La última reina de Palmira, Zenobia (245-272)

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Zenobia fue la última reina de un reino que tuvo una existencia tan gloriosa como efímera. En los últimos tiempos de vida del reino de Palmira, su última gobernante plantó cara a los grandes imperios que la rodeaban, Roma y Persia, y consiguió extender sus dominios desde Asia Menor hasta Egipto.

Clientes de Roma
Palmira era una provincia romana desde el siglo I d.C. aunque sus orígenes nabateos se remontan hasta el siglo IV a.C. Durante dos siglos aproximadamente, el reino de Palmira permaneció fiel al imperio Romano, el que se benefició de su situación estratégica como paso de las principales rutas comerciales entre oriente y occidente y como punto fronterizo entre los dos grandes imperios en aquel momento, Roma y Persia.

En un momento impreciso de mediados del siglo III d.C. nacía Septimia Bathzabbai Zainib, quien con el tiempo se convertiría en una de las reinas más famosas de su tiempo. Zenobia se casó hacia el 258 con el príncipe Septimio Odenato de Palmira, quien ya tenía un hijo, Septimio Herodes, fruto de un matrimonio anterior. Odenato había sido nombrado ese mismo año Cónsul de Roma por el emperador Valeriano.

En 266, la pareja real tuvo un hijo, Lucius Iulius Aurelio Septimio Vaballathus Atenodoro conocido como Vaballato.

Un año después Odenato y su primer hijo eran asesinados al parecer a causa de conflictos familiares. En aquel momento Zenobia tomó las riendas del poder a la espera de que su hijo Vaballato alcanzara la edad para reinar.

El esplendor del Imperio de Palmira
El reinado de Zenobia fue muy corto, del 267 al 272, pero consiguió dar un esplendor como nunca antes se había visto en la ciudad siria. La reina inició una serie de trabajos para fortificar y embellecer la ciudad de la cual hoy día aún se pueden contemplar sus imponentes ruinas. Grandes columnas y colosales estatuas, templos, monumentos y jardines completaron la política edilicia de Zenobia.

Pero Zenobia no se conformó con embellecer su propia ciudad sino que también emprendió una importante campaña expansiva de su pequeño imperio.

En aquel momento el gobierno del Imperio Romano era un auténtico caos en el que se erigían y deponían emperadores con demasiada asiduidad y las fronteras empezaban a estar peligrosamente amenazadas. Zenobia no dudó en aprovechar aquella débil coyuntura del imperio al que sus predecesores sirvieron. Así, en el año 269 las tropas de Palmira consiguieron dominar un vasto territorio comprendido entre Asia Menor y Egipto.

Siguiendo los pasos de Cleopatra
Zenobia sintió siempre una gran admiración por la reina egipcia Cleopatra VII Tea. No sólo imitó su estilo estético y llegó incluso a usar parte del ajuar perteneciente a Cleopatra sino que siguió su mismo destino.

El año 270 el emperador Aureliano tomaba las riendas de un Imperio Romano desorganizado y al borde del caos. Pronto estabilizó la frontera del Danubio y puso orden en las distintas zonas de conflicto. No se olvidó de Zenobia, quien disfrutaba de su nuevo poder. Aureliano inició una campaña militar contra Egipto haciendo retroceder las fuerzas de Zenobia hasta Siria.

La última reina de Palmira fue finalmente derrotada en Emesa. Aunque consiguió huir, ella y su hijo fueron capturados en el río Eufrates cuando intentaban llegar al reino persa en busca de asilo.

El fin de un imperio efímero
El esplendor de Palmira duró escasos cinco años. Mientras la ciudad de Palmira era destruida por orden de Aureliano, su reina era trasladada a Roma como prisionera. Aunque se desconoce el destino final de Zenobia, lo más probable es que recibiera el perdón del emperador Aureliano y terminara sus días como matrona romana en una villa cercana a la capital de un imperio al que puso en jaque aunque sólo fuera por un corto periodo de tiempo.

 

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