Curiosidades y notas filosóficas sobre Física Cuántica

https://josecarlosfernandezromero.com/

Imagen retirada de: www.portalastronomico.com

Imagen retirada de: http://www.portalastronomico.com

 

En el año 1887, en el artículo “Dioses, Mónadas y Átomos” de la Doctrina Secreta, H.P.Blavatsky escribió:

“… uno por uno, todos los hechos y procedimientos de los talleres de la Naturaleza pueden abrirse paso en la ciencia exacta, cuando presta ayuda misteriosa a unos pocos individuos para el descubrimiento de sus arcanos. A la terminación de los grandes Ciclos, relacionados con el desarrollo de las razas, tienen lugar generalmente tales acontecimientos. Nos hallamos precisamente al final mismo del ciclo de 5.000 años del presente Kali Yuga Indoario; y de aquí a 1897 se hará un gran rasgón en el Velo de la Naturaleza y la ciencia materialista recibirá un golpe mortal”

En una de sus Instrucciones Esotéricas para discípulos, ella misma mencionaba que tal revelación se hallaba en un Libro de Profecías, elaborado, al inicio del Kali Yuga (el 17 de Febrero del año 3102 a.C.) por los Sabios que conducen el destino de la Humanidad.

Es evidente que, con esta afirmación, se refiere al descubrimiento de la radioactividad, y con ella, de las interioridades del átomo, y el conocimiento del lejano universo a través del estudio de los rayos cósmicos. En 1896, el hallazgo casual por Henri Becquerel, de que un pedrusco de Pechblenda, mineral que contiene uranio, velaba una placa fotográfica envuelta en papel oscuro, y dentro de un cajón (eliminaba así, la hipótesis de la fluorescencia), permitió a la Ciencia y con ella, a la Humanidad entera, avanzar en una dimensión nueva y desconocida. Dividiendo el átomo en partículas aún más ínfimas, se descubría, también que la materia era, en verdad permeable, otra profecía o enseñanza de H.P.Blavatsky en su Cosmogénesis.

En el año 1905 Einstein demuestra la existencia inequívoca del átomo, al estudiar el movimiento browniano. Casi dos mil años antes, ya el poeta y filósofo Lucrecio en su Natura Rerum había escrito que la prueba de la existencia de los átomos estaba en el movimiento zigzagueante  de las partículas coloidales del polvo suspendido en el aire, al hacerse visibles ante un rayo de luz: pero pocos dieron el valor debido a sus palabras.

Los trabajos de Pierre y Marie Curie sobre esta nueva y asombrosa fuente de energía, y sobre el radio, nos hizo dar un paso más en el misterio. El descubrimiento de los rayos cósmicos, cuando, en el 1912, el físico Victor Franz Hess se subió en un globo a 5000 metros, provisto de electroscopios, fue otro paso. El descubrimiento y trabajo con las partículas alfa, beta y gamma (que hoy sabemos que son respectivamente núcleos de Helio 4, electrones procedentes de una desintegración en el núcleo de neutrón a protón, y fotones de alta energía emitidos por el núcleo en procesos radioactivos) permitió elaborar el primer modelo atómico “nuclear planetario”, el llamado modelo de Rutherford. El estudio microscópico de las líneas de luz emitidas por gases incandescentes, permitió estudiar los niveles energéticos u “órbitas” en el interior del átomo; y con estos elaborar el modelo de Bohr, y luego el de “orbitales” en la Ecuación de Onda de Schrödinger, con sus distintos tipos y tamaños (n, s, p, d y f). Heisenberg explicó todos estos saltos energéticos con matrices matemáticas, herramienta del álgebra hasta entonces prácticamente desconocida; y renunció, con su famoso Principio de Incertidumbre, a querer saber qué estaba sucediendo físicamente dentro del átomo, si es que sucedía algo fuera de sus operaciones matemáticas: había nacido la Física Cuántica. Varios años antes, en el 1900, Max Planck había determinado empíricamente la “moneda” mínima de energía que podía ser intercambiada en la Naturaleza, mínima, por tanto, no infinitamente pequeña y que formaba la retícula o trama de la realidad misma, el “quanto de acción” (energía x tiempo). El descubrimiento que hizo Einstein de la naturaleza corpuscular de la luz, estudiando el efecto fotoeléctrico; y el de la naturaleza ondulatoria de la materia, por Louis De Broglie en 1923, analizando ¡interferencias ondulatorias de los electrones! hizo que se cerrara la puerta detrás nuestro y quedásemos en la oscuridad de un laberinto (el de la materia) que era necesario iluminar y recorrer. ¿La materia es onda, la luz materia? ¿Qu’est-ce que c’est ça?

Einstein, Schrödinger, De Broglie, Planck, de un lado, queriendo liberar la Física Cuántica de abstracciones matemáticas imposibles -el famoso “Dios no juega a los dados”-, de lo absurdo por lo ilógico. Bohr y Heisenberg por otro –base de la llamada “interpretación de Copenhage”- no queriendo dar nombre ni forma, ni trazar ninguna semejanza entre el mundo intraatómico y el macroscópico, tensaron la cuerda de nuestra racionalidad.

Pero el golpe definitivo fue dado por Max Born, él fue quien cortó dicha cuerda, dejándonos a ciegas y “locos”: Interpretó la Ecuación de Onda de Schrödinger de forma estadística. Las órbitas dejaban de ser tales, y los orbitales (de la Ecuación de Onda) se convirtieron en ¡ondas de probabilidad de encontrar ahí un electrón! ¿Quién sabe lo que esto significa? En mi época de estudiante corría el chiste de que la Teoría de la Relatividad, en realidad sólo la entendió su creador, Einstein, pero que la Física Cuántica nunca nadie la había entendido, si es que tal proeza podía llegar a ser conquistada. Schrödinger protestó ante esta injerencia de la irracionalidad, y en 1935 explicó lo absurdo de esta visión con su famosa alegoría irónica del gato que está muerto y vivo al mismo tiempo. Ironía que no fue entendida como tal, y por el contrario, fue sacralizada como una nueva visión  -absolutamente absurda si no bien comprendida, o incluso bien comprendida- de la realidad. El remate fue cuando Max Born afirmó que estaba dispuesto a abandonar el determinismo en el mundo atómico. O sea, a renunciar a la ley de causa y efecto en el ámbito cuántico, a una localización x en el espacio y en el tiempo, o incluso, deducimos, al principio de identidad: ambos tres principios intrínsecos, o “a priori” de la mente humana: los huesos de Kant habrán debido removerse en su tumba de Königsberg, Aristóteles habría mirado con desdén, como diciendo, “déjalos, si siempre serán unos críos” y Platón habría sonreído enigmáticamente, como la Gioconda.

El experimento cuántico de la doble rendija, divulgado por el Dr. Quantum del filme documental (tendencioso y manipulador, adulterando las declaraciones de los científicos entrevistados) “What the bleep do we know”, realizado por los discípulos de quien dice canalizar al gran guerrero atlante así reencarnado, nos deja aturdidos. Además, aunque no se dice, ni en el filme ni en general en los textos divulgativos quantialucinantes, no es la conciencia, no es la observación quien determina si es el electrón quien se comporta como onda –interfiriendo con él mismo- o como partícula –sin hacerlo-. Es la medición de un instrumento, lo que tiene implicaciones muy diferentes. Puede haber o no un observador, es la medición la que “fija” el resultado, o quien “colapsa la onda”, que será onda de cualquier cosa, pero no de probabilidad… lo que es en sí mismo un absurdo. El instrumento que mide no tiene conciencia y el experimentador puede estar de vacaciones y sólo un mes después ver el resultado de dicha medición. Es evidente que la conciencia modifica la realidad, ya lo enseñaban los egipcios, por ejemplo con su jeroglífico “Ojo”, ari, que significa “ver” y “crear” al mismo tiempo; o más vulgarmente, en el refranero popular español “el ojo del amo engorda el ganado”.

Hoy mismo no sabemos si el gato de Schrödinger está muerto o no, o si ha concebido –quizás era una gata y estaba embarazada- y amamantado a sus crías. Lo que sí estamos seguros es que no está muerto y vivo al mismo tiempo, ni que, como decía el físico Everett, hay un gato vivo, y, en un mundo paralelo, el mismo está muerto, perdido en una de las infinitas dimensiones de la naturaleza.

Más allá de unas interpretaciones u otras, los genios que hicieron nacer la Física Cuántica fueron de las mentes más lúcidas del siglo XX, y su ansia de saber iba más allá del simple ámbito científico. Amaban la Filosofía, la Poesía y la Música, eran todos ellos humanistas, evocando así a las lumbreras del Renacimiento, paradigma al que todos debemos de aspirar.

Vamos a examinar algunas curiosidades sobre estos personajes asombrosos, que arrastrados por la Historia abrieron la Caja de Pandora de la energía atómica:

-Heisenberg era un enamorado no sólo de los números, sino de la misma filosofía pitagórica. Le atraía Kant, y aún más Platón. Leía el Timeo en el griego original, y le dedicó horas y horas inspirándose en los modelos geométricos con que Platón explica la naturaleza esencial de los Elementos: el Tetraedro, del Fuego; el Icosaedro, del Agua, el Octaedro, del Aire y el Cubo, de la Tierra. Se habría quedado pasmado, de haber conocido los trabajos al respecto del Dr. Robert J. Moon (1911-1989) de la Universidad de Chicago, sobre los vínculos de estos mismos “sólidos platónicos” con la Tabla Periódica de Elementos o los del también Físico Stephen M. Phillips vinculando estos poliedros y sus relaciones numéricas con la Teoría de Cuerdas.

Heisenberg dice: “Me fascinaba la idea de que, en las partes más ínfimas de la materia, se consiguieran encontrar fórmulas matemáticas”[1]

-Schrödinger se sentía arrebatado por los textos sagrados de la India, que había conocido gracias a la obra de Schopenhauer. Escribió en su juventud cuadernos y más cuadernos en un estado de casi delirio, comentando los Upanishads, quizás los mejores textos de Metafísica de toda la historia conocida del pensamiento humano, si es que no son, como dicen los brahmanes, de origen divino. Schrödinger, antes de haber dejado su huella en la Ciencia del siglo XX, cuando le ofrecieron ser profesor de Física Teórica en Chernivtsi, aceptó, pero con el secreto propósito de limitarse sólo a dar clases para dedicar todo su tiempo libre al estudio de la filosofía Vedanta… aunque no era eso lo que le reservaba el destino.

-En el año 1943,  Schrödinger improvisó tres conferencias en el Trinity College explicando de un modo muy original los principios que gobiernan la vida, según las Leyes de la Física. El éxito fue tan grande que más tarde se convirtieron en un opúsculo “Qué es la vida”. Acababa de descubrirse la existencia de los genes y que estos serían grandes moléculas, pero Schrödinger fue más allá. Adivinó que serían de estructura regular, pero sin repetirse exactamente: un cristal aperiódico. Dijo, el primero, con intuición de vidente espiritual, que estas variaciones conformarían una especie de código, un alfabeto en el que se registraría la información genética: “La configuración de la molécula no incluía sólo un mensaje con instrucciones, sino también los elementos para su ejecución. Son al mismo tiempo los planos del arquitecto y la mano de obra del constructor”[2] . Quizás se había inspirado en Giordano Bruno quien ya había hecho alusión a los mismo.

James Watson, uno de los descubridores del ADN, lo hizo motivado por este libro, “Qué es la Vida” del físico de la famosa Ecuación de Onda.

De todos modos, no nos debemos inquietar por el laberinto en que parece que nos hallamos prisioneros, y lo cierto es que cada vez más la mente permea la materia, según nuestra Ciencia Cuántica, aunque por otro lado, y por desgracia, mutatis mutandi, aún son de plena actualidad las palabras escritas en el siglo XIX por H.P.Blavatsky en su Doctrina Secreta[3]:

“La ciencia materialista, que sólo percibe la línea base del Triángulo manifestado –el plano de Materia-lo interpreta prácticamente como (Padre)-Materia, (Madre)-Materia e (Hijo) –Materia, y teóricamente como Materia, Fuerza y Correlación.

Pero para la generalidad de los físicos, según ha observado un kabalista:

El Espacio, la Fuerza y la Materia, son lo que los signos en álgebra para el matemático, meramente símbolos convencionales, [o] la Fuerza como Fuerza y la Materia como Materia, son tan absolutamente incognoscibles como lo es el supuesto espacio vacío en que se considera que actúan.

Los símbolos representan abstracciones, y sobre estas

Basa el físico hipótesis acerca del origen de las cosas… él ve tres necesidades en lo que llama creación: Un lugar en donde crear. Un medio por el cual crear. Un material con el cual crear. Y dando una expresión lógica a esta hipótesis, con los términos espacio, fuerza, materia, cree que ha probado la existencia de lo que cada uno de éstos representa, según él lo concibe.[4]

Jose Carlos Fernández

Almada, 17 de julio del 2016


[1] Comentario de Heisenberg en su libro “Diálogos sobre la Física Atómica” haciendo referencia a sus lecturas de Platón en el año 1918. Citado en el extraordinario libro “Física Cuántica: El Principio de Incertidumbre. Heisenberg” de Jesús Navarro Faus.
[2] Del libro “Las Paradojas Cuánticas-Schrödinger”, del físico y escritor David Blanco Laserna. Lo que está en cursiva es del mismo Schrödinger, del opúsculo citado.
[3] Más específicamente en el capítulo “Dioses, Mónadas y Átomos”
[4] Las citas que menciona H.P. Blavatsky son del libro New Aspects of Life and Religion, de Henry Pratt, ed. 1886

Un comentario en “Curiosidades y notas filosóficas sobre Física Cuántica

  1. Myalba es nuestra tierra, propiamente llamada «Infierno», y el mayor de todos los infiernos, no conoce más infierno, o lugar de castigo, que una tierra o un planeta habitado por hombres. El Avitchi es un estado, y no una localidad.

    Fragmento 3. La Voz del Silencio

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.