«La Edad de la Sorpresa» Sesha.

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En los primeros seis años vamos a llamar ‘sorpresa’ a la posibilidad de educar a los niños desde la perspectiva de una actitud viva y natural de aprendizaje. Es la ‘edad de la sorpresa’. A esta edad le sigue la ‘edad del asombro’, aproximadamente desde los siete hasta los doce años. A partir de los doce años entramos en la ‘edad del aprendizaje’.

Los mayores creen que los niños sienten como sienten los adultos, pero en pequeño. Esto no es así. La tipología de emocionalidad del niño no tiene nada que ver con lo que Vds. siquiera se pueden imaginar. La facultad natural de los niños a esta edad de mantener un estado de sorpresa permanente, de no-duda casi constante, les lleva a vislumbrar un sentido de contentamiento ante las reacciones cotidianas. Dicha exaltación cognitiva, originada justamente por la permanencia de sus pequeñas mentes en la no-duda, es también permanente. La sorpresa es este estado de percepción en que no hay duda, que les lleva a saltar de objeto a objeto sin que medie inquietud, tal como ocurre cuando un niño se golpea e inmediatamente pasa a un caramelo que se le ofrece, que le lleva a olvidárse de su dolor previo. Sus pequeñas mentes lo ven todo como nuevo repetidamente, sin importar si es una película de video que una y otra vez observan con similar sorpresa.

El estado de sorpresa, de no-duda, tiene que ver con la facilidad de los niños de estar fuera en el mundo aprendiendo. A los niños les es muy fácil depositar sus sentidos en los objetos del mundo y permanecer en él aprendiendo. Estar fuera en el entorno es su condición natural. Es decir, en ellos la atención no se sitúa en la periferia sensoria cuando observan el mundo, sino que su atención se proyecta una y otra vez a los objetos del mundo y permanece allí sostenida. Esta actitud cognitiva es natural en los pequeños de esta edad. Los adultos no saben estar constantemente fuera atentos al entorno. Cuando los adultos observan el mundo, su atención siempre suele estar en los ojos si son estos el medio que usan de cognición, en la cabeza si es con los oídos o en la nariz o en la boca. Pero a los mayores les es muy difícil situarse afuera en el mundo; es decir extrovertirse en la percepción y sostener su atención en los objetos externos. A los adultos les es completamente difícil, excepto si se asombran. Cuando ven algo asombroso sí que salen con los ojos, con los oídos. La facultad espontánea que tienen los niños es estar afuera en los objetos del mundo, en los objetos que producen información. Están siempre expectantes, siempre buscando fuera. Ellos no están adentro como los adultos, en la cabeza; no saben estar adentro.

El ‘yo’ en la edad de la sorpresa

El sentido del ‘yo’ que tienen los niños a esta tierna edad es un mecanismo casi inconsciente de auto reconocimiento prácticamente involuntario. Cuando ellos afirman ‘yo’, dicha palabra se parece al sentido instintivo individual denominado ‘yo’ que les identifica; se parece a un reflejo de protección instintiva. El ‘yo’ para ellos no es una cuestión consciente que resalte ni que sea continua. Casi no lo detectan, ya que es una respuesta automática que ofrecen, a través de decir ‘mío’, ‘quiero’, tal como responden llorando ante el hambre o gritando ante lo desconocido. El ‘yo’ para ellos no es más que un instinto de apropiación, de pertenencia. Pero no es una condición que ha nacido como va a desarrollarse posteriormente en la adolescencia. La continuidad del yo por la cual la persona sabe quién ella misma, qué está pensando, no aparece antes de los seis años de manera incipiente, hasta conformarse de forma clara y estable en la adolescencia.
En la edad de la sorpresa la condición de yoidad no es estable, porque los niños a esa edad no tienen sentido de la apropiación de la información en su mente de manera firme. No forjan un mundo interior personal estable porque no hay una continuidad del yo. Un niño no les puede hablar de su mundo interior porque no tiene una presencia estable de lo que se llama un mundo interior. Son ustedes, los adultos, quienes tienen una presencia estable que llaman mundo interior. Y presumen que el niño tiene un mundo interior como el de ustedes, pero no lo tiene. Él está siempre en sorpresa. ¡Siempre continuamente fuera atendiendo constantemente el mundo!

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Un comentario en “«La Edad de la Sorpresa» Sesha.

  1. Hermosa actitud es sentir sorpresa, nunca deberiamos dejar de sorprendernos, pero con el paso del tiempo dejamos que el manto de la apatía cubra esa maravillosa actitud.

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