El proyecto del Nord Stream-2 vuelve a estar de actualidad. Pero hay algo de déjà vu en estas discusiones.
Una vez más, igual que a finales de 2015, líderes de la Unión Europea vuelven a plantear una crítica conjunta al proyecto.
Y otra vez vuelven a afirmar que la construcción de un nuevo gasoducto de Rusia a Alemania minará la seguridad energética europea y eso dará como resultado la inestabilidad geopolítica.
Como siempre, la lista de firmantes se puede encontrar al final de la carta. Los líderes de la República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Polonia, Eslovaquia y Rumanía, así como la presidenta de Lituania están convencidos de que el Nord Stream-2 tendrá “consecuencias geopolíticas potencialmente destabilizadoras” y “puede acarrear ciertos riesgos para la seguridad energética de Europa central y oriental”.
En su información, Reuters afirma que Croacia (donde la Unión Europea, a instancias de Washington, pretende construir una terminal piloto para la importación de gas natural licuado ) también muestra una opinión similar. Representantes de Zagreb habrían firmado una de las versiones de la carta colectiva.
Es interesante apuntar que la propia carta, dirigida al presiente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker está fechada el 7 de marzo, aunque no se dio a conocer hasta el día 16 debido a las informaciones de prensa.
En su respuesta a la carta colectiva, Nord Stream-2 AG, la compañía encargada del proyecto Nord Stream-2, describe los aspectos técnicos del plan.
En el comunicado publicado, el departamento de prensa de la compañía insiste en que la carta al presidente de la Comisión Europea “está basada en un número de concepciones erróneas y alegaciones que no se corresponden con la realidad objetiva”. Según Nord Stream-2 AG, “el suministro energético de la UE jamás ha sido más diverso de lo que es actualmente” y “las importaciones de gas ruso compiten contra más suministradores internacionales que nunca”
Según datos estadísticos fiables del periodo entre 1990 y 2014, el porcentaje de gas importando de Rusia por Europa occidental se ha reducido prácticamente a la mitad. El resultado es que aproximadamente el 30% del gas que consume actualmente la Unión Europea proviene de Rusia. La Unión Europea no ha negado esta cifra.
No hay base alguna para afirmar que Rusia disponga del monopolio en el suministro o que el gas ruso suponga amenaza alguna.
Es más, los estados que dependen fundamentalmente de una única fuente de energía solo pueden beneficiarse de la construcción de un nuevo gasoducto, ya que la demanda de gas aumenta progresivamente en un momento en el que las reservas del mar del Norte descienden.
Sin embargo, los autores de la carta colectiva sí presentan varios puntos válidos. Por ejemplo, correctamente afirman que la construcción de la nueva línea del Nord Stream tendrá un impacto importante en el desarrollo del mercado del gas y en el tránsito de gas en la región, que afectará principalmente la ruta de tránsito a través de Ucrania.
El impacto se hará visible en la eliminación del riesgo de tránsito, inevitable cuando se ha de transportar gas a través de un país que sufre de inestabilidad crónica.
Evidentemente, los firmantes de esta nueva versión de la carta del año pasado son perfectamente conscientes de ello. La carta fue el resultado de la negativa de los líderes de los países de Europa central y oriental de permitir que Alemania se convierta en el principal distribuidor del gas ruso.
No hay que olvidar que el Nord Stream-2, que se construirá bajo el mar Báltico, podría duplicar la cantidad de gas que fluye hasta Alemania hasta los 110.000 millones de metros cúbicos al año.
 El consorcio responsable de completar el proyecto incluye, además de la rusa Gazprom, las compañías alemanas E.ON y Wintershall, la británica-holandesa Royal Dutch Shell, la austriaca OMV y la francesa ENGIE.
Pero es Alemania la que controlará en mayor grado la distribución de gas, lo que podría incluir el suministro al punto clave de distribución de gas para Europa central en Baumgarten, Austria.
Esto preocupa a las autoridades de los países de Europa central y oriental. Y tienen motivos para preocuparse. En 2013, la Comisión Europea apuntó al “sospechosamente favorable” balance comercial de Alemania con los países de esa región.
En el momento álgido de la crisis del Euro en septiembre de ese año, el balance llegó a un récord de 18.900 millones de euros.
 La Comisión Europea asumió que era consecuencia de un aumento artificial de las exportaciones, teniendo en cuenta los problemas económicos de los principales socios comerciales de Alemania: los países de Europa central y oriental. Como afirmó José Manuel Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, tal situación no ayudaba a “volver a equilibrar la economía de la Unión Europea”. Desde entonces no ha habido un cambio fundamental en la cuestión.
Es más, la relación entre Berlín y los estados de Europa central y oriental se ha complicado aún más, principalmente por el tema de los refugiados.
Parece que la publicación de la carta criticando a Alemania a causa del Nord Stream-2 se ha coordinado para coincidir con la cumbre Unión Europea-Turquía en la que Bruselas –bajo presión de Angela Merkel- aceptó todas las demandas de Turquía.
Los juegos geopolíticos que se están jugando a raíz del proyecto para construir un gasoducto de Rusia a Alemania, eliminando así el riesgo del tránsito a través de Ucrania, en ningún caso pueden reforzar la seguridad energética de Europa.
Aun así, los juegos continúan, cada vez más intensos y cada vez más diversos.
https://slavyangrad.es/2016/04/08/europa-central-y-oriental-contra-el-gas-ruso/

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