«¿Vivimos en libertad condicional?» (1/2) Leo.

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esclavo

A la gran mayoría de nosotros nos encanta sentir que somos libres; hablar, leer, escribir poemas sobre la libertad y creer que tenemos libre albedrío y somos dueños de nuestra vida, de nuestro destino y de nuestro futuro. ¿Somos realmente libres, autodeterminados, dueños de nuestra propia voluntad, nuestro porvenir y nuestro destino?

Mucha filosofía, escritos, mentalización sobre marketing, discursos sobre nuestra capacidad dormida, sobre nuestra reautoafirmación y voluntad, conferencias, conceptos religiosos y aún posteos en los medios sociales, nos mantienen felices y esperanzados pensando en que tenemos libertad.

En la triste realidad, es muy duro reconocerlo, pero tenemos la libertad de la gallina dentro de su gallinero. Que deja de ser útil cuando deja de poner huevos. Y que por lo tanto, sólo queda reservada para la cacerola.

Los seres humanos somos esclavos de nuestra ignorancia, de nuestra sociedad, de nuestras costumbres, de nuestra familia, de nuestro trabajo, de nuestra educación, de nuestra indolencia, de nuestro sistema de vida, del “qué me importa”, del “a mí no me afecta”.

Somos esclavos porque estamos controlados en todo momento, monitoreados como los animales salvajes a los que, para estudio de sus costumbres y territorios, se les implantan chips o se les pone el collar transmisor.

Hay muchos seres humanos a esta fecha que han sido llevados a bordo de naves ET y allí se les han implantado “chips ET” que, no sólo les sirven a ellos como sensores de la actividad de estas personas, sino de la actividad de los que se encuentran en contacto con sus vidas. Sería como vivir con una cámara “Go-Pro” incorporada que, a la vez que filma, transmite la información que capta a sus registradores en las naves.

Muchos ejemplos de esto se han revelado por radiografías de partes de algunas personas en las que aparecen puntos oscuros que no son tumores, sino implantes. Estos implantes tienen un aspecto como “piedritas” que se asimilan como huesos por el tejido humano y son alimentados por él mismo, con la función de transmitir información sobre la persona.

Pero que, en realidad, también funcionan como “transponders” (buscar “transpondedores” en Internet, para mayor información), o sea, como la llave codificada de nuestro auto, que cuando es activada por una señal externa responde enviando un código digital a fin de que el sistema electrónico del auto lo reconozca como válido y permita ponerlo en marcha.

Estos implantes ET reciben y transmiten información, trabajando a su vez como “actuadores”, es decir, capaces de obedecer órdenes mediante señales radiales de ultra alta frecuencia y obligar al implantado a hacer lo que se le ha programado a través de esa señal. Esto convierte al ser humano en esclavo inconsciente, a otro nivel de esclavitud, mediante cadenas invisibles.

Hace años que ya se habla de que el mismo gobierno, con la excusa de centralizar datos de salud, así como “control y moneda” de nuestras transacciones, está planificando implantar chips de reconocimiento en las personas (como ya se ha probado en las mascotas) que actuarían así como tarjetas de crédito… y algo más, mucho más siniestro.

Son modernos “códigos de barras” como los signos tatuados en los brazos de los prisioneros judíos en la segunda Guerra Mundial. Ya han comenzado experimentalmente con sus soldados, para ser identificados y localizados, conocer sus posiciones en el combate y asegurarse de que seguirán las órdenes al pie de la letra; como los sensores externos adheridos al piloto de Fórmula 1 que se emplean para evaluar en todo momento sus signos vitales.

Estos chips ET también envían los signos vitales, pero transmiten los pensamientos, lo que ven los ojos y lo que escuchan los oídos, la ubicación geográfica del individuo (como un GPS) o sea toda la información pertinente que a ellos les interesa saber, sobre todo en el momento en que este individuo se vuelva peligroso para sus intereses, todo esto modulado en una señal digital de muy alta frecuencia, como los chips de los celulares.

Los primeros celulares tenían una antena, bastante molesta, pero los modernos ya no parecen traerla; esto se debe a que está incorporada y, para estar ubicada internamente, debe ser pequeña y las antenas pequeñas vibran a muy altas frecuencias, que en otros países están prohibidas por la radiación dañina sobre todo cuando se acerca el aparato al cerebro para hablar. Pero esto no es todo.

En los nuevos modelos de celulares están colocando transmisores de muy alta frecuencia y además, ciertas señales codificadas, para saber en todo momento dónde se encuentra geográficamente el aparato y por ende, su dueño.

Pero las personas no saben que pueden ser disparados a voluntad para transmitir no solamente cuando el aparato esté encendido sino cuando está apagado y de ese modo servir como micrófonos ocultos que comuniquen el sonido y las conversaciones del ambiente aunque la persona no esté alertada sobre ello.

Nuestro amigable celular se convierte así en nuestro enemigo y por tal razón, se busca por todos los medios que las personas actualicen sus equipos y se adiccionen a ellos, para acentuar su capacidad espía.
¿Para qué tomarse el trabajo de abducir e implantar, si ahora el chip está en el celular y además, lo paga el usuario?

La única forma de anularlo es retirando la batería; por esa razón, estos nuevos celulares se comportan como micrófonos y transmiten nuestras conversaciones con las personas de nuestro alrededor, aún cuando no somos concientes de que ello sucede. Sus baterían tienen corta duración, justamente porque están activos en todo momento.

La información se memoriza y se transmite en paquetes de pulsos, en el momento en que el celular informa a la torre de su posición; por eso, los teléfonos se llaman “celulares” porque activan distintas células (zonas de influencia de las antenas). Cuando uno va viajando, va pasando de una célula a otra y de ese modo, el sistema siempre sabe dónde se ubica el aparato y las coordenadas de su localización.

Nos tienen ubicados, observados, escuchados, controlados. Ésta es la explicación de que en las películas el villano le dice a sus “colegas”: “Llámame desde un teléfono seguro” haciendo referencia a un teléfono fijo, no desde un celular. Pero debe ser de fijo a fijo, porque si interviene un celular, estarán monitoreadas ambas partes de la comunicación.

Las conversaciones por celular son registradas y grabadas, así como a qué número se han comunicado, la hora de la comunicación y las coordenadas de ubicación. Se acabó la privacidad. Alguien ya sabe donde usted ha estado, si ha viajado, con quien ha estado, lo que ha hablado con esa persona y cuando dicen que el teléfono no puede ser desbloqueado e investigado, es mentira, es una excusa judicial como lo que vemos por TV para proteger a ciertos personajes políticos que todos sabemos que son corruptos.

Todo esto es transmitido y grabado por los servicios de inteligencia, dado que, como no es una información alámbrica sino que se trata de una emisión al espacio, legalmente pueden registrarla sin que se trate de algo prohibido ni necesitar autorización judicial como sería para “pinchar” una línea de teléfono fijo.

Yo soy radioaficionado y he escuchado muchos años atrás conversaciones telefónicas de celulares, algunas de las cuales he debido mantener absolutamente en secreto por lo privadas; de esa manera he llegado accidentalmente a saber quién engañaba a su pareja, con quién, en qué lugar solían encontrarse, lo que ciertas esposas comentaban con sus amigas respecto de sus maridos, sus aventuras y áun más, conversaciones “privadas” entre políticos, funcionarios y hasta jueces.

Realmente hay que tener estómago de hierro para escuchar y saber lo que hace y dice la gente cuando cree que nadie lo está observando o escuchando. Cuando se muestra en su realidad íntima. Pero todo esto entraba a mi equipo de UHF cuando lo encendía…

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
Continúa en «¿Vivimos en libertad condicional?» Parte 2 de 2

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