El Faraón de Abraham No Era el Rey de Egipto

Durante épocas los intelectuales occidentales creyeron que la cultura occidental es claramente distinta de la de Oriente.
Siempre pareció que las culturas oriental y occidental estaban separadas por una gruesa línea roja (difícil de cruzar). Por lo tanto los habitantes de Occidente tienden a ver sus ideas políticas, sociales y espirituales como completamente diferentes de las del Este.
La razón de esto es la creencia (equivocada) de que la raíz de cada aspecto de la cultura occidental había sido originalmente creada por mentes occidentales y que creció y se desarrolló en suelo occidental según valores occidentales.
Con respecto a esto el judaísmo ha sido considerado durante mucho tiempo como uno de los componentes básicos de la espiritualidad occidental (una convicción que hemos desconstruído totalmente y de la que expusimos su falacia en nuestro reciente libro).
La antigua convicción podría contener alguna verdad en lo que se refiere a algunas ciencias, artes y humanidades, pero cuando se trata de las ideas espirituales y religiosas dicho concepto «hecho en Occidente» no resistirá nuestro escrutinio y caerá finalmente sobre su cara.
Y ya que el judaísmo y sus historias se consideraba que estaban en el núcleo de la teología cristiana, ambos fueron de alguna manera mezclados como una sola fe bajo la común designación de «judeo-cristianismo», dos sistemas de creencias totalmente antagónicos que no deberían haber sido mezclados, si no hubiera sido por la agenda política romana para pintar el Imperio entero con una brocha religiosa monocromática.
Aquello realmente se desarrolló en una forma que ayudó a acabar con la incesante rebelión/beligerancia judía (como la del Estado Islámico de hoy) en las provincias romanas de Arabia y el Levante.
Pregunte a cualquier europeo o estadounidense promedio qué es lo que lo une a él al «Estado judío/sionista de Israel» y usted recibirá al instante esta respuesta espontánea y penosamente ingenua: «Hay un fuerte vínculo entre nosotros e Israel porque compartimos los mismos valores».
Por aquellos mismos valores él quiere decir la fe judeo-cristiana y las historias (apocalípticas) israelitas, el (insano) cumplimiento de las cuales anunciará la así llamada segunda venida de Cristo. De ahí la nueva terminología eclesiástica que las Iglesias han comenzado recientemente a capitalizar acerca de este distorsionado concepto, p. ej., el sionismo cristiano.
Pero poco sabían aquellos estadounidenses y europeos (que se suscribieron a esta nueva fe/Iglesia) que dicho nexo era sólo un engaño disfrazado, y que aquellos valores eran completamente ajenos a Occidente y a su cultura inherente. Éste es principalmente el objetivo de nuestro libro y este ensayo: exponer siglos de engaño e ilusión aumentados por la tendenciosa y descaminada academia occidental.
Judaísmo e Islam: Dos Caras de una Misma Moneda
La mayor parte de los orientalistas que examinaron el Corán y la literatura y la jurisprudencia islámicas, a menudo han llegado a la conclusión de que la literatura/escritura islámica ha imitado muchas de las leyes e historias judías. Bien; con respecto a esto, los orientalistas y la mayoría de los eruditos occidentales tienen sobrada razón. Pero por extraño que parezca, ninguno de ellos se preguntó por qué el Islam y el judaísmo son tan (sorprendentemente) similares en sus leyes e historias. ¿Por qué las mismas historias de los Patriarcas judíos son reiteradas repetidas veces y pueden estar en una manera más detallada en el Corán?.
Incluso más extrañamente importante, ¿cómo es que millones de musulmanes durante los últimos 1.400 años han llegado a familiarizarse tanto con las historias israelitas si aquéllas eran exclusivamente occidentales?.
Hasta este mismo momento cada niño musulmán, antes de que le enseñen el orden alfabético, es por lo general bien instruído / adoctrinado con las historias de Noé, José, David y Salomón y por supuesto (alimentado a cucharadas) con la célebre historia de Moisés y Faraón (en Egipto).
Algunos podrían sostener que eso no es sorprendente ni inesperado ya que el Islam es una de las religiones abrahámicas que también incluyen al judaísmo y al cristianismo. Bien, ése es un buen argumento, a condición de que primero concordemos en la geografía (original) y la cultura que dio a luz a Abraham y su nueva fe e ideas. Primero hábleme de la cultura nativa y la patria de Abraham y luego deme conferencias acerca de las así llamadas religiones abrahámicas.
Determinar no sólo el objetivo sino, más importante aún, la geografía exacta que produjo al judaísmo y las historias israelitas, será de tremenda ayuda. Ello nos dará acceso a la clase de «cultura» que creó aquella fe, y a la clase de «pueblo» que contó y nutrió aquellas (violentas y tribales) historias israelitas. En otras palabras, lograr averiguar las raíces culturales del judaísmo en efecto descubrirá las razones (antropológicas) que están detrás de la violencia (tribal) e intolerancia en la que las historias/leyes israelitas están tan empapadas y que hizo de los adherentes a la fe judía los más difíciles de asimilar en otras culturas a través de toda la Historia de la Humanidad. Y del mismo modo aquello nos ayudará a entender por qué el Islam ha seguido el ejemplo tan obstinadamente.
Los círculos académicos hasta este mismo momento insisten en definir aproximadamente el judaísmo como «una fe monoteísta que brotó en el antiguo Oriente Próximo». En la terminología moderna, aquello significaría el Oriente Medio entero como el hogar del judaísmo y sus historias. En otras palabras, los historiadores ortodoxos asignan el área entera que va desde Marruecos en el Oeste a Irán en el Este, y desde Yemen en el Sur a Turquía en el Norte, como la tierra de las historias israelitas. Esto claramente parece muy grotescamente anti-científico, pero por otra parte esos límites geográficos aproximados no podrían ser más convenientes para el fomento y avance de la idea de un Gran Israel (aunque no haya ninguna relación en absoluto entre el moderno Israel y los antiguos israelitas y su supuesta tierra prometida).
Según la escuela crítica/académica de la Historia, el «período patriarcal/ancestral» que comienza con Abraham es considerado ahora como un constructo literario posterior, no un período en la Historia real del mundo antiguo.
Pero ya que presento opiniones alternativas acerca de la Historia antigua, tiendo a confiar más en la Filosofía de la Historia con su metodología analítica que en la escuela crítica/ortodoxa de la Historia, aunque yo esté de acuerdo con la evaluación de sus eruditos que ven el cuento de Abraham (según es interpretado por los orientalistas) como no siendo un reflejo de la Historia real.
El término Filosofía de la Historia se refiere al aspecto teórico de la Historia, y especula si hay un diseño, un propósito, una coherencia y un principio rector en los procesos de la Historia humana. Y, más importante aún, investiga con su poder analítico la veracidad de nuestros registros y narraciones históricas, y si el camino de la Historia humana ha sido engañosamente desviado, o sus historias manipuladas. A diferencia de la escuela crítica de la Historia, que se enfoca en la interpretación literal de la Historia registrada, la Filosofía de la Historia se esfuerza por leer entre líneas y conectar los puntos mirando hacia atrás para tratar de entender cómo terminamos donde estamos.
Según la interpretación orientalista de la Biblia hebrea, Abraham fue «el Superhombre de la Antigüedad».
El Patriarca nació en algún momento alrededor de 1900 a.C. en la ciudad/pueblo de Ur (Sur de Iraq) en el antiguo Imperio caldeo en Mesopotamia; luego él se trasladó a Haran (frontera turco-iraní) y luego él se dirigió a Damasco (Siria). Luego viajó a Shechem y Bethel en Palestina (confundida por los académicos como Canaán). Después de eso, él dio un salto gigantesco hacia Egipto, donde él ofreció a su arrugada esposa/hermana de 65 años como una concubina para su rey (confundido con «Faraón»). Después él volvió a Palestina (confundida con Canaán) y, por supuesto, los viajes del entonces Patriarca de más de 150 años no habrían sido considerados santos si no se hubiera detenido un momento en Salem (Jerusalén), donde tuvo una reunión amistosa con su jefe, Melquisedec (rey honesto, en árabe).
Ahora, la razón de por qué muchos historiadores «académicos» ven el cuento de Abraham como solamente ficticio es simplemente porque muchos de los nombres de ciudades mencionados en su historia realmente no estaban todavía establecidos alrededor de la época del Patriarca.
En 1900 a.C. no existía Damasco aún, ni Canaán, ni Jerusalén, y definitivamente ningún Faraón en Egipto.
Sintiendo el bochorno y la vergüenza después de que casi dos siglos de extensas excavaciones en Egipto no entregaron ninguna evidencia histórica de algún «Faraón» como el título para el «Rey» del Egipto antiguo, los arqueólogos (con mentalidad capturada por la Biblia) admitieron que «Per-aa / Faraón» nunca realmente había sido el título regio para el rey de Egipto. Sin embargo, en un intento de salvar sus apariencias, ellos han añadido recientemente que el título «Faraón» comenzó a ser usado como una referencia genérica para el «Rey» de Egipto en un período muy tardío del antiguo Imperio egipcio (alrededor de 1200-1000 a.C.).
Ahora, aunque aquella aseveración y cronología sean totalmente erróneas, todavía es muy difícil para aquellos historiadores y arqueólogos «académicos» explicar cómo el «Rey de Egipto» al cual Abraham presentó a su esposa como su hermana podría mencionarse como «faraón», ya que según sus «contundentes» tesis/investigaciones no había ningún «faraón» en el Egipto antiguo alrededor de 1900 a.C. (la pretendida época del cuento de Abraham).
El Faraón de Abraham
Ahora, detengámonos aquí un momento y reflexionemos sobre esta inconsistencia. No había «faraones» aún en Egipto, y sin embargo Abraham se encontró con uno en sus antiguos viajes. Bien, esto podría traducirse en una de dos posibilidades: o Abraham nunca puso pie en Egipto, o él realmente había encontrado al «faraón», pero no en el «Egipto» que todos conocemos, y eso es lo que realmente había sucedido.
El «faraón» en la historia de Abraham, así como aquel con el cual hablaron Moisés y José, no es el rey de Egipto, como a millones de personas durante cientos de años se les ha hecho creer, sino que «Faraon / فرعون » es el antiguo título árabe para el líder tribal. Se sabe, lingüística e históricamente, que en la antigua Arabia el jefe de la tribu era designado como Faraon / فرعون. Por eso el verdadero faraón de Moisés era solamente un despiadado beduino/nómade árabe. Y, por consiguiente, aquello haría de los israelitas gente nativa de la Arabia antigua (gracioso, ¿no?), lo cual, sin embargo, es penosamente verdadero.
Pero nunca ni por un segundo conciba la falsa noción de que estamos construyendo nuestra tesis simplemente a partir de la correlación lingüística, ya que hay mucho más en esto que sólo semejanzas fonéticas, muchísimo más. Existe una verdad escondida, y estamos sólo rasguñando su superficie. Simplemente estamos exponiendo un grotesco y deliberado acto (judío) de distorsionar la Historia antigua de la Humanidad. Este antiguo engaño nos ha conducido lamentablemente a nuestra actual situación donde estamos abrumados con más del mismo grotesquismo y distorsión.
Los increíbles viajes de Abraham (solo y en un camello) parecieron casi imposibles o por otra parte sólo pura ficción para que los hiciera un hombre de cien años. Ello fue aún más difícil de tragar para los sofisticados y modernos arqueólogos (judíos) después de que ellos habían datado el siglo VII a.C. como la época en que los camellos fueron primeramente domesticados en el antiguo Oriente Próximo. En sus largos y arduos viajes, el envejecido Patriarca debe haber montado uno de aquellos horrendos caballos (direhorses) que vimos en la película Avatar de James Cameron (ningún sarcasmo aquí).
Pero si reexaminamos la misma historia de Abraham, pero esta vez mirada en su geografía, cultura y línea de tiempo originales y nativas, la historia entera podría parecer no sólo diferente sino también probable.
De acuerdo a las antiguas narraciones orales árabes/musulmanas, todos los lugares a los que Abraham viajó en su cuento antiguo estaban dentro de la antigua Arabia y de Yemen del Norte. Una vez que comprendemos que Ur, Horan, Bethel y Salem/Jerusalén no son sino nombres antiguos para pequeñas ciudades árabes en la provincia de Asir, el origen de los israelitas (que va desde La Meca en el Norte hasta Sanaa en el Sur), todos los fragmentos y partes de la desconcertante historia de Abraham calzarán al instante en su lugar.
Miles de millones de musulmanes de todo el globo y a lo largo de los últimos 1.400 años aceptan como algo verdadero que Abraham fue el que (con su hijo Ismael) realmente edificó el santuario de La Meca, y que él vivió en algún sitio cerca del monte Moria (Marwah). Éste es un sólido principio de la tradición y la historia islámicas, basado en incontables narraciones antiguas y citas paralelas en los registros históricos y en la poesía de la Arabia antigua.
En este punto particular de mi ensayo alguien (agitado por estas nuevas revelaciones) intentará refutar las antiguas narraciones, poesía y tradiciones árabes como pruebas históricas. No tengo absolutamente ningún problema con eso, sólo si el señor «agitado» aplicara las mismas dudas y metodología (refutatorias) al judaísmo y el cristianismo (y a sus fuentes/evidencias históricas totalmente anecdóticas).
Creo que no muchos occidentales sabían que «Jerusalén» es mencionada como «Salem» en la Biblia hebrea (AT). Y dudo que incluso menos occidentales supieran que «Salem» es una genuina palabra árabe que significa «Pacífico», así como que Melquisedec significa «rey honesto».
Para decirlo en voz alta, ¿qué tiene que ver una palabra como «Melquisedec» con algo de la cultura fonética occidental, mucho menos con su espiritualidad? La verdad del asunto es que el «judaísmo» es tan extremadamente extranjero para los occidentales como «Melquisedec» lo es para sus oídos.
En muchos de los antiguos registros y narraciones orales árabes «Salem» es mencionada como «Dar Salem / Casa de Paz» en Yemen del Norte, o lo que los orientalistas occidentales habían identificado equivocadamente con «Jerusalén» en Palestina.
¿Pero por qué el libro hebreo de historias debería incluír palabras árabes? No debería ser ninguna sorpresa si llegásemos a entender que las historias israelitas son simplemente remotos cuentos populares de la Arabia antigua. El judaísmo y sus historias israelitas de incursiones agresivas son tan genuinamente árabes como el Islam y sus cuentos de guerras santas y yihad.
Pocos occidentales se han topado con esta información (histórica); uno de ellos fue el apóstol Pablo. ¿Por qué cree usted que Pablo se dirigió a Arabia y moró allí durante tres largos años antes de que él se atreviera a emprender sus viajes misioneros (en el mundo romano-occidental)?.
«Pero cuando el dios que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia se complació de revelar a su hijo en mí, de modo que yo pudiera ser su heraldo entre las naciones, inmediatamente no consulté con carne ni sangre, ni tampoco me acerqué a Jerusalén a aquellos que eran apóstoles antes de mí, sino que fui a Arabia, y retorné de nuevo a Damasco» (Gálatas 1:15-17).
Pablo no viajó a Arabia en un viaje de safari ni para ir en busca de petróleo. El educado y multilingüe hombre sabía que Arabia era la tierra (nativa) cultural y geográfica del judaísmo y de sus historias de un nuevo Mesías / Mashiach [1] (el tema de su entonces próxima misión imposible).
La ideología cristiana está basada en la distorsionada narrativa (judía) de que el Faraón era el rey del antiguo Egipto y de que Moisés fue criado en una corte egipcia y que el épico Éxodo salió desde el reino (pagano) de Egipto hacia la nueva Tierra Prometida (reino) del pueblo elegido y honrado por Dios en Palestina/Canaán. Ella está basada en el error de que Moisés recibió sus tablillas en el egipcio monte Sinaí. Pero en el momento en que la historia de Cristo se estaba desarrollando pareció que el apóstol Pablo era el único que realmente sabía la verdad (después de que él se había sumergido en la antigua Arabia).
«Abraham tuvo dos hijos, uno de la mujer esclava, uno de la libre. Pero el hijo de la mujer esclava nació según la carne; el de la mujer libre, por la promesa, lo que es una alegoría, ya que estas dos mujeres son dos pactos. Una es del monte Sinaí, nacida para la esclavitud, que es Hagar, ya que Sinaí es un monte en Arabia; y [Sinaí] corresponde a la actual Jerusalén, ya que ella está en esclavitud con sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre, y ella es la madre de todos nosotros» (Gálatas 4:25).
Aquí está Pablo, el hombre que literalmente inventó el cristianismo (occidental), afirmando inequívocamente que el monte que presenció el encuentro de Moisés con su dios todo el tiempo había estado en Arabia. Bien; esto sugeriría automáticamente que el resto de la historia del «Éxodo israelita» realmente hubo ocurrido en la antigua Arabia también (y no en el Egipto antiguo como millones de legos han creído de manera tan ignorante y patéticamente). Y Pablo no era la clase de hombre que pronunciara palabras a la ligera ni que afirmara hechos que él sabía que no eran verdaderos.
Sólo los Extranjeros Necesitan Traducciones
A diferencia de Occidente, los árabes y los musulmanes no se basaron en una traducción del libro hebreo para familiarizarse con sus historias. De hecho, la Biblia hebrea fue traducida por vez primera al árabe tan tardíamente como en el siglo X [2], y aquello fue hecho por el erudito judío egipcio «Said bin Yūsuf al-Fayyūmi, también conocido en el mundo occidental como Saadia Gaon» [3].
[2] https://en.wikipedia.org/wiki/Bible_translations_into_Arabic
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Saadia_Gaon
Y si bien la «Biblia Septuaginta» en su traducción griega (en el siglo III a.C.) fue el momento trascendental para las historias israelitas, después de lo cual habían comenzado a diseminarse por todas partes del mundo occidental, la traducción árabe de la misma Biblia hebrea realmente no cambió nada en el terreno, puesto que el mundo oriental entero ya había estado familiarizado y empapado con las historias israelitas durante cientos de años que incluso precedieron al tiempo de la traducción llamada Versión de los Setenta.
Las historias israelitas eran bien conocidas por todos los árabes, ya que simplemente la Arabia antigua había sido desde el principio la patria del judaísmo y sus historias. Por eso los árabes nativos nunca necesitaron una traducción de uno de sus productos culturales nativos.
Todo el asunto es árabe. La Biblia (hebrea) árabe y los israelitas árabes le concederán credibilidad al mal interpretado viaje de Abraham (desde Ur/Haran en Mesopotamia hasta Damasco, a Bethel en Palestina, luego a Egipto, y de vuelta a Bethel otra vez). Aquellos largos y arduos viajes (cabalgando un camello, no un todo-terreno 4×4) parecían no sólo tontos para un anciano (de casi 150 años) sino completamente imposibles. La forma defectuosa en la cual los orientalistas occidentales han interpretado la geografía de la historia del Patriarca había convertido irrevocablemente este antiguo cuento de Abraham (y el resto de las historias israelitas) en un absoluto serio problema para los arqueólogos y en una débil probabilidad para los historiadores.
Cuando Haran es visto como era originalmente, es decir, el valle árabe de Horan, y Bethel como la ciudad santa de La Meca, entonces los viajes del viejo Abraham ya no necesitarán a un Superhombre para llevarlos a cabo o una mente crédula para creerlos.
Mahoma, el profeta del Islam, era un hombre analfabeto que no tuvo acceso a la versión occidental/griega de la Biblia hebrea. El profeta del Islam no tenía necesidad de una traducción griega del libro hebreo ya que él realmente tenía un acceso único a la versión (árabe) original del libro entero y sus violentas historias tribales.
Mahoma no tuvo que leer el libro hebreo para informarse acerca de aquellas historias israelitas ya que ellas eran sólo los cuentos de sus antepasados árabes/judíos.
Además, la Península Arábiga durante el siglo VII d.C., la época del surgimiento del Islam, era un territorio aislado después del acabamiento de la antigua ruta de las caravanas de incienso [4]. Vale la pena mencionar aquí que la Ruta de las Caravanas nunca había atravesado la tierra de la antigua Palestina, sino que más bien comenzaba en el Sur en Yemen y terminaba en Palmira (cerca de Siria) o Petra (cerca de Jordania). En el primer caso, las caravanas de camellos seguían su viaje a la pagana Persia en el Este, y en el segundo, continuaban su camino al pagano Egipto en el Oeste, y luego a través de Alejandría a la pagana Grecia mediante la ruta marítima.
[4] http://www.asia.si.edu/unearthingarabia/incense-trade.asp
Toda la ruta de las caravanas había estado en la antigua Arabia y en Yemen, la patria del judaísmo y de las historias israelitas, como argumentamos en el libro. La amplia diseminación de las historias de los Patriarcas judíos a través de todo el antiguo Oriente Próximo se debió a que aquellas historias brotaron en la Arabia antigua y fueron llevadas por todas partes por los judíos árabes que alguna vez controlaron el comercio del incienso y su ruta de caravanas. Arabia no sólo llevaba incienso y especias en sus caravanas de camellos al mundo antiguo sino también las nuevas ideas del judaísmo y las historias de sus patriarcas.
Esto es lo que extrañamente había escapado a la mente de los orientalistas occidentales. Los investigadores occidentales habían fracasado miserablemente en ver que la antigua Arabia (y no Palestina) había sido siempre la tierra nativa de los israelitas y sus (violentas) historias de guerras tribales. Y por eso el Islam había seguido donde acababa exactamente el judaísmo.
En otras palabras, el judaísmo y el Islam como dos credos/religiones son los productos culturales de la Arabia antigua y Yemen, y las historias de los Patriarcas judíos son los antiguos cuentos populares de Arabia.
Para apuntalar sus razones para su nueva religión en Arabia, Mahoma dejó claro que él era sólo el último mensajero de una larga línea de profetas. Aquellos profetas predecesores a los que él a menudo se refería eran por supuesto los Patriarcas israelitas. Ahora, hagamos también una pausa aquí durante un momento y tratemos de contemplar lo que tenemos a mano. Mahoma no salió con nada nuevo sino que más bien su Corán fue llenado hasta el tope con los cuentos israelitas de Noé, Abraham, José, David, Salomón, y por supuesto de Moisés y Faraón.
Es obvio (con un poco de pensamiento crítico) que el mensaje mahometano era simplemente una variación del mismo viejo tema israelita / judío. En otras palabras, la sharia islámica es el Talmud judío, pero con alguna distorsión. Por eso los salafistas/yihadistas islámicos de línea dura comparten la misma ideología dogmática (árabe) de los Haredíes judíos.
Para hacer más fuerte su posición, Mahoma dejó claro desde un principio que él vino para terminar lo que sus predecesores habían comenzado pero que de alguna manera dejaron de llevar a cabo. La razón de aquel fracaso y por consiguiente la desazón de Dios había sido la desviación de los judíos del camino justo del Creador. Cuando Mahoma se refería a su dios creador (Alá) él no estaba hablando de algún dios extranjero con el que los israelitas / judíos no estuvieran familiarizados, dado que la deidad suprema a la cual los miembros de la tribus árabes del Norte de Hejaz y La Meca se referían como «Alá», los miembros de las tribus judías árabes del Sur en Yemen llamaban «Elohim» (una narrativa que es enormemente ajena a cualquier valor y tradición occidentales).
En ese sentido, el principal conflicto del Islam fue con los judíos y los paganos de Arabia. Mahoma dejó inequívocamente claro que su misión era cumplir la misión final que muchos de sus precursores dejaron de hacer, a saber, unir a todas las tribus de Arabia bajo la bandera de Alá / Elohim. Aquello él muy ciertamente lo hizo, y principalmente venciendo y subyugando a las tribus judías de Arabia.
Esto de alguna manera explica el concepto de Yihad / militancia / beligerancia que impregna la escritura/literatura de todo el Islam.
Esto también explica por qué la escritura/literatura musulmana es en algún grado anti-judía. Para que Mahoma subiera al poder en Arabia (y más allá) él simplemente tenía que dominar a las tribus judías árabes y conducir una nueva Era en Arabia, la Era del Islam. Pero no se equivoque: esta nueva fe islámica se había basado en y había incorporado los mismos cuentos antiguos de Arabia que había usado el judaísmo antes, a saber, las historias de Abraham y su tribu israelita (árabe).
Cuando el Occidente Fue Engañado
Pero entonces ¿cómo es que el mundo occidental hubo tan miserable e ingenuamente llegado a creer que el judaísmo es uno de los componentes principales de la espiritualidad y la cultura occidentales? Bien, aquello fue el resultado de una traducción distorsionada del «libro hebreo» al griego (la lengua madre de todas las lenguas occidentales) que llegó a ser conocida como la»Biblia Septuaginta».
En aquella traducción griega (la fuente-madre de todas las Biblias del mundo occidental) 70 escribas judíos habían relocalizado engañosamente la geografía de las historias israelitas desde su lugar árabe original a nuevos lugares que estaban entonces bajo el dominio colonial griego, a saber, Egipto y Palestina.
En la nueva traducción griega, que se efectuó en el siglo III a.C. en la legendaria biblioteca de Alejandría, el antiguo Egipto y Palestina fueron secuestrados, y los reyes de Egipto fueron convertidos de la noche a la mañana en «faraones».
En el proceso de occidentalización y helenización de los cuentos (árabes) hebreos, Egipto había sido convertido en la tierra del Éxodo israelita, tal como Palestina había sido convertida en su «Tierra Prometida».
Ese descarado engaño (griego / judío) ha servido inmerecidamente como la fuente y premisa infalible para todos los estudiosos de la Historia y la teología antiguas en el mundo occidental a partir del siglo III a.C. y hasta este mismo momento. ¿Comienza usted a discernir las enormes proporciones de este impúdico acto de engaño bajo cuya influencia ha estado el Occidente (y por consiguiente el mundo entero) durante tanto tiempo?.
Si usted realmente se da cuenta de ello, entonces tome la Biblia más cercana y comience a releerla correctamente, omitiendo los fragmentos y partes acerca de Egipto y Palestina.–
http://editorial-streicher.blogspot.mx/2016/03/ashraf-ezzat-el-rey-de-egipto-no-se.html?m=1

Un comentario en “El Faraón de Abraham No Era el Rey de Egipto

  1. Este articulo lo encuentro muy bien detallado pero solo (PARA SÍ),pues cuando uno se atreve a estas afirmaciones a de atar bien todos lo cabos y no dejar nada suelto que a su vez este no sea esa ficha que cre un efecto domino que empuje a todas al suelo.diré varios puntos que considero CRUCIALES.

    a) ¿no encuentra usted un atrevimiento suicida y crispacion politica por parte de los 70 escribas judios en su obra Septuaginta escrta en Egipto y plasmar el desastre y devastacion de egipto nada mas y menos que ante su propio faraon /Eleno Tolomeo ll de no ser cierta esta historia de manera que tales egipcios se identificaran con este
    exodo?.
    Por su contra, el «faraon/rey» Tolomeo se maravilló al punto que lo añadió en su biblioteca como una joya de coleccion.
    Teniendo en cuenta que la cultura egipcia era apasionada en registar su historia pregunto.¿porque no contrastaron la historia de el exodo judio de egipto de no ser CIERTA?. En mi opinion es un levantamiento y afrenta al pueblo egipcio siendo cierta, pues imagine siendo una imvencion esa historia ,
    Seria un suicidio anticipado(considerelo)

    b) si sus historias arabes son (todas ciertas), ¿podria decirme donde y el porque de la Mezquita de Omar? , yo le diré.
    Su ibicación (Salem/jerusalem) y segun el profeta Mahoma allì en el monte moriah en la roca que se encuentra dentro de dicha mezquita , Habram fue a sacrificar a su hijo esto se encuentra en el corān.y la biblia.las dos coinciden en su historia y ubicacion.lo cual indica que tanto Moises como Mahoma apruevan que Habram vivio en Canaan y murió en Manré

    c) entienda varios factores muy importantes respecto a la palabra (faraón)
    1) que dicha palabra no existia en la lengua hebrea de entonces, ni incluso para los egipcios (como ya mencionó) , ahora bien, lo que si existia la palabra (per-aa/Casa grande)
    traducida al hebreo como (per-haón)
    colocando una (h) antes de la (a) , ya que en su gramatica este vocablo indicaba (grande)
    antes (abram ) luego (habram),
    2) La palara (faraon ) para definir al rey de egipto fue imventada por los griegos , pues para los hebreos sabian diferenciar entre (rey de faraon) como vemos en una cita biblica al referirse a (Nekao) como (rey) de egipto y no faraon.

    d) ha de entender el caracter personal biblico tocante a menciones de lugares o personajes que en ocasiones en forma despectiva hacian mediante (omisión) de tales. Y que en las escrituras cuando citaban a alguien en particular en ocasiones nombraban su casa/linaje , o ascendiente y sin mencionar tal persona , forma muy caracteristica de la biblia . De tal manera que para los hebreos decir (Per-haón/Casa grande) era lo mismo que decir (rey de egipto)

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.