2016-09-28 “El Libro de la Ley” de Aleister Crowley

                                                          Portada de “El Libro de la Ley”.

“El 11 es mi número, así como el de todos quienes están con nosotros.”

La clave de bóveda del poder-religión son los rituales de sexo y sangre. Es lo que llamamos los rituales hierogámico-sacrificiales. En esto no es distinto el régimen de hoy, que a pesar de ser mucho más complejo que regímenes anteriores en cuanto a sus aparatos de conocimiento, científico, tecnológico, político, legal, burocrático, etc., sigue operando como las grandes religiones y sigue estando controlado en última instancia por rituales. En el corazón de las grandes religiones, concebidas para controlar a las masas, las élites siguen practicando rituales de tradición pagana en los que el sexo y la violencia reales son los ingredientes fundamentales. Y lo mismo podemos decir de los grandes linajes monárquicos y aristocráticos.

Esto es lo que se suele denominar satanismo. De manera que conocer el satanismo es imprescindible para comprender cómo funciona el poder-religión, cómo piensan y sienten las élites que nos gobiernan en la sombra, más allá de lo que digan o aparenten en público, lo que por definición será pura impostura e hipocresía.

Y para conocer el satanismo, en particular en su versión más contemporánea, una de las figuras centrales es Aleister Crowley. Su obra “El Libro de la Ley” (Madrid, La Felguera, 2016) permite un acercamiento relativamente accesible a lo que significa el satanismo, y en particular de la religión Thelema.

Estela de Ankh-ef-en-Khonsu o de la Revelación, ca. 680-670 a.C., dinastía 25 o 26, número de inventario 666, Museo Egipcio de El Cairo.

El libro fue escrito en 1904, pero no fue publicado hasta 1938. Se inspira en la llamada Estela de Ankh-ef-en-Khonsu o de la Revelación, en la que el sacerdote Ankh-ef-en-Khonsu comparece ante el dios Re-Harakhty, ‘Re-Horus de los Dos Horizontes’ o Ra-Hoor-Khuit, ambos bajo Horus de Bedhet o Hadit, en forma de Disco Solar Alado, y la diosa del cielo nocturno Nuit o Nut. Esta estela es importante porque la estructura del libro se basa en esta trinidad.

Así, se compone de tres capítulos dictados por cada uno de los integrantes de esta trinidad: el primero por la diosa Nuit o Nut, que representa la materia en su sentido más amplio; el segundo por Hadit, su esposo, que representa la energía eterna; y el tercero por el fruto de ambos Ra-Hoor-Khuit, el Niño Coronado o Conquistador, dios de la Guerra y la Venganza, o en otras versiones Heru-Ra-Ha, una síntesis de los gemelos Ra-Hoor-Khuit y Hoor-Parr-Kraat (p. 25). Es importante comprender que en esta trinidad la figura femenina desempeña un rol primigenio, pero está compensada por la figura masculina Hadit, con quien celebra una hierogamia:

“El Universo manifestado proviene del matrimonio de Nuit y Hadit; sin esto ninguna cosa sería. Esta perpetua boda-festín es entonces la naturaleza de las cosas en sí mismas” (p. 25).

Esta estructura trinitaria define también tres eras consecutivas de la humanidad: la Era de Isis, en la que dominaron las religiones naturales, paganas, matriarcales, que giraban alrededor de rituales mágicos de la fertilidad; la Era de Osiris, que coincide con el dominio de religiones monoteístas, sacrificiales, patriarcales, como el cristianismo; y la Era de Horus, que vendría a ser una fusión de ambas, dominada por lo infantil, la inocencia, la androginia, etc., pero también por la violencia y la venganza en cierto sentido amorales, justificadas por Horus como venganza por su padre muerto Osiris.

Es importante destacar que este Horus, como ya decíamos, se desdobla a su vez en dos figuras gemelas (Horus y Harpócrates, o Ra-Hoor-Khuit y Hoor-Parr-Kraat) (pp. 34, 36, 54).

Según Crowley la revelación de “El Libro de la Ley” en 1904 habría dado comienzo a esta Era de Horus y debería durar 2000 años (p. 28):

“Horus gobierna el periodo de 2000 años, que empezó en 1904. Su gobierno está echando raíces en todas partes. Observad por vosotros mismos el declive del concepto de pecado, el crecimiento de la inocencia y la irresponsabilidad, las extrañas modificaciones del instinto reproductivo, con tendencia a volvernos bisexuales o epicenos, la confianza infantil en el progreso combinada con el miedo pesadillesco a las catástrofes, contra las cuales todavía no tenemos una voluntad plena de tomar precauciones.

Pensad en el afloramiento de dictaduras, únicamente posibles cuando el crecimiento moral se encuentra en sus fases tempranas, y en la prevalencia de los cultos infantiles como el comunismo, el fascismo, el pacifismo, las modas relacionadas con la salud, el ocultismo en casi todas sus formas y las religiones sentimentalizadas hasta un extremo que en la práctica equivale a su extinción.

Pensad en la popularidad del cine, de la radio, de las apuestas del fútbol y los concursos de adivinar cifras, todos ellos mecanismos para calmar a niños díscolos y carentes de proposito alguno.

Pensad en el deporte y en los entusiasmos y cóleras pueriles que excita, países enteros trastornados por unas disputas entre muchachos.

Pensad en la guerra, en las atrocidades que tienen lugar a diario y nos dejan indiferentes y apenas nos preocupan.

Somos niños” (O. M., p. 55).

Según el satanista inglés, el contenido de la obra le fue revelado por una entidad “desencarnada”, “una inteligencia alienígena” llamada Aiwass (pp. 11, 37). Pero sería también Hoor-Paar-Kraat o Harpócrates, ‘Horus el niño’, además de una encarnación de Seth o el Diablo (p. 22). Nos dice que el contenido le fue dictado a lo largo de tres días consecutivos, de las 12 del medio día a la 1, el 8, 9 y 10 de abril de 1904.


Diversas páginas manuscritas con errores «humanos, demasiado humanos».

http://lib.oto-usa.org/libri/liber0031.html

Pero lo cierto es que si analizamos las páginas manuscritas del libro encontramos numerosos tachones, líneas añadidas, párrafos y páginas completas eliminadas, etc., lo que nos hace pensar que esta obra es fruto del ser humano Aleister Crowley y el tema de la revelación fue una estrategia de marketing para vender esta perversa e inhumana religión. No cabe duda de que Crowley era un tipo muy culto y con un talento excepcional, pero también era un ser maléfico y despreciable. Parece curioso que otras obras sean criminalizadas por incitar a la violencia y esta campe a sus anchas. Pero no es tan curioso una vez que comprendemos que esta ideología y religión es la que siguen las mafias criminales que nos gobiernan en la sombra.

Veamos una selección de fragmentos de esta obra que nos permita hacernos una idea de en qué consiste esta particular religión satánica llamada Thelema.

Si la comparamos con otras religiones en las que las prohibiciones —los “Mandamientos”— ocupan un lugar central, vemos que en este caso la protagonista es la transgresión. Así, en el primer capítulo la diosa Nuit exclama:

“¡Os amo! ¡Os ansío! Pálidos o purpúreos, velados o voluptuosos, yo que soy toda placer y púrpura, y embriaguez del sentido más interior, os deseo. […] ¡venid a mí! En todos mis encuentros con vosotros dirá la sacerdotisa, y sus ojos arderán de deseo cuando esté desnuda y gozosa en mi templo secreto: ¡A mí! ¡A mí!” (1.61-62).

“Soy la Serpiente que otorga el Conocimiento y el Placer y la gloria luminosa, y que anima los corazones de los hombres con su ebriedad. Para adorarme bebed vino y drogas extrañas de las que yo hablaré a mi profeta, ¡y emborrachaos! […] Desea, goza de todas las cosas de los sentidos y del embeleso: no temas que ningún Dios te niegue por esto” (2.22).

“¡Atención! Estos son misterios solemnes, dado que también pertenecen a mis amigos ermitaños. Pero no intentéis encontrar a estos en el bosque ni en la montaña, sino en lechos purpúreos, acariciados por magníficos especímenes de mujeres de largos brazos y piernas, y con fuego y luz en las miradas, y con enormes melenas llameantes; ahí es donde los encontraréis. Los veréis en el poder, en los ejércitos victoriosos, en todas las alegrías…” (2.24).

Evidentemente está aquí el ambiente de las religiones paganas, de los cultos orgiásticos, de los rituales de la fertilidad de la Tierra, del dionisismo y las bacanales. Pero lo interesante es que esta moral de la transgresión y del exceso resuena también muy bien con la moral dominante hollycapitalista:

“¡Pero excédete, excédete!
¡Nunca dejes de luchar por más!” (2.71-72).

Podemos decir que Thelema es la religión en la que la transgresión es la norma. Thelema se traduce como ‘Voluntad’ y esta es equiparada al deseo sin límite:

“Haz tu voluntad será el todo de la Ley” (1.40; cf. 3.60).

“Saciaos también de tanto amor como queráis, cuando, donde y con quien queráis! Pero siempre en mí” (1.51).

Pero la transgresión no tiene sentido sin la prohibición. Esta es la clave para entender muchas cosas. De lo que se trata siempre es de una cuestión de proporción, de armonía entre estos términos. Glorificar la transgresión sin límites, la saciedad de todos los deseos, es una solemne estupidez, infantilismo e irresponsabilidad. Es verdad que por lo que se han definido siempre las élites político-religiosas es por la transgresión amoral e impune. No creemos que a partir de estos principios se pueda crear una religión muy elevada, sino simplemente la cuartada ideológica para un burdo proyecto de dominación.

Pero este hacer de la transgresión la norma se entiende mejor en la medida en que esta religión Thelema solo es el privilegio de una minoría de elegidos, netamente diferenciados de la masa. Este elemento aristocrático es también importante para comprender la afinidad de esta religión con la masonería y las sociedades secretas. La transgresión sin límite opera de hecho como la zanahoria que hace que el burro siempre camine hacia adelante pero que nunca llega a morder, el anzuelo para la trama de control y compromiso que rige estos ambientes:

“Que mis siervos sean pocos y secretos: ellos gobernarán a los muchos o conocidos” (1.10).

“¡No prestéis atención alguna a estos necios hombres y sus penas! Apenas sienten nada, y lo que sienten lo compensan con placeres endebles; vosotros, en cambio, sois mis elegidos” (1.31).

“¡Estáis contra el pueblo, oh elegidos míos!” (2.25).

De manera que este satanismo implica un desprecio muy acusado por lo popular, por la masa. También un rechazo firme de la compasión y de la piedad:

“Pero los más elevados son nuestra gente. Se regocijarán, nuestros elegidos: quien se aflige no es de los nuestros.
La belleza y la fortaleza, las risas saltarinas y la deliciosa languidez, la fuerza y el fuego, son de los nuestros.
No queremos saber nada de los parias y los no aptos: que se mueran en su desgracia. Porque ellos no sienten. La compasión es el vicio de los reyes: aplastar a los desgraciados y a los débiles: esa es la ley de los fuertes: esa es nuestra ley y el placer del mundo” (2.19-21).

“¡No lloréis a los caídos! Jamás los conocí. No soy para ellos. No doy consuelo: odio a los consolados y a quienes consuelan” (2.48).

“¡Nada de piedad; malditos sean quienes se compadecen! ¡Matad y torturad; no perdonéis; a por ellos!” (3.18).

Evidentemente Thelema no es una religión de la cohesión, de la creación de comunidades. Es más bien una religión de la separación, de la escisión, de la distinción muy marcada entre pueblo y elegidos. Es una religión claramente elitista. Pero tampoco creemos que haga posible comunidades elitistas sanas y humanas, sino estructuras de mando y control muy competitivas, llenas de celos y rivalidades, de impostura e hipocresía, de manipulación e instrumentación. En otras palabras, la filosofía y la moral que se trasluce en este libro encaja a la perfección con la estructura de la masonería, de las sociedades secretas, de los Illuminati.


Aleister Crowley.

Otro de los elementos evidentes en esta obra es el odio a otras religiones. Por menos que esto a uno lo califican como terrorista y lo encierran en Guantánamo o lo criminalizan con leyes de excepción “antisemitas”. Pero evidentemente el satanismo es la religión de las élites hollycapitalistas que dictan las leyes que sí debemos cumplir los “parias”:

“Con mi cabeza de halcón [Ra-Horus] le saco los ojos a Jesucristo colgado en la cruz.
Bato mis alas en la cara de Mahoma y lo ciego.
Con mis garras arranco la carne del indio y del budista, del mongol y del din” (3.51-53).

Thelema es una religión que glorifica la agresividad, la violencia, la guerra, el dominio de los fuertes sobre los débiles:

“Soy único y conquistador. No soy de los esclavos que perecen. ¡Que mueran y reciban condenación!” (2.49).

“¡Por tanto golpead fuerte y bajo y al infierno con ellos, maestro!” (2.60).

“Que se entienda en primer lugar que soy un dios de la Guerra y de la Venganza. Las impartiré con dureza” (3.3).

“Yo os llevaré a la victoria y al placer: yo estaré a vuestro lado en la batalla y vosotros os deleitaréis en la matanza. El éxito será vuestra prueba…” (3.46).

Todo esto otra vez parece encajar demasiado bien con la amoralidad capitalista y hollycapitalista, con la amoral de “el fin justifica los medios”, con la lógica de que la victoria legitima a los vencedores con independencia de la manera como la obtienen. Esto es, con los valores que caracterizan a las élites hollycapitalistas: la mentira, la hipocresía, el cinismo, la rapiña, la traición, la rivalidad sin tregua. Todo esto se corresponde muy bien con el capitalismo más salvaje, con la piratería, con las leyes mercantiles, con la estrecha vinculación entre capitalismo, militarismo y maquinismo:

“¡Escojed una isla!
¡Fortificadla!
¡Sembradla de maquinaria de guerra!
Yo os daré una máquina de guerra.
Con ella aplastaréis a los pueblos; y nadie os presentará batalla.
¡Acechad! ¡Retiraos! ¡A por ellos! Esta es la Ley de la Batalla de Conquista…” (3.4-9).

 “Prohíbo las discusiones. ¡Conquistad! Con eso ya basta” (3.11).

Otro de los aspectos centrales de Thelema, relacionado con el lugar central que ocupa la transgresión y la voluntad sin límites, es el erotismo y la sexualidad, pero en su vertiente más carnal, más concupiscente, más lasciva y promiscua. Y por supuesto más alejada de la fertilidad, de la familia, de la continuidad de la vida. Aquí volvemos a encontrar otro elemento que encaja a la perfección con el hollycapitalismo y la agenda transhumanista, con la promoción de las sexualidades no naturales y no fértiles, como caballo de Troya de la destrucción de la familia tradicional y la fertilidad natural.

“Hay un velo: es un velo negro. Es el velo de la mujer recatada; es el velo de la tristeza y el manto de la muerte: eso no tiene nada que ver conmigo. Abatid ese espectro mentiroso de los siglos; no veléis vuestros vicios con palabras virtuosas: esos vicios me sirven a mí…” (2.52).

Esta identificación de la castidad con la muerte es tremendamente falaz. La castidad es precisamente la conducta que las culturas han articulado para garantizar la cohesión de las comunidades y conjurar la amenaza que suponían morales más laxas, más desintegradoras. Aquí volvemos a ver una íntima afinidad entre este satanismo de Crowley y la moral corrosiva de las comunidades tradicionales que supone el hollycapitalismo.

“¡Que [la mujer] mate su propio corazón! ¡Que sea escandalosa y adúltera! ¡Que vaya cubierta de joyas y prendas suntuosas y que se muestre desvergonzada ante todos los hombres!
Entonces la elevaré a las cúspides del poder: entonces le engendraré una criatura más poderosa que todos los reyes de la tierra” (3.45).

Nótese que no dice “engendrará” sino “le engendraré”. Otra vez estamos en el ámbito de los métodos de fertilidad asistida, que no dejan de ser una suerte de profanización, de secularización, de rituales de producción de seres sagrados.

“Que María impoluta sea desmembrada en la rueda; ¡que por ella sean despreciadas entre vosotros todas las mujeres castas!” (3.55).

Y como no podía ser de otra manera, no solo la mujer casta es sacrificada, sino también su fruto:

“¡Que se ande con cuidado la Mujer Escarlata! Si la piedad, la compasión y la ternura visitan su corazón, si permite que mi obra coquetee con viejas dulzuras, entonces mi venganza se dará a conocer. Sacrificaré a su criatura…” (3.43).

De nuevo, imposible no pensar en la legitimación del aborto, otro caballo de Troya de la agenda transhumanista.

Y por si no ha quedado claro el lugar central que ocupan en Thelema los rituales de sexo y de sangre:

“Adórame con fuego y con sangre; adórame con espadas y con lanzas. Que la mujer sea ceñida con una espada ante mí: que fluya sangre en mi nombre. […]
Sacrifica ganado, pequeño y grande: después un niño” (3.11-12).

“Para el perfume mezclad harina, miel y posos espesos de vino tinto: también aceite de Abramelín y de oliva, y después ablandad y desbastad con sangre.
La mejor sangre es la de la luna, mensual: después la sangre fresca de un niño, o la que cae de la hueste del cielo; después la de los enemigos; después la del sacerdote o los adoradores; por último la de alguna bestia, da igual cuál.
Quemad este perfume: haced con él pasteles y coméoslos por mí” (3.23-25).

Por si no ha quedado claro, de lo que está hablando es de antropofagia.


Aleister Crowley.

Para terminar, merece la pena destacar algunos fragmentos que sugieren de manera bastante evidente que el satanismo de Crowley es el mismo que el de las élites que están detrás del 11S, del 11M y de tantos otros 11s, de tantos rituales-banderas falsas que hoy se están convirtiendo en algo cotidiano:

“El 11 es mi número, así como el de todos quienes están con nosotros” (1.60).

“Soy la Emperatriz & el Hierofante. Por tanto, once, igual que mi esposa es el once” (2.16).

Cifra 11 que remite a las columnas masónicas, pero también a los gemelos, a los dos Horus gemelos que como hemos dicho presiden Thelema:

“Salve, guerreros gemelos que estáis en los pilares del mundo!” (3.71).

En suma, merece la pena acercarse a esta obra de Aleister Crowley para conocer de primera mano cómo piensan y cómo sienten las élites criminales que nos gobiernan en la sombra. La mayoría de la gente tiende a desconfiar de las llamadas teorías de la conspiración porque están manipulados para idealizar a las élites y para hacer de ellas la referencia moral. De la imagen falsa de ellas que los medios de desinformación crean. Nada mejor por lo tanto que conocer en qué consiste el satanismo y en comprender hasta qué punto esta es la clave de bóveda del hollycapitalismo.

Esto es, el satanismo sería algo así como la religión oculta, mistérica, que se esconde en el centro de las grandes religiones y en general de los grandes regímenes polílitico-religiosos, desde siempre, de los grandes imperios, del cristianismo, pero también del capitalismo y hoy del hollycapitalismo. Si uno observa de manera crítica muchas de las manifestaciones del sistema, desde la política a las finanzas, desde los proyectos de control mental a la agenda transhumanista, desde Hollywood o la Hollymúsica a los medios de desinformación de masas, verá que este satanismo rezuma por todos lo poros. De manera que comprender el satanismo es un requisito indispensable para comprender el poder-religión hoy. Porque el ritual satánico es la sala de máquinas desde la que se controla todo el sistema. Así de sencillo. Cuando se comprende esto se comprende casi todo lo demás.

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