“Recordando Lo Que Es” Emilio Carrillo (53, 54).

EL CIELO EN LA TIERRA

Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo http://www.sinmente.com/

53- La experiencia del Yo Soy: dos sencillas prácticas.
Para vislumbrar lo que significa Ser y percibir la experiencia del Yo Soy sirven dos sencillas prácticas:
a) Observar el lapso existente entre dos pensamientos: Concéntrate y procura que haya un instante, uno solo, por pequeño que sea, entre dos pensamientos de los que bullen constantemente en tu cabeza. Cada uno de ellos es un objeto mental. El lapso que conscientemente dejas entre ellos es la presencia del Ser, tu verdadero yo… Los pensamientos van y vienen, incluso cuando duermes. En el lapso en el que los interrumpes radica la consciencia: estar muy despierto sin nombrar o interpretar el momento. Simplemente, quietud en alerta. Una quietud que está presente, igualmente, en el movimiento, en la acción. Para el Yo Soy, la quietud es movimiento y el movimiento es quietud… Y los seres humanos están en condiciones de lograr que la consciencia que perciben durante el referido lapso sea no sólo un corto instante entre dos pensamientos, sino que florezca e impregne la vida entera, el día a día, de modo que el Yo Soy tome las riendas, en lugar del ego, y la mente esté al servicio de uno mismo, no al revés. En realidad todo consiste en ser consciente de que vivo, existo, soy... y de que mi ser y existencia es tanto la dimensión subyacente del aquí-ahora (inmutable, inalterable) como el espacio en el que surge y se despliega la forma del momento presente (todas los hechos y situaciones que acontecen de instante en instante y mutan y varían sin cesar). Y con esta toma permanente de consciencia se produce la conexión entre el Yo Soy –interior, eterno y situado más allá de la mente- y el mundo y circunstancias del entorno -exterior, efímero-, quedando el coche (el yo físico, mental y emocional) bajo el mando consciente del Conductor (Yo Soy)… La nueva visión que esta toma de consciencia aporta es extraordinaria. Yo Soy; y todo es y se desenvuelve porque Yo soy. Si Yo no fuera, nada sería. Yo Soy es la razón de cuanto existe. Y mi Yo Soy es idéntico al Yo Soy del otro y sólo se explica y se sostiene en la Unidad del Ser Uno.
b) Dejar de discutir con lo que es: La percepción del Yo Soy sitúa el estado de consciencia más allá del correspondiente a la consciencia de los objetos y transforma el no inconsciente y de-mente a la vida en su sí consciente y cuerdo; plasma en el aquí-ahora una nueva interacción con la vida que conlleva un rotundo sí a la misma, que no es sólo mental, sino interiormente sentido. Esta nueva interacción radica en abandonar toda oposición o resistencia contra el momento presente y la forma y contenidos con los que aparece. La práctica que ello conlleva es fácil de exponer: deja de nombrar, etiquetar y clasificar todo lo que te rodea y a ti mismo; cesa de interpretar y enjuiciar cada cosa del mundo de los objetos, cada persona con la que te relacionas, cada acontecimiento, cada acción propia o ajena, cada pensamiento… Se trata de dejar de discutir con lo que es. Es una práctica elemental: es lo que hacen las montañas, los árboles y plantas, los animales, la Tierra, el Sol y todas las estrellas… Y es una práctica espiritual: hace que aflore el Ser, el Yo Soy. Consigues la alineación interior con el momento presente y confías en la vida; y aceptas su forma, sus contenidos cualesquiera que sean, de manera abierta y amorosa. Ya no polemizas con lo que es y que no puede ser de otra manera que como ya es. Lo cual no supone ni resignación ni inacción. Al contrario: es una aceptación profunda que emana naturalmente de la confianza en la vida; y hace la acción mucho más eficiente, pues se actúa alineado con la existencia, no desde la oposición del ego, que se instala en esta resistencia como manera de posicionarse y fortalecerse. Al no poner a otras personas en la prisión mental de los juicios, tampoco te metes en ella a ti mismo. Y al no juzgar, sientes y generas una paz que se convierte en bendición para cada persona que encuentras… Comprobarás que esta práctica, ejercitada de modo continuo en el aquí-ahora, proporciona una gran sensación de libertad. No en balde, dejas de estar atrapado en la pequeña historia del ego. Ya no hay piloto automático: el Yo Soy toma el mando.

54- Consciencia del Yo soy y no oponerse a la vida.
La experiencia del Yo Soy es sencilla y directa, pero al ego le gusta prácticas espirituales más complicadas, especialmente las que proponen multitud de pasos que se extiendan durante meses o años de ejercicio: como le aterra el presente y se alimenta de la confrontación con la vida, con el aquí-ahora, le encanta la idea de estar largo tiempo practicando cómo llegar al futuro, cómo ser mejor. El pequeño yo se nutre de la creencia en el tiempo y desea tiempo para llegar a donde sea, incluso a Dios. Demasiados buscadores espirituales responden inconscientemente al mismo patrón y, en lugar de afrontar el momento presente y vivir y ser de verdad en él, sin más dilaciones ni cábalas mentales, transitan por un laberinto de lecturas, vídeos, escuelas, talleres, prácticas y experiencias esperando conseguir en el futuro la iluminación. Pero la consciencia del Yo Soy y no oponerse a la vida no precisa de tiempo, pues sólo requiere el aquí-ahora. Tampoco de libros ni conocimientos ni viajes… Nada de eso. Todo es simple e inmediato: vivir, existir y ser, en paz con la vida; dejar de enjuiciar y etiquetar; aceptar lo que es; permanecer continuamente alineado con el aquí-ahora, abrazado al momento presente, dando igual las formas exteriores que adopte y que, a juicio de la mente, pegue o bese. Desaparecen entonces los pensamientos que antes surgían involuntariamente para juzgar y criticar cuanto te rodeaba y ocurría, incluido a ti mismo. Fluye así, sin obstáculos, la dimensión profunda de tu ser, abriéndose el espacio interior que permite al momento presente ser lo que es. Sientes íntimamente -no sólo mentalmente- el sí a la vida. Y percibes lo que no tiene forma, el verdadero Yo, el atemporal, el que nada tiene que ver con la pequeña historia personal del falso yo cuando sobrevivías bajo la batuta del ego… Al verdadero Yo lo sientes como presencia. Es la consciencia pura de Ser, un estado que es alerta y, a su vez, espacio. Muchas personas, tras años de prácticas meditativas, no captan tal presencia porque buscan un objeto mental. Pero no es esto ni se le parece. Es consciencia: alerta y espacio. Te percatas de que eres el espacio para todo lo que sucede, para cada situación, sea de gozo o de dolor; para cada persona y forma de vida; para todo el mundo exterior. Y traes a éste tu dimensión profunda hasta establecer la conexión entre la dimensión subyacente y la superficial, entre lo interior y lo exterior, entre lo espiritual y lo material… Se acabaron las dualidades y la mente, en su sabiduría, apaga el piloto automático del ego.
La toma de consciencia permite que el Yo Soy asuma el mando del coche –el yo físico, mental y emocional- y se transforme en lo que es: el espacio en donde todo existe y acontece. Por fin, ves lo real: la vida, en su totalidad e integridad, eres tú. Y todo el mundo es tuyo: ya nadie es un extraño, cesas de encontrar fallos en los demás y te contemplas a ti mismo en todo y todos.

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