Grande y pequeño

G r a n d e     y     p e q u e ñ o

Cuando observamos las cosas a la luz del Tao,
nada es lo mejor, nada es lo peor.
Cada cosa, vista bajo su propia luz,
destaca a su manera.
Puede parecer «mejor»
de lo que se compara con ella
en sus propios términos.
Pero en términos de la totalidad,
nada destaca como «mejor».
Si medimos las diferencias,
lo que es más grande que otra cosa es
«grande».
Por tanto, no hay nada que no sea «grande».
Lo que es más pequeño que otra cosa es «pequeño».
Por tanto, no hay nada que no sea «pequeño».
Así que todo el cosmos es un grano de arroz,
y la punta de un cabello
es grande como una montaña…
Éste es el punto de vista relativo.
Se pueden derribar muros con arietes,
pero no se pueden tapar agujeros con ellos.
Todas las cosas tienen diferentes usos.
Los buenos caballos pueden hacer cien millas al día,
pero no pueden cazar ratones.
Como los perritos o las comadrejas:
todas las criaturas tienen dones que les son propios.
El búho de cuerno blanco puede cazar pulgas
a medianoche
y distinguir la punta de un cabello,
pero en pleno día se queda pasmado,
impotente,
y no puede ver ni siquiera una montaña.
Todas las cosas tienen distintas capacidades.

En consecuencia: aquel que desea el bien sin el mal,
el orden sin el desorden,
no comprende los principios
del Cielo y la Tierra.
No sabe cómo
están vinculadas las cosas.
¿Puede un hombre aferrarse nada más que al Cielo
y olvidarse de la Tierra?
Son correlativos: el conocer el uno
es conocer la otra.
El renegar de uno
es renegar de ambos.
¿Puede un hombre aferrarse a lo positivo
sin nada negativo
en contraste con lo cual se ve
que es positivo?
Si afirma poder hacerlo,
es un bellaco o un loco.

Los tronos pasan
de dinastía a dinastía,
ora hacia acá, ora hacia allá.
Aquel que llega al poder por la fuerza,
en contra de la corriente,
es llamado tirano y usurpador.
Aquel que se mueve con la corriente de los
acontecimientos,
es llamado sabio estadista.

Kui, el dragón de una sola pata,
tiene envidia del ciempiés.
El ciempiés tiene envidia de la serpiente.
La serpiente tiene envidia del ojo.
El ojo tiene envidia de la mente.
Kui le dijo al ciempiés:
«Controlo mi única pata con dificultad.
¿cómo puedes controlar tú un centenar?»
El ciempiés replicó:
«Yo no las controlo.
Caen por todas partes
como gotas de un escupitajo.»
El ciempiés dijo a la serpiene:
«A pesar de todos los pies que tengo, no
consigo moverme tan rápidamente
como tú lo haces sin tenerlos.
¿Cómo puede ser?»
La serpiente replicó:
«Tengo un deslizamiento natural
que no puede ser cambiado. ¿Para qué quiero
yo pies?»
La serpiente habló con el viento:
«Yo ondeo mi columna dorsal y me muevo
de una manera física. Tú, sin huesos,
sin músculos, sin método,
soplas desde el Mar del Norte hasta el Océano del Sur.
¿Cómo consigues llegar hasta allí
sin tener nada?»
El viento respondió:
«Cierto, surjo del Mar del Norte
y llego sin obstáculos hasta el
Océano del Sur.
Pero cada ojo que me observa,
cada ala que me utiliza,
es superior a mí, a pesar de que
yo pueda arrancar los más grandes árboles, o
derribar grandes edificios.
El verdadero conquistador es aquel
que no es conquistado
por la multitud de lo pequeño.
Este conquistador es la mente…
Pero sólo la mente
del hombre sabio.»


Fuente:
Libro «El camino de Chuang Tzu»
por Thomas Merton

 

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