«Acerca de la expiación» Alejandro Lodi.

alejandrolodi.wordpress.com

chivo-expiatorioExpiar: Purificarse de las culpas. Pagar o purgar las culpas.
Chivo expiatorio: El que carga las culpas de algo sin motivo.

La expiación es un pase mágico.
Una sofisticada actividad de la psique colectiva. Vigente y oscura.

Las sociedades humanas generamos chivos expiatorios. Un otro (persona, grupo, comunidad, clase, etnia) que concentra todo el horror que habita en nuestra alma, toda la culpa que conserva nuestra memoria, y nos libera de ese peso. En el chivo expiatorio descargamos lo que nos agobia. Nos convencemos de que por verlo en ese otro, no está en nosotros. Lo indigno es su propiedad, el pecado nos es ajeno.

El fuego en el que arde, el sufrimiento que padece, nos libera del dolor.
Porque él sufre, nosotros no sufrimos.

El chivo expiatorio ha hecho un gesto, ha cometido una acción, ha dado testimonio concreto de una transgresión. Gestos, acciones y transgresiones que todos tememos y anhelamos. Necesitamos que alguien encarne esa aterradora amenaza. Necesitamos crear a quien expíe la irracionalidad de nuestras pulsiones, la baja oscuridad de nuestras emociones. Necesitamos ver afuera los sombríos contenidos de nuestra alma para sancionarlos en otro y sentirnos a salvo de la tentación, libres de su poder sobre nuestra voluntad.

La crueldad. La corrupción. La impiedad. La indiferencia. El egoísmo. El abuso. La violencia. La manipulación. El miedo. La soberbia. La enfermedad. La muerte.

La generación de chivos expiatorios calma nuestras angustias, promueve seguridad. Permite que organicemos nuestra vida en comunidad sin cuestionarnos a nosotros mismos. Es una simulación inconscientemente (en el mejor de los casos) acordada. Es identificar al culpable de nuestros males, ejecutar en turba su castigo y volver a nuestros hogares con la convicción de habernos garantizado un futuro mejor.

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La expiación es una descarga de tensiones psíquicas. Como tal, impide sostener un proceso que, quizás, ha llegado a un punto de crucial incomodidad en el “cuerpo social”. Alivia y, por eso, no permite madurar. La madurez psíquica florece de experiencias críticas en las que fracasan nuestros mecanismos de evitación. Los aprendizajes colectivos sobrevienen cuando pierden efectividad los rituales expiatorios que narcotizan el dolor del contacto con la sombra.
Asumir una profunda transformación implica la consciente renuncia a los hábitos de descarga, disponerse al dolor del reconocimiento en lo que nos victimiza.

La expiación puede revelar que una comunidad no está en condiciones aún de asumir esa verdad -incómoda y propia- que proyecta en la víctima propiciatoria.
O también que ha ingresado en una fase de maníaca negación que la aproxima a la tragedia de una psicosis colectiva.
Todo depende de la masa crítica que asuma una u otra posibilidad.
Aunque incluya cierta dosis de valentía, el principal factor del salto mutante ante el miedo a la transformación es -en lo personal y en lo colectivo- el hartazgo.
La sanación brota de la náusea frente a nuestros hábitos de repetición.
La madurez nace del agotamiento de nuestras manías de descarga proyectiva.
La acción transformadora emerge de la disolución de la culpa y de la aceptación de responsabilidad.
Culpa y responsabilidad, la distancia entre penar una carga moral y ejercer madura autonomía.

La expiación está unida a la victimización. Por sentirnos víctimas generamos chivos expiatorios. Considerarse víctima da derecho a identificar culpables y a “que truene el escarmiento”. Son dos caras de la misma moneda, dos estados emocionales de un único proceso. La expiación y la victimización son recursos del inconsciente colectivo para eludir “la imagen que devuelve el espejo”, para no asumir la crisis transformadora de reconocer nuestra propia sombra en ese otro abominado.
La expiación y la victimización son mecanismos de supervivencia del inconsciente colectivo de una comunidad humana, ejercidos a veces con inocencia y en otras con deliberado cinismo.
Y, como todo mecanismo de supervivencia, cuando se extiende más allá de su necesario tiempo funcional, se cristaliza en hábito de reacción, se torna regresivo, patológico y destructivo.

Expiación y victimización.
ABC del líder mesiánico.
Y de las sociedades susceptibles a su encanto.

«Acerca de la victimización» (http://selenitaconsciente.com/?p=269076)

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