“Recordando Lo Que Es” Emilio Carrillo (49, 50).

EL CIELO EN LA TIERRA

Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo http://www.sinmente.com/

49- Las dos dimensiones del momento presente.
El aquí-ahora es el único sitio donde la vida existe. Deja a un lado la creencia en el tiempo, céntrate en el momento presente y recuerda que cuenta con dos dimensiones:
+La dimensión superficial: conformada por todos los contenidos del momento presente que cambian y mutan de instante en instante.
+La dimensión subyacente: configurada por aquello que de momento en momento nunca varía y se mantiene siempre presente de manera inalterable y constante.
Los componentes de la primera son fáciles de detectar. Se trata de las múltiples facetas y manifestaciones del aquí-ahora que percibes a través de tus sentidos corpóreo-mentales y que, por medio de estos, puedes constatar que cambian de instante en instante: los sonidos, silencios y ruidos que se producen y suceden en el lugar donde te encuentras; las luces y las sombras; la respiración, los latidos del corazón, tu postura corporal, tus gestos…; las circunstancias personales y del entorno; la gente que te rodea (sus palabras, movimientos…) y la mosca que vuela en la habitación; las situaciones, lugares y paisajes; los estados de ánimo; la temperatura y la climatología; los olores y lo que el tacto toca; los pensamientos que transitan por la mente; los sentimientos y emociones; etcétera. Todo esto varía de momento en momento… Sin embargo, al unísono, en el aquí-ahora y en su devenir de instante en instante, hay algo que nunca varia y siempre permanece inmutable, aunque, paradójicamente, a la mente le suele pasar desapercibido. ¿En qué consiste? Pues en el hecho cierto e indudable de que vives, de que existes, de que eres. Ésta es la dimensión subyacente del momento presente: tu propia vida, tu propia existencia, el hecho de que estás vivo y vivo sigues de momento en momento… Por ejemplo, supón que quedas con unos amigos en cualquier bar para compartir un rato. Desde que entras en el local hasta que, concluido el encuentro, lo abandonas, multitud de cosas habrán ido cambiando de instante en instante: las conversaciones, las risas, los gesticulaciones de cada uno, la ingestión de la bebida y la masticación de la comida, el sonido ambiental, las personas que entran y salen del lugar y un amplio etcétera. Todo esto constituye la dimensión superficial del momento presente. Pero, en paralelo, hay algo que no varía, que se mantiene inalterable desde que llegas al bar hasta que sales de él y en todos y cada uno de los momentos intermedios. ¿Qué es? Tu vida, el hecho de que estás vivo, tu existencia: vivías y existías cuando entraste en el local, en cada momento del encuentro con tus amigos y cuando, al terminar el mismo, lo abandonas. Ésta es la dimensión honda e inmutable del momento presente que subyace por debajo de todas las formas cambiantes: tu existencia, el hecho de que vives y eres… vivir, existir, ser.

50- Tomar consciencia de ser -de existir, de vivir- y Vivir Viviendo en el aquí-ahora.
Cuando te identificas con el yo físico, mental y emocional (el coche que usas para desplegar la vivencia humana) y te olvidas de lo que realmente eres (el Conductor que ha encarnado en ese coche para experienciar en este plano), la mente, ante la ausencia de un mando consciente, activa un piloto automático, el ego, que pasa a dirigir tu vida. Y el ego, transitando entre creaciones mentales, ni sabe en qué consiste la esencia subyacente, permanente e inalterable del momento presente. Sólo reconoce su dimensión superficial, la forma del aquí-ahora que varía y se transforma de instante en instante. Por ello, el ego cree que es el propio momento presente en su totalidad el que cambia de momento en momento. Casi ni existe, llega a pensar, dada su volatilidad, oscilando mentalmente entre el momento que ya ha pasado y el que después vendrá. Pero hay una esfera no superficial del momento presente que escapa a la comprensión del ego. Valga el ejemplo de un río, verbigracia el muy milenario Guadalquivir, el Baetis o Beitis de antes de los tartesios, que fluye desde tiempos inmemoriales por tierras andaluzas. El ego, el falso yo, sentado a su orilla, sólo atiende a las formas y observa el curso de sus aguas, que en un punto concreto varían de forma a cada momento por el influjo de la corriente, el viento, el volumen de caudal, etcétera. Es incapaz de entender que el río, por encima de tales cambios, es el río; que el Guadalquivir existe y es con independencia de las formas que adopte, más allá del discurrir de sus aguas, de las modificaciones que éstas muestren y del transcurrir del tiempo…. Y exactamente lo mismo ocurre con el ser humano, que, como el momento presente, cuenta con una dimensión superficial –el coche, su forma percibida por los sentidos corpóreo-mentales- y otra subyacente –el Conductor divino, infinito y eterno-. La primera es la identidad pasajera y temporal, cuya fisonomía y circunstancias mutan a cada momento y cuyo fin, al cabo de unas pocas décadas, se halla en el cementerio. Allí serán enterrados o quemados todos sus anhelos, dramas, temores, ambiciones, éxitos y fracasos; allí quedará su forma reducida a polvo o ceniza. Por el contrario, la esencia subyacente no sabe de variaciones ni de muertes. Es inalterable, es la existencia, es ser.
Y se es en el aquí-ahora, en el momento presente. La forma de éste sí se transforma continuamente, pero sólo la forma. Por debajo del cambio hay algo que no tiene forma y vive ajeno al cambio. Y ese algo no es algo; es sólo algo cuando pensamos en él y pretendemos llevarlo al mundo del ego y la mente. Pero, realmente, carece de forma, no es un objeto mental: es vivir, existir, ser… No se puede ir más allá de este punto con el entendimiento. De hecho, ni hace falta ni es conveniente. Paramos el ajetreo incesante de los pensamientos, nos contemplamos a nosotros mismos y sentimos internamente que ser es existir y existir es ser. ¡Vivimos, ya está! Ni más, ni menos. No necesitamos pensar en que existimos y somos. Se trata, sencillamente, de tomar consciencia de ser -de existir, de vivir- y, a partir de ahí, Vivir Viviendo… La mente está a nuestro servicio, no al revés; la mente está al servicio del ser, no a la inversa. Y ser conlleva atributos y potestades que pierden su esencia -se desnaturalizan- si son mentalmente tratados. Vivir, existir, ser no precisa de racionalización alguna. Cuando intentamos situarlo al nivel del entendimiento lo convertimos mentalmente en algo, lo empaquetamos en un objeto mental; y desvirtuamos su esencia y entidad. Si lo nombramos, clasificamos y etiquetamos, ya no es real, sino una mera interpretación mental.

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