ME DESPIDO

En mi opinión, el acto de despedirse –que es un acto continuo y cotidiano del que no siempre somos conscientes- requiere de una atención y una dedicación plena para ser conscientes de lo que la despedida implica.

Hoy me despido de la vivienda donde he pasado los últimos 30 años de mi vida.

Termino de recoger las últimas pocas cosas que ya quedan con una consciencia amplia, del acto y del momento, que supongo que en otro momento de mi vida no hubiera sabido ni hubiera podido hacerlo.

Estoy grabándome a fuego en la memoria cada uno de los rincones –porque sé que no los volveré a ver- y, sorprendentemente, descubro cosas que en los 30 años de estancia no vi. Con mi vida me pasa exactamente lo mismo.

Me estoy despidiendo a conciencia, sabiendo lo que hago.

Lógicamente, esta atención permite que afloren todos los recuerdos que tengo de tan larga estancia en este sitio, y todas las cosas que ha pasado -¡y mira que han pasado cosas!-, y todas las emociones que he vivido aquí, y toda la gente que ha ido desfilando por aquí, y todas las noches alegres o serias, y mi soledad interior en esta cárcel voluntaria, y la compañía impagable de mis seres queridos.

El repaso a mi estancia en esta casa es, por supuesto, un repaso a mi vida. Cuando llegué aquí tenía pocos años y mucho futuro por delante, muchas ilusiones sin desenvolver aún, muchos sueños y esperanzas, y la promesa de un porvenir que el propio Dios con su mejor voluntad había diseñado para mí.

Dejo la vivienda pero me llevo los recuerdos. Recojo todos los que aún quedan por el aire. Aún sigue vivo el eco de todas las risas que nacieron aquí. Aún resuenan, en un tono íntimo casi secreto, las palabras de amor que se pronunciaron. Aún quedan destellos vivos en el aire que son la luz de los ojos que se iluminaron y brillarán hasta el infinito. Si no me distraigo, escucho las ya lejanas risas de mis hijas jugando. Si prestara aún más atención estoy seguro de que podría escuchar conversaciones enteras que se quedaron enganchadas en las cortinas, músicas que habrá debajo de las alfombras, sorpresas escondidas en los cajones, nostalgias jugando a esconderse.

Soy consciente de todo ello, y como soy consciente sé que me tengo que despedir porque esto, como todo, también cumplió su ciclo. Ahora comenzará otra etapa. Ni mejor ni peor: distinta.

El Yo que saldrá hoy de aquí no tiene nada que ver con el que vino. Las experiencias de la vida me han ido desarrollando y llevándome al origen, a la esencia, a quien realmente soy.

Tengo 61 años, una VIDA por delante –porque hasta hace poco lo que tenía era simplemente una vida- y soy muy consciente de que la vista ya casi me alcanza para poder leer el letrero donde pone FIN, pero también sé que el tramo que me lleva hasta ese anunciado destino será mucho más lúcido, más atento -más lleno por tanto-, más Humano –algo he aprendido…-, más hermoso –he experimentado el placer de ver y gozar la hermosura de las cosas pequeñas que casi siempre pasan desapercibidas-,  de reconciliación conmigo y con lo que me rodea, de despedidas continuas –cada vez habrá más ocasiones que sean la última vez de algo-, y potenciaré con ahínco lo que he visto que son los pilares básicos y el sentido de estar aquí y ahora, en este Mundo: Ser Uno Mismo, el Amor, los Amigos, la Familia, la Paz, El Agradecimiento, la VIDA plena, y Dios. Y que cada uno lo ponga en el orden que le parezca conveniente, y que añada o quite lo que quiera.

Me despido de la vivienda –como me iré despidiendo de otras cosas- y en esta despedida pongo el alma, el agradecimiento, y mi reverencia.

Y te invito a que tú hagas lo mismo con las cosas de tu vida que sabes que tienes que dejar.

Te dejo con tus reflexiones…

(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo con tus conocidos. Gracias.)

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9 comentarios en “ME DESPIDO

  1. ¡ Maestroviejo! te vas de tu casa, pero te llevás todo en tu corazón, lo que queda no tiene importancia, son ladrillos, te llevás todo amigo, todo, te deseo que seas muy feliz en tu nueva vivienda , y sigo agradeciéndote por todo…..

    1. También dejé el negocio-casa en el que viví 26 años con mi familia.
      la persona amiga, que hoy lo ocupa, cada que vuelvo a visitarla no deja de decir; «se siente despues de años la presencia de ustedes, que parece que todavia están viviendo aqui»
      Yo así lo siento todavia, algo impregnado queda en el frio material.

      Hay una casona que fué la sede de la «Santa inquisición» a unas 8 cuadras, y cada que paso por esa calle, no dejo de arrepentirme de pasar tan cerca de ese espantoso lugar, tiene una vivra abominable…despues de tantos años.

  2. usted deja una casa….

    pero el sentido de hogar se lo lleva consigo, dentro suyo.-

    todo pasa… la tristeza tambien pasara….. la nostalgia de las cosas que fueron….

    y comenzara una nueva historia.-

    suerte.-

    profesor J

  3. Casi paso por alto este articulo.
    Una muy linda reflexión personal, sentida… pero con una alta madurez de comprender la experiencia que llamamos vida.
    Los mejores deseos en este cambio.

  4. Hoy 10 de Enero del 2015 he ido a despedirme de la casa donde viví desde mi niñez hasta contraer matrimonio.
    Es una casa antigua dentro de un edificio antiguo familiar de cuatro viviendas, todo el edificio lleva años cerrado. En aquel edificio vivían mis abuelos y yo con ellos además una tía soltera, en otras estancias mis padres y mis hermanos y otros tíos con cinco primos. La casa tenia un patio grande donde pase los mejores momentos de mi niñez y pubertad.
    He ido y he besado sus muros, repasado las paredes con mis dedos, que ya no son aquella pequeña mano infantil, que como un bucle en el tiempo hoy reedito y comparto, he mirado por ultima vez sus puertas, sus artísticas baldosas, el largo pasillo por donde agarrado por detrás a la cintura de mi abuela cerraba los ojos y jugaba a no ver nada en un sentir de ignorante vacío percibiendo un sonido al final de risas y cacerolas, nunca mas veré la casa, la familia ha vendido el inmueble para que un promotor haga otro edificio, he rescatado enseres y algún mueble que en una camioneta hemos traído a mi actual domicilio con vocación de salvación, otros serán donados o sucumbirán en el caos del derribo con un duro sentimiento de haberlos traicionado.
    He vagado por ultima vez por sus oscuras y frías habitaciones, he leído papeles amarillos, libros de texto, un curso de Cobol y Ensamblador, papeles de una corta representación que lleve a los 18 queriendo buscar futuro, objetos, pequeñas enseñas, bloc de dibujos y libros de matemáticas y contabilidad, que forman parte de aquella vida, de aquellos años de rosas y miel. No quería irme de allí, y con avidez repasaba todo aquello que era parte de mi vida, era mi propia vida trasladada a sus testigos Adornos, mantas, y tejidos que hoy yacen por el sucio suelo, madejas de lana y algún pañito de fina puntilla que mi tía Conchi dejo inacabado al sorprenderle la muerte. La casa muere con sus dueños y es verdad, todo es tan efímero, las ilusiones, los objetos, las pertenencias, los detalles, todo se paraliza en un instante, las sombras de las habitaciones se petrifican y se satura el aire con crepúsculos de memoria.
    Las casas tienen espíritu, sus muros y estancias palpitan de recuerdos, tantas casas han habido como sus moradores, y todos, familias y casas desaparecieron en el olvido del tiempo.
    Es difícil escribir los sentimientos, es casi imposible trasladar al papel la fina imagen de los recuerdos.
    Baje despacio al patio, era el patio de mi adolescencia que hoy lo miraba desde el declive de los días pasados,
    estas abandonado como la memoria que aún conservas, todo en ti me recuerda días claros, la desbordante frescura de un niño que creció contigo, días solariegos contaminados de ilusión donde jugábamos a descubrir el mundo.
    Estas piedras esculpidas por el agua, tapadas hoy por la hojarasca del tiempo que un verano en bicicleta las trajimos de aquel río lejano y surtidor, con mi tía Conchi liderando la raffia.
    Con ellas construimos parterres ajardinados que no eran otra cosa que islas enemigas en medio de un imaginario océano, alimentando los juegos con mi hermano o yo solo también en mis sueños. Eran soldados de plástico de pintura desconchada que se apostaban y se defendían en una confusión imaginaria de corsarios.
    Aún hoy aparecen lirios en el abandono, esquejes tenaces herederos de aquellos otros que serian en los días luminosos el camuflaje perfecto para la batalla.
    Recuerdo, construir con cuatro tablas el recinto de los sueños, la cabaña de los indios o el fuerte de caballería el pensamiento ponía el resto, el ruido de fusiles en la boca, y los soldados frenéticos en la batalla. Hasta de la copa de un árbol hice abrigo y vigía, y en el secreto de su sombra aposté el escondite mas perfecto de mi bien mas preciado, una espada de madera fabricada con esmero por mi abuelo.
    Recuerdo aquel ruido de las maquinas de un taller cercano con el eterno martilleo de sus maquinas que inundaba el aire en las horas de trabajo, donde un obrero llamado Josete imitaba con acierto el cancionero de Fairena.
    Había en el patio árboles frutales y almendros, un melocotonero y un ciruelo de ciruelas rojas como sangre.
    Dos pinos que los vi crecer conmigo a los que retaba mi altura, hasta que un día sin darme cuenta me adelantaron con ventaja. Hoy, condenados a muerte escapan por el tejado en busca de un sol mas limpio y del propio azul infinito.
    Adelfas y un níspero, un membrillero de frutos amarillos, a los que me gustaba sacar brillo de espejo limpiando su vello con un paño, para que antes de consumirlos sirvieran por unos meses al menos, de exótica decoración olorosa.
    Dos nogales de los que se comentaba lo caro su madera, que daban escasas nueces por que se decía también deberían tener mas edad.
    Una inagotable higuera que abastecía a la familia de unas dulces brevas de Septiembre, con su sus gotas de leche y miel que irritaban las manos al cogerlas de sus ramas.
    Y muchos rosales, rosales trepadores injertados de zarzas cogidas del río por mi abuelo, de rosas como puños, que yo siempre me resistía a cortar por no destruir su belleza.
    Era el patio de mi abuelo jardinero
    Donde los atardeceres de verano mi tía aliviaba la aridez de las horas de sol con una manguera fresca y generosa, y aquel patio nos devolvía agradecido una uní potente olor a tierra mojada que aun hoy percibo como mezcolanza y sensación entre el olfato y la memoria..
    También recuerdo con fijación nostálgica como el aire de Septiembre transportaba hasta sus muros el rumor cercano de la feria de Albacete. Era tanta la paz y concordancia del lugar que hasta una tortuga habitaba su vergel y los pájaros vestían de nidos las ramas limpias de sus árboles en el silencioso remanso de flores y mariposas.
    Hoy su paisaje es muy distinto todo es desolación y abandono, sus principales protagonistas ya se fueron y quedamos otros siguientes portadores de la memoria, ya cada uno tomo su destino y el patio quedo huérfano de miradas, risas y juegos, sus paredes desconchadas hablan de otro tiempo y las descuidadas ramas de sus arboles aparecen caídas sobre su tierra desconsolada.
    Y ya, al fin otro día siguiente vendrá, quizás también de primavera, otros pájaros imitaran el canto eterno del sol y aparecerán las maquinas con sus herramientas y oficios, derribaran sus muros, y barrerán el vestigio mas absoluto de esta vida, de este patio, de esta casa, de sus habitantes y sueños, de los hombres y mujeres que alguna vez se sentaron en sus sombras y depositaron en el sus pensamientos, hombres y mujeres, que jugaron en su vergel con el sol en sus las pupilas y la complicidad de las ramas.
    Es el patio y la casa que me vieron crecer
    Algo mió siempre quedara prisionero y morirá con ellos
    Por que desde su infinito misterio, miraba al cielo y pensaba con la inquietud de un niño,
    como seria la vida después.

  5. Si pudiésemos tener consciencia de lo efímera de nuestra vida,
    tal vez pensaríamos dos veces antes de ignorar las oportunidades
    que tenemos de ser y de hacer a los otros felices.

    Muchas flores son cortadas muy pronto;
    algunas apenas pimpollo.
    Hay semillas que nunca brotan y hay aquellas flores
    que viven la vida entera hasta que, pétalo por pétalo,
    tranquilas, vividas, se entregan al viento.

    Pero no tenemos como adivinar.
    No sabemos por cuanto tiempo
    estaremos disfrutando este Edén, tampoco las flores
    que fueron plantadas a nuestro alrededor.
    Y nos descuidamos a nosotros mismos y a los otros.

    Nos entristecemos por cosas pequeñas y perdemos un tiempo precioso.
    Perdemos días, a veces años.

    Nos callamos cuando deberíamos hablar,
    y hablamos demasiado cuando deberíamos quedar en silencio.

    No damos el abrazo que tanto nos pide nuestro corazón
    porque algo en nosotros impide esa aproximación.
    No damos un beso cariñoso
    “porque no estamos acostumbrados a eso”
    y no decimos lo que nos gusta porque pensamos
    que el otro sabe automáticamente lo que sentimos.

    Y pasa la noche y llega el día; el Sol nace y adormece,
    y continuamos siendo los mismos.
    Reclamamos lo que no tenemos,
    o que no tenemos lo suficiente.

    Cobramos. A los otros. A la vida. A nosotros mismos.
    Y nos consumimos,
    comparando nuestra vida con la de aquellos que poseen más.
    Y si probáramos compararnos con aquellos que poseen menos?
    Eso haría una gran diferencia!

    Y el tiempo pasa. Pasamos por la vida y no vivimos.
    Sobrevivimos, porque no sabemos hacer otra cosa.
    Hasta que, inesperadamente,
    nos acordamos y miramos para atrás.

    Y entonces nos preguntamos: ¿Y ahora?
    Ahora, hoy, todavía es tiempo de reconstruir alguna cosa;
    de dar un abrazo amigo; de decir una palabra cariñosa;
    de agradecer por lo que tenemos.

    Nunca se es demasiado viejo,
    o demasiado joven, para amar,
    para decir una palabra gentil, para hacer un cariño.

    No mires para atrás. Lo que pasó, pasó.
    Lo que perdimos, perdimos. Mira hacia adelante!
    Todavía hay tiempo de apreciar las flores
    que están enteras a nuestro alrededor.

    Todavía hay tiempo de agradecer a Dios por la vida,
    que aunque efímera, aún está en nosotros.

    “Todo es efímero como el arco iris”. Virginia Woolf

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