Guerrero de la Luz.

Un guerrero no necesita que nadie le recuerde la ayuda de los otros; él se acuerda solo y reparte con ellos la recompensa.

Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón del guerrero; él se zambulle sin vacilar en el río de las pasiones que siempre corre por su vida.

El guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y – a veces – con una cierta dosis de locura.

Acepta sus pasiones y las disfruta intensamente. Sabe que no es necesario renunciar al entusiasmo de las conquistas; ellas forman parte de la vida y alegran a todos los que en ellas participan.

Pero jamás pierde de vista las cosas duraderas, y los lazos creados con solidez a través del tiempo.

Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.

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«Es curioso – comenta para sí el guerrero de la luz -.

Cuánta gente he conocido que en la primera oportunidad intenta mostrar lo peor de sí mismo. Esconden la fuerza interior detrás de la agresividad; disfrazan el miedo a la soledad con aires de independencia. No creen en su propia capacidad, pero viven pregonando a los cuatro vientos sus virtudes.»

El guerrero lee estos mensajes en muchos hombres y mujeres que conoce. Nunca se deja engañar por las apariencias y permanece en silencio cuando intentan impresionarlo. Pero usa la ocasión para corregir sus propios fallos, ya que las personas son siempre un buen espejo.

Un guerrero aprovecha toda y cualquier oportunidad para enseñarse a sí mismo.

 

Un guerrero de la luz sabe que ciertos momentos se repiten.

Con frecuencia se ve ante los mismos problemas y situaciones que ya había afrontado; entonces se deprime, pensando que es incapaz de progresar en la vida, ya que los momentos difíciles reaparecen.

«¡Ya pasé por esto!», se queja él a su corazón.

«Realmente tú ya lo pasaste – responde el corazón -, pero nunca lo sobrepasaste».

El guerrero entonces comprende que las experiencias repetidas tienen una única finalidad: enseñarle lo que no quiere aprender.

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Un guerrero de la luz siempre hace algo fuera de lo común.

Puede bailar en la calle mientras se dirige al trabajo, mirar los ojos de un desconocido y hablar de amor a primera vista, defender una idea que puede parecer ridícula. Los guerreros de la luz se permiten tales días.

No tiene miedo de llorar antiguas penas, ni de alegrarse con nuevos descubrimientos. Cuando siente que llegó el momento, lo abandona todo y parte hacia su aventura tan soñada. Cuando entiende que está en el límite de su resistencia, sale del combate, sin culparse por haber hecho alguna locura inesperada.

Un guerrero no pasa sus días intentando representar el papel que los otros escogieron para él.

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Desde el momento en que comienza a andar, un guerrero de la luz conoce el Camino.

Cada piedra, cada curva, le da la bienvenida. Él se identifica con las montañas y los arroyos, ve un poco de su alma en las plantas, en los animales y en la aves del campo.

Entonces, aceptando al ayuda de Dios y de las Señales de Dios, deja que su Leyenda Personal lo guíe en dirección a las tareas que la vida le reserva.

Algunas noches no tiene dónde dormir, otras sufre de insomnio. «Esto forma parte del juego – piensa el guerrero -. Fui yo quien decidió seguir por aquí».

En esta frase está todo su poder: él escogió la senda por donde camina ahora y no tiene motivo para protestar.

 

Manual del Guerrero de la Luz. Paulo Coelho.

http://nodejardeleer.blogspot.com.ar/

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