El asesino de Canalejas tampoco se suicidió

Manuel Pardiñas, autor de la muerte a tiros de José Canalejas Méndez, de 58 años, presidente del Consejo de Ministros, en la Puerta del Sol de Madrid, a las 11.25 horas del martes 12 de noviembre de 1912, no se suicidó, como se cuenta en los libros de historia. Tras el magnicidio murió de dos tiros en la cabeza, uno en la sien derecha y otro en el lóbulo frontal izquierdo, que no pudo dispararse él.

La imagen del gran fotoperiodista Marín, colaborador de ABC, de Pardiñas muerto colgado de la pared en el depósito judicial es una de las evidencias que más han aportado a este nuevo estudio de retroinvestigación criminológica que provoca otro vuelco en uno de los grandes enigmas del crimen político, y cuyas conclusiones definitivas serán presentadas en la Universidad Nebrija con la presidencia del rector Juan Cayón. Por cierto, que un trabajo de Antropología de la época de la Universidad de Madrid elaborado para aclarar el ya confuso crimen menciona una sola herida, la de la sien derecha, aunque al publicarlo se inserta una foto, variante de la de Marín, en la que se aprecian de forma inequívoca los dos agujeros de entrada de bala en la cabeza del muerto.

Canalejas, liberal reformista, implantó el servicio militar obligatorio, quitó el impuesto de consumos que gravaba a la gente más desfavorecida en las cosas de primera necesidad e implantó la célebre «ley del candado». En su tiempo se inició la costumbre de empezar el año tomando las uvas. La muerte de Canalejas fue la muerte de un hombre honrado, según lo cuenta Luis Antón del Olmet, periodista que escribe sin saber que él también morirá asesinado.

Las conclusiones que señalan de forma contundente que Pardiñas no se suicidó son el producto de una investigación que desvela cómo el atentado contra Canalejas fue sumido en la mayor confusión y manipulación nunca aclaradas hasta hoy. Hasta en la película rodada el mismo año del magnicidio que se puede ver en YouTube, simplemente poniendo «asesinato de Canalejas», cometen la ligereza de representar al homicida disparando por el lado derecho. El actor que lo representa es un joven Pepe Isbert, que, por cierto, cae en el error de levantarse del suelo una vez muerto.

Pardiñas es un criminal con un perfil calcado del de Mateo Morral, como si los ejecutores de reyes o presidentes conformaran un fenotipo. Y como en el caso del regicida, la autopsia médica no recoge la mayoría de heridas evidentes y muy significativas en su cuerpo. La insigne doctora en Medicina Legal y Forense María del Mar Robledo ha realizado el estudio médico incompatible con una autolisis. El criminólogo Javier Durán, con más de veinte años de experiencia en laboratorio de criminalística, tras pruebas en la galería de tiro con el arma de la época sobre cabezas de cerdo para reproducir las condiciones de los disparos, determina que se hicieron a cañón tocante y que, por el lugar y la trayectoria, no pudo infligírselos el supuesto suicida, porque cualquiera de los mismos provoca la muerte inmediata. Tuvo que haber un tirador que lo ejecutara. No se suicidó, pero todo se preparó para que lo pareciera.

La doctora Robledo describe que Pardiñas «tiene una herida de entrada de bala en la región temporal derecha; herida de salida de bala en la región temporal izquierda; herida de entrada en la frente lado izquierdo; herida en el pómulo izquierdo posible orificio de salida de bala; herida contusa debajo del ojo izquierdo; herida contundente contusa irregular en pómulo derecho de tres centímetros aproximadamente; herida por objeto contundente en la región superior del tabique nasal con sangrado, heridas defensivas en ambas manos: nudillos, dedos y sangrado de uñas; herida por sable y marca de una porra en la espalda. El criminal vestía traje medianamente conservado y abrigo tres cuartos gris». Lo que encaja de forma perfecta en el sospechoso relato de los magnicidios en España que han cambiado el curso de los acontecimientos en cinco ocasiones, en siglo y medio, como si se hubiera encontrado una forma nueva de hacer política matando al presidente del Consejo. Los manuales afirman que Canalejas murió de un disparo que le entró por la oreja derecha, pero la realidad es exactamente al revés: el disparo le entró por debajo del lóbulo del oído izquierdo y le salió por el derecho. Esto, al comprobar que el homicida se acercó por la espalda, arroja la posibilidad de que fuera zurdo, con lo cual haría imposible que se disparara a la sien derecha.

La pistola que utilizó era «una Browning nueva de gran calibre», que el estudio balístico determina que fue la modelo 1910, de 9 mm corto, la «mataduques», porque intervino en el asesinato del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, que lleva un cargador de seis balas. Contando los disparos que supuestamente hizo Pardiñas, no le quedarían balas para suicidarse. El asesinato se cometió ante el escaparate de la mítica librería San Martín, semiesquina a la calle Carretas, hoy desgraciadamente desaparecida, mientras Canalejas miraba las novedades. En la luna quedaron dos agujeros de bala, y uno en el marco del ventanal. Tres. Canalejas recibió dos disparos. Uno en la cabeza, que le mató, y otro en el codo derecho. Cinco. El transeúnte Víctor Galán, que intentó detener al asesino, recibió un balazo en el brazo, y un policía que quiso capturarlo fue objeto de otro disparo que no le dio. Siete. Aun aceptando que uno de los tiros de la luna pudo ser el que atravesó la cabeza de la víctima, ¿de qué pistola salen las dos balas que mataron a Pardiñas?

Las falsedades que se han contado sobre estos hechos históricos abarcan todos los ámbitos, desde las que le adjudican a Pardiñas la misma edad de Morral, cuando llevaba encima la fe de bautismo, que indica claramente que tenía 32 años, hasta las que dicen que vestía una zamarra cuando llevaba un gabán y mató a Canalejas por pura casualidad, puesto que se proponía acabar con la vida de Alfonso XIII. Pero esto queda igualmente desmentido por hechos rotundos que enseguida vamos a señalar. Por cierto, ¿no es extraño que el asesino lleve en su bolsillo la fe de bautismo? No hay un caso igual en los anales del crimen.

El día anterior al asesinato, Pardiñas estuvo merodeando por el taller del escultor Mariano Benlliure, que le estaba haciendo un busto a María Purificación Fernández, la esposa del presidente, para matarlo allí si se acercaba a recogerla. El personal de servicio de la casa lo reconoció sin duda alguna tras el atentado.

Además, Canalejas llevaba mucho tiempo preocupado por las amenazas de muerte. La esposa afirma que se sentía sentenciado. Su marido le dijo que la Policía había perdido el rastro de un tipo peligroso que podría darle un enorme disgusto. Hasta le dio el nombre: Pardiñas. La noche anterior a su muerte el presidente no pudo conciliar el sueño y cuando quedó levemente dormido tuvo una angustiosa pesadilla. Días antes había hecho venir al obispo que le casó para confesarse. Tras el despacho con el Rey Alfonso XIII, al ir a salir del alcázar, le sacudió una ráfaga de viento: «Hoy vamos a tener un mal día», dijo. A las 11.25 se confirmó el augurio, según señala su reloj, que quedó parado al romperse en el suelo.

 

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