Un fósil de una serpiente con un lagarto en su estómago, que a su vez tiene un escarabajo

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Los fósiles resultan imprescindibles por la información que nos proporcionan sobre la vida pasada en nuestro planeta. Y gracias a ellos podemos saber muchas cosas. Pero raramente estos restos se conservan tan bien como los descritos en un artículo reciente, en el que tenemos una imagen muy clara de una cadena trófica. No completa, pero con tres eslabones reconocibles.

Una serpiente que se come un lagarto, que se había comido un escarabajo. Si nos paramos a pensarlo, las probabilidades de que algo así se conserve son muy bajas. De hecho, la serpiente murió menos de dos días después de cazar el lagarto, y se fue directa al fondo de un lago. Y el lagarto debía haber cazado a su presa momentos antes de sufrir su muerte.

De hecho, las probabilidades son tan escasas que sólo hay dos fósiles así conocidos. Dos con este. En parte tiene que ver con el lugar donde se ha encontrado este fósil “encadenado”, uno de los yacimientos más ricos y con especímenes mejor conservados del mundo. Se trata del yacimiento de Messel, y se encuentra en Alemania.

Yendo al detalle, ¿qué es exactamente lo que se ha encontrado? Lo primero que se reconoce son las estructuras de la serpiente, que se pueden determinar con mucha precisión. Tanta, que incluso se puede dar género y especie: Palaeophyton fischeri, un pariente lejano de las actuales pitones y boas.

Este nivel de detalle no es extraño. Sí lo es que el lagarto también se pueda reconocer. Se trata de un ejemplar de Geiseltaliellus maarius, un pequeño reptil de apenas 20 centímetros de longitud de rostro a punta de la cola. Con lo que no ha habido tanta suerte ha sido con el escarabajo. Es imposible asignarle género y especie, al estar muy comprimido y parcialmente digerido.

Pero el insecto nos da una información muy relevante. Hasta ahora, se pensaba que la especie de lagarto de la que hablamos era herbívora, ya que sólo se habían encontrado restos vegetales en sus estómagos. Al aparecer un insecto del tamaño que tiene este, sabemos que la dieta era omnívora. No se podía haber comido un animal de ese tamaño por error.

Alguien se podría preguntar cómo es posible saber que la serpiente se había comido al lagarto. ¿No puede tratarse de dos fósiles muy juntos, tal como ocurre en muchas ocasiones? Y la duda es razonable, claro, pero al estudiar con detalle el fósil, tal y como explican los autores, se ve claramente cómo el lagarto se encuentra entre las dos filas de costillas. Es decir, en el interior de la serpiente, donde estuvo su estómago.

Gracias a este ejemplar fósil, hemos podido aprender un poco más sobre el funcionamiento de los ecosistemas hace 48 millones de años. Y es seguro que este yacimiento seguirá dando sorpresas.

Crédito de la imagen superior: © Springer Heidelberg

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