Et Ante Luna Sedis Eius

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Más de diez veces en el Museo que guarda las memorias de la Emérita Augusta debo haber leído esta inscripción en piedra, y nunca me llamó la atención. Pero no este fin de semana, que recibimos en Nova Acropole Lisboa la visita de dos viejos amigos, Juan Carlos del Río y Helena Correas. El primero[1] vino a impartir un curso gratuito y público sobre “¿Qué sabe Google de nosotros?”, tres horas fascinantes y divertidas en que nos desveló en qué medida este buscador y empresa de publicidad en tanto que nos aporta un caudal de información casi sin límite, nos desnuda para “vendernos” hasta un punto en que nos habría sido difícil imaginar. El domingo fuimos al Museo Gulbenkien, sin duda el mejor Museo artístico e histórico en Portugal, y en él había una Exposición Temporal de importantes piezas del Museo de Mérida (entre ellas la soberbia del Mitra-Cronos). Al ver la placa en piedra y esta inscripción quedé muy impresionado por lo que en ella dice: Et Ante Luna Sedis Eius.

La pieza pertenece, como ya dije al Museo Nacional de Arte Romano (en Mérida), su número de inventario es CE26793 y es llamada “Cancel de la Luna”. Es una placa de mármol de 60cms por 50 y 6 de grosor, en la que se ha esculpido la imagen de entrada a un templete o edículo. Las dos columnas que lo enmarcan son de base ática y plinto y capitel compuesto en forma de loto, y sostienen un frontón triangular y trazado por una cuerda (semejante a la de los “cartuchos” egipcios” que delimitan un “espacio sagrado”). En el interior de dicho frontón, como puede ver el lector en la fotografía se ven los gallones de una venera o una palmeta triangular con 9 brazos o irradiaciones. El diseño en su conjunto es muy semejante al diagrama teosófico de la Constitución Septenaria del Hombre y la Naturaleza, legado al mundo, por H.P. Blavatsky, llave de misterios micro y macrocósmicos de vital importancia. Fuera del frontón, en la parte más alta de la pieza, a derecha e izquierda vemos dos pequeñas rosetas rehundidas de cuatro pétalos.

En la parte cuadrada o inferior hallamos inscrita una Luna crepuscular o menguante, y el texto ya mencionado “ET ANTE LUNA SEDIS EIUS”, compuesto al modo de las inscripciones romanas, para ahorrar espacio (o quizás por razones simbólicas que desconocemos), la I dentro de la D, y la A, N y T del “Ante” formando un solo trazo compuesto.

Los expertos dudan en si es o no es una estela o inscripción funeraria. Tampoco concuerdan en su antigüedad ni en su uso, que para unos es romana del siglo IV y para otros visigoda de finales del siglo VI o principios del VII.

En el libro “Repertorio de arquitectura cristiana en Extremadura: época tardoantigua y altomedieval”, escrito por Pedro Mateos Cruz y Luis Caballero Zoreda, se hace un estudio de la misma pormenorizado, con las diferentes interpretaciones. Dice que para Blanco Freijeiro, quien la data en el siglo VI, “es una inscripción funeraria que da a entender que el alma, generada probablemente por el fuego primordial del sol, hace escala (sedis) en la luna antes de descender a la tierra a encarnarse en un cuerpo, y que a la luna ha de volver al morir la persona”. Para Cruz Villalón –seguimos la descripción de este libro- es del siglo IV, por el tipo de escritura y por las rosetas o discos a ambos lados del frontón, que dice que son de tipo africano. Este mismo autor dice que “El texto corresponde al ambiente religioso del siglo IV. Es un mensaje críptico que podría ser pagano (gnóstico), herético (priscilianista) o cristiano ortodoxo. En cualquier caso no es una inscripción funeraria, sino que tiene un significado religioso, que, en el caso de ser cristiana, significaría la glorificación de Dios”

La interpretación más moderna, del 2001 realizada por Barroso y Morín dice también que la placa es de finales del siglo VI e inicios del VII, que representa una alegoría triunfal, con claras referencias mesiánicas, y también dice que está inspirada en el relato apocalíptico (¿). Refiere que es una traducción de una de las versiones del Salmo 71 (no claramente de la versión de la Vulgata, comentada después por San Agustín, en que el texto es diferente), que dice:

“Ante solem permaneat nomen Domini et ante lunam sedis eius”

“Ante el sol permanezca el nombre del Señor y ante la luna su sede”

Que en el Salterio de la Vulgata es:

Et permanebit cum sole et ante lunam generationes generationum

“Permaneció con el sol y ante la luna por generaciones de generaciones”

Que la Biblia Católica moderna basada en las traducciones del original hebraico simplifica:

“Que todos te adoren, en cuanto el Sol brille; en cuanto haya Luna, por siempre jamás”

La cuestión, como indica el último autor mencionado, es que en realidad no dice lunam, con m, en acusativo, sino luna, en nominativo. Él mismo añade que es un error propio del latín tardorromano en que la m final se fue perdiendo, y que quizás había otra placa donde se indicaba la primera parte del texto bíblico (Ante el sol permanezca el nombre del Señor), donde en vez de estar figurado una Luna, había un Sol. Nos preguntamos, en ese caso hipotético, por qué no hacer todo ello, poner el Sol y la Luna, a un lado y otro de la misma placa, como en muchas otras estelas, y con el texto íntegro.

Sinceramente prefiero la interpretación de Blanco Freijeiro, alusiva a las almas generadas por el Sol y que antes de descender a la Tierra deben pasar por la Luna, y lo mismo antes de regresar a su Padre-Sol, interpretación mística muy de acuerdo con el espíritu de la época.

O mejor aún, la enseñanza arcaica y antes esotérica, recopilada por H.P.Blavatsky (1831-1891) en su obra monumental La Doctrina Secreta. Porque si leemos esta máxima, literalmente, dice:

“Y ANTES LA LUNA FUE SU MORADA”

El Et (Y) innecesario nos hace pensar en una vinculación real con el texto del Salmo, pero al que se ha “forzado” intencionadamente para expresar una verdad oculta, sin que parezca extraño ni herético.

“ET ANTE LUNA SEDIS EIUS”

Según era enseñado en las Escuelas de Misterios toda la vida que hay ahora en la Tierra estuvo previamente en la Luna, que sería actualmente un cadáver, los restos “óseos” de un “cuerpo” o planeta exuberante de vida. Todo el conjunto de Mónadas (“Chispas Eternas de Vida”) que dinamizan lo que llamamos Naturaleza, y entre las cuales están las Humanas (precedidas de las del Reino Mineral, Vegetal y Animal), entró, junto con el Agua, como una “Oleada de Vida”, dispuesta, pues tal es la Ley, a realizar su Círculo de Necesidad o Evolución en una nueva morada, nuestra actual Tierra. Esta Biosfera o Ánima Viva, un Dios, verdaderamente, y al que bien podemos llamar GEA en homenaje a la hipótesis de Lovelock de un planeta que se “autorregula” y crea por sí mismo las condiciones para sostener la “vida”; habría sido la “Vida”, con mayúsculas, de la Luna, hace miles de millones de años. Del mismo modo que cuando suene la Hora (en varios cientos o miles de millones de años) esta “Oleada de Vida” pasará a un nuevo cuerpo planetario en gestación, y en la misma órbita que nuestras actuales Luna y Tierra con respecto al Sol. La figuración de la Luna en menguante, o sea, muriendo, para dar vida a la Tierra, reafirma este significado.

Tal es la enseñanza secreta divulgada en el siglo XIX por H.P.Blavatsky siguiendo las indicaciones de sus Maestros, un conocimiento secretado en las Iniciaciones como las de Eleusis, Samotracia, etc., etc., y cuya alusión directa estaba penada con la muerte, aunque muchos, felizmente, se atrevieron a revelarlo de un modo alegórico.

Jose Carlos Fernández

Almada, 15 de Febrero del 2016

Et Ante Luna Sedis Eius

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