El gen egoísta: el hombre, dicen, es el lobo del hombre.

«No hay nada tan perverso en la naturaleza como nuestra idea de la naturaleza humana. Es fruto de nuestra imaginación cultural.»
«La cuestión no es si la naturaleza humana es básicamente esto o aquello, buena o mala. La cuestión es el biologicismo» 
Marshall Sahlins.
La ideología egoísta tiene la mayor ventaja. La codicia del ser humano lo conduce a la sociedad, genera concordia. Las personas entran en relación con otras por los beneficios que pueden obtener. Lo peor de nosotros se ha convertido en lo mejor. El interés personal y el individualismo posesivo, expresado en forma de la búsqueda de la felicidad, es ya un derecho.
La idea de que el amor por uno mismo, el egoísmo, es puramente natural, ha sido reforzada por una ola de determinismo genético gracias al Gen Egoísta de los sociobiólogos y el Darwinismo Social de los psicólogos evolucionistas, y a la Elección Racional de los economistas, que de manera similar lo explican todo, desde los índices de suicidio hasta la delincuencia juvenil.

Uno debe preguntarse: si el ser humano realmente tiene una predisposición animal pre-social y anti-social, cómo es que tantos pueblos siguen ignorándolo y viven para contar su ignorancia. Muchos de ellos no tienen concepto alguno de animalidad, menos aún de la bestialidad que supuestamente reside en nuestros genes. Es sorprendente que viviendo en relaciones tan estrechas con la llamada naturaleza, estos pueblos no hayan reconocido su animalidad inherente, ni conocido la necesidad de reconciliarse culturalmente con ella.

NATURALEZA VS CULTURA

La distinción entre cultura y naturaleza prácticamente sólo nos resulta evidente a nosotros mismos.
«Es la menos comúnmente compartida en todo el mundo. En numerosas regiones del planeta, no se concibe que los humanos y los no humanos se desarrollen en mundos de distintos principios.» concluye Philippe Descolá.
En numerosas regiones del planeta, las plantas y los animales importantes para la gente, así como los rasgos del paisaje, incluso los cuerpos celestes, también son personas. Igual que los seres humanos, estas otras especies de personas tienen almas y cualidades tales cómo conciencia, inteligencia, intencionalidad, movilidad y emotividad, así como la capacidad de comunicarse entre sí y con la gente.
Entre los indios Cree, por ejemplo, tanto las personas humanas como la naturaleza inerte son una red de personas recíprocas.
Todo lo que rodeaba a los maoríes era pariente, señaló el etnógrafo Elsdon Best, incluyendo los árboles, los pájaros, los insectos, los peces, las piedras… En repetidas ocasiones, decía Best, «cuándo derribaba un árbol en el bosque fui abordado por nativos con comentarios como: te estás metiendo con tu antepasado Tane´»Uno debía demostrar su respeto mediante los rituales apropiados.
Entre los cazadores-recolectores chewong de Malasia, de acuerdo con lo que registró Signe Howell, sienten un parentesco más cercano con ciertas personas no humanas incluyendo algunos artefactos, que con los blancos y otros grupos humanos distantes. A quienes consideran «nuestra gente» es a las plantas, los animales, los objetos y los espíritus con quienes comparten el mismo hábitat y costumbres…
Una vez más, el contraste no es absoluto ya que nosotros les concedemos ciertos atributos humanos, a veces incluso un estatus legal de personas, a algunos animales específicos, principalmente a las mascotas y entre ellas sobre todo los perros.
La opinión científica de los expertos sostienen que los primeros antepasados humanos en África, al cambiar la dieta frugívora por la carne producto de la caza, hicieron de la guerra nuestro destino.
A juzgar por los cazadores-recolectores contemporáneos, no hay una relación necesaria entre la caza y la violencia entre las personas. Hay una asociación mucho más fuerte entre la caza y la relación sexual, no solo en el establecimiento de relaciones sino con frecuencia en la técnica misma.
Tim Ingold escribe sobre los cazadores recolectores en general: «La caza misma llega a ser vista no como una manipulación técnica del mundo natural, sino como una especie de diálogo interpersonal entre personas que implican sociabilidad, respeto, reciprocidad, propiciación, comprensión, tabú, seducción, reconocimiento y varias combinaciones de las mismas»
Según Reichel-Dolmatoff sobre los Tucanos del Amazonas, el verbo cazar se traduce como hacerle el amor a los animales. 
Otro ejemplo de la comunicación transespecífica es que los animales tienen la misma cultura que la gente. Los relatos de muchos indígenas estadounidenses dan testimonio de que los animales viven en casas, tienen jefes, se casan, realizan ceremonias y en general practican las mismas costumbres que la gente. No sorprende tampoco que en los informes etnográficos de Nueva Guinea o del continente americano, los animales descienden de los humanos más que a la inversa. Y es que en la opinión común de los pueblos del mundo, la humanidad es el estado original a partir del cual se produjeron y diferenciaron las formas naturales. La humanidad es lo universal, la naturaleza es lo particular.  
De hecho, ni siquiera los animales salvajes son animales salvajes. 
Decimos que los seres humanos están motivados por naturaleza, por sus apetitos insaciables, a sembrar la guerra y el desorden en su propia especie. Este es el lamento de nuestro autodesprecio «homo homini lupus»: el hombre es el lobo del hombre. Es la fórmula que calumnia a la gregaria manada de lobos con sus muchas técnicas de cooperación. Estamos hablando del antepasado del mejor amigo del hombre. Los grandes simios parientes de la humanidad, tampoco se inclinan por anhelar eterna e innecesariamente el poder por el poder, deseo que solo cesa con la muerte y, en consecuencia, por la guerra de uno contra todos. No hay nada tan perverso en la naturaleza como nuestra idea de la naturaleza humana. Es fruto de nuestra imaginación cultural.

SOCIALIZAR VS MADURAR

«Si los bebés son inocentes no es por falta de voluntad de hacer daño, si no por falta de fuerza», observaba San Agustín en «Las confesiones». De nuevo existe la considerable evidencia etnográfica que muestra lo contrario, que por todo el mundo hay otros pueblos que no piensan en los niños como monstruos natos, ni consideran la necesidad de domesticar sus instintos bestiales. Para nosotros, es una animalidad que tiene que ser superada. Para las sociedades de muchos lugares del mundo, los niños ya son humanidad en trance de ser. La sociabilidad es la condición humana normal.
Sencillamente, el niño no es todavía una persona completa, y es cuestión de madurar la mente o el alma del niño, más que de la regulación de los impulsos corporales. La condición de persona se logra gradualmente a través de las interacciones sociales, en especial las que implican reciprocidad e interdependencia, ya que éstas comprenden y enseñan las identidades sociales del niño.
Los niños de Fiji tienen «almas acuosas» (yalo wai) hasta que comprenden y practican las obligaciones del parentesco y de la jefatura (Anne Becker, Christina Toren).
Los niños de la isla Ifalik en Micronesia son insensatos (arbustos) hasta los cinco o seis años, cuando han adquirido suficiente inteligencia (respuesta) para tener un sentido moral.
Catherine Lutz escribe que los niños pequeños en Java no son todavía javaneses (ndurung djawa) en contraste con los ya javaneses (sampun djawa), es decir, los adultos normales, capaces de practicar la compleja etiqueta y la delicada estética de la sociedad y de responder.
Para el pueblo aimara de las tierras altas de Bolivia, la socialización de los niños es una progresión de una humanidad imperfecta a una perfecta, caracterizada por la asunción de las obligaciones social, si bien allí está ausente «el elemento punitivo asociado con el concepto de «represión» que usamos para definir el proceso por el cual se socializa un bebé» (Olivia Harris).
Los chewong de Malasia dicen que el alma de un niño no está completamente desarrollada mientras no sea capaz de cumplir con responsabilidades adultas, como el matrimonio (Signe Howell).
De igual manera, entre los hagen, el niño entra en la madurez «por ser capaz de apreciar lo que involucran las relaciones sociales con los demás». El niño «ciertamente no es romi [salvaje]» (Strathern)
La mayoría de los pueblos seguramente no piensan al niño como un ser dual, mitad ángel y mitad bestia, antes bien los niños nacen humanos. Su maduración consiste en la adquisición de la capacidad mental de asumir relaciones sociales propias. Está implícito el reconocimiento de que la vida humana tiene las facultades y predisposiciones para expresarse en las formas culturales de una sociedad dada.
Aquí, la conducta del niño se entiende en gran parte en los términos orgánicos de necesidad y apetito, y aún se llega a confirmar el egoísmo del niño al tratar aquellos como «demandas». Tal vez no veríamos a los bebés como criaturas egocéntricas, que han caído en las garras del deseo, si nosotros mismos no fuéramos ya egoísta integrales. 
En el folklore occidental que heredamos, el salvaje (ellos) es para el civilizado (nosotros) lo que lanaturaleza a la cultura y el cuerpo a la mente. Sin embargo, es un hecho antropológico que la naturaleza y el cuerpo son para nosotros la base de la condición humana. Para ellos lo son la cultura y la mente. Quién le hace más honor a la humanidad, quiénes son entonces los realistas, en mi opinión, son los pueblos antes mencionados que ven la cultura como el estado original de la existencia humana y la dimensión biológica como algo secundario y condicional.

SELECCIÓN NATURAL VS SELECCIÓN CULTURAL

Porque en sentido crítico tienen razón, y el registro paleontológico de la evolucion homínida los apoyará. Geertz, de manera brillante, sacó las conclusiones antropológicas correspondientes: la cultura es más antigua que el Homo Sapiens, mucho más antigua, y fue una condición fundamental del desarrollo biológico de la especie. Las evidencias de la existencia de Cultura en la línea humana se remontan a unos tres millones de años, mientras que la actual forma humana tiene sólo unos cientos de miles de años. El hombre anatomicamente moderno tiene solo 50.000 años y proliferó en la Edad de Piedra tardía (Paleolítico Superior) lo que significa que la cultura es 60 veces más antigua que la especie en la que nos reconocemos. Llevar una vida de acuerdo con la cultura significa tener la capacidad y conocer la necesidad de alcanzar simbólicamente nuestras inclinaciones corporales. Las funciones biológicas se organizaron en diversas formas culturales, a través dela selección Cultural. 

EL BIOLOGICISMO VS LA CULTURA

Entonces, una vez más, ¿quiénes son los realistas? Hemos visto que muchos pueblos del planeta tienen una idea similar, que la naturaleza humana: es un «llegar a ser» basado en la capacidad de llevar a cabo el proyecto cultural apropiado. Un llegar a ser, en vez de un ser desde siempre o una naturaleza humana como una entidad, que es un aspecto básico de nuestra mitología. Decíamos que determinadas prácticas culturales están de algún modo inscritas en el plasma germinal, recientemente en los genes, como antes en los instintos y más antiguamente en el semen. Aún así, la cuestión no es si la naturaleza humana es básicamente esto o aquello, buena o mala. La cuestión es el biologicismo.
No hay ningún individuo pre-social, no hay un ser humano que exista antes o a parte de la sociedad. Los humanos están constituidos, para bien o para mal, dentro de la sociedad y de forma diversa según las diferentes sociedades. Nacen en sociedad y ahí permanecen. La cultura es la naturaleza humana. Cuando los javaneses dicen: «ser humano es ser javanés», Geertz, que es quien lo reporta, dice que tienen razón, en el sentido de que no existe naturaleza humana independiente de la cultura.
Elementos que nos parecen tan instintivos y propios de la naturaleza humana como el sexo, por ejemplo, no son independientes de la cultura. No es que todas las culturas tengan sexo, sino que todo sexo tiene cultura. Los deseos sexuales se expresan y reprimen de diferentes formas según determinaciones locales, incluyendo la decisión de trascenderla en favor de los valores del celibato. Consideremos que algunos occidentales incluso lo hacen por teléfono (por si se pensaba que la caza es una forma extraña de hacer el amor).
Los esquimales dicen que los obsequios hacen a los esclavos, como los látigos hacen a los perros. Pero pensar así o pensar en nuestro proverbio opuesto, que «los obsequios hacen amigos», requiere que nazcamos con «almas acuosas» que esperan el momento de manifestar nuestra humanidad, para bien o para mal, en las experiencias significativas de una forma de vida particular. Pero no como dictan nuestras antiguas filosofías y modernas ciencias, que estamos condenados por una irresistible naturaleza humana a buscar nuestro beneficio a costa de quien sea, amenazando con ello nuestra existencia social.
Todo ha sido un gran error. 
Mi modesta conclusión es que la civilización occidental ha sido construido sobre una idea perversa y equivocada de la naturaleza humana. 
Lo siento, perdón, todo fue un error. 
Sin embargo, probablemente sea cierto que esta idea perversa de la naturaleza humana pone en peligro nuestra existencia.

— Texto adaptado de «La ilusión occidental de la naturaleza humana», Marshall Sahlins.–

2 comentarios en “El gen egoísta: el hombre, dicen, es el lobo del hombre.

  1. de que hablamos……

    ¿de cultura o del natural egoismo humano?.-

    todo lo que dice de la cultura, es solo una posicion personal, ya que antropologicamente, la cultura es TODA realizacion humana.-

    sin humanos no hay cultura…..

    donde hay humanos hay cultura.-

    (el problema de «irse por las ramas» es que se pierde la «direccion»….).-

    con respecto al tema de el gen egoista…..

    por favor… acepten de una vez por todas….QUE NO SOMOS CRIATURAS ANGELICALES…

    somos animales muy evolucionados….. conscientes….. «con cultura»…. lleganos al espacio…. quebramos el atomo…. escribimos poesias…..

    pero tambien matamos niños, comemos gente, matamos al debil, y al poderoso tambien, somo injustos, torpes, y brutos.-

    estrictamente hablando…. solo un puñado de gente es realmente «evolucionada»…. quizas no mas de 10.000 personas en todo el planeta.-

    el resto solo gastamos oxigeno… ocupamos espacio…. y consumimos recursos… vemos la telenovela… el partido de futbol de fin de semana…. miscelaneos mas o menos.-

    ¿duro?…..¿cruel?…… no para nada….. solo realista.-

    todo lo que «tenemos» y «lo que somos»… se lo debemos apenas a un puñado de gente.-

    milagros tecnologicos, como un celular…. para lo que hubo que descubrir primero el atomo, la fisica cuantica….

    para buscar Pokemones.-

    si raspamos un poco… aparece el Lobo…. ni siquiera el lobo…. el Lobo es un animal DIGNO…..es un depredador digno.-

    aparece el «carroñero».-

    profesor J

  2. Tampoco se le puede pedir a un monje q vivio en otro tiempo y q no tenían idea de lo q es tener un bb, y q además el castigo era un sistema aceptado en la educación, tanto familiar, escolar, como religiosa, q explique o se adapte a estos tiempos donde se pasó claramente, de un extremo, a otro. O suponer q los aymará, de otros tiempos, siguen con sus culturas ancestrales cuando tambien deben vivir en la modernidad y son como cualquier persona q vive en esta sociedad, más allá de sus ancestros. Pasa q cuando vemos el mundo y nos nos gusta lo q vemos intentamos culpar de lo q nos pasa y buscar hasta «un gen», q para mi no es por ahi . Bastante esfuerzos deben hacer los BB para entender este mundo de locos, y adaptarse. ..a por ejem. q a los tres meses, lo internen en guarderías, cuando la edad natural , para salir de la familia, dicen q es entre, 6 ó 7 años. . ..eso se paga. Los genios de los rockefeller lo hicieron, sacar la madre, paga impuestos a la caja feliz, y además el «estado benefactor» los educa. Resultado una juventud sin limites y en su mayoría desde los 13 ó 14 años con alta cantidad de narcoticos, + aditivos, y todo un problema q no saben como parar, cuando a veces, parece q es tarde. …y estan muriendo miles de jovenes para los cuales no hay estadisticas serias, y no vamos a esperar q justamente, lo diga la Onu. Saludos Profesor J.

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