de un río que hervía”.

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Cuando llegó a la edad adulta, mientras trabajaba en su doctorado sobre el potencial de la energía geotérmica en Perú, se acordó de esa leyenda y se preguntó si el río que hierve existiría realmente:
“Les pregunté a colegas de la universidad, al gobierno, a las compañías de petróleo, gas y minería. La respuesta siempre un “no” unánime. Y tiene sentido: aunque existen ríos hirvientes en el mundo, generalmente están asociados con volcanes. Se necesita una fuente poderosa de calor para producir una manifestación geotérmica tan grande. Pero no hay volcanes en la Amazonía, ni tampoco en la mayor parte de Perú. Por ello, no debía haber un río hirviente ahí.
Cuando estaba contando esta misma historia en una cena familiar, mi tía me dijo: “pero no, Andrés, yo he estado ahí. Yo me bañé en ese río”. Y mi tío confirmó: “No miente. Uno solo puede nadar en él después de una lluvia fuerte, y está protegido por un poderoso chamán. Tu tía es amiga de su esposa”.

 

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El descubrimiento

Así fue cómo Andrés terminó adentrándose en la selva, guiado por su tía, a más de 700 km del centro volcánico más cercano. Cuando iban caminando por un sendero, de repente Andrés escuchó algo:
“El sonido de un oleaje suave que, a medida que nos acercábamos, se hacía más y más fuerte. Sonaba como olas del mar constantemente rompiendo, y cuando estuvimos más cerca pude ver una columna de humo y vapor elevándose entre los árboles. Y después vi esto:
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Inmediatamente saqué mi termómetro, y la temperatura promedio del agua en el río era de 86ºC… No eran precisamente los 100ºC del punto de ebullición, estaba bastante cerca. El río corría caliente y raudo”.
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Para su sorpresa, el agua estaba limpia y su sabor era agradable, algo que -según cuenta el propio Andrés- es algo poco común en los sistemas geotérmicos. Hablando con los lugareños, descubrió que gente de allí siempre ha sabido de su existencia y que el río forma parte de su cotidianidad: toman su agua, aprovechan su vapor, cocinan, limpian y hasta toman sus medicinas con él. El nombre indígena del río es Shanay-timpishka, o ‘hervido con el calor del sol’ en español. Cuando Andrés le contó al chamán las intenciones de estudiar el río, este le dio su bendición para que procediera.
La cuestión principal era descubrir por qué el río hierve:
“Se trata de manantiales calientes que brotan de las fallas. Así como nosotros tenemos sangre caliente corriendo por nuestras venas y arterias, la Tierra tiene agua caliente corriendo por sus grietas y fallas. Cuando llegan a la superficie, se producen manifestaciones geotérmicas: fumarolas, aguas termales o, en este caso, ríos hirvientes”.

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El río fluye a lo largo de 6,24 km y es bastante ancho en la mayor parte de sus tramos. Posee piscinas termales y cascadas de más de 6 metros de altura, todo de agua prácticamente hirviendo, aunque su temperatura no es la misma en todos sus tramos ya que se enfría y se calienta hasta que desemboca en otro río. Hasta los 47º es posible bañarse en sus aguas, pero más alto que esa temperatura, podría resultar mortal.
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Según narra Andrés, lo que es más increíble son las temperaturas. Son similares a las de volcanes de todo mundo, incluso supervolcanes como el de Yellowstone. Al parecer, las informaciones muestran que el río de aguas que hierven existe independientemente del volcanismo, por lo que es único.
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¿Pero por qué ocurre?

Ruzo cree que hay que seguir investigando para entenderlo mejor pero, según la información que han recogido, parecería ser el resultado de un gran sistema hidrotérmico.

 

“Básicamente, el agua podría venir de los glaciales de los Andes que, tras filtrarse hasta lo profundo de la Tierra, brota como agua hirviendo, calentada por el gradiente geotérmico, todo gracias a su situación geológica única.
Sin embargo, a pesar de todos esos estudios, todos los descubrimientos y las leyendas, queda la pregunta:
¿Cuál es el significado del río hirviente? ¿Cuál la trascendencia de esa nube estacionaria que flota sobre ese retazo de selva? ¿Cuál es la importancia de un detalle en una leyenda de la infancia?
Para el chamán y su comunidad, es un lugar sagrado. Para mí, como geocientífico, es un fenómeno geotérmico único. Pero para los leñadores ilegales y los ganaderos, es solo otro recurso para explotar. Y para el gobierno peruano, es otro terreno desprotegido listo para ser explotado”.

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