Los astrónomos mayas tuvieron a su propio Copérnico

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Es conocido que los mayas trazaron mapas del firmamento que los ayudaron a calcular la duración de los meses y años, siendo más precisos que los europeos de su era. Pero sus logros astronómicos tal vez hayan sido subestimados por los académicos. Un nuevo estudio sugiere que la astronomía de esta civilización mesoamericana fue tan avanzada que rivalizó en conocimientos con aquella aplicada por Copérnico siglos después.

'El Observatorio', en Chichén Itzá, donde el Copérnico maya hizo su descubrimiento.

La astronomía maya vivió un período de innovación entre los años 800 y 1000 d.C., durante el período Clásico Terminal, concretamente en la ciudad de Chichén Itzá, en la península mexicana de Yucatán, y posiblemente bajo el auspicio de K’ak’ U Pakal K’awiil, «una de las figuras más prominentes de la ciudad», según Gerardo Aldana, profesor de Antropología y Estudios Chicanos en la Universidad de California en Santa Bárbara. Durante este período fundamental de la cultura maya, mucho antes que el astrónomo renacentista Nicolás Copérnico formulara su teoría heliocéntrica a principios del siglo 16, un astrónomo anónimo hizo una observación minuciosa de Venus que permitió ajustar el calendario y celebrar los ritos cíclicos de forma más precisa.

La Tabla de Venus

Venus fue muy importante para los mayas, hasta el punto de programar sus guerras y realizar sacrificios basándose en su observación. Gerardo Aldana ha estudiado el Códice Dresde, el manuscrito conocido más antiguo de América, y en concreto ha examinado la Tabla de Venus, célebre por sus exactas observaciones sobre la aparición y desaparición de Venus en el firmamento, un fenómeno que los mayas relacionaron con la muerte y el renacimiento. El profesor cree que la Tabla de Venus ha sido «malinterpretada y enormemente subestimada» desde que fue descifrada a finales del siglo XIX, según explica en un comunicado la Universidad de California en Santa Bárbara. «He argumentado en otra parte que la reconstrucción del procedimiento de corrección de la Tabla de Venus del Códice Dresde por los eruditos modernos ha supuesto una carga excesiva por el interés en relacionar el calendario maya de cuenta larga con las cronologías cristianas», afirma Aldana en otro artículo publicado en Journal of Astronomy in Culture.

Prefacio de la Tabla de Venus (primer panel a la izquierda) y las primeras tres páginas. Crédito: Universidad de California, Santa Barbara.
Prefacio de la Tabla de Venus (primer panel a la izquierda) y las primeras tres páginas

Si tratamos de descifrar un texto astronómico maya utilizando el día del calendario occidental como unidad básica, entonces «el error irá en aumento». Para Aldana la clave no está en la numerología sino en que hay que interpretar estas observaciones de Venus como registros históricos: lo que motivó estos hallazgos mayas no fue un interés exclusivamente científico por saber cuándo iba a aparecer Venus, sino que fue una consecuencia de sus ritos cíclicos, una información que fueron recogiendo a lo largo de los siglos. «Supongamos que tenían registros históricos, que conservaron estos registros históricos de eventos astronómicos y que los consultaron en el futuro, de la misma manera que hicieron los griegos y los egipcios. Y esto es lo que hicieron: los conservaron durante un período prolongado y detectaron unos patrones en ellos. La historia de la astronomía occidental está completamente basada en esta premisa», concluye. Para poner a prueba su conjetura, Aldana estudió otro yacimiento arqueológico maya, Copán, en Honduras. La antigua ciudad-estado posee sus propios registros de Venus, los cuales coinciden con los registros históricos de las observaciones en el Códice Dresde.

Armando el rompecabezas

La última pieza del puzle de la Tabla de Venus se hallaba 500 años en el futuro: Nicolás Copérnico. El gran astrónomo polaco dio con el heliocentrismo cuando intentaba hallar la manera de predecir las futuras fechas de los domingos de Pascua —el domingo siguiente a la luna llena después del equinoccio del 21 de marzo—, un desafío que requería buenos modelos matemáticos. Eso es justamente lo que Aldana vio en la Tabla de Venus. «Cuando te haces la pregunta: “¿para qué establecían estos ciclos?”, entonces la perspectiva cambia por completo. Ellos no usaron a Venus estrictamente como un mapa astronómico para saber cuándo iba a aparecer el planeta, sino más bien como una guía para establecer sus rituales cíclicos», explicó. «Realizaban actividades rituales y, cuando esto ocurría, toda la ciudad se juntaba y celebraba ciertos eventos basados en la observación de Venus». Juntando todas las piezas, Aldana halló que hubo un periodo único de tiempo durante la ocupación de Chichén Itzá cuando un astrónomo en el templo fue usado para observar las progresiones del planeta Venus y descubrir que era una manera viable para corregir el calendario y establecer sus eventos rituales.

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