Aida. Controlar el cerebro; el fin de los arcontes

Muy buen día para todos.
Hace como unos 15 años atrás me sentía plenamente convencido que dentro del cerebro existía alguna parte nociva que nos inducía a hacer las cosas muy mal.
Con el tiempo y la lectura de muchos libros y teorías se hablaba de *el otro yo*, algunos decían que dentro nuestro habitaban tanto ángeles como demonios.
Con el tiempo la Gnosis y su enorme Conocimiento vino a darme muchas explicaciones sobre ese tema.
Hoy, la mismísima Ciencia Médica afirma descubrir mecanismos de pensamiento a los cuales accedemos, y cuando lo hacemos…las cosas nos salen mal.
Es evidente que dentro de la caja craneal se encuentra algo que no es perfecto, tiene trampas…, hablo del cerebro.
Nadie perfecto puede crear algo imperfecto puesto que si dentro del cerebro accedemos a *ciertas áreas*..nos transformamos en imperfectos.
Dificulto que, quien dice habernos creado materialmente hablando, hubiera complicado tanto las cosas poniéndonos *trampas* dentro de nuestro cerebro para que nos equivoquemos y nos vaya tan mal.., si nos hubiera amado como dicen, nuestro cerebro no tendría sectores *fallados*, de los cuales abrevamos cada vez que *pensamos* y luego *sentimos*…para después…manifestarlo.
Dificulto que se nos haya puesto por amor una parte del cerebro que nos autodestruye, y nos enferma…
Habrá de ser que nuestro cerebro debió ser el original, puro, espiritual y perfecto, pero el relato Gnóstico nos explica cómo al atrapar a nuestro Espíritu en la carne, se le ató lo que llamamos *alma*, que a mi entender, no sólo es el ánima que nos permite estar vivos, sino también es la parte de nuestro cerebro infectada, a la cual accedemos cuando no hemos descubierto a la otra, la espiritual.
Los arcontes al preparar al nuevo viviente por nacer le atan un *alma* a su Espíritu intentando que ésta, lo mantenga inactivo, y nosotros en nuestro libre albedrío equivoquemos el acceso al área cerebral correcta. Libre albedrío que tampoco es tal si tenemos en cuenta que todas las trampas de éste mundo, como puede ser la ingeniería social, lo subliminal, el bombardeo mental e incluso el alimenticio, o las ondas ELF y demás artilugios que nos rodean para *controlarnos*, están íntimamente *unidos* a esa parte cerebral corruptora. Si fuésemos estimulados socialmente y en la vida cotidiana para acceder al lado correcto, no tengo dudas de que el trabajo de los arcontes no tendría éxito.
Cuán nociva y tramposa es esa zona cerebral, que hasta logra que nos enfermemos por nosotros mismos…
Hecha ésta introducción, me despido y les dejo ésta interesantísima nota con la Dra. Neuróloga Suzanne O’Sullivan…como para que se pongan a pensar en éstas cosas…;
La mayoría de la gente acepta sin problema que el corazón le palpite con fuerza cuando ve a la persona de la que está enamorado o que le tiemblen las piernas cuando va a hablar en público. Son emociones que provocan síntomas físicos reales. Sin embargo, cuesta aceptar que los mismos pensamientos que te encogen el estómago puedan llegar a provocar dolencias tan graves como ceguera, convulsiones o parálisis. Y sin embargo, así lo recoge Suzanne O’Sullivan en su libro *Todo está en tu cabeza* , en el que hace un repaso por algunos de los casos de enfermedades psicosomáticas más impactantes con los que ha lidiado a lo largo de su carrera.
Una vez, la neuróloga O’Sullivan tuvo una paciente llamada Linda que se había notado un pequeño bulto en el lado derecho de la cabeza. Era solo una acumulación de grasa, pero no dejaba de hacerse pruebas y comprobaciones.
Al poco, perdió la sensibilidad del brazo y la pierna derechos: la paciente estaba segura de que el bulto había llegado al cerebro. Cuando O’Sullivan la vio, la parte derecha de su cuerpo, donde tenía el bulto, había perdido todo movimiento y sensibilidad. El hecho de que Linda no supiera que la parte derecha del cerebro controla la parte izquierda del cuerpo había hecho que su mente se equivocara al crear sus síntomas. Linda sufría un trastorno psicosomático: sus pensamientos le causaban síntomas de una enfermedad que no tenía.
*Tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo*
Cuando O’Sullivan se estaba especializando como neuróloga, le enseñaron a despachar a los enfermos que tenían síntomas físicos causados por conflictos mentales. *Todos mis pacientes tenían convulsiones pero en el 70% de los casos no tenían epilepsia: por más que les examinaba no encontraba ninguna lesión ni causa neurológica que explicase sus síntomas. Tenía que ser algo psicológico*. Pero decirles que no tenían epilepsia y mandarlos a casa no les suponía ningún tipo de consuelo, así que la doctora se sintió obligada a encontrar la manera de ayudarles.
Fue en 2004 cuando empezó a hacer algo al respecto.
Desde entonces, cuando da con un paciente con síntomas pero sin lesiones neurológicas, intenta hacerle entender que el origen de sus males es un problema psicológico que no está resolviendo bien. Pero los pacientes no suelen aceptar este diagnóstico.
*Tienen un estrés mental del que no son conscientes y alguien les está obligando a enfrentarlo. Esos síntomas son una manifestación del organismo: tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo*, cuenta la neuróloga.
Nadie está a salvo de estas enfermedades, hay cientos de causas que las originan. Según O’Sullivan, los casos muy extremos, como los ataques o las parálisis, suelen nacer de traumas psicológicos severos; los menos graves pueden surgir de un cúmulo de agobios pequeños que los pacientes no saben gestionar. *Depende de la atención que la persona presta a los dolores. Si se obsesionan y tratan de buscar una y otra vez una explicación médica que no existe, es posible que acaben desarrollando la enfermedad psicosomática*, explica O’Sullivan.
*Las discapacidades que ideamos son tan infinitas que ya he dejado de creer en los límites*…
Para curarse, la atención psicológica es indispensable. Según O’Sullivan, lo primero es abandonar la idea de que hay una enfermedad orgánica. La siguiente fase es ver cómo la mente afecta al cuerpo: si sientes palpitaciones y te das cuenta de que tienes ansiedad, empezarán a ser mucho menos graves al saber por qué están causadas. Pero si las asocias a problemas del corazón y las pruebas médicas no reafirman tu idea, probablemente te obsesiones y las palpitaciones empeoren.
*A veces los pacientes desean desesperadamente que encuentres un mal resultado en las pruebas, que pongas nombre a su enfermedad y les recetes unas pastillas que justifiquen sus dolores*, cuenta la neuróloga.
Este problema es mucho más común de lo que parece. El 30% de las personas lo sufre y la inmensa mayoría ni siquiera lo sabe.
Tras más de diez años de dedicación a las enfermedades psicosomáticas, Suzanne O’Sullivan sigue sin poder elegir cuál ha sido el caso más grave que ha visto. *Los casos más duros son los de la gente que enfermó cuando tenía 16 años y a los 50 sigue viendo a médicos. Están ciegos o en silla de ruedas y siguen operándose. Hay gente que conozco que come a través de un tubo pero no tiene ninguna enfermedad orgánica. Cada parte de su cuerpo ha sido afectada por su mente*.
Para Suzanne O’Sullivan ya nada es increíble.
*Las discapacidades que creamos con nuestra mente son tan infinitas que ya he dejado de creer en los límites*.
De una simple dolencia, como un dolor estómago por estrés, se puede pasar a un trastorno cuando los síntomas exceden la normalidad e incapacitan poniendo en peligro la salud. Este es el caso de Matthew, cuyas búsquedas en internet le hicieron creer que padecía esclerosis múltiple hasta el punto de que sus piernas llegaron a paralizarse. O el ejemplo de Yvonne, quien estaba convencida de haberse quedado ciega tras recibir un aerosol de limpieza en los ojos.
*Su sensación de ceguera era tan real que ella necesitaba hacerse pruebas una y otra vez para poder encontrar la causa.
Es como una adicción*, afirma la doctora.
Pero en ambos casos, experiencias vividas por O’Sullivan y detalladas en su libro, no había enfermedad alguna, todo lo estaba generando la mente que tiene un enorme poder sobre el cuerpo como demuestran las reacciones que no controlamos: lágrimas de tristeza, temblor de manos de nerviosismo o sonrojo de verguenza.
Detrás de las dolencias y trastornos psicosomáticos hay motivos psicológicos y trastornos emocionales no resueltos.
*Sólo se superan estas enfermedades si las detectas a tiempo, una vez establecidas es muy difícil deshacer el nudo*, apunta.
Y eso si el médico ha conseguido detectarlo, ya que muchos prefieren diagnosticar una patología física antes que cometer un error. *No se dan cuenta del daño*, apunta la doctora, quien resalta, además, el enorme gasto que esto genera el sistema sanitario.
En el centro de la controversia se sitúa la ausencia de pruebas que corroboren estas enfermedades psicosomáticas y se une la falta de formación en la carrera de Medicina.
*Pero algo está cambiando, hay un grupo de médicos, aunque se cuentan con los dedos de una mano, que están interesados*, señala la neuróloga, quien confía en que aumenten los recursos para poder investigar unas dolencias que se manifiestan de mil maneras diferentes, *por lo que no estoy muy convencida de que influya algún factor genético*.
*El cerebro juega con nosotros, tiene mil trucos para engañarnos. Siempre que doy una charla, pongo el ejemplo del gorila invisible.
Le enseñas a un auditorio inteligente un vídeo y le pides que se fijen en algo concreto, por ejemplo, que cuenten cuántas veces las personas que aparecen se pasan la pelota. Y un hombre vestido de gorila atraviesa la escena… ¡Es muy evidente! Pero la mitad de la audiencia no lo ve, porque se les ha pedido que se fijen en otra cosa. La gente piensa que controla su mente: pero nadie ha decidido que no quiere ver a ese gorila.
¡Simplemente no lo han visto!
*Hay un estudio de la Organización Mundial de la Salud que dice que una de cada cinco personas tiene seis síntomas médicamente inexplicables lo bastante severos como para causarles algún tipo de discapacidad, que las obligan a renunciar al trabajo…
Cuando te centras en los hospitales, el porcentaje va más allá. En un estudio realizado en Escocia analizaron a pacientes de una clínica neurológica, y su conclusión fue que una de cada tres personas tenían síntomas psicosomáticos.
Hay pacientes que nunca lo aceptan. Es parte del motivo por el que no están bien. Si puedes reconocer las conexiones entre cómo te sientes emocionalmente y las cosas físicas que te ocurren, lo más probable es que estas enfermedades psicosomáticas no te lleguen a afectar gravemente.
Pero si no puedes reconocer esa conexión, tienes muchas más posibilidades de que se convierta en un problema serio.

Gilgamesh
fuente/tiemposllegados.blogspot.com.es/

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