La Trinidad: el misterio de Dios tiene imágenes vivas entre nosotros.

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TRINIDAD 6

¿Qué importancia tiene para nosotros creer en la Trinidad? Si, por un imposible, se nos dijera que no hay que creer más en la Trinidad, ¿qué cambiaría en nuestras vidas? Lastimosamente, quizás para muchos de nosotros no cambiaría nada importante. Así, celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad nos puede parecer algo lejano que no afecta a nuestra vida, que sólo interesa a los teólogos que investigan los misterios de Dios. Pero es de enorme importancia  que intentemos  acercarnos y aclarar en qué Dios creemos los cristianos.

Dios es para muchos el gran desconocido. Muchos esconden su ignorancia infantil tras laTRINIDAD 7afirmación de que la Santísima Trinidad es un misterio imposible de entender. Y ahí se quedan sin más. Pero resulta que el “misterio divino” no es algo que sea imposible de conocer, sino algo inmensamente maravilloso, que ya conocemos en parte y cada vez lo podremos conocer mejor, pero tan grandioso que nunca podremos llegar a abarcarlo del todo. Cuanto más conozcamos a Dios en su misterio trinitario, más nos sentiremos invitados y desafiados a profundizar en su conocimiento. Estamos llamados a experimentar cada vez más a fondo el misterio de la Trinidad, sin agotar jamás esta voluntad de conocer y de alegrarnos con la experiencia que vamos adquiriendo progresivamente.

Unos se lo fabrican a su manera, otros siguen con los tópicos de siempre. La imagen de Dios que se presentaba hace cincuenta años es muy distinta a la que se ofrece hoy. Tenemos que reconocer que entre los mismos cristianos creemos en dioses distintos porque no siempre estamos abiertos, y lo que el Espíritu nos revela y comunica, pasa desapercibido.

TRINIDAD 18La mejor forma de adentrarnos en este misterio que nos desborda, es acercarnos a las Escrituras que contienen las experiencias de fe de los grandes personajes bíblicos. Ellos nos han desvelado al Dios que desde siempre se está manifestando a los hombres. El culmen de la revelación ha llegado con Jesús que nos ha mostrado el verdadero rostro de Dios. En él encontramos su imagen más auténtica. Con las primeras comunidades que se reúnen alrededor de la fe en Jesús, llegamos a la plenitud bíblica de la experiencia de Dios. A partir de la enseñanza del Maestro, ellos se fueron aclarando progresivamente que Dios es uno y trino. Nosotros también tenemos que ir madurando nuestra fe, de forma que poco a poco vayamos conociendo a Dios en sus tres personas, distinguiéndolas y aprendiendo a relacionarnos con cada una de ellas. No basta con conocer a una familia en bloque; es necesario saber distinguir y relacionarse con el padre, con la madre y con los hijos, cada uno tal como es.

Los apóstoles habían presenciado con estupor cómo Jesús se dirigía a Dios llamándole “Papito querido” (Abbá). Fueron testigos de la intimidad entre Jesús y el Padre, absolutamente única, vivida no sólo ante ellos, sino para ellos también, ya que Jesús los invita a compartirla (Mt 6,9). Después de su muerte, al sentir la fuerza arrolladora de Jesús resucitado, y recordando sus palabras, llegan a la conclusión de que Jesús es Dios. Si Dios no se hubiera hecho hombre, ¿cómo podría ser divinizado el hombre? ¿Y cómo un Dios que no fuera más que una persona podría encarnarse?

Además, él les había prometido: “En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre os va a enviar en mi Nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14,26). Por eso, en Pentecostés cuando se sienten invadidos por el Espíritu de Jesús, tal como él se lo había prometido, se dan cuenta de que este Espíritu no puede ser otro que el Espíritu de Dios, ya que sólo Dios puede dar su Espíritu. Nosotros no podemos dar nuestro espíritu, pero Dios sí. A partir de Pentecostés entienden que Jesús es Dios y su Espíritu también.

Nosotros no creemos en un Dios lejano, solitario, ausente, abstracto, frío, como otras TRINIDAD 16religiones o algunas filosofías. La palabra de Dios nos habla de un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Un Dios que es Padre que nos conoce y nos ama, que es Hijo que ha querido recorrer nuestro camino y se ha entregado por nosotros, que es Espíritullenándonos de su fuerza y de su vida.

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que ninguno perezca, sino que tengan vida eterna”. Esto es lo que mueve a Dios y su gran deseo: el amor a todos sus hijos, nuestra felicidad, que lleguemos a la plenitud como personas. Dios no se define por su poder, sino por el amor y el deseo de colmarnos de vida.

Nosotros creemos en un  Dios que es comunión. Un Dios Padre que crea familia, que es Hijo y crea fraternidad, que es Espíritu y crea comunidad. Creemos en un Dios siempre en relación con los hombres, nunca separado de la humanidad sino interesado y comprometido con la familia humana. Dios es vida compartida, amor comunitario, comunión de personas.

TRINIDAD 11 La experiencia nos dice que hoy muchos rechazan a Dios porque realmente no lo conocen. El Dios que hoy rechazan tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo no se parece casi en nada al Dios que Jesús nos ha mostrado. Los cristianos tenemos la gran responsabilidad de presentar el Dios verdadero a los hombres de cada etapa histórica. La misma Iglesia ha reconocido públicamente que nosotros somos en parte responsables del ateísmo y la indiferencia de tanta gente porque no hemos presentado el verdadero rostro de Dios.

Hoy tenemos que preguntarnos ¿cómo es el Dios en quien creemos? Hacernos un dios a nuestra medida para poder manipular es la tentación constante del ser humano. Dios no es una lección aprendida de pequeños, sino un misterio siempre abierto y al que intentamos acercarnos  y comprender durante toda la vida. Profundizar y conocer cada vez más y mejor al Dios de Jesús es una tarea de todo creyente para crecer en la verdadera experiencia de fe y poderla ofrecer a los demás.

Dios se define no a partir de ideas o teorías, sino de acciones liberadoras a favor de su TRINIDAD 8pueblo. Nosotros no nos definimos por creer en una doctrina o en un ser abstracto y lejano (un algo tiene que haber), sino por vivir como hijos y hermanos que trabajamos cada día por construir en el mundo el gran proyecto de fraternidad que Dios desea para todos. Porque si Dios es amor compartido en comunidad, y nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, en Él están las raíces mismas de la vida y de nuestro ser y en Él vivimos, nos movemos y existimos, no descansaremos hasta que podamos disfrutar de ese amor compartido y encontrarnos todos en esa comunidad en la que cada uno pueda ser él mismo en plenitud, feliz en la entrega y solidaridad total con el otro, como Jesús.

Celebrar a la Trinidad es descubrir con alegría que la fuente de nuestra vida es un Dios Comunidad y que nos sentimos llamados, desde lo más hondo de nuestro ser, a buscar nuestra verdadera felicidad en el compartir y en la solidaridad. La Iglesia mantuvo un combate apasionado durante los primeros siglos para mantener y desarrollar la fe en un Dios Trino. No quiso separar nunca, en la unidad de su fe, la triple creencia en la divinización de la humanidad, en la divinidad de Jesucristo y en la existencia de la Trinidad. Si Dios no fuera trinitario, la Encarnación sería un mito; y si la Encarnación fuera un mito, de nada serviría el ideal cristiano.

TRINIDAD 2San Juan dice que es imposible amar a Dios a quien no se ve, si no amamos al hermano que sí que vemos. Con el mismo razonamiento podríamos decir que no podemos creer en artículos de fe si no vivimos sus correlativos de aquí y ahora como anticipos de la realidad creída y esperada. Lo contrario sería pensar que la fe es una realidad de verdades etéreas sin relación con lo que se vive en el día a día. Así, la Trinidad es un misterio, por supuesto, algo que nos supera, pero si nos vamos adentrando en lo que significa, iremos comprendiendo que podemos ir viviendo la invitación que este misterio de fe nos hace para ahora mismo:

En primer lugar, soy creyente en el Dios Trinidad y se trata de vivirme como ser relacional con capacidad para abrirme y darme. Soy una persona que sale al encuentro del otro, que me corresponsabilizo de él, y que le tiendo una mano. Soy capaz de amar y de ser amado, y así llevo frutos y doy vida. En segundo lugar, esta fe me hace promocionar todos los aspectos sociales de mi humanidad:

Entiendo la familia como el mejor icono trinitario en cuanto comunidad de vida y de amor. En la familia hay palabra y amor, hay comunicación de bienes y de dones, hay colaboración y mutua responsabilidad, hay frutos de amor y hay vida.

Creo en una Iglesia que es comunidad de fe y de amor, donde los creyentes somosTRINIDAD 5 miembros de un solo cuerpo, pudiendo llegar a tener un  solo corazón y una sola alma, superando desde el respeto, la tolerancia y el diálogo, todas las  diferencias que podamos ir encontrando en nuestro compartir del día a día. Una Iglesia que alienta el Espíritu de Jesús y por eso, nos amamos unos a otros más que a uno mismo, y donde la Eucaristía es expresión suprema de la comunión con Dios y con los hermanos, donde partimos el pan, donde comemos el mismo pan, donde nos comprometemos a hacernos pan para los demás compartiendo el pan y la vida.

Quiero construir una sociedad en la que sus miembros se abren con verdad, conjuntan ideas y proyectos de vida, colaboran, se complementan, se compenetran, respetando y agradeciendo la diversidad. Una sociedad que se estructura desde sus distintas asociaciones como signos de los mejores deseos de solidaridad y fraternidad, de ayuda mutua y abnegada a los demás.

 

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