¿Qué sabemos sobre el fenómeno extraterrestre?

Cuando nos enfrentamos al fenómeno extraterrestre nos encontramos con mucho escepticismo. En muchos casos creado por las propias personas que han tratado el tema extraterrestre con cierta falta de rigor y, por otro lado, por el descredito a que ha sido sometido este tema por los distintos gobiernos y sus servicios secretos. Pero lo que es evidente es que hace muchos milenios se escribieron unos textos que nos han sido transmitidos por las distintas religiones en forma de libros sagrados. La ortodoxia nos dice que se supone que fueron dictados personalmente por los propios dioses o por algún ser celestial. Nos estamos refiriendo a textos que tienen miles de años de antigüedad y que, en muchos casos, son difíciles de entender. Si tenemos dudas sobre la existencia de vida extraterrestre, debemos considerar que nuestro Sol es sólo una de las aproximadamente 100 mil millones de estrellas en nuestra galaxia. Pero Sir Francis Crick, físico, biólogo molecular y neurólogo británico, así como premio Nobel, dice que hay unos 100 mil millones de galaxias en nuestro universo y que, al menos, un millón planetas en nuestra galaxia podrían sustentar vida. Podemos elucubrar sobre cuál podría ser la cifra de planetas habitables en todo el universo, incluso sin referirnos a otras dimensiones de existencia más allá del rango de frecuencia de nuestros sentidos físicos. Si viajásemos a la velocidad de la luz, 300.000 kilómetros por segundo, tardaríamos 4,37 años en alcanzar Alfa Centauri, el sistema estelar más cercano a nuestro sistema solar. A pesar de todo, hablar de vida extraterrestre es todavía considerado de locos. Sin embargo, sólo tenemos que observar las extraordinarias estructuras que abundaban en el mundo antiguo para deducir que debió existir una raza avanzada. Pero se nos dice que sólo civilizaciones primitivas vivieron en estos tiempos. La ciencia oficial histórica y arqueológica hace sus propios relatos, y quiénes no se ajustan a la línea oficial son aislados y ridiculizados. No obstante por todo el planeta hay fantásticas estructuras construidas hace miles de años que sólo podrían haber sido construidas utilizando medios de alto nivel tecnológico.

En Baalbek, al noreste de Beirut, en el Líbano, se hallan tres enormes bloques de piedra, de unas 800 toneladas cada uno, que fueron colocados allí hace varios miles de años. Otro bloque pesa cerca de 1.000 toneladas. Nos preguntamos cómo fue posible hacerlo. En Perú encontramos las misteriosas líneas de Nazca, con increíbles representaciones de distintos tipos de animales, insectos y extraños personajes. Algunas de estas imágenes son tan grandes que sólo pueden distinguirse desde el aire. Los conocimientos que permitieron que maravillas como Nazca, Baalbek, la gran pirámide en Giza y otras creaciones asombrosas fuesen construidas con tal precisión solo se entiende si fueron la creación de una civilización avanzada que, en tiempos antiguos, gobernaba a una población más primitiva. Esta civilización es descrita como dioses en los textos del Antiguo Testamento y otras tradiciones de la antigüedad anteriores a la Biblia. Cuando se usa la palabra Dios en el Antiguo Testamento en realidad es una traducción de palabras como Elohim, que se refiere a dioses en plural. Puede comprenderse que una raza que llevase a cabo hazañas tecnológicas de tal magnitud debe haber sido vista en la antigüedad como dioses por parte de un pueblo incapaz de comprender dicha tecnología. En la década de 1930 militares estadounidenses y australianos volaron sobre remotas zonas de Nueva Guinea para lanzar suministros para sus soldados. Las tribus locales, que nunca habían visto un avión, creyeron que los militares eran dioses y los convirtieron en objeto de creencias religiosas. Esto nos muestra que, en un mundo primitivo, si hubiesen llegado seres procedentes de otros planetas o dimensiones, pilotando naves de alta tecnología, hubiesen sido tratados como dioses, que creo es lo que sucedió. Una aportación de conocimientos por parte de estos supuestos seres extraterrestres explicaría los múltiples misterios que la Historia oficial intenta desacreditar.

La intervención de seres extraterrestres en estas extraordinarias construcciones explicaría el misterio de por qué civilizaciones como Egipto y Sumeria surgieron de repente en el máximo apogeo de su desarrollo y luego cayeron en la decadencia, en sentido contrario al de la evolución. Claramente hubo una aportación de conocimientos avanzados que después se perdieron para la mayoría de la gente. Las antiguas tradiciones afirman que la escritura se inventó antes que la creación del mundo. Y existía un libro que, según se cuenta, tenía la extraña forma de una piedra de zafiro, lo que tal vez tiene cierto sentido en nuestro actual mundo tecnológico. Según los escritos, Raziel, un arcángel que se sentaba junto al río que brotaba del Edén, es el autor de este libro llamado Sefer Raziel HaMalach (el libro del arcángel Raziel), donde «está anotado todo el conocimiento celestial y terrestre». El ángel Raziel entregó este misterioso libro a Adán. Debía de ser algo especial, pues no sólo contenía todo el conocimiento, sino que también predecía el futuro. El ángel Raziel dijo a Adán que encontraría en el libro todo «lo que te sucederá hasta el día que mueras». Y no sólo Adán se beneficiaría de este enigmático libro, sino también sus descendientes, tal como Raziel le explicó: “También tus hijos, que vendrán después de ti, hasta el último de la raza, sabrán por este libro lo que habrá de pasar cada mes y lo que habrá de pasar entre el día y la noche; a cada uno le será conocido (…) si habrá de padecer desventuras o hambre, si el trigo será abundante o escaso, si habrá lluvia o sequía”. Para aproximarse al tema extraterrestre podemos referirnos a las pinturas y grabados que nos ha legado distintos autores. Otra vía sería lo que nos han aportado distintos textos de la antigüedad, como las tablillas sumerias, la Biblia, el Libro de Enoc, el Mahabhárata, etc.

La pintura es una de las expresiones artísticas humanas más antiguas y una de las llamadas Bellas Artes. Y seguramente es la expresión que podríamos considerar más identificativa del concepto humano. En la estética o teoría del arte modernas la pintura está considerada como una categoría universal que comprende todas las creaciones artísticas hechas sobre distintas superficies. Una categoría aplicable a cualquier técnica o tipo de soporte físico o material, incluyendo los soportes o las técnicas efímeras así como los soportes o las técnicas digitales. Y algunos pintores utilizaron  sus obras para transmitir ciertos enigmáticos conocimientos y mensajes. En ocasiones, las claves ocultas de las obras de arte se encuentran ante nuestros ojos, en los museos más importantes del mundo. El primer avistamiento ovni que se popularizó fue el 24 de junio de 1947, cuando Kenneth Arnold volaba sobre las montañas Rocosas en el estado de Washington, USA, y vio nueve ovnis volando en formación. A partir de ese momento, miles de personas alrededor del mundo han asegurado haber visto ovnis. Sin embargo, mucho antes de 1947, hubo testigos de estos objetos voladores. Por ejemplo, en las cuevas de Altamira, hace unos 13.000 años, se encontraron enigmáticos dibujos, muy parecidos a aquellos platillos voladores. Asimismo, durante la Edad Media, algunos artistas plasmaron en sus obras algunos dibujos, que claramente parecen representar a ovnis. ¿Y qué decir de algunos famosos pintores clásicos?  En El Jardín de las Delicias, de El Bosco, así como en las obras de Botticelli, Brueghel El Viejo, El Greco, Juan de Juanes, Leonardo Da Vinci, Rafael, Rembrandt, Tiziano y otros pintores, vemos que utilizaban sus cuadros para transcender este mundo, estableciendo una relación con el más allá.

Existen registros históricos durante la época del Renacimiento de un gran número de fenómenos inexplicados que sobrevolaron los cielos de Europa y de Asia. En 1453, durante el asedio de Constantinopla, los soldaros informaron que un fuego descendió sobre ellos desde el cielo. En 1458, un disco gigante como una luna fue visto sobre Japón. En 1492, durante el viaje de Cristóbal Colón por el Atlántico, se vieron extrañas luces flotando sobre el agua. De hecho se sabe que justo antes de que Cristóbal Colón llegara al nuevo mundo, visualizó extrañas luces sobrevolando los cielos e informó a sus hombres sobre este hecho. Todos los que iban en aquellos barcos fueron testigos de esas extrañas luminarias, luces que no tenían explicación alguna. Aquello parecía enteramente como si estas luces estuvieran guiando a Cristóbal Colón hacia el nuevo mundo. Podrían ser antiguos alienígenas asegurándose de que Colón descubriera aquellas nuevas tierras. ¿Podría haber estado Leonardo da Vinci al tanto de estos avistamientos en la antigüedad? Algunos investigadores creen que la respuesta es un sí rotundo y señalan pruebas existentes en pinturas del Renacimiento que así lo hacen saber. Si nos fijamos bien, durante esta etapa los artistas nos quieren mostrar algo más que fantásticas pinturas. Nos muestran extraños objetos, que hoy día, tienen una gran similitud con nuestro actual concepto de nave extraterrestre. Hay extraños elementos que parecen sobrevolar los cielos de estas pinturas, en las que podemos observar ovnis, extrañas esferas, rayos que salen del cielo o estrellas fugaces con personas sentadas en su interior. ¿Por qué en el siglo XV los artistas pintaban objetos misteriosos en escenas bíblicas? ¿Nos intentaban comunicar algo acerca del origen del cristianismo? ¿O estas extrañas imágenes podrían estar vinculadas a los numerosos avistamientos de extraños objetos en los cielos?

El investigador norteamericano Terrence Masson se ha dedicado a analizar e investigar las extrañas pinturas realizadas durante el Renacimiento. Como un ejemplo de ello, “El bautismo de Cristo”, del pintor holandés Arent de Gelder, es de lo más misterioso. Hay muchos ejemplos más de cuadros en los que vemos representados supuestos ángeles metidos en nubes y luces. Pero si nos fijamos con detenimiento en esta pintura podemos ver un disco sólido, brillante, con cuatro rayos que iluminan al niño Jesús. Es muy posible que al ver este cuadro no estemos hablando que nos encontramos ante una iluminación divina, sino que estaríamos ante una iluminación extraterrestre. Otro de los más claros ejemplos es el de “La virgen de San Giovannino”. Al observarlo con detenimiento nos damos cuenta que existe un objeto en la parte superior derecha de la obra, justo a la izquierda de la virgen. Este misterioso objeto que vemos no se trata de un ángel ni de dios, sino que parece claramente un extraño objeto volante en forma de disco que irradia una luz muy potente. Es como si el artista estuviese tratando de representar a un mensajero divino pero venido de otro planeta. Durante el Renacimiento, gente como Leonardo da Vinci podría haber tenido conocimiento de posibles visitantes de otros mundos. ¿Es posible que las misteriosas imágenes en pinturas del Renacimiento sean la evidencia de que Leonardo y sus contemporáneos tuvieron encuentros con seres extraterrestres durante el siglo XV? Se ha buscado una explicación extraterrestre para la construcción de las pirámides de Egipto y para otros hitos de las viejas civilizaciones, como las mesoamericanas. Pero lo curioso es cuando nos remontamos a una época todavía más remota, anterior al Neolítico, como el Paleolítico Superior e incluso Medio, es inevitable referirse a unos enigmáticos dibujos descubiertos en las famosas cuevas de Altamira, tan semejantes en su forma a uno de aquellos platillos volantes popularizados por Hollywood. Tales pinturas rupestres tienen una antigüedad de unos 13.000 años. Además, no son únicas, sino que en la vecina Francia también se han encontrado obras pictóricas similares. ¿Debemos considerar esos dibujos en las paredes la crónica periodística de finales del Paleolítico?

En las cavernas de Tassili, ubicadas en el Sahara, en el sur de Argelia, se encuentra una serie de dibujos prehistóricos en los que se pueden ver extrañas figuras muy parecidas a astronautas. En efecto, en pleno desierto del Sahara y a corta distancia del Mar Mediterráneo, fueron encontradas diversas expresiones artísticas de los pueblos antiguos. Varios de ellos muestran extraños objetos voladores cerca de las también extrañas figuras humanas o humanoides. Los indios Hopi afirman que sus antepasados fueron visitados por seres procedentes de las estrellas que se desplazaban en escudos volantes o pájaros tronantes y dominaban el arte de cortar y transportar enormes bloques de piedra, así como de construir túneles e instalaciones subterráneas. Estos salvadores eran los “katchinas”, que significa “sabios, ilustres y respetados”. Para los Hopi, los Katchinas no son dioses, son seres visibles. En Hoshangabad, India, unos arqueólogos encontraron unas grutas con pinturas de extraños seres y artefactos voladores. Tal como ya hemos indicado, durante la Edad Media algunos pintores  representaron ovnis en sus obras. Situado cerca del valle del río Decanska Bristica, en Kosovo, 20 kilómetros al sur de la ciudad de Pec, encontramos un monasterio de monjes ortodoxos, conocido por Monasterio de Decani. Erigido por el rey serbio Esteban Uros, en 1327, el Monasterio de Decani tiene una Basílica compuesta por 5 naves y una gran cúpula. Observando con cuidado los frescos de la Basílica, fechados 1350 d.C., descubrimos algunas cosas interesantes. En un fresco titulado “La Crucifixión“, pintado en 1350, muestra dos figuras, en los extremos superiores derecho e izquierdo, de hombres dentro de objetos voladores que parecen estrellas. Esta pintura, que representan la crucifixión de Jesús, puede darnos indicación de la existencia de algo que fue visible en la época en que fue pintada. Esto es, naves y sus tripulantes. También observamos que una nave parece estar huyendo de la que le antecede.

Tenemos otra pintura, “La Señora con San Giovannino“, de artista desconocido, pintada en el siglo XV y actualmente localizada en el Palazzo Vecchio, en Florencia, Italia. En su esquina superior derecha podemos encontrar a un pastor con un perro mirando hacia el cielo, donde vemos una especie de platillo volante. Teniendo en cuanta que el modelo arquetípico de ovni en forma de platillo volante surgió durante el siglo XX, ¿cómo es posible que en este lienzo se refleje un platillo volante en el cielo? Aert de Gelder fue un pintor barroco holandés (1645 – 1727). Tras estudiar con Samuel van Hoogstraten, fue uno de los últimos pupilos de Rembrandt (1606 – 1669) en Ámsterdam. Él no fue sólo uno de los más talentosos alumnos de Rembrandt, sino que también fue uno de sus más devotos seguidores, porque él fue el único artista holandés que siguió trabajando con su estilo en el siglo XVIII. Sus pinturas religiosas, en particular, con su audacia imaginativa y la preferencia por los tipos orientales, están muy en el espíritu del maestro, aunque Aert de Gelder usó a menudo colores, como el lila y el amarillo limón, que fueron atípicos de Rembrandt, y su paleta en general fue más ligera. Una de sus obras más conocidas, “El sueño de Jacob” (Galería Pictórica de Dulwich, Londres), fue atribuida durante mucho tiempo a Rembrandt.  En 1710 pintó la obra titulada “El Bautismo de Cristo“. En él se observa claramente un objeto con forma de disco que está suspendido en el cielo y que irradia rayos brillantes sobre San Juan Bautista y Jesús. Esta pintura se encuentra en el Museo Fitzwilliam, en la Universidad de Cambrige, Inglaterra. La colegiata basílica Notre-Dame, de Beaune, se hizo basílica en 1958. Edificado sobre un antiguo castrum romano, su construcción se debe a la iniciativa de Etienne de Bage, obispo de Autun. Actualmente se pueden ver varios tapices. Entre ellos podemos destacar dos tapices que fueron creados en el siglo XV. Ambos representan la vida de María. En los dos pueden observarse claramente objetos en forma de sombrero. Uno de ellos es conocido por el título de “The Magnificat”.

Existen unas curiosas ilustraciones de dos sajones en un manuscrito del siglo XII, “Annales Laurissenses”, recogidos en la “Patrología”, donde el monje Lorenzo, explica que alrededor del 776 d.C., los sajones, en su intento de tomar Sigisburg, y en el mismo día en que se preparaban para enfrentarse a los cristianos que vivían dentro del castillo, se les apareció la gloria de Dios en manifestación encima de la iglesia situada dentro del castillo. Aquellos que lo observaron dijeron que “tenían el aspecto de dos grandes escudos de color rojizo y llameantes que se movían encima de la iglesia”. Ello, según el cronista, espantó a los sajones que retrocedieron, describiéndolo como un signo de Dios en favor de los cristianos. Realmente existen muchas dudas, ya que por una parte sería lógico pensar que podría tratarse del avistamiento del cometa Halley, que pudo aparecer por aquellos años. Además, las fechas coinciden, pudiéndose considerar el 776 d.C. como posible fecha de su avistamiento, teniendo en cuenta que el cometa órbita alrededor del Sol aproximadamente cada 75-76 años. Y la primera constancia de avistamiento data del 239 a.C. Pero si rebuscamos algo más en la historia del manuscrito más antiguo conocido, que contiene una copia de la Laurissenses Annales, el Codex Lorsch, que data del siglo XII y que debe ser al que se refieren cuando se comenta la procedencia de las ilustraciones, podemos conocer que una reimpresión de la copia del manuscrito, realizado entre los años 1929-1936, no contiene esas ilustraciones. Por lo tanto parece ser que las ilustraciones se han asignado posteriormente al texto del manuscrito. Algunos investigadores descubrieron además que existían similares características entre la supuesta ilustración y la imagen de un fresco español del siglo XIII, en el que se representa el viaje de los tres Reyes Magos a Belén. Las similitudes son muy visuales, excepto por el color, que pasa de rojo a azul, y por que la estrella de Belén ha sido sustituida por una nave.

Podemos ver un cuadro que representa a Jesús y Maria montados en un extraño artefacto lenticular. La pintura se titula “El Milagro de la Nieve” y fue realizada en 1428 por Masolino Da Panicale (1383-1440). Este cuadro se encuentra en la iglesia de Santa María Maggiore, Florencia. En otra pintura, realizada por Carlo Crivelli (1430-1495), titulada “La Anunciación” (1486), en la Galería Nacional, Londres, podemos ver una forma discoidal de la que parte un rayo de luz hacia la cabeza de María. En un tapiz llamado “El triunfo del Verano”, que se realizó en Brujas, en 1538, actualmente en el Museo Nacional de Baviera, en Alemania, se pueden ver claramente varios objetos con forma de disco en la parte superior del tapiz, tanto en el lado izquierdo como en el derecho. Los objetos flotando en el aire son iguales; tienen forma discoidal con una parte elevada en el centro, similar a la forma de un sombrero. También tenemos una representación de la crucifixión de Cristo en un fresco del siglo XVII, en la Catedral Svetishoveli, en Georgia. En este fresco pueden observarse dos objetos con forma de nave en ambos lados de Cristo, a la altura de sus manos. Además, se observa una cara bajo cada objeto mirando hacia abajo. En una ilustración del Renacimiento se representa un ovni visto sobre Roma, detallada en el libro el ” Prodigiorum liber” por el historiador romano Julio Obsequens. Se define como “Algo como una clase de arma, o proyectil, se elevó con un gran ruido de la tierra y voló en el cielo”. Otra interesante ilustración pertenece al libro “Ume No Chiri” (“polvo de albaricoque”), publicado en 1803. Un barco extranjero y su tripulación fueron testigos en Haratonohama, Japón, de este extraño objeto. De acuerdo con las explicaciones del dibujo, la cáscara exterior estaba hecha de hierro y cristal y unas extrañas letras podían verse dibujadas dentro de la nave. Japón también tiene una gran tradición de estos extraños objetos en sus grabados. Paolo Ucello (1397-1475), magnífico representante del Quatrocento, pintó una tabla, conocida como “la Thébaide”, en la que se observa un Cristo crucificado y bajo él un extraño aparato describiendo una curva muy cerrada. Hay un interesante dibujo en que se muestran dos objetos voladores sobre Hamburgo, en Alemania, el 4 de Noviembre de 1697. Los dos objetos fueron descritos como “dos ruedas brillantes”.

Hay dos ejemplos de arte rupestre en Toro Muerto, Perú, de unos 12.000 años de antigüedad. Los seres dibujados tienen alguna clase de halo cubriendo sus cabezas. También, se observa alguna clase de objeto en la mano del ser principal. También nos sorprenden los extraños wandjinas australianos, representados en cuevas de miles de años de antigüedad. Hay una ilustración que muestra un avistamiento de una rueda en llamas en el año 900, en Japón. Otra imagen procede de una traducción al tibetano del texto en sánscrito “Prajnaparamita Sutra” del Siglo X, y se encuentra en un museo Japonés. Se pueden observar dos objetos que se parecen a sombreros, y uno de ellos parece que tiene ventanillas redondas. Los textos de los Vedas están repletos de descripciones de vimanas, misteriosos objetos volantes. El texto épico Ramayana describe a los vimanas como naves circulares o cilíndricas con dos niveles, con ventanas y con una cúpula. Vuelan a la “velocidad del viento” y producen un “sonido melodioso”. Podemos ver extraños dibujos en una cueva en Val Camonica, Italia, que fue pintada hace unos 12.000 años. Parece representar a dos seres con trajes de protección e instrumentos extraños en sus manos. También podemos ver una reproducción artística de un relieve encontrado en un laberinto en la isla Jotuo, en el lago de Toengt’ing. Fue encontrado por una expedición que tuvo lugar en 1957, dos años antes de un terremoto en esa región. La expedición se llevó a cabo por el profesor Tsj’i Pluma-Lai, y encontraron varios relieves que muestran a seres “humanos” vestidos con ropa extraña, que se parecía a los trajes de los astronautas. Hay una moneda francesa, acuñada en 1680, utilizada como herramienta educativa para ayudar a las personas a contar el dinero. Es del siglo XVI y parece representar un ovni que parece una rueda. Algunos investigadores dicen que representa la rueda del Ezequiel bíblico. La inscripción latina “OPPORTUNUS ADEST”  se traduce como ‘está aquí en el momento oportuno”. Miles de escritos e imágenes de todo tipo avalan esta teoría y se cree que más de 35.000 están guardados en los archivos secretos del Vaticano. Se describen encuentros entre hombres y máquinas extrañas, e incluso entre los tripulantes de las mismas, ataviados con extraños ropajes o aspecto, como por ejemplo este fragmento de la misma Biblia, en el que se narra un encuentro del profeta Ezequiel con un extraño vehículo junto al río Kebar: “Miré, y he aquí que venía del septentrión un viento impetuoso, una nube densa, y en torno a la cual resplandecía un remolino de fuego, que en medio brillaba como bronce en ignición. En el centro de ella había semejanza de cuatro seres vivientes y cada uno tenía cuatro caras…”.

 

Cuando empezaron las investigaciones en el campo de la Ufología, a mediados del siglo XX, la ciencia ponía en duda la presencia de los ovnis en los cielos del planeta. Pasaron algunos años, y dentro y fuera del estudio ufológico, surgió la siguiente interrogante: “¿Quiénes tripulaban los ovnis?” Aparentemente, detrás de un ovni debe haber una inteligencia extraterrena, que nos supera en tecnología. Ya sé que mucha gente es escéptica en relación al tema de los ovnis y mucho más en relación a las personas contactadas por supuestos seres extraterrestres. De todos modos, aunque no se confíe en el testimonio de contactados modernos, solo hace falta leer los múltiples testimonios de las distintas tradiciones ancestrales para darse cuenta de que este es un tema que, como mínimo, requiere una mayor investigación. Gracias a algunos investigadores, salieron a la luz pública algunas de las experiencias y encuentros mantenidos entre algunos personajes de la Tierra y estos seres del espacio. Estos personajes fueron denominados “los contactados”, que fueron tachados de locos, visionarios o  alucinados. Pero tarde o temprano la verdad siempre se abre camino. Efectivamente, el abrumador testimonio aportado por los contactados: pilotos, médicos, ingenieros, hombres de ciencia, hombres de negocios, líderes políticos y religiosos, es difícil de rebatir. Queramos o no, la presencia extraterrestre, o procedente del interior de la Tierra o de Universos paralelos, parece que es una realidad en nuestro planeta. Todo parece indicar que los dioses de la antigüedad han regresado. Los ovnis, ¿qué son? ¿de dónde vienen? Estrictamente hablando, el término objeto volador no identificado (ovni) se refiere a cualquier objeto aéreo que no sea positivamente identificado como una construcción hecha por el hombre o como algún fenómeno natural conocido. El término, en sí, implica cierto misterio. En lenguaje común, ovni se usa con frecuencia para denotar cualquier objeto que pudiera ser una nave espacial de una civilización extraterrestre.

La frase “objeto volador no identificado”, fue acuñada por el Capitán Edward J. Ruppelt de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. En el año 1951el Capitán Ruppelt condujo una investigación de la Fuerza Aérea sobre el fenómeno ovni. Previamente a la investigación de Ruppelt, los ovnis eran comúnmente llamados “platillos voladores” porque los testigos oculares los describían como objetos en forma de platos. Sin embargo, “platillo volador” rápidamente se convirtió en un término de burla, debido al escepticismo  generalizado. “Objeto volador no identificado” fue usado por el Capitán Ruppelt para dar a su estudio de la Fuerza Aérea un aire más científico. Ovni también es un término más preciso, ya que no todos los objetos voladores no identificados tienen forma de platillos. Cientos de ovnis son reportados cada año a la policía, a los medios de comunicación o a los grupos de investigadores de ovnis. Pero estos reportes representan sólo una pequeña parte de los avistamientos reales de ovnis, ya que muchos testigos oculares de ovnis no revelan públicamente sus encuentros. Según los investigadores, aproximadamente entre el 90% y 95% de todos los informes sobre ovnis que son reportados resultan ser naves construidas por el hombre o causados por posibles fenómenos naturales. Aproximadamente entre el 1,5% y el 2% son falsos. Aunque los reportes falsos constituyen un pequeño porcentaje de todos los reportes sobre ovnis, han ayudado a crear un gran desprestigio en relación a los estudios serios sobre los ovnis. Del 3% al 8,5% restante de todos los ovnis reportados parecen ser naves de origen no humano. La mayoría de los investigadores estudian este último grupo. En  el siglo XX raramente se reportaron ovnis en los medios de comunicación antes de 1947; así que mucha gente cree que el fenómeno ovni es relativamente moderno. Pero en las distintas culturas del mundo hay historias y textos antiguos que describen a los supuestos dioses que trajeron conocimientos avanzados. Ello explicaría el misterio de que los antiguos tuviesen una gran comprensión de la astronomía.

Hay leyendas interminables por todo el mundo de un tiempo al que se refieren como la Era Dorada, que fue destruida por un gran cataclismo y que produjo la “caída del Hombre“. El poeta antiguo de la antigua Grecia, Hesíodo, describió el mundo antes de esta “caída del Hombre“: “El Hombre vivía como los dioses, sin vicios o pasión, irritación o trabajo. En feliz compañerismo con seres divinos (¿tal vez extraterrestres?), pasaban sus días en tranquilidad y placer, viviendo juntos en perfecta igualdad, unidos por confianza y amor mutuos. La tierra era más hermosa que ahora, y producía espontáneamente una variedad abundante de frutos. Seres humanos y animales hablaban la misma lengua y conversaban entre sí (aparentemente se refiere a telepatía). Los Hombres eran considerados simples niños a los cien años de edad. No tenían ninguna de las dolencias de la edad para molestarlos y cuando pasaban a regiones de la vida superior, era en un sueño apacible“. Aunque pueda parecer utópico, hay incontables historias en las distintas antiguas culturas que describen un mundo en el remoto pasado en esos términos. Los relatos más detallados sobre una civilización avanzada podemos encontrarlos en decenas de miles de tablillas de arcilla que fueron encontradas en el año 1850 aproximadamente a 400 kilómetros de Bagdad, actual Irak, por un inglés, Sir Austen Henry Layard, cuando excavó el sitio de Nínive, la antigua capital de Asiria. Nínive estaba ubicada cerca de la actual ciudad iraquí de Mosul. Más hallazgos se han encontrado en esta región que una vez fue llamada Mesopotamia. No obstante, la fuente original de esta avanzada civilización no fueron los asirios, sino los sumerios que vivían en la misma área, en torno a un período que iría desde el 4.000 al 2.000 a.C. Por esta razón podemos referirnos a estas tablillas de arcilla, como Textos Sumerios. Representan uno de los mayores hallazgos históricos imaginables, pero su contenido todavía es bastante ignorado por la arqueología oficial. ¿Por qué razón?. Seguramente porque desmontan parte de la versión oficial de los acontecimientos.

Zecharia Sitchin (1920 – 2010), escritor y pseudocientífico, que podía leer sumerio, arameo, hebreo y otras lenguas del Medio y Próximo Oriente. es el traductor más famoso de estas tablillas. Ha investigado y traducido las Tablillas Sumerias y no tiene ninguna duda de que están describiendo a seres extraterrestres. Algunas de las interpretaciones de Sitchin seguramente son cuestionables, pero creo que en conjunto responden a una historia bastante creíble. De acuerdo con sus traducciones los textos dicen que la civilización sumeria, de la que derivan muchos aspectos de nuestra sociedad, fue un obsequio de los dioses. Pero no eran dioses míticos, sino sers físicos que vivían entre ellos. Las Tablillas llaman a estos dioses los anunnaki (aquellos que del Cielo a la Tierra vinieron. El propio nombre de Sumeria era Ki.en.gir (La tierra de los Observadores), de acuerdo con Sitchin. El texto antiguo conocido como el Libro de Enoc también llama a los dioses “los Observadores “, como hicieron también los egipcios. El nombre egipcio para sus dioses, los Neteru, se traduce literalmente como Observadores y ellos dijeron que sus dioses vinieron en barcos celestiales. Según Zecharia Sitchin, las tablillas describen cómo los anunnaki vinieron desde un planeta llamado Nibiru, que Sitchin cree que tiene una órbita elíptica de 3.600 años, que lo llevaría cada período a pasar entre Júpiter y Marte, para luego alejarse en el espacio, más allá de Plutón. La ciencia moderna ha identificado a un misterioso planeta, al que llama Planeta X, que ha sido ubicado más allá de Plutón y que se cree forma parte de nuestro sistema solar. Pero una órbita elíptica de tal dimensión sería muy inestable. Hay numerosos científicos que creen que Sitchin está equivocado en su teoría de Nibiru, aunque sus teorías generales sobre los anunnaki podrían ser correctas. Las Tablillas Sumerias, a partir de las traducciones de Sitchin, describen cómo, durante la formación temprana del sistema solar, Nibiru causó la casi destrucción de un planeta que una vez existió entre Júpiter y Marte. Los sumerios lo llamaron Tiamat. Dicen que fueron restos de la colisión de Tiamat con una luna de Nibiru lo que creó el cinturón de asteroides que se encuentra entre Marte y Júpiter.

Lo que quedó de Tiamat fue lanzado a otra órbita, dicen los textos, y al final se convirtió en nuestra Tierra. Curiosamente en el océano Pacífico encontramos un hueco gigantesco. Las tablillas son relatos escritos derivados de tradiciones que se remontan a tiempos inmemoriales. Pero hay serias dudas sobre la relación Nibiru – Tiamat y su supuesta escala de tiempo. Pero hay mucha verdad en los textos, sobre todo en los conocimientos en astronomía. Las tablillas retratan el sistema solar con los planetas en sus posiciones, órbitas y tamaños relativos correctos. Pero su exactitud sólo ha sido confirmada recientemente, ya que algunos de estos planetas han sido encontrados hace relativamente poco tiempo. Por ejemplo, tas tablillas describen la naturaleza y el color de Neptuno y Urano con una precisión que sólo ha sido confirmada recientemente. Los sumerios sabían miles de años antes de Cristo lo que nuestra ciencia apenas acaba de descubrir. Lo más impresionante de las Tablillas Sumerias es la manera en que describen la creación del Homo Sapiens. Sitchin dice que los anunnaki vinieron a la Tierra hace aproximadamente unos 450.000 años para extraer oro en lo que es ahora África. El centro minero principal estaba en el actual Zimbabwe. Se han encontrado pruebas de minería de oro en África hace al menos 60.000 años. Sitchin afirma que las tablillas dicen que el oro extraído por los anunnaki fue enviado a su planeta de origen desde bases en el Medio Oriente. Al principio la minería de oro fue llevado a cabo por obreros anunnakis, pero eventualmente hubo una rebelión de los mineros y la élite real anunnaki decidió crear una nueva raza esclava para efectuar el trabajo de minería. Las tablillas describen cómo se combinaron en una probeta genes anunnaki co los de los seres humanos nativos, a fin de crear al ser humano capaz de hacer las tareas que los anunnaki requerían. La idea de niños probeta parecía absurda cuando las tablillas fueron encontradas en 1850, pero eso es precisamente lo que los científicos son capaces hacer actualmente.

Las investigaciones modernas respaldan lo que se indica en las Tablillas Sumerias. Por ejemplo, hubo una repentina y hasta ahora misteriosa mejora del ser humano hace alrededor de 200.000 años. La ciencia oficial no habla sobre las posibles causas de ello y habla del escurridizo eslabón perdido. Pero de manera casi repentina el Homo Erectus se convirtió en lo que ahora llamamos Homo Sapiens. Desde sus inicios el nuevo Homo Sapiens tuvo la habilidad de usar un lenguaje más complejo y el tamaño del cerebro humano aumentó significativamente. El biólogo Thomas Huxley dijo que grandes cambios como el del Homo Sapiens normalmente hubiesen tenido que necesitar decenas de millones de años. Esta visión es apoyada por la evidencia de que el Homo Erectus parece haber aparecido en África hace aproximadamente 1,5 millones de años. Sin embargo, durante más de un millón de años sus características físicas parece haber permanecido sin modificaciones significativas. Pero entonces, vino el cambio súbito al Homo Sapiens. Y ello no finalizó allí, sino que hace aproximadamente 35.000 años se produjo otra mejora repentina que provocó el surgimiento del Homo Sapiens Sapiens, el ser humano actual. Las Tablillas Sumerias nombran a las dos personas involucradas en la creación de la nueva raza humana. Eran el científico principal llamado Enki, el Señor de la Tierra y Ninkharsag, también conocida como Ninti, la dama de la vida, debido a su pericia en medicina. Posteriormente fue llamada Mammi, del que deriva la palabra madre. Ninkharsag es simbolizada en representaciones mesopotámicas con una herramienta usada para cortar el cordón umbilical. Tiene forma de una herradura y fue usada en tiempos antiguos. También se volvió la Diosa Madre en distintas religiones, bajo nombres como reina Semíramis, Isis, Barati, Diana, etc…, que surgieron de las leyendas en todo el mundo. Enlil era el comandante de los anunnaki y Enki era su medio hermano. Según las tablillas Enki y Ninkharsag tuvieron muchos fracasos en sus experimentos genéticos. Hay relatos que explican que también crearon híbridos de animal y humano. Las tablillas dicen que Enki y Ninkharsag al final consiguieron crear el primer Homo Sapiens. Se supone que fue el Adán bíblico. Era un híbrido genético, la fusión del Homo Erectus con los genes de los dioses para crear un humano esclavo, hace unos 200.000 a 300.000 años.

El Génesis y el Éxodo fueron escritos por la clase sacerdotal hebrea, los levitas, después de que fueron llevados a Babilonia alrededor del 586 a.C. Babilonia estaba en las antiguas tierras de Sumeria y, por tanto, los babilonios y los levitas conocían las historias y relatos sumerios. A partir de estos registros sumerios parece que los levitas compilaron el Génesis y el Éxodo. Los sumerios hablaron del Edén y el Génesis habla del Jardín del Edén, que era la residencia de los dioses, los anunnaki. Las Tablillas Sumerias hablan que el rey Sargon el Sabio, cuando era un bebé, fue encontrado flotando en una canasta sobre el río y criado por una familia real. De la misma manera, el Éxodo dice que Moisés, siendo un bebé, fue encontrado flotando en una canasta sobre el río por una princesa real y fue criado por la familia real egipcia. La lista de tales coincidencias es considerable. El Antiguo Testamento es un ejemplo de ello. Así que cuando se está buscando el significado original del Génesis y la historia de Adán debemos ir a los relatos sumerios para ver cómo ha sido modificada la Historia. El óvulo humano para la creación de Adán parece que era de una mujer de Abzu, África, de acuerdo con los sumerios, y los hallazgos de fósiles e investigación antropológica modernos indican que el Homo Sapiens efectivamente salió de África. Gran importancia para la explicación de la actual diversidad humana recae en nuestro material genético. El ADN o ácido desoxirribonucleico, contiene la información genética usada en el desarrollo y el funcionamiento de todos los seres vivos y es el responsable de la transmisión hereditaria. Forma parte de los cromosomas que están en el núcleo de las células y también hay ADN en las mitocondrias pero en pequeña cantidad. El ADN o genoma mitocondrial, cuya estructura fue descifrada en 1981 por Anderson y su equipo, tiene herencia matrilineal. Es decir, que heredamos nuestras mitocondrias solo de nuestras madres. Una característica importante es que no se recombina. Ello implica que los únicos cambios que podrían haber ocurrido, se deben exclusivamente a mutaciones a lo largo de multitud de generaciones. En el ser humano se calcula que cada 5000 a 10000 años surge una mutación en una de las bases del ADN mitocondrial. Según esto se obtienen dos importantes conclusiones: primero que se logra demostrar el origen africano de los humanos modernos, calculando que toda la humanidad desciende matrilinealmente de una sola mujer, la Eva mitocondrial, mujer africana que habría vivido hace aproximadamente 190.000 años. Y

En la década de 1980, Douglas Wallace, de la Universidad Emory, en Georgia, comparó el ADN de 800 mujeres y llegó a la conclusión de que provenía de un único antepasado femenino. Wesley Brown, de la Universidad de Michigan, después de revisar el ADN de 21 mujeres de diferentes partes del mundo, dijo que todas se originaron de una única fuente que había vivido en África entre hace 180.000 y 300.000 años. Rebecca Cann, de la Universidad de California, en Berkeley, hizo lo mismo con 147 mujeres de orígenes raciales y geográficos diversos, y dijo que su herencia genética vino de un único antepasado hace entre 150.000 y 300.000 años. Otro estudio de 150 mujeres de Europa, África, Medio Oriente, así como aborígenes de Australia y Nueva Guinea, llegó a la conclusión de que tenían el mismo antepasado femenino que vivió en África entre hace 140.000 y 290.000 años. Las Tablillas Sumerias y las historias acadias posteriores dan los nombres y la jerarquía de los anunnaki. Llaman An al padre de los dioses, una palabra que significa cielo. An, o Anu para los Acadios, se quedó en el cielo con su esposa, Antu, y sólo hizo infrecuentes visitas al planeta que llamaron Eridu, la Tierra. Las interpretaciones de Sitchin también podrían indicar que Anu se quedó en las montañas altas del Próximo Oriente, donde se cree que habría estado ubicado el Jardín del Edén, el lugar de los dioses, y que sólo hizo unas pocas visitas a las llanuras de Sumeria. Una ciudad sumeria fue llamada Eridu. Anu envió a dos hijos para desarrollar y gobernar la tierra, dicen las tablillas. Eran Enki, el que se dice que creó al Homo Sapiens, y su medio hermano Enlil. Estos dos personajes se harían grandes rivales después por el control del planeta. Una batalla en la que parecían haber estado involucrados fue la destrucción bíblica de Sodoma y Gomorra. Estas ciudades estaban probablemente ubicadas al extremo sur del Mar Muerto donde, hoy, las lecturas de radiación son mucho más altas de lo normal. Esto fue cuando, de acuerdo con la Biblia, la esposa de Lot miró atrás y fue convertida en un pilar de sal.

En realidad los ovnis han sido registrados durante miles de años en todas las partes del mundo. Por ejemplo, en el año 216 a. C, el escritor Julius Obsequens reproduce en su libro Prodigorium liber  el siguiente relato:  “Cosas similares a barcos fueron vistas en el cielo sobre Italia… En Arpi (Italia) un escudo redondo fue visto en el cielo… En Capua, el cielo era todo fuego, y uno vio  figuras parecidas a barcos…”. En el primer siglo después de Cristo, el famoso estadista romano Cicerón relata una noche durante la cual, el Sol, acompañado de fuertes ruidos, fue repetidamente visto en el cielo nocturno. El cielo pareció abrirse desgarradoramente y revelar extrañas “esferas”. Los ovnis llegaron a perturbar tanto durante el siglo VIII y XIX, que el emperador Carlomagno se vio obligado a promulgar un edicto prohibiendo que ellos perturbaran el aire y provocaran tormentas. En un episodio, algunos de los súbditos de Carlomagno fueron llevados en una “nave” aérea, señalándoles las maravillas, y luego regresándolos a la Tierra para que una turba enardecida los matara. Aquellas naves molestas también fueron acusadas de destruir cultivos. No sólo han sido vistos los ovnis, también han sido admirados a través de la historia. Las religiones de la antigua Mesopotamia, Egipto y América fueron dominadas por la adoración de “dioses” similares a humanos venidos de los cielos. Se decía que muchos de esos “dioses” viajaban en “barcos” y “globos” volantes. Antiguas declaraciones de este tipo son hoy la base de la teoría moderna de los “antiguos astronautas”, la cual postula que una raza espacial visitó alguna vez a la Tierra y se involucró en los asuntos humanos. Algunos investigadores de ovnis han ido un paso más allá para sugerir que esta raza espacial ha creado y conquistado la sociedad humana muchos miles de años atrás y desde entonces ha mantenido un ojo vigilante sobre sus posesiones.

Para muchos, tales teorías parecen ser pura ciencia-ficción. Sin embargo, estas ideas son el resultado de investigar hechos que han preocupado a los historiadores. ¿Cómo las antiguas civilizaciones del Viejo Mundo y el Nuevo Mundo, localizadas en sitios opuestos de la Tierra, son tan semejantes unas a otras?  ¿Por qué  los pueblos de esas civilizaciones remotas desarrollaron notoriamente tan similares creencias religiosas? Una visión ampliamente extendida es que un puente de tierra o hielo surgió una vez en el Estrecho de Bering entre Siberia y Alaska por el cual emigró la gente del Viejo Mundo hacia el Nuevo. Otro de los puntos de evidencia arqueológica es el de que los antiguos fenicios navegaron a través del Océano Atlántico siglos antes que los vikingos escandinavos o Cristóbal Colón. Tales investigaciones concluyen que los fenicios habían adquirido mucha información  de la civilización egipcia y los habían trasladado al Nuevo Mundo. Otra hipótesis es que los mismos antiguos egipcios habían navegado a través del océano. A pesar de las evidencias que  soportan todas esas posibilidades, ninguna de las teorías encaja completamente con los hechos conocidos. Esto ha conducido a una cuarta teoría, bien expresada en 1919 por el profesor de Oxford y  Premio Nóbel, Frederick Soddy: “Algunas de las creencias y leyendas legadas a nosotros por la Antigüedad están tan universalmente y firmemente establecidas que nosotros hemos llegado a acostumbrarnos a considerarlas como si fueran tan antiguas como la humanidad misma. No obstante, estamos tentados a preguntarnos cuán lejanos los hechos de algunas de esas creencias y leyendas que tienen tantos hechos en común es debido a la casualidad y si la similitud entre ellos no puede apuntar a la existencia de una antigua, totalmente desconocida e insospechada civilización de la cual toda otra huella ha desaparecido”.

 

Cuando surge tal conjetura, mucha gente piensa en los continentes o islas desaparecidas, tales como las legendarias Atlántida y Lemuria. Sin embargo, uno de los contemporáneos del Dr. Soddy, Charles Hoy Fort, hizo una aproximación diferente al tema y especuló con que sociedades extraterrestres estaban envueltas en la prehistoria de la Tierra. Charles Hoy Fort (1874 – 1932) fue un investigador estadounidense, conocido por dedicarse al estudio de hechos supuestamente no solucionados por la ciencia de su época. “El libro de los condenados”, su obra más conocida, es una colección de hechos despreciados por la ciencia ortodoxa. Recopiló y publicó un catálogo con 25 mil entradas de fenómenos inexplicables hasta entonces, que iba clasificando en cajas de zapatos, como son lluvias de ranas, precipitación de grandes trozos de hielo, barro, carne y azufre, nieve negra, bolas de fuego, cometas caprichosos, desapariciones misteriosas, meteoritos con inscripciones extrañas, ruedas luminosas en el mar, lunas azules, soles verdes o aguaceros de sangre. Fort, como los científicos que criticaba, reivindicaba la supremacía de “los hechos”. EL magnífico escritor H. P. Lovecraft consideraba a Fort uno de sus maestros. Y autores de ensayos antropológicos como Pauwels y Bergier reconocen haber utilizado el método de Fort de búsqueda para gestar su obra  “El retorno de los brujos“. Charles H. Fort es quizás el más antiguo escritor del siglo XX en sugerir seriamente que los extraterrestres han estado involucrados en los asuntos humanos. Fort empleó muchos años de su vida adulta amasando informes sobre fenómenos extraños aparecidos en diarios científicos, periódicos y revistas. Las historias que él coleccionó eran de sucesos como extrañas luces móviles en el cielo, “lluvias” de animales y otros hechos que parecían desafiar las explicaciones científicas convencionales. Fort concluye que los cielos de la Tierra han sido surcados por una enorme cantidad de naves extraterrestres, a las cuales él denominaba “superconstrucciones”. Fort desarrolló otras teorías como resultado de sus investigaciones, varias de las cuales aún hoy son provocativas. Escribió: “Yo pienso que nosotros somos la propiedad de alguien; Yo diría que nosotros pertenecemos a algo: Que alguna vez hace tiempo, esta tierra era una Tierra de Nadie. Que otros mundos la exploraron y colonizaron y combatieron entre sí por la posesión. Pero que ahora pertenecemos a alguien y todos los demás se fueron”.

 

Fort concluye que la raza humana no posee un status muy alto en relación con los extraterrestres propietarios de la Tierra. Y en referencia al acertijo de porqué ellos (los propietarios de la Tierra) nunca se muestran públicamente, él filosofa: “¿Podríamos nosotros, si quisiéramos, educar y sofisticar cerdos, gansos y reses? ¿Estarían ellos dispuestos a establecer relaciones diplomáticas con gallinas?”. Fort cree que ha estado ejerciéndose, por parte de los aparentes propietarios de la Tierra, una influencia directa sobre los asuntos humanos: “Yo sospecho que, después de todo, nosotros somos útiles; que entre los reclamantes antagónicos se han establecido acuerdos y que alguien ahora tiene derechos legales sobre nosotros por medio de  la fuerza o por haber pagado por nosotros. Todo esto ha sido conocido durante milenios por algunos sobre la Tierra, bien sea por parte de un culto o de una orden, cuyos miembros actúan como cabecillas del resto de nosotros o como esclavos superiores o supervisores, comportándose de acuerdo con instrucciones recibidas en virtud de nuestra misteriosa utilidad”. Fort no especula acerca de cómo puede ser esa “misteriosa utilidad” de la humanidad, excepto para sugerir brevemente que los humanos pueden ser esclavos. Fort piensa que  la Tierra ha tenido una prehistoria espléndida: “Pero yo acepto que en el pasado, por todo lo que sé, antes de que fuese establecida la propiedad, los habitantes de otros mundos han venido, cazado, pescado, volado y caminado aquí. A veces han venido solos y otras  en grandes cantidades. Han hecho visitas ocasionales o periódicas, para cazar, negociar, reabastecer sus harenes, explotar minas…. Han fundado colonias y  se han extraviado aquí; pueblos mucho más avanzados y  pueblos primitivos,  o cualquier cosa que fueran: unos blancos, unos negros, amarillos otros”. Fort, ciertamente, ha expresado algunas ideas atrevidas. Ellas fueron publicadas en un tiempo en que sencillos biplanos y balones dirigibles volaban por los cielos. Faltaban todavía ocho años para el histórico vuelo de Charles Lindberg atravesando el Océano Atlántico.

Pero es difícil saber las razones de sus visitas y de su elección de los posibles contactos. Tal vez el acercamiento a nuestro planeta forma parte del  estudio del terreno y sus habitantes; un fin de carácter científico, con un plan general de observaciones. Las abducciones entrarían en esta finalidad investigativa y de análisis. Nosotros seríamos para ellos simples cobayas. Esto es muy duro para nuestro egocentrismo, pero es una perfecta posibilidad. Por otro lado, al tener una concepción temporal distinta, así como quizá un metabolismo más lento, el contacto se producirá en forma definitiva en el tiempo de ellos y no en el nuestro. Además si “somos nosotros en el futuro“, como opinaba Albert Einstein, nunca nos contactaremos con nosotros mismos. Tal vez ellos están en el siglo XXIII y nosotros en el XXI.  De todos modos generalmente se ha impuesto la idea de que nos vienen a invadir. Esto ha sido ampliamente explotado en las obras de ciencia ficción. También muchos investigadores indican la asiduidad de observaciones sistemáticas en lugares donde hay centros militares, sistemas de alta tensión, reservas de agua, centros de comunicación, aeropuertos militares, etc. Investigando libros antiguos, tales como el Ramayana, el Mahabharata, el Drona Parva (todos ellos de la India), el Popol Vuh maya, la Biblia, etc…, vemos como en ellos aparecen los Señores, los Dioses, los Elohim, los Arquetipos, los Ángeles; viajando en sus vimanas, en sus nubes resplandecientes y en sus carros de fuego. Estos Señores aparentemente vinieron del espacio exterior y manipularon a nuestra especie. Contactaron con nuestros antiguos Padres, Patriarcas y Profetas. Y su presencia ha sido una constante en las antiguas culturas y civilizaciones. Investigando la Revelación y la Tradición Bíblica, vemos que personajes como Enoc, Elías, Moisés, Abraham, Lot, Jonás, etc…, viven unas experiencias claramente ufológicas y de contacto extraterrestre. El estudio de estas experiencias nos lleva a deducir que probablemente los Ángeles, Señores y Dioses de ayer son los Extraterrestres que hoy día nos visitan. Esta deducción queda reafirmada por la revelación y testimonio que los propios extraterrestres les han dado a algunos contactados de nuestro tiempo. Para ilustrarlo, vamos a analizar algunos fragmentos de los textos bíblicos con respecto a algunos personajes de la antigüedad, explicando las experiencias de algunos contactados durante la historia de la Humanidad. De todos modos, en otras múltiples antiguas culturas en India, China, América, África, etc.,  podríamos encontrar también múltiples ejemplos.

Investigando el fascinante mundo de la temática extraterrestre, se llega a la evidente conclusión de que, desde la más remota antigüedad, seres venidos del espacio cohabitaron con humanos, modificando nuestra raza o bien se llevaron a sus planetas características genéticas de la nuestra. Es válida para este razonamiento la frase bíblica: “Los hijos de los Dioses se juntaron con las hijas de los hombres y las fecundaron”. Lógicamente de tal unión salimos nosotros, los habitantes del planeta Tierra, que al fin y al cabo terminamos siendo posiblemente mitad terrestres por nuestra madre y mitad extraterrestres por nuestros padres venidos del espacio exterior. Citar, dentro de nuestra cultura judeocristiana, así como en otras, las numerosas vírgenes o mujeres aparentemente estériles que parieron hijos engendrados por seres aparentemente venidos desde el espacio, sería tedioso debido a la gran cantidad de hechos, como lo son el caso de Jesús, Zaratrusta, Buda, Moisés, Ana, la madre de María, Noé, etc. Existen bastantes casos de contactados que aseguran que estas fecundaciones provocadas artificialmente, no solo se habría dado en remotas etapas de la Historia sino que se vienen realizando con cierta asiduidad para completar un supuesto plan trazado por estos Jardineros del Cosmos. Sabemos, por otra parte, que estamos entrando en la Era de Acuario y que, tal vez, un nuevo hombre debe habitar el nuevo tiempo. Tal vez un hombre que tiene en su memoria genética el programa para el que fue creado por sus supuestos padres celestiales y, probablemente, ahora mismo se está produciendo una intervención por parte de estos seres que, aparentemente, siguen tutelando nuestra marcha evolutiva.

Los extraterrestres, por medio de sus contactados, nos dicen que todo cambio, mutación o programación planetaria viene o parte del Sol. Entonces: ¿Qué pasaría si la longitud de onda y frecuencia del Sol cambiasen? Y suponiendo que se acepte la energía psíquica, prana o principio vital, ¿qué sucedería si dicha energía o código psíquico fuera alterado para la Era de Acuario?  Muchos quieren ver el fin del mundo a través de unas inevitables catástrofes que nos aniquilarían, pero existen otras formas de cambio que quizás no se han tenido en cuenta y que seguramente realizarán un cambio en la Humanidad. El investigador Peter Krassa hace referencia a los misterios de la antigua China, donde de nuevo se alude a nacimientos e intervenciones extrañas. Vemos a aquel héroe extraterrestre, que como Hijo del Sol aparece en las leyendas chinas. Como ejemplo tenemos a Huang‑Ti, el Emperador Amarillo, que era hijo de Fu-Pao (Sumiso Bien). Su esposa fue al parecer visitada por un extranjero, pues, según la leyenda, vio ella un gran destello como un remolino en torno a la Osa Mayor y la estrella central brilló con tanta intensidad que iluminó todo el país. Y como consecuencia de que la rozara el rayo luminoso, quedó preñada, y parió al cabo de 25 meses (lo que puede ser un error o deberse a algún hecho desconocido). Es notable el paralelismo con el nacimiento de Jesús, para el que se dice que no intervino ningún hombre. Lo que en la Biblia se identifica como el Espíritu Santo pudiera ser en esa versión china de un rayo luminoso. En el año vigésimo de su subida al trono, ocurrió un extraordinario fenómeno ante los propios ojos de Huang‑Ti. Aparecieron en el Cielo abigarradas y brillantes nubes, en que una zona de un rojo incandescente se alternaba con una zona verde. La parte roja tenía dos estrellas en medio y la verde solo una como punto central. Según esta leyenda, las tres estrellas brillaban al alba con extraordinario y bello color, por lo que se las llamaba las resplandecientes estrellas. Aún es más misterioso el origen del soberano Yao. Su madre era Ch’ing‑tou y parece que nació en el desierto. Los cronistas cuentan que la mujer estaba rodeada permanentemente por una nube amarilla, que venía de arriba. Una mañana, vino un dragón rojo a Ch’ing‑tou trayéndola un mensaje sellado, así como un retrato. La misiva decía: “El rojo será protegido por el Supremo”. Entonces sucedió que el dragón rojo rozó a la mujer; y ello, en unión de un frío viento, hizo que Ch’ing‑tou quedase embarazada. He aquí también una especie de concepción artificial, semejante a la que el rosario de leyendas de todo el mundo atribuye el nacimiento de los seres divinos. Al cabo de 14 meses llegó Yao al mundo, en Tanling. Es interesante al respecto que Tanling significa “Montículo bermellón” y que la criatura se parecía a aquella imagen que se le había mostrado a Ch’ing‑tou.

En la Biblia vemos que seres del espacio (ángeles)  anunciaron y prepararon el nacimiento de uno de los seres que estaría destinado a liderar un plan de liberación para el pueblo hebreo. Me refiero a Sansón, cuyos padres fueron visitados por un Ángel (se supone que un extraterrestre) que les anunció dicho acontecimiento. En Jueces se dice: “Volvieron los hijos de Israel a hacer el mal a los ojos de Yavé, y Yavé los dio en manos de los filisteos durante cuarenta años. Había un hombre de Sora, de la familia de Dan, de nombre Manué. Su mujer era estéril y no le había dado hijos. El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: Eres estéril sin hijos, pero vas a concebir y parirás un hijo. Mira, pues, que no bebas vino ni licor alguno ni comas nada inmundo, pues vas a concebir y a parir un hijo, a cuya cabeza no ha de tocar la navaja, porque será nazareno de Dios el niño desde el vientre de su madre y será el que primero librará a Israel de la mano de los filisteos. Fue la mujer y dijo a su marido: Ha venido a mí un hombre de Dios. Tenía el aspecto de un ángel de Dios muy temible. Yo no le pregunté de dónde venía ni me dio a conocer su nombre, pero me dijo: vas a concebir y a parir un hijo. No bebas, pues, vino ni otro licor inmundo, porque el niño será nazareno de Dios desde el vientre de su madre hasta el día de su muerteEntonces Manué oró a Yavé, diciendo: De gracia, Señor: que el hombre de Dios que enviaste venga otra vez a nosotros para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer. Oyó Dios la oración de Manué y volvió el ángel de Dios a la mujer de Manué cuando estaba ésta sentada en el campo y no estaba con ella su marido. Corrió ella en seguida a anunciárselo a su marido, diciéndole: El hombre que vino a mí el otro día acaba de aparecérseme. Se levantó  Manué, y siguiendo a su mujer, fue hacía el hombre y le dijo: ¿Eres tú el que has hablado a esta mujer?. El respondió: Yo soy. Repuso Manué: Cuando se cumpla tu palabra, ¿cuál ha de ser la conducta y el obrar del muchacho?. El ángel de Yavé dijo a Manué: La mujer que se abstenga de cuanto le he dicho: que no tome nada de cuanto procede de la vid, no beba vino ni otro licor embriagante y no coma nada inmundo; cuanto le mande ha de observarlo. Manué dijo al ángel de Yavé: Te ruego que permitas que te retengamos mientras te traemos preparado un cabrito. El ángel de Yavé dijo a Manué: Aunque me retengas, no comería tus manjares; pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yavé. Manué que no sabía que era el ángel de Yavé, le dijo:¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando tu palabra se cumpla? El ángel de Yavé respondió: ¿Para qué me preguntas mi nombre, que es admirableManué tomo el cabrito y la oblación para ofrecérselo a Yavé en holocausto sobre la roca, y sucedió un prodigio a la vista de Manué y su mujer. Cuando subía la llama de sobre el altar hacía el cielo, el ángel de Yavé se puso sobre la llama del altar. Al verlo Manué y su mujer cayeron rostro en tierra y no vieron más al ángel de Yavé. Entendió entonces Manué que era el ángel de Yavé, y dijo a su mujer: Vamos a morir porque hemos visto a Dios. La mujer le contestó: Si Yavé quisiera hacernos morir, no habría recibido de nuestras manos el holocausto y la oblación, ni nos hubiera hecho ver todo esto, ni oir hoy todas estas cosas. Parió la mujer un hijo y le dio el nombre de Sansón. Creció el niño, y Yavé le bendijo, y comenzó a mostrarse en él el espíritu de Yavé en el campo de Dan, entre Sora y Estaol”.

Es de notar en el relato anterior que el ángel de Yavé no comía carne y además deseaba permanecer en el anonimato ante el verdadero protagonista. Vemos también como una tecnología superior ha intervenido con un fin bien preciso en ayuda de aquel pueblo que interpretaba, desde su óptica, todo acto incomprensible como un milagro de Dios. Hoy somos capaces de entender que los ángeles de ayer son los extraterrestres de hoy y que nunca estuvimos solos en nuestra marcha por el espacio. Las misiones de reconocimiento de los dioses “caídos” en sus extrañas “carrozas” fueron también atestiguadas y registradas. Algunos de estos registros han permanecido hasta la actualidad, aunque muchos creen que son puros cuentos de hadas. Más de 30.000 documentos escritos en todo el mundo narran sobre seres avanzados que vinieron a la Tierra o que ya estaban viviendo en la Tierra. Según el Libro de Ezequiel: “Ahora, al ver a las criaturas vivientes, vi cuatro alas sobre el suelo, una por cada una de las criaturas vivientes, con sus cuatro caras. La aparición de las ruedas y su composición eran como el color del ámbar brillante: y todas las cuatro alas tenían una similitud: y su composición era como una rueda en medio de una rueda”. Consideremos solo algunas de las extrañas referencias en las páginas de la Biblia. En el Libro de Ezequiel leemos: “Luego, Eva vio hacia el cielo y vio una carroza brillante venir, guiada por cuatro brillantes ángeles, cuya gloria nadie, nacido de mujer, podría expresar ni ver a la cara, ángeles iban delante de la carroza”. Y según el Génesis: “Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeante y una antorcha de fuego que pasaba …”. Y el Libro de Ezequiel nos explica: “Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban. Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas”.

Los teólogos consideran que los textos sagrados son “la palabra de Dios” que se reveló a unos pocos escogidos. Pero cuando se elimina la simple fe lo que quedan son los propios textos, desprovistos de su carácter sagrado. Y cuando eliminamos la creencia en el carácter sagrado de estos textos es cuando podemos empezar a estudiarlos. En el Apocalipsis de Abraham el autor describe a dos seres celestiales que bajan a la Tierra. Estos dos seres celestiales subieron a Abraham a las alturas, pues el Señor quería conversar con él. Abraham cuenta que no eran humanos y que le produjeron mucho miedo. Dice que tenían el cuerpo brillante «como un zafiro»; lo hicieron subir entre humo y fuego, «como con la fuerza de muchos vientos». Cuando llegó a las alturas, vio «una luz gloriosa e indescriptible» y unas figuras grandes que se gritaban entre sí unas palabras «que yo no entendí». Y añade: «Pero yo quería volver a caer a la Tierra; el lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo». Alguien nos está contando en primera persona que quería «volver a caer a la Tierra». Es lógico suponer, por lo tanto, que estaba más alto que la Tierra. Y nadie sin conocimientos científicos modernos podría haber sabido que las grandes estaciones espaciales siempre rotan sobre su propio eje. La gravedad artificial sólo puede conseguirse en el interior de la nave gracias a la fuerza centrífuga provocada por la rotación propia de la nave. Y el Apocalipsis de Abraham dice: «El lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo.» Y además Abraham dice que estos seres no eran humanos y que sus ropas brillaban como el zafiro. ¡Sorprendente!

Otra historia sorprendente se refiere a Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno, cuando dirigió sus pasos hacia Karnak, centro religioso del dios Amón. Desde el 3.000 a.C., Karnak era un gran centro religioso, con templos, santuarios y monumentos dedicados a Amón. Una de las más impresionantes edificaciones era el templo mandado construir por la reina Hatshepsut, que vivió unos mil años antes de la época de Alejandro. Esta soberana se decía que era hija de Amón, habiendo nacido de una reina a la que el dios visitó escondido también bajo un disfraz. No se sabe que ocurrió en Karnak, pero en vez de conducir sus tropas en dirección al centro del Imperio Persa, Alejandro escogió una pequeña escolta para que lo acompañaran en una expedición hacia el sur. Todo el mundo creyó que el rey iba a efectuar un viaje de recreo, buscando los placeres del amor. Y los historiadores de la época intentaron explicar su extraño viaje describiendo a la mujer que se suponía era su objeto del deseo. Una mujer “cuya belleza ningún hombre vivo conseguiría elogiar de manera suficiente“. Se llamaba Candace y era la reina de un país al sur de Egipto, el actual Sudán. Al igual que la historia de Salomón y la reina de Saba, esta vez fue el rey el que viajó hacia la tierra de la reina. Pero en realidad el principal objetivo de Alejandro no era la búsqueda del amor, sino conocer el secreto de la inmortalidad. Después de una agradable estancia, la reina Candace quiso hacerle un presente de despedida y reveló a Alejandro el secreto de la localización de una “maravillosa caverna donde los dioses se congregan“. Siguiendo sus indicaciones, Alejandro encontró el lugar sagrado: “Él entró con algunos pocos soldados y vio una niebla azulada. Los techos brillaban como iluminados por estrellas. Las formas externas de los dioses estaban físicamente manifestadas; una multitud los servía en silencio. De inicio, él (Alejandro) se quedó sorprendido y asustado, pero permaneció allí para ver lo que acontecía, pues avistó algunas figuras reclinadas cuyos ojos brillaron como rayos de luz”. La visión de las enigmáticas figuras reclinadas contuvo Alejandro, ya que no sabía si eran dioses o mortales deificados. Entonces una voz, procedente de una de las figuras, le hizo estremecer: “Saludos, Alejandro, ¿sabes quién soy?”. Alejandro, asustado, respondió: “No, mi señor”. Y la voz añadió: “Soy Sesonchusis, el rey conquistador del mundo, que se unió a las filas de los dioses”.

 

Se supone que Sesonchusis era el faraón Senusert, también conocido como Sesostris I, que reinó en el siglo XX a.C. Sorprendentemente, Alejandro había encontrado a la persona que buscaba. Pero a pesar de que Alejandro estaba muy sorprendido, los habitantes de la caverna no parecían impresionados. Era como si hubiesen esperado su llegada. Entonces Alejandro fue invitado a entrar para conocer al “Creador y Supervisor de todo el Universo“. Entró y “vio una niebla brillante como fuego y, sentado en un trono, el dios que una vez había visto siendo adorado por los hombres de Rokôtide, el Señor Serapis“.  Alejandro aprovechó la oportunidad para hablar del asunto de su longevidad: “Señor, ¿cuántos años viviré?” No hubo respuesta y Sesonchusis intentó consolar a Alejandro, pues el silencio del dios era suficientemente elocuente. Sesonchusis le contó que, a pesar de haberse unido a las filas de los dioses, “no tuve tanta suerte como tú, ya que nadie se acuerda de mi nombre aunque haya conquistado el mundo entero y subyugado tantos pueblos. Pero tú poseerás gran fama y tendrás un nombre inmortal aún después de la muerte“. Y terminó confortando a Alejandro con las siguientes palabras: “vivirás al morir, y así no morirás“, queriendo decir que sería inmortalizado en la Historia. Alejandro abandonó las cavernas deprimido y continuó su viaje para buscar consejos de otros sabios en busca de la consecución de su objetivo de escapar al destino de un mortal y de poder seguir los pasos de otros que, antes que él, habían tenido éxito al unirse a los dioses inmortales. Entre aquellos que Alejandro buscaba, y que finalmente encontró, estaba Enoc, el patriarca bíblico de los tiempos anteriores al Diluvio y bisabuelo de Noé. El encuentro se produjo en un lugar montañoso “donde está situado el Paraíso, la Tierra de los Vivos“, el lugar “en donde viven los santos“. En lo alto de una montaña vio una estructura brillante, de la que se elevaba hacia el cielo una inmensa escalera construida con 2.500 losas de oro.

En una enorme caverna, Alejandro encontró estatuas de oro, cada una en su propio nicho, un altar de oro y dos inmensos recipientes de oro, de unos 20 metros de altura. “Sobre un diván próximo se veía la forma reclinada de un hombre envuelto en una colcha bordada con oro y piedras preciosas y, por encima de él, estaban las ramas de una vid hecha de oro, cuyos racimos de uva estaban formados por joyas”. Allí había un hombre, que se identificó como Enoc, y que le dijo: “No sondees los misterios de Dios“. Atendiendo al aviso, Alejandro se marchó para juntarse con sus tropas, pero no antes de recibir como presente de despedida un racimo de uvas que, milagrosamente, alimentó a todo su ejército. En otra versión de la misma historia, Alejandro encontró a dos personajes: El patriarca Enoc y el profeta Elías, que, según las tradiciones bíblicas, jamás murieron. Este acontecimiento ocurrió cuando el rey atravesaba un desierto. Súbitamente su caballo y él fueron tomados por un “espíritu” (¿??) que los transportó a un centelleante tabernáculo (caseta o santuario), donde Alejandro vio a dos hombres. Sus rostros brillaban, sus dientes eran más blancos que leche y sus ojos tenían el fulgor de la estrella matutina. Tenían “gran estatura y buena apariencia“. Después de identificarse, le dijeron que “Dios los escondió de la muerte“. También le explicaron que aquel lugar era la “Ciudad del Granero de la Vida“, de donde brotaba la “cristalina Agua de la Vida“. Pero, antes de que Alejandro descubriera más o consiguiera beber el agua, un “carro de fuego” lo arrebató de allí y se encontró de nuevo entre sus tropas. Según la tradición musulmana, mil años después, también el profeta Mahoma fue llevado hacia el cielo montado en su caballo blanco. ¿Debemos considerar el episodio de la caverna de los dioses y otras de las historias sobre Alejandro como pura ficción o estarían basados en hechos históricos? No se ha encontrado ninguna descripción de cómo Sesonchusis se volvió inmortal.

Lo mismo es válido para Elías, el compañero de Enoc en el Templo Brillante, según una de las versiones de la leyenda de Alejandro. Elías es el profeta bíblico que vivió en Israel en el siglo IX a.C., durante el reinado de Acab y Ocozias. Como indica el nombre que adoptó (Eliyah – “Mi Dios es Yahvé“), era un seguidor del dios hebreo, cuyos fieles estaban sufriendo persecución por parte de los seguidores del dios cananeo Baal. Después de retirarse a un lugar secreto cerca del río Jordán, donde fue instruido por el Señor, Elías recibió “un manto tejido de vellos” y pudo hacer milagros. Cerca de la ciudad fenicia de Sidon, el primer milagro que realizó fue hacer que un poco de aceite y una cuchara de harina alimentasen a una viuda que le había dado refugio durante toda su vida. Poco después necesitó pedir a Dios que resucitase al hijo de esa mujer, que acababa de fallecer víctima de una grave enfermedad. Elías también podía convocar el Fuego de Dios, que servía para castigar a los que sucumbieron a las tentaciones paganas. Las escrituras dicen que Elías no murió en la Tierra, pues “subió al cielo en un torbellino“. Según las tradiciones judaicas, Elías continúa siendo inmortal y se le invita a visitar los hogares judíos en la víspera de la Pascua. Su ascenso al cielo está descrito en gran detalle en el Antiguo Testamento. Tal como es contado en Reyes, no fue un acontecimiento inesperado. Al contrario, se trató de una operación perfectamente planeada, cuyo lugar y hora fueron comunicados a Elías con antelación. El lugar elegido quedaba en el valle del Jordán, en el margen izquierdo del río, probablemente en la misma zona donde Elías fue ordenado como “Hombre de Dios“. Cuando en su último viaje partió de Gilgal, Elías encontró dificultad en librarse de su discípulo Eliseo. Durante el camino, los dos profetas fueron repetidamente interpelados por discípulos menores, “los hijos de los profetas“, que preguntaban si era verdad que aquel día Dios se llevaría a Elías al cielo. El narrador bíblico explica: “He ahí lo que aconteció cuando Dios arrebató Elías al cielo en un torbellino: Elías y Eliseo partieron de Gilgal. Y Elías dijo a Eliseo: ‘Te quedas aquí, pues Yahvé me envió sólo hasta Betel’; Pero Eliseo respondió: ’Tan cierto como que Yahvé vive y tú vives, no te dejaré! ‘Y descendieron a Betel. Los hijos de los profetas que vivían en Betel salieron al encuentro de Eliseo y le dijeron: ’¿Sabes que hoy Yahvé va a llevar el maestro por sobre tu cabeza?’. Él respondió:’ Sé, pero callaos”.

 

Elías admitió que su destino era Jericó, a los márgenes del río Jordán, y pidió a su compañero se quedara ahí y lo dejara seguir solo. Nuevamente Eliseo rechazó su propuesta e insistió en ir con el profeta. “Y ellos fueron a Jericó. Los hijos de los profetas que vivían en Jericó se aproximaron a Eliseo y le dijeron: ’¿Sabes que hoy Yahvé va a llevar a tu maestro por sobre tu cabeza?’. Él respondió: ’Sé, pero callaos”. Contrariado en su deseo de proseguir solo, Elías pidió a Eliseo que se quedara en Jericó y lo dejara ir solo hasta el margen del río. Sin embargo, Eliseo rechazó separarse de su maestro. Animados, “cincuenta hombres de los hijos de los profetas fueron también, pero se quedaron parados a la distancia mientras los dos (Elías y Eliseo) se detenían al borde del Jordán“. Entonces Elías tomó su manto, lo enrolló y batió con él en las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, de modo que ambos pasaron a pie enjuto. Después que pasaron al otro margen, Eliseo pidió a Elías que le fuera dado el espíritu santo, pero antes que pudiera oír una respuesta: “Y aconteció que mientras andaban y conversaban he ahí que un carro de fuego y caballos de fuego los separaron uno del otro y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo miraba y gritaba: ‘!Mi padre! ¡Mi padre! ! El carro y la caballería de Israel! Después no más lo vio…”. Atolondrado, Eliseo se quedó inmóvil por algunos instantes. Después vio el manto que Elías había dejado atrás. Eliseo cogió el manto y volvió al margen del río. Invocando el nombre de Yahvé, batió con él en las aguas y he ahí “que las aguas se dividieron de un lado y de otro y Eliseo atravesó el río“. Y los hijos de los profetas, los discípulos que habían quedado en el margen izquierdo del río, en la llanura de Jericó, “lo vieron a la distancia y dijeron: ‘El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo!’; vinieron a su encuentro y se postraron delante de él“. Incrédulos, a pesar de que lo habían visto con sus propios ojos, los cincuenta discípulos no creyeron que Elías hubiese sido llevado al cielo para siempre. El torbellino del Señor podía haberlo arrebatado y lanzado en algún valle o montaña. A despecho de las objeciones de Eliseo, ellos lo buscaron por tres días. Eliseo entonces habló: “¿No había dicho yo que no fuerais?” Ahora, él sabía muy bien cuál era la verdad: El Dios de Israel había llevado a Elías al cielo en un carro de fuego. El relato del encuentro de Alejandro con Enoc, que introdujo en la búsqueda por la inmortalidad a un “antepasado inmortal“, es mencionado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, aunque podemos encontrarlo en leyendas muy anteriores a la Biblia y que ya se conocían cuando ésta fue escrita.

Según la Biblia, Enoc fue el séptimo patriarca prediluviano del linaje de Adán a través de Set, para distinguirlo del linaje maldito de Caín. Él era el bisabuelo de Noé, el protagonista biblíco del diluvio. Los antiguos relatos judíos dicen que Enoc fue «un rey de los hombres» que reinó durante «doscientos cuarenta y tres años» y que estaba lleno de sabiduría y la comunicó a todos. Según el geógrafo e historiador Taki al-Makrizi Enoc fue el constructor de las grandes pirámides de Egipto. Éste cuenta en su obra Hitat que Enoc fue conocido con cuatro nombres diferentes: Saurid, Hermes, Idris y Enoc. El pasaje siguiente está tomado del capítulo 33 del Hitat: “El primero, Hermes, llamado triple por sus atributos de profeta, rey y sabio (…) leyó en las estrellas que había de llegar el diluvio. Entonces mandó que se construyeran las pirámides, y ocultó en ellas tesoros, textos y escrituras y todo lo demás que podría perderse de otro modo, para que se conservase”. Tanto para la teología judía como para la cristiana, Enoc es el séptimo de los diez primeros patriarcas antediluvianos, que fue padre de Matusalén, del que se afirma que alcanzó la increíble edad de 969 años. Según el Génesis: “Enoc, a la edad de sesenta y cinco años, engendró a Matusalén y, después de haber engendrado a Matusalén, anduvo en la presencia de Dios trescientos años y engendro hijos e hijas. Enoc vivió en total trescientos sesenta y cinco años (es curioso que sea la misma cifra que los días de un año) y anduvo en la presencia de Dios; después no fue visto más porque Dios se lo llevo”. El relato bíblico sobre el personaje de Enoc es muy corto. Pero lo suficiente explícito, para que cualquier investigador, pueda intuir las claras vinculaciones con extraterrestres que se dan en este personaje de la antigüedad llamado Enoc. De este texto se puede deducir que Enoc, después de haber engendrado a Matusalén,  mantiene una serie de contactos con Yavé. Todo esto durante un período de tiempo de trescientos años. Estos contactos entre Enoc y Yavé se efectúan cara a cara. Pues el texto es bien explícito: “anduvo en la presencia de Dios“. El contacto entre ambos personajes no dura trescientos años seguidos, sino que durante este tiempo Enoc es sacado de la Tierra varias veces, para posteriormente ser devuelto a ella.

Así se explica que pudiera seguir engendrando hijos e hijas: “A la edad de trescientos sesenta y cinco años, Enoc ya no regresa a la Tierra”. Así lo afirma el texto bíblico: Después no fue visto más, porque Dios se lo llevo. ¿Vivo?  Está claro que fue así, porque si observamos a los personajes antecesores y posteriores a Enoc, veremos cómo el texto bíblico nos confirma la muerte de cada uno de ellos. Según el Génesis: “Set vivió en total novecientos doce años y murió. Enos vivió en total novecientos cinco años y murió. Cainán vivió en total novecientos diez años y murió. Malaleel vivió en total ochocientos noventa y cinco años y murió. Jared (padre de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y dos años y murió. Matusalén (hijo de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y nueve años y murió. Lamec vivió en total setecientos setenta y siete años y murió”. Como vemos, aquí se nos confirma la muerte de estos Patriarcas de la Antigüedad. No ocurre así en el caso de Enoc, donde a la edad de trescientos sesenta y cinco años no fue visto más, o sea que no hubo defunción, porque Dios se lo llevo. Existe un texto apócrifo titulado El Libro de Henoch (o Enoc), traducido del etíope al inglés por el arzobispo Lawrence, en el año 1821, que puede aportar cierta luz a nuestras interrogantes. Efectivamente, El Libro de Henoch aun siendo posiblemente un libro iniciático, misterioso, profético o incluso sagrado, contiene algunas visiones o experiencias de Enoc donde se dan unas claras connotaciones ufológicas: “Así, pues, la visión me apareció así:  he aquí que unas nubes me llamaron en la visión, y una nube me llamo; y el curso de las estrellas y de los rayos me hicieron apresurar y me desearon; y los vientos, en la visión me hicieron volar, me llevaron a lo alto y me hicieron entrar en los cielos”. Si del texto anterior, cambiamos la palabra nubes por ovnis o naves, podremos deducir que Enoc observa una escuadrilla de nubes, o sea de ovnis. “Y una nube me llamó”, o sea fue subido a un ovni. “Me hicieron volar”, el ovni se puso en marcha. “Me llevaron a lo alto”, la nave ascendió. “Y me hicieron entrar en los cielos”; lo que es lo mismo, posiblemente la nave entró en algún tipo de nave nodriza. Y continúa: “Y yo, hasta este momento, estaba sobre mi rostro tapado, temblando, y el Señor, por su propia boca, me llamó y me dijo: ven aquí, Enoc y escucha mi palabra”. En este pasaje Enoc, ante la presencia física del Señor (Yavé), se cubre el rostro y se pone a temblar. Pero el Señor lo tranquilizó llamándole por su nombre “ven aquí, Henoch y escucha mi palabra”. O sea, el Señor es un ser con unas características físicas, más o menos sublimadas, pero que emite palabras. Similar experiencia vivió Moisés en el pasaje de la zarza ardiente.

Volviendo al tema de Enoc: “En ese tiempo, un torbellino de viento me arrancó de la faz de la Tierra y me depositó en la extremidad de los cielos”. Concreto, y sencillo de trasladar este texto antiguo a la lógica de nuestro tiempo, o sea que en ese momento un ovni me sacó de la superficie de la Tierra y me llevó a otro lugar del Cosmos. “…Después miré y vi, a los cuatro lados del Señor de los Espíritus, cuatro rostros diferentes de los que no duermen, y aprendí sus nombres que medió a decirme el ángel que andaba conmigo y me hacía conocer todos los secretos”. Aquí podemos observar como Enoc es conducido por el ángel (extraterrestre) a la presencia del Señor de los Espíritus (seguramente el jefe de los extraterrestres) y ve a los cuatro arcángeles: Miguel, Rafael, Gabriel y Fanuel. Curiosamente la religión cristiana también hace referencia de estos cuatro arcángeles. Pero es digno de reseñar como miles de años antes Enoc es llevado a la propia morada de la Jerarquía Celeste. Y sigue el relato: “Después me llevaron a un lugar cuyos habitantes son como un fuego ardiente, y que aparecen, cuando quieren, como hombres”. De nuevo Enoc es conducido a otra morada celeste, cuyos habitantes parece que se han sublimado en el mundo astral. Estos seres tienen la facultad de desdoblarse. O sea,  pueden estar operando en su real dimensión con toda su luminosidad y magnificencia y a su vez materializar un cuerpo físico y proyectarlo a una dimensión terrestre como la nuestra.  ¿Tal vez se tratan de seres de otra dimensión?  “Y llegó después que su nombre de Enoc fue elevado, en vida, cerca de este Hijo del Hombre y cerca del Señor de los Espíritus, lejos de los que habitan sobre el árido. Y fue elevado sobre el carro del viento, y el nombre de Enoc desapareció de entre ellos (de los que habitan sobre la Tierra)”. Reveladoras palabras de este texto antiguo. Por fin, podemos intuir a dónde fue llevado Enoc finalmente. Y cómo fue llevado. En este texto apócrifo del Libro de Enoc le es comunicado a nuestro personaje por los ángeles el funcionamiento de nuestro Sistema Solar. Como el Sol y la Luna rigen el día y la noche, el curso de las estaciones y el de los años. Asimismo le comunican cómo nuestro Sistema Solar no está solo en el Universo, sino que está conectado a través de las Doce Puertas o signos zodiacales con el espacio exterior de donde recibe las distintas corrientes energéticas que todo el Sistema Solar debe experimentar, influenciando al propio hombre. Ello es tal como nos lo confirma la Astrología.

En el Antiguo Testamento, Enoc sólo aparece en cinco versículos del Génesis. Y al final se dice: «Y Enoc caminó con Dios y no fue visto más, pues Dios se lo llevó». En hebreo, la palabra enoch significa «el iniciado». Este iniciado se preocupó de que sus conocimientos no desaparecieran sin dejar rastro. Existen dos libros que no están incluidos en el Antiguo Testamento pero que se cuentan entre los textos apócrifos. Los Padres de la Iglesia que recopilaron la Biblia no supieron qué hacer con los textos de Enoc. Los excluyeron porque no los comprendían. Pero la Iglesia de Etiopía no hizo caso de las órdenes de los eclesiásticos que ostentaban el poder, con lo que el Libro de Enoc acabó en el canon abisinio. También salió a la luz una variante eslava del mismo libro. La comparación de los dos textos, realizada por especialistas, demostró de manera concluyente que ambos procedían de una misma fuente original escrita por un mismo autor, el propio Enoc. El Libro de Enoc no sólo está escrito en primera persona, sino que el autor recuerda constantemente su propia autoría. A este respecto podemos citar el siguiente párrafo: “En el primer mes del año trescientos sesenta y cinco de mi vida, el primer día del primer mes, yo, Enoc, estaba solo en mi casa (…) y aparecieron ante mí dos grandes figuras de hombres, como no las había visto nunca hasta entonces sobre la Tierra…. Ésta es la enseñanza completa y verdadera de la sabiduría, escrita por Enoc, su autor (…), y ahora mi hijo Matusalén, te lo digo todo y lo escribo para ti. Te he revelado todas estas cosas y te he transmitido los libros que tratan de ellas. Conserva, mi hijo Matusalén, estos libros de mano de tu padre, y traspásaselos a las generaciones futuras del mundo”. Deducimos que la fuente original procede del Enoc antediluviano pues llama Matusalén a su hijo. Además, Enoc afirma que estaba despierto y entregó a su familia instrucciones exactas sobre lo que debían hacer durante su ausencia. Tampoco puede haber sido una visión antes de la muerte, pues después de sus conversaciones con los «ángeles» regresó al lado de su familia. Sólo mucho más tarde desaparece entre las nubes en un carro de fuego.

Como en el Antiguo Testamento, Enoc relata lo que sucede cuando los ángeles se amotinan. En el Libro de Enoc se dice: “Cuando los hijos de los hombres se multiplicaron, les nacieron hijas encantadoras y amorosas. Cuando los ángeles, los hijos del cielo, las vieron, las desearon y se dijeron los unos a los otros: «Tomémonos esposas de entre las hijas de los hombres, para que nos den hijos.» Entonces su jefe, Semiaza, les dijo: «Temo que no llevéis a cabo esto; entonces yo tendría que cargar con la culpa de una gran transgresión». Entonces, todos le contestaron: «Entonces, pronunciemos todos un juramento y comprometámonos a no renunciar a este plan y a llevarlo a cabo.» De modo que todos pronunciaron un juramento y se comprometieron a ello. Eran todos ellos doscientos, que en los días de Jared bajaron de la cumbre del monte Hermón”. Esto muestra claramente un motín de «los hijos del cielo». Y lo que sucedió fue lo siguiente: “Todos ellos se tomaron esposas. Después empezaron a tener acceso con ellas y a hacer actos impuros con ellas. Y les enseñaron las artes de la magia y de las hierbas, y les enseñaron el conocimiento de las plantas. Y sus esposas quedaron preñadas y parieron gigantes de 100 varas de alto. Éstos devoraron las provisiones del resto de la gente. Pero cuando no quedó nada más para alimentarlos, los gigantes se volvieron contra la gente y se la comieron. Y empezaron a devorar pájaros, animales salvajes, criaturas que se arrastran y peces, y también se comían y se bebían la carne los unos a los otros. Y la Tierra se quejó en voz alta de estos monstruos”. ¿No os suena a los cuentos infantiles sobre Ogros gigantes? La escena antediluviana se describe con muchos detalles. Los ángeles que no habían participado en el motín lo observaban todo desde lo alto. Dieron parte al Señor (comandante), y éste decidió: «Toda la Tierra quedará sumergida; vendrá un diluvio de agua sobre la Tierra y destruirá todas las cosas

El Libro de Enoc es realmente sorprendente por el nivel de detalle que contiene y que no se encuentra en ningún otro texto. Enoc incluso facilita la lista de nombres de los dirigentes del motín así como sus funciones. Pero, ¿qué sucedió con Enoc? El Antiguo Testamento dice que Enoc desapareció sin dejar rastro y subió a las nubes en un carro de fuego. Los antiguos relatos judíos dan más detalles sobre su partida. Los ángeles, al parecer, habían prometido llevarse consigo a Enoc, pero todavía no habían fijado la fecha de la partida. «Me dijeron que viajaría a los cielos, pero todavía no sé cuál es el día en que os dejaré». De modo que Enoc reunió a los suyos a su alrededor y les contó lo que le habían dicho los ángeles. Les dijo especialmente que no ocultasen sus libros ni los guardasen en secreto, sino que los hicieran accesibles a las generaciones futuras: “Sucedió que, mientras la gente estaba reunida alrededor de Enoc y él les hablaba, levantaron los ojos y vieron la figura de un corcel que bajaba del cielo a la tierra como en una tormenta. Y la gente dijo a Enoc lo que veía, y Enoc les dijo: «Este corcel ha descendido a la Tierra por mí. Ha llegado el momento y el día en que me iré de vuestro lado y no volveré a veros.» Y entonces llegó allí el corcel, y todos los hijos de los hombres lo vieron con sus propios ojos”Estaba claro que los seres celestiales habían informado a Enoc de que el despegue sería muy peligroso para los presentes. Por ello, él intentó apartarlos: “Advirtió a los espectadores varias veces que no lo siguieran, «para que no muráis». Algunos titubearon y se apartaron a una buena distancia, pero los más insistentes querían contemplar de cerca la partida de Enoc. Le dijeron: «Te acompañaremos al lugar a donde vayas; sólo la muerte nos apartará de ti.» Como no hicieron caso de sus palabras, él no habló más con ellos, y ellos lo siguieron y no volvieron atrás. Y sucedió que Enoc subió al cielo entre una tormenta, sobre corceles de fuego, en un carro de fuego. Esta ascensión a los cielos produjo la muerte a todos los observadores. Al día siguiente, la gente fue a buscar a los que habían acompañado a Enoc. Y los buscaron en el lugar donde Enoc subió al cielo. Y cuando llegaron al lugar, encontraron la tierra cubierta de nieve y entre la nieve había grandes piedras como de granizo. Y se dijeron entre sí: «Apartemos la nieve y veamos si encontramos a los que acompañaron a Enoc.» Y apartaron la nieve y encontraron a los que habían acompañado a Enoc, muertos bajo la nieve. Buscaron también a Enoc, pero no lo encontraron, pues habla subido a los cielos (…). Esto sucedió en el año 113 de la vida de Lamech, hijo de Matusalén”.

Parece difícil creer que un “dios” misericordioso, o sus enviados, dejaran que centenares de personas, que habían escuchado a Enoc y lo habían acompañado al punto de despegue, quedaban reducidos a cenizas, mientras su maestro Enoc ascendía a los cielos. Enoc ascendió a los cielos entre una tormenta, en un carro de fuego, mientras abajo los receptores de su sabiduría ardían, junto con la tierra y las piedras, y quedaban convertidas en cenizas blancas como la nieve. A este respecto debemos decir que algunos tipos de piedra caliza se ponen blancos como la nieve cuando se someten a un calor elevado. Ninguno de estos hechos: la caída de los ángeles rebeldes, el diluvio, la ascensión de Enoc o el viaje espacial de Abraham encajan con la imagen de un Dios misericordioso. Además, ¿por qué un Dios omnipresente tenía que llamar a su presencia a Abraham para hablar con él? Si era omnisciente debería saber lo que pensaba y sentía Abraham. En este caso, ¿para qué se necesitaba una nave espacial que rotaba sobre su eje por encima de la Tierra? Parece claro que el Dios que se describe en estos textos no parece ser el Creador omnipresente al que veneran las religiones. Parece más razonable pensar en viajeros extraterrestres. Bajo esta perspectiva podemos entender entonces las actitudes “tan humanas” de estos ángeles caídos, tales como sus impulsos sexuales. Podemos también entender entonces las causas del diluvio y del deseo del «dios» de comunicarse con seres humanos determinados; y asimismo podemos entender por qué murieron quemadas las muchas personas que no hicieron caso de las advertencias de Enoc. Así resulta comprensible, también, el miedo de la gente al día del juicio, a algún tipo de ajuste de cuentas universal. Pues «dios» había prometido regresar. “…Y mientras tanto, los ángeles trabajaban los bosques, y cuando los ángeles hayan acabado esta obra, yo extenderé mi mano sobre ella, y yo la guardaré, y la raza de vida saldría de ella”. Existe un texto antiguo titulado Apócrifo del Génesis que fue encontrado entre los documentos de Qumran o Papiros del Mar Muerto, donde se contiene, en forma magistral, la manipulación genética efectuada por los extraterrestres en la persona de Noé. El texto dice: “Después de un tiempo Matusalén tomó una mujer para su hijo Lamec. Ella concibió y engendró un hijo, cuya carne era blanca como la nieve y rosada como una rosa; sus cabellos limpios como la nieve; sus ojos tan bellos que cuando los abría brillaban más que el Sol. Apenas depositado por la partera en su lecho, abrió su boca y levantó su voz al Señor de la Justicia (Adonai). Su padre Lamec, tuvo temor de este hijo tan singular y fue a buscar a Matusalén, su propio padre, y le dijo: ‘He puesto en el Mundo un niño diferente a todos los demás. No es como los hombres, se asemeja más a los hijos del cielo. Su naturaleza es diversa de la nuestra”.

Como podemos observar, de este párrafo se desprende una clara diferenciación genética entre este niño y sus semejantes, hecho que es constatado por su padre y abuelo y que, a su vez, crea dudas en Lamec. Este niño aquí nacido no es otro que Noé, que jugó un papel decisivo en la continuidad selectiva del género humano. Es evidente que el personaje y su papel histórico tuvo que estar revestido de ayuda extraterrestre. Sigue luego el texto: “… Y entonces yo pensé dentro de mí, que ella había concebido por obra de los vigías celestes y que por los ángeles había sido instruida. Por eso mi corazón cambió dentro de mí con respecto a este niño”. Aquí se desprende el perfecto conocimiento de los Patriarcas antiguos de estas intervenciones genéticas, que han hecho posible el nacimiento del hombre actual. La Biblia sitúa a nuestro personaje Noé dentro de un momento histórico importante y a su vez decisivo para la humanidad como es el Diluvio Universal. Efectivamente, siguiendo el texto bíblico, podemos ver como Noé y su familia, junto a una representación de las demás especies, es preservado de las aguas mediante el Arca, bajo la tutela de Yavé. Ahora bien. ¿Fue realmente un Diluvio?. Son varios los supuestos contactados por extraterrestres que, a través de revelación extraterrestre, afirman que una de las causas del hundimiento de la Atlántida fue la caída de una segunda pequeña luna que orbitaba alrededor de la Tierra. El impacto de este cuerpo, aparte de hundir el continente atlante, seguidamente provocó crisis periódicas de asentamiento con oscilaciones ondulatorias de Este hacia Oeste y viceversa, produciendo  flujos y reflujos de las aguas de los océanos y de los mares, provocando olas gigantes de una altura superior a los 175 metros, con un poder de penetración en la superficie terrestre de muchos kilómetros. Según estos relatos, no fue, por tanto, la lluvia la que provoco esta calamidad global. ¿Fueron los habitantes del Arca de Noé los únicos sobrevivientes? Creemos que no, ya que así lo atestiguan en sus escritos sagrados varias razas y culturas. Asimismo, los indios americanos también fueron advertidos o evacuados con todos sus enseres, sobre las altas cimas de la cordillera andina y sobre las altiplanicies mejicanas. Parece ser que sobrevivientes de la Atlántida se trasladaron a Egipto, dando lugar a la esplendorosa civilización y convirtiéndose en foco de sabiduría y conocimiento. En sus templos y escuelas de iniciación aprendieron importantes personajes como Platón o Pitágoras.

Pero sigamos con Noé. En el Génesis se dice: “Hazte un Arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y calafatéala con pez por dentro y por fuera. Estas serán sus dimensiones: trescientos codos de largura, cincuenta de anchura y treinta de altura. Entrarás tú en el Arca y contigo tus tres hijos y tu mujer y las mujeres de tus hijos. De todos los seres vivientes meterás contigo en el Arca dos individuos de cada especie, macho y hembra, para que se salven contigo”. Yavé ordena a Noé la construcción de un Arca y le da las instrucciones pertinentes para abordar el proyecto. Asimismo le ordena que, una vez construida el Arca, deberá hacer entrar en ella, aparte de su familia, una pareja de cada especie. ¿Tal vez muestras de ADN? Este vasto y ambicioso proyecto, de ninguna manera pudo ser realizado solamente por Noé y sus tres hijos. Más bien se supone que todo un colectivo extraterrestre estuvo trabajando, con su alta tecnología, para hacer viable tan magno proyecto. El Arca, ¿era una enorme barcaza o pudo ser otra cosa. Por ejemplo, un tipo de submarino?  Continuando con el Libro de Enoc, leemos: “En estos días, la palabra del Señor del Universo me fue dirigida y él me dijo: Noé, tu destino ha llegado junto a mí, un destino en el que no hay reproche, un destino de amor y de equidad. Y mientras tanto, los ángeles trabajaban los bosques. Y cuando los ángeles hayan acabado esta obra, yo extenderé mi mano sobre ella, y yo la guardaré, y la raza de vida saldrá de ella”. En el primer versículo, el Señor del Universo (Yavé), ensalza el buen comportamiento de Noé y cómo éste está lleno de amor y rectitud. Altamente reveladoras son las palabras del segundo versículo donde se puede apreciar una clara alusión al tema del Arca. Para la interpretación de este texto podemos considerar que los ángeles (supuestos extraterrestres), trabajan y elaboran la madera de los bosques para la construcción del Arca. Cuando ésta esté ultimada deberán meter dentro de ella a todo el colectivo animal y la ingente cantidad de alimentos y forrajes para alimentar a todas las especies. Tarea ardua y problemática al tratarse supuestamente de una enorme barcaza. Después, una vez el Arca esté sobre las aguas, será vigilada y tutelada por Yavé. Para al final, salir de ella Noé con su familia y todo el colectivo animal. Pero también sería posible que los ángeles estén en los bosques buscando y recogiendo las especies animales para llevarlos a un centro de operaciones o base, donde se encontraría ubicada una grandiosa astronave (ovni), tal vez con  comportamiento anfibio (parecido a la historia de Jonás y la ballena). De todos modos, a lo mejor el Arca estuvo volando por encima de la Tierra en lugar de flotar o sumergirse en las aguas. Pero sigamos con la interpretación del texto del Libro de Enoc”…Y cuando los ángeles hayan acabado esta obra (es decir, cuando los extraterrestres hayan concluido esta operación de recolección y salvamento) yo extenderé mi mano sobre ella, y yo la guardare”; aquí Yavé es más explícito, pues nos dice como él, de forma personal, estará al frente de esta operación de salvamento. Y asimismo, va a tutelar las evoluciones del Arca o astronave sobre las aguas. Y nos afirma que la salvará, o sea, que la operación será un éxito:”Y la raza de vida saldría de ella”. O lo que es lo mismo, la vida, tanto humana representada en Noé y su familia, como la animal, será preservada bajo la tutela extraterrestre.

El quinto capítulo del Génesis da la lista de las genealogías de esos patriarcas, las edades en que tuvieron a sus primogénitos y la edad en que murieron. Sin embargo, Enoc es una excepción. No existe ninguna mención sobre su muerte. Explicando que él “anduvo con Dios“, el Génesis afirma que, a la edad de 365 años, curiosamente el número de días del año solar, Enoc “desapareció” de la Tierra, “pues Dios lo arrebató“. Los comentaristas judíos frecuentemente citaron fuentes más antiguas que parecían describir el real ascenso al cielo de Enoc, donde fue transformado en Metatrón, el “Príncipe del Semblante” de Dios, y que se quedaba postrado detrás de Su trono. Según esas leyendas, cuando Enoc fue llamado a la casa del Señor, un caballo de fuego vino a recogerlo. En aquella época, el patriarca predicaba virtud al pueblo. Cuando el pueblo vio el caballo flamante descendiendo del cielo, pidió una explicación a Enoc, que les dijo: “Sepan que llegó la hora de dejarlos y subir a los cielos“. Pero, cuando montó el caballo, el pueblo intentó evitar su partida y lo siguieron durante una semana. “Entonces, el séptimo día, un coche de fuego tirado por ángeles y caballos flamantes descendió y arrebató Enoc“. Mientras el patriarca subía, los ángeles se quejaron al Señor: “¿Cómo puede un hombre nacido de mujer ascender a los cielos?“. Dios destacó la piedad y devoción de Enoc y abrió para él las Puertas de la Vida y de la Sabiduría, y lo vistió con una ropa magnífica y una corona luminosa. Como en otros casos, las referencias más críticas en las escrituras muchas veces sugieren que el antiguo redactor partía de la hipótesis de que el lector conocía otros textos más detallados sobre el tema en cuestión. Existen menciones explicitas a esos escritos, tales como el “Libro de la Virtud” o “El Libro de las Guerras de Yahvé“, por lo que se supone deben haber existido realmente, pero seguramente se han perdido. En el caso de Enoc, el Nuevo Testamento amplía la información, diciendo que el patriarca fue “llevado por Dios a fin de escapar de la muerte” y mencionando el propio testimonio de Enoc, dictado por él antes de ser “arrebatado” para la inmortalidad. La Epístola de San Judas, hablando de las profecías de Enoc, hace referencias a textos escritos por el patriarca. Asimismo, varios escritos cristianos también contienen referencias similares. De hecho, circulan desde el siglo II a.C. diferentes versiones del Libro de Enoc. Cuando durante el siglo XIX fueron analizados los manuscritos, los expertos concluyeron que provenían básicamente de dos fuentes. La primera, llamada Libro Etíope de Enoc, que es la traducción al griego de un original en hebreo. La otra, llamada II Enoc, es una traducción de un original griego cuyo título era El Libro de los Secretos de Enoc.

Escrito en primera persona, El Libro de los Secretos de Enoc parece explicar claramente la visita a algún tipo de gran nave espacial con distintos compartimentos y comienza en una fecha precisa y en un lugar determinado: “El primer día del primer mes del año 365 yo estaba sólo en mi casa, reposando en mi lecho, y adormecí… Entonces surgieron delante de mí dos hombres muy altos, como yo jamás viera en la Tierra. Tenían el rostro brillante como el sol, los ojos eran como candelas y fuego salía de sus labios. Las ropas que usaban parecían de penas, los pies eran morados. Sus alas eran más brillantes que el oro y las manos más blancas que la nieve. Ellos estaban junto a la cabecera y me llamaron por el nombre”. Como Enoc dormía cuando esos extraños seres llegaron, él insiste en decir que se despertó: “Vi claramente esos hombres parados delante de mí“. El patriarca los saludó, asustado, pero los dos seres lo tranquilizaron: “Alégrate, Enoc, no te asustes. El Dios Eterno nos mandó aquí y hoy tú ascenderás con nosotros al cielo”. Los dos dijeron entonces a Enoc que despertara a su familia y los criados, dándoles órdenes para no buscarlo. El patriarca obedeció, aprovechando la oportunidad para instruir sus hijos sobre el camino de la virtud. Entonces llegó la hora de la partida:”Cuando terminé de hablar con mis hijos, los dos hombres me llamaron, me tomaron en sus alas y me colocaron en las nubes; y he ahí que las nubes se movieron. Subiendo más, vi el aire y, más alto aún, el espacio celeste. Inicialmente ellos me pusieron en el Primer Cielo y me mostraron un mar inmenso mayor que el terrestre”. Ascendiendo al cielo en “nubes que se movían“, Enoc fue transportado al Primer Cielo, donde “doscientos ángeles gobiernan las estrellas“, y enseguida fueron al sombrío Segundo Cielo. De ahí él fue para el Tercero, donde le mostraron: “Un jardín agradable a la vista, bellos y perfumados árboles y frutos. En medio de él queda un Árbol de la Vida – en el lugar donde Dios reposa cuando viene al paraíso”. Impresionado con la magnificencia del árbol, Enoc intenta describir el Árbol de la Vida con las siguientes palabras: “El es más bello que cualquier cosa ya creada; en todos sus lados parece hecho de oro y carmesí, y es transparente como el fuego“. De las raíces salían cuatro ríos que vertían miel, leche, vino y aceite (¿una máquina suministradora de alimentos?), y ellos descendían de ese paraíso celeste para el Jardín del Edén haciendo una vuelta en torno a la Tierra. Ese Tercer Cielo y su Árbol de la Vida eran guardados por trescientos ángeles “muy gloriosos” y era allí que quedaba situado el Lugar de los Justos y el Lugar Terrible, donde los malos sufrían torturas.

Subiendo al Cuarto Cielo, Enoc pudo ver luces y varias criaturas formidables, además de la “hueste” del Señor. En el Quinto Cielo, más “huestes“; en el Sexto, “grupos de ángeles que estudian la evolución de las estrellas“. Alcanzando el Séptimo Cielo, donde los mayores ángeles andaban apresuradamente de un lado para el otro, Enoc vio a Dios de lejos, sentado en su trono. Los dos hombres alados y su nube móvil (¿un tipo de ascensor?) colocaron al patriarca en la frontera del Séptimo Cielo y partieron. Entonces el Señor mandó al ángel Gabriel que fuera a recibirlo y lo trajera a su presencia. Durante 33 días Enoc fue instruido sobre todo el conocimiento y los acontecimientos del pasado y del futuro. Después de ese periodo, un ángel “con fisonomía muy fría” lo devolvió a la Tierra. En total Enoc se ausentó sesenta días de la Tierra. Y este retorno se le permitió para poder enseñar a sus hijos las leyes y mandamientos. Treinta días después, el patriarca fue llevado nuevamente al cielo, esta vez para siempre. Escrito como testamento personal y como reseña histórica, el ”Libro Etíope de Enoc”, cuyo título original probablemente era “las Palabras de Enoc”, describe no sólo los viajes al cielo sino también un viaje por los cuatro confines de la Tierra. Mientras viajaba a los confines Norte de la Tierra, el patriarca avistó “un grande y glorioso artefacto“, cuya naturaleza no es descrita. Y en ese lugar, así como en los confines Este de la Tierra, vio “tres puertas del cielo dentro del cielo“, a través de los cuáles se veía granizo y nieve.”De ahí fui para los confines sur de la Tierra y allá, por los portales del cielo, salían el rocío y la lluvia”. Enseguida, Enoc fue a ver las puertas occidentales, a través de los cuales pasaban las estrellas siguiendo su curso. Sin embargo, los principales misterios y secretos del pasado y del futuro sólo fueron revelados la Enoc cuando llegó “por la mitad de la Tierra” y al Este y Oeste de ese punto. El “medio de la Tierra” u ombligo del mundo era el lugar del futuro Templo Sagrado de Jerusalén. En su viaje al Este de ese lugar, Enoc llegó al Árbol del Conocimiento y, hacia el Oeste (¿Atlántida?), le fue mostrado el Árbol de la Vida. En el viaje hacia el Este, Enoc pasó por montañas y desiertos, vio cursos de agua saliendo de picos rocosos cubiertos de nieve y hielo (“agua que no corre“) y árboles perfumados. Siguiendo cada vez más hacia el Este, se encontró en las montañas que rodean el mar de Eritrea (mar Rojo y el mar de Arabia) y entonces Zotrel, el ángel que guardaba la entrada al paraíso, le permitió entrar en el Jardín de la Virtud.

En este jardín, entre magníficos árboles, avistó el Árbol del Conocimiento. Era tan alto como un pino, con hojas parecidas a la del algarrobo y frutos como los racimos de una vid. Es curiosa la similitud de esta descripción con la del muérdago, la planta sagrada de los druidas. El ángel que acompañaba a Enoc le explicó que aquél era exactamente el árbol cuyo fruto Adán y Eva habían comido antes de que fueran expulsados del Jardín del Edén. En su viaje hacia el Oeste, Enoc llegó a “una cadena de montañas de fuego, que ardían día y noche” (se supone que era una zona volcánica activa, lo cual puede coincidir con algunas descripciones de la Atlántida). Más adelante llegó a un valle rodeado por seis montañas separadas por profundas y angostas quebradas. Una séptima montaña se elevaba entre ellas “pareciendo un trono, toda cercada de árboles aromáticos; entre ellas había uno cuyo perfume yo jamás hube sentido… y sus frutos eran como los dátiles de una palmera“. ¿Podría ser una pirámide o zigurat? El ángel que acompañaba a Enoc le explicó que la montaña del medio era el trono “donde el Gran Santo, el Señor de la Gloria, el Rey Eterno irá a sentarse cuando viniera a la Tierra“. Y con respecto al árbol, cuyos frutos parecían dátiles, dijo: “En cuanto al árbol perfumado, ningún mortal tiene permiso de tocarlo hasta el Gran Juicio…Sus frutos serán alimento para los electos… Su aroma estará en sus huesos. Y ellos tendrán vida larga en la Tierra”. Fue durante esos viajes que Enoc vio “que los ángeles recibían largos cordones, que cogían sus alas y que partían hacia el Norte“. Cuando preguntó lo que estaba aconteciendo, el ángel acompañante le dijo: “Ellos partieron para medir y traerán las medidas de los justos para los justos y las cuerdas de los justos para los justos. Todas esas medidas revelarán los secretos de la Tierra“. Terminado su viaje por todos los lugares secretos de la Tierra, llegó la hora de Enoc para partir hacia el cielo. Y fue llevado a una “montaña cuya cumbre alcanzaba el cielo” y a un País de las Tinieblas (¿cavernas?). Y ellos (los ángeles) me llevaron a un lugar donde los que allá estaban eran como fuego flamante y, cuando deseaban, aparecían como hombres. Y ellos me llevaron hacia un lugar de tinieblas y para una montaña cuyo pico llegaba al cielo. Y yo vi la cámara de los luminares, los tesoros de las estrellas y del trueno en las grandes profundidades, donde había un arco y flechas flamantes con su aljaba, una espada flamante y todos los rayos”.

En el caso de Alejandro Magno, la inmortalidad escapó de sus manos porque él fue a buscarla en contra de su destino. Sin embargo, Enoc, como después los faraones, viajaba bajo la bendición divina. Por esta razón fue considerado digno de proseguir y por eso “ellos me llevaron al Agua de la Vida“. Continuando adelante, el patriarca llegó a la Casa de Fuego: “Entré hasta aproximarme a una pared hecha de cristales y cercada de lenguas de fuego, lo que me causó miedo. Avancé por entre las llamaradas y llegué cerca de una gran casa hecha de cristales. Las paredes y el suelo eran un mosaico de cristal. El techo parecía el camino de las estrellas y de los rayos, y entre ellos se veían flamantes querubines y su cielo era como agua. Un fuego resplandeciente cercaba las paredes y los portales ardían con fuego. Entré en esa casa y ella era caliente como el fuego y fría como el hielo…Miré hacia dentro de ella y vi un imponente trono. Parecía de cristal y sus ruedas eran como el sol brillante, y hubo la aparición de querubines. Y, por abajo del trono salían ríos de fuego, de modo que no pude mirar atrás de él”. ¿Podría tratarse de la descripción de una gran y espectacular nave espacial? Después de alcanzar el “Río de Fuego“, Enoc fue llevado hacia el cielo. Entonces pudo ver toda la Tierra: “las desembocaduras de todos los ríos de la Tierra… todos los marcos de frontera de la Tierra… y los vientos cargando las nubes“. Una perfecta descripción de la Tierra por parte de alguien que viaja al espacio. Subiendo más, se quedó “donde los vientos que estiran las bóvedas de la Tierra y tienen su estación entre el cielo y la Tierra”. “Vi los vientos del cielo que giran y traen la circunferencia del Sol y de todas las estrellas”. Siguiendo “los caminos de los ángeles“, Enoc llegó a un punto del “firmamento del cielo arriba“, desde el que pudo ver “el fin de la Tierra“. Se supone que debía estar a una gran distancia de la Tierra. De ese lugar, consiguió avistar la expansión de los cielos (¿?) y “siete estrellas como grandes montañas centelleantes“, “siete montañas de magníficas piedras“.

Del punto donde observaba esos cuerpos celestiales, “tres quedaban para el Este, en la región del fuego celeste“, y fue allí que el patriarca vio “columnas de fuegosubiendo y bajando (tal vez erupciones), además de cualquier medida, tanto en anchura como largura“. En el otro lado, los tres cuerpos celestiales estaban “para el Sur” y allí Enoc vio “un abismo, un lugar sin firmamento del cielo sobre él y ninguna tierra firme debajo… un vacío, un lugar preocupante” (¿?). Cuando pidió una explicación al ángel que lo transportaba, oyó: “Allá los cielos fueron completados… es el fin del cielo y de la Tierra, una prisión para las estrellas y huestes del cielo“. (¿Un agujero negro?). La estrella del medio “llegaba al cielo como el trono de Dios” (¿una galaxia?). Daba la impresión de ser de alabastro “y la cúpula del trono parecía hecha de zafiro“. La estrella era como “un fuego flamante“. Continuando el relato sobre su sorprendente viaje a los cielos, Enoc dice: “Proseguí hasta donde las cosas eran caóticas y allá vi algo terrible“. Lo que lo impresionó fueron “estrellas del cielo amarradas unas a las otras“. Realmente parece que esté describiendo los bordes de un agujero negro en una galaxia, en donde efectivamente las estrellas se concentran. El ángel explicó: “Son las estrellas del cielo que transgredieron el mandamiento del Señor y están presas aquí hasta que pasen 10 mil años“. El patriarca entonces finaliza su increíble historia: “Y yo, Enoc, solo vi la visión, el fin de todas las cosas, y ningún hombre los verá como yo“. Después de recibir todo tipo de conocimientos en el reino celestial, fue devuelto a la Tierra para transmitir esas enseñanzas a los otros hombres. Por un periodo de tiempo no conocido, “Enoc permaneció escondido y ningún hijo de hombre sabía donde él vivía o lo que había sido de él“. Sin embargo, cuando el diluvio se aproximaba, Enoc escribió sus enseñanzas y aconsejó a su bisnieto Noé ser virtuoso y digno de salvación. Cumplida esa obligación, el patriarca una vez más “fue elevado de entre aquellos que habitaban la Tierra. Él fue llevado para lo alto en la Carroza de los Espíritus y desapareció entre ellos“.

También sorprendente es el caso de Abraham (o Abram) y Lot durante la destrucción de Sodoma y Gomorra. Según se narra, varias astronaves relucientes de grandes dimen­siones se ponen en la vertical de ambas ciudades y lanzan un potente rayo (¿armas atómicas?) destruyendo todo vestigio de vida en la zona, incluida la mujer de Lot. Abraham es contactado por Yavé, que le hace emigrar desde Jarán hasta Canán. Allí establece con él un pacto o alianza. Esta alianza se mantendría para la descendencia de Abraham. Se supone que ellos serían los guías o gobernantes del resto de los pueblos. Por ello, cuando se planeó la destrucción de Sodoma y Gomorra, Abraham y su familia tuvieron que ser preservados de esta destrucción, para así poderse realizar el supuesto pacto o programa extraterrestre. Pero veamos en el texto bíblico los distintos pasos de este gran contactado de la antigüedad llamado Abraham. En el Génesis se dice: “Yavé dijo a Abram: sal de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre y vete al país que yo te indicaré. Tomó consigo a Sara, su mujer, y a Lot, su sobrino, con todas las cosas que poseía y los siervos adquiridos en Jarán. Y así se pusieron en camino hacia la tierra de Canán… Se apareció Yavé a Abram diciéndole: A tu posteridad daré yo esta tierra. Como podemos observar, de nuevo Yavé (extraterrestre) de una forma personal, se dirije a este nuevo patriarca (contactado)llamado Abraham. Este es elegido por Yavé entre todo un colectivo humano, para realizar una misión específica. Efectivamente, Abraham, hombre de gran evolución y cierto carisma, en su tierra natal Ur (tierra de caldeos) no había aceptado los ídolos y ritos de aquellos pueblos. Pues desde su juventud, ya traía arraigada la idea del Dios Único. Por este motivo Yavé lo elige y hace que se dirija hacia la tierra de Canán. Esta era una tierra programada. Era la tierra prometida. En la que posteriormente debería asentarse el pueblo de Israel o pueblo elegido. Y así Yavé se lo promete: A tu posteridad daré yo esta tierra”. Esta promesa se confirma en el siguiente texto del Génesis: “Entonces Yavé le dijo: Sabe ya desde ahora que tus descendientes morarán como extranjeros en una tierra extraña, en la que serán esclavos y se verán oprimidos durante cuatrocientos años; pero yo juzgaré al pueblo al que habrán servido y después saldrán de él con mucha hacienda”. Aquí Yavé le anuncia a Abraham cómo su descendencia vivirá durante cuatrocientos años de esclavitud en Egipto. De allí surgirá un nuevo contactado llamado Moisés, que bajo la guía y tutela extraterrestre sacará al pueblo de Israel de Egipto y lo establecerá definitivamente en la tierra de Canán o tierra prometida.

También en el Génesis se explica un comportamiento más propio del trato con seres humanos que divinos: “Se apareció Yavé a Abraham junto al encinar de Mambré, estando él sentado ante su tienda durante el calor del día. Alzados los ojos miró y he aquí que vio tres hombres que estaban de pie cerca de él. Apenas los vio corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, y postrándose en tierra dijo: Mi señor, te lo ruego, si he hallado gracia a tus ojos, no pases sin detenerte con tu siervo. Se os traerá un poco de agua, os lavareis los pies y reposareis a la sombra de este árbol. Yo voy a buscar un bocado de pan y así os repondréis antes de pasar adelante, porque no por nada habéis pasado cerca de vuestro siervo. Ellos respondieron: Haz como has dichoAbraham fue rápido a la tienda de Sara y le dijo: Toma presto tres medidas de harina, amásala y haz panecillos. Entretanto él corrió al establo, tomó un becerro tierno y cebado y se lo dio a su siervo, que a toda prisa fue a prepararlo. Tomó después manteca y leche y el becerro ya aderezado y se lo presentó a ellos. Él se quedó de pié junto a ellos bajo el árbol, mientras comían. Ellos le preguntaron: ¿Donde está Sara, tu mujer? A lo que respondió: Está en la tienda. Uno de los huéspedes prosiguió: Dentro de un año volveré a ti. Para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo. Sara escuchaba a la entrada de la tienda detrás del que hablaba. Abraham y Sara eran viejos y a Sara le habían cesado ya los ciclos menstruales. Se rió Sara pensando para sí: ¿Después de haber envejecido he de conocer el placer, siendo mi marido también viejo?. Más Yavé le dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciéndose: ¿Podrá ser verdad que he de parir siendo tan vieja? ¿Hay algo difícil para Yavé?. Ciertamente volveré de aquí a un año y Sara tendrá un hijo. Habiéndose levantado, marcharon en dirección de Sodoma. Abraham iba acompañándolos”. Elocuente y significativo este texto bíblico, que nos muestra claramente un contacto entre Abraham y un pequeño colectivo extraterrestre. El contacto se inicia con la postración en tierra de Abraham, delante de Yavé. Le llama Mi Señor, lo cual indica un reconocimiento y una aceptación del rango y jerarquía de Yavé. La naturaleza humana de estos tres seres que contactan con Abraham no admite paliativos. Pues Yavé y los dos ángeles son invitados por Abraham a comer. Y de hecho comieron pan, carne, manteca y bebieron leche. ¿Pero cuáles eran los motivos reales de esta visita de Yavé y sus acompañantes?.  Este Dios extraterrestre (Yavé) es quién le anuncia a Abraham que tendrá un hijo (Isaac). Tal vez es necesario para ir preparando el nacimiento futuro de Jesús. Yavé dice a Abraham que su mujer Sara tendrá un hijo aún siendo estéril. Sara y Abraham se ríen y desconfían de que pueda realizarse el milagro, pero no obstante lo tendrían, puesto que para los seres del espacio aparentemente pocas cosas son imposibles. Por esta razón nació el tan esperado hijo que debería continuar el código genético evolutivo.

Vamos a partir de un ejemplo de lo que a nuestro nivel de comprensión viene a ser un Dios (Elohim) como el que Abraham y Lot contactaron en su momento. Mediante inseminación artificial irían fecundando las hembras de distintos planetas que visitarían periódicamente con sus naves espaciales. A este respecto basta recordar el pasaje: “los hijos de los Dioses se juntaron con las hijas de los hombres y las fecundaron”. Por otro lado, se intuye que Yavé informa a Abraham sobre sus planes para la destrucción de Sodoma y Gomorra. En este punto, Abraham intercede a favor de los habitantes de las dos ciudades. Según el Génesis: “Cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma, al atardecer, Lot se encontraba sentado a la puerta de la ciudad. Apenas los vio se levantó, fue a su encuentro, se prosternó rostro en tierra y les dijo: Os ruego, señores míos, que os dignéis venir a la casa de vuestro siervo  para pasar en ella la noche y lavaros los pies. Por la mañana, una vez levantados, seguiréis vuestro camino. Pero ellos le respondieron: No, pasaremos la noche en la plaza. Más él insistió tanto que se fueron con él y se hospedaron en su casa. Les preparó un banquete, coció panes sin levadura y ellos comieron. Pero antes de que se acostasen, los hombres de la ciudad, los sodomitas, todo el pueblo, jóvenes y ancianos, sin excepción, cercaron la casa. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿dónde están esos hombres que han venido a ti esta noche?. Sácanoslos para que abusemos de ellos. Lot se presentó ante ellos a la entrada y, habiendo cerrado la puerta tras de sí, les dijo: os ruego, hermanos míos, que no cometáis tal maldad. Escuchad: Yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las voy a sacar fuera y haced con ellas como os parezca, mas no hagáis nada a estos hombres, pues han entrado a la sombra de mi tejado. Pero ellos le respondieron: ¡Quítate de ahí!, y se decían: vino este aquí como extranjero y quiere erigirse en juez; haremos contigo peor que con ellos. Le empujaron violentamente y se disponían a romper la puerta. Más los dos hombres sacaron su brazo, metieron a Lot con ellos en casa, cerrando la puerta e hirieron de ceguera a los hombres que estaban ante la puerta, desde el más joven hasta el más anciano, de modo que se esforzaron en vano y no encontraban la puerta”.

Lot era sobrino de Abraham. Partió con él desde Ur (Caldea) y acompañó a Abraham durante su etapa en Egipto. Y, por fin, se estableció con su familia en la parte oriental del valle del Jordán, cerca de Sodoma. Fue en la puerta de esta ciudad, donde Lot se entrevista con los dos ángeles enviados de Yavé. Lot los invita a cenar y a pasar la noche en su casa. Pero durante el sueño, los habitantes de la lujuriosa ciudad se acercaron a Lot pidiendo que les dejara a los seres del espacio para forzarles sexualmente. Lot, temeroso de la justicia de estos y de su reacción, les ofrece a sus propias hijas vírgenes, pero los sodomitas insisten y penetran en su casa. Entonces los extraterrestres se ponen delante del pueblo, y de sus cinturones metálicos brillantes sale un rayo cegador que los arroja al suelo, por lo que estos lujuriosos escapan despavoridos del recinto. En el Génesis continúa el relato:  “Al despuntar el alba los ángeles daban prisa a Lot diciéndole: Levántate, toma contigo a tu mujer y a tus hijas que se encuentran aquí o de otro modo perecerás en el castigo de la ciudad. Después que le hubieron sacado fuera, uno de los ángeles le dijo: Ponte a salvo, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura; huye a la montaña para que no perezcas. Entonces Yavé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde el cielo. Y destruyó estas ciudades y toda la llanura, y todos los habitantes de las ciudades y toda la vegetación del suelo. Pero la mujer de Lot se volvió para mirar atrás y se convirtió en una estatua de sal”. Dentro de la investigación extraterrestre, estos textos bíblicos sobre la destrucción de Sodoma y Gomorra, han suscitado múltiples polémicas y las más variadas opiniones de lo que allí pudo ocurrir y las causas que lo motivaron. En el Éxodo se explica:  “Yavhe les precedía de día en columna de nube para marcarles el camino, y en columna de fuego de noche para alumbrarles; así podían caminar tanto de día como de noche. La columna de nube no se apartó del pueblo de día, ni de noche la de fuego”. No es fácil escribir sobre un personaje de la talla de Moisés, sin caer seducido por la trascendente misión que este famoso contactado de la antigüedad protagonizó. Efectivamente, Moisés fue elegido para realizar una misión en que el pueblo de Israel es designado por Yavé para que sea la fuente de la Revelación. Se supone que los Elohim o extraterrestres vieron en los hebreos ciertas características que les hacían más propicios para una misión especial. A este respecto es de considerar que Noé, mediante su salvación de las aguas, se convirtió en el depositario del código genético de la nueva Humanidad postdiluviana. Así mismo, Abraham es designado para continuar esta misión. Posteriormente pasó a Isaac, después a Jacob, hasta llegar a José, que se estableció en Egipto.

Moisés, siguiendo las instrucciones de Yave, saca al pueblo judío de Egipto. Durante 40 años lo hace caminar por el desierto. En el Monte Sinaí, recibe las Tablas de la Ley, que pretendían  establecer unas normas de comportamiento y servían para inculcarle al pueblo la idea de un Dios único. El posterior asentamiento de las Doce Tribus de Israel en la Tierra Prometida, obedece a un plan. Si observamos la ubicación geográfica de la Tierra Prometida, veremos que es paso obligado para todos los pueblos que querían ir de Oriente a Occidente y viceversa. Así, debido a esta circunstancia geográfica, el pueblo de Israel se convertía en el portavoz de la idea del Dios único para todos los pueblos y naciones. Diversos autores han tratado de situar el nacimiento de Moisés, bien en el seno de la raza hebrea, o bien en la egipcia, debido al tribalismo propio de todo colectivo. Es lógico que los judíos hicieran de Moisés un héroe nacional y por tanto, patriota, nacido y parido por una judía. Pero son varios los estudiosos que manifiestan un origen materno de Moisés dentro del pueblo egipcio, que a su vez lo desterró por haberles traicionado. En el Éxodo también se dice:  “Concibió la mujer y dio a luz un hijo; y viendo que era hermoso lo tuvo escondido durante tres meses, pero no pudiendo ocultarlo ya por mas tiempo, tomó una cestita de papiro, la calafateó con betún y pez, metió en ella al niño y la puso entre los juncos de la orilla del río. La hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que pasaba. Bajó la hija del faraón a bañarse en el río, divisó la cestita entre los juncos y envió una criada suya para que la cogiera. Al abrirla vio que era un niño que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: Es uno de los niños hebreos. Entonces dijo la hermana a la hija del faraón: ¿Quieres que yo vaya y llame una nodriza de entre las hebreas para que te crie este niño?… ¡Vete!, le contestó la hija del faraón. Fue pues la joven y llamó a la madre del niño, y la hija del faraón le dijo: Toma este niño y críamelo, que yo te pagaré. Tomó la mujer el niño y lo crió. El niño creció y ella lo llevó entonces a la hija del faraón, que lo tuvo por hijo y le llamó Moisés”. Curiosamente, esta historia del río y de la cesta se repite exactamente con los mismos detalles en la cultura china, así como en Mesopotamia con el rey Sargón de Agadé, que fue abandonado por su madre en el río, de igual manera que Moisés. Curiosamente, parece que en estos casos, así como en el de otros seres decisivos en la Historia, la paternidad de estos niños no tiene ninguna referencia.

Es sorprendente comprobar, como al igual que Jesús, Moisés desaparece de la historia durante el  período de su juventud, sin que haya trascendido ningún acto relevante. Muy probablemente este tiempo de crecimiento está repleto de hechos, pero que son mantenidos en secreto. Pero la vida de estos personajes está siempre plagada de anécdotas que, como en el caso de Jesús, son recogidas por los textos que se han venido en llamar apócrifos. Desde estos textos, se comprende y se ve con otra lógica a los personajes, siendo su actuación menos simple, menos oscura y más profunda. En Egipto, y en el fondo de la pirámide de Keops parece que se encontraba un transmisor, utilizado por el Hierofante, que en el principio se ubicaba en el vértice o cúspide de la misma y que servía para captar energía cósmica y como elemento de transmisión o de enseñanza de la dimensión superior extraterrestre hacia el hombre. El hierofante o gerofante, (el que hace aparecer lo sagrado) era un rango dentro de los sacerdotes de la antigua religión griega, concretamente el sumo sacerdote del culto de Eleusis, en Ática, así como los de otros cultos mistéricos. Se le consideraba un intérprete de los misterios sagrados y era el encargado de instruir a los iniciados en dichos misterios. Sirviendo al Hierofante existía una casta sacerdotal, que adoraba al Sol. Y que tenía la misión de interpretar los símbolos o las señales que se canalizaban a través de este transmisor de altísimas y sutiles frecuencias. Los sacerdotes habían conservado el antiguo conocimiento del Templo de Poseidón, que presidía la evolución de la sumergida Atlántida. Antes de desaparecer ésta, Hermes Trimegisto, junto con otros supervivientes de la catástrofe,  trajo las Enseñanzas. Generación tras generación, los encargados y custodios del culto, rememoraban los antiguos días de esplendor, cuando los atlantes vivían en un paraíso de cultura y sabiduría. Moisés se sirvió del Arca de la Alianza, puesto que en su interior parece que se encontraba un tipo de radio transmisor para comunicarse con los seres extraterrestres. Cuando Moisés se hizo mayor, vio un día como un egipcio golpeaba a un hebreo. No pudiéndose aguantar, Moisés mató al egipcio y lo ocultó en la arena. Al enterarse el Faraón de este hecho, buscó a Moisés para matarlo. Entonces Moisés huyó al país de Madián. Allí conoció a Jetró y se desposó con su hija Séfora.

En el Éxodo leemos: “Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yavé se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés: voy a acercarme para ver este extraño caso: porque no se consume la zarza. Cuando vio Yavé que Moises se acercaba para mirar, le llamó en medio de la zarza; diciendo: ¡Moisés! ¡Moisés!. Él respondió: heme aquí. Y le dijo: No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada. Y añadió: Yo soy el Dios de tu Padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios”. De este texto se desprenden datos que necesariamente nos hacen reflexionar. Por un lado, el ángel de Yavé era absolutamente material, y por lo tanto visto y escuchado por Moisés, que le ve rodeado de luz. Extraterrestres luminosos, a semejanza de este pasaje bíblico, son fotografiados en pleno siglo XX como prueba fehaciente de lo que pudo ver Moisés. Entre ellos figuran  los famosos extraterrestres nocturnos, fotografiados por Güchi Shiota en Kawanoe (Japón), donde se puede apreciar sus figuras rodeadas de una luminosidad próxima a la gama producida por el fuego, así como la barrera magnética protectora con la que se rodean los pilotos del espacio en sus incursiones y paseos por la Tierra. Por otro lado, afirmar que estaba ardiendo la llama y no se consumía es la mejor forma de explicar, para aquella cultura, un fenómeno de naturaleza lumínica o electromagnética. El ángel de Yavé es, desde luego, físico, puesto que pronuncia palabras. Cuando Moisés es advertido de que debe descalzarse, es porque este hecho está relacionado con el electromagnetismo humano. Se ha dicho al respecto, que el hombre es un terminal energético de cuanto vibra y existe en todo el Cosmos, estando su polaridad positiva en las manos y la negativa en los pies. Es decir, las imágenes con las manos dirigidas al cielo nos trae la idea del pararrayos que capta la energía, mientras que los pies podrían ser la toma de tierra, donde descarga esta energía. Para que Moisés fuera perfectamente influenciado por esta energía producida por la presencia del extraterrestre, se requería de su disponibilidad al respecto. De ahí que el canal energético pasara por sus manos, sus pies y su cabeza, uniéndose con la emanación de la energía del propio ángel extraterrestre.

Veamos el significado de la frase del Éxodo: ·”Yavé iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche”. Se observa que Yavé era perfectamente visible, único y tangible. Así mismo, la nube tiene un comportamiento inteligente, por lo que parece que se trata de una nave espacial. También se dice en el Éxodo: “Se puso en marcha el ángel de Yavé que iba al frente del ejército de Israel y pasó a retaguardia. También la columna de nube delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió la noche sin que pudieran trabar contacto unos con otros”. La nube, que sigue teniendo un comportamiento inteligente, es referenciada como un ángel. Y el Éxodo continúa: “Llegada la vigilia matutina, miró Yavé desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró la confusión en el ejército egipcio. Trastornó las ruedas de sus carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad”. Una nueva tecnología se pone ahora en marcha por parte de la nave, que posiblemente ioniza el aire provocando vapor y engañando a sus enemigos. Al mismo tiempo probablemente magnetiza las ruedas de los carros para impedir su persecución. Lo mismo ocurre actualmente con los ovnis, con paradas de los motores de automóviles. Y continúa el Éxodo: “Dijo Yavé a Moisés: Mira, voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para siempre...”.  De lo que se deduce que Yavé requiere de un vehículo volante para mostrarse y, además, emplea la palabra, por lo que se trata de un ser tangible y no de un espíritu o fantasma.  Y añade: “Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso sonar de trompeta…”.  Aquí vemos nuevas manifestaciones electromagnéticas, acompañadas de elementos sonoros, posiblemente dirigidas a impresionar a un pueblo ignorante. Hay que entender que aquellos sencillos hombres no concebían en su tiempo ningún tipo de actividad celeste, que no fueran los fenómenos naturales u originados por los dioses, motivo por el que atribuían a estas manifestaciones connotaciones divinas, puesto que no entraban en sus esquemas mentales. Y el Éxodo prosigue: “La gloria de Yavé descansó sobre el monte Sinai y la nube lo cubrió por seis días...”.

Evidentemente se trata de una nave espacial de grandísimas dimensiones, capaz de cubrir todo un monte. “La gloria de Yavé aparecía a la vista de los hijos de Israel, como fuego devorador sobre la cumbre del monte. Moisés entró dentro de la nube y subió al monte…”.  Que sepamos, no existe ninguna nube que sea tan espesa y opaca como para sustentar a un ser vivo, sin caer a tierra. “Moisés extendió después su mano sobre el mar y Yavé, por medio de un recio viento solano, empujó al mar, dejándolo seco y dividiendo las aguas. Los hijos de Israel penetraron en medio del mar en seco mientras las aguas formaban como una muralla a ambos lados”. Este es el “milagro” más comentado por la cultura antigua y la demostración del poder de Yavé. No es muy fácil, evidentemente, que las aguas de un mar se abran para que pase un pueblo, pero sí lo es para una tecnología superior. Dos naves, de un tamaño impresionante, fueron las que causaron el citado milagro.  Continuando con el Éxodo: “Yavé dijo a Moisés: Mira, yo haré llover sobre vosotros pan del cielo; el pueblo saldrá a recoger cada día la porción diaria; así le pondré a prueba para ver si anda o no según mi ley”. La lluvia del famoso maná sobre los israelitas en el desierto, es una experiencia también explicada por el contactado Enrique Castillo, ingeniero colombiano, que, según afirmó,  el día 8 de Noviembre de 1973 fue llevado dentro de una nave y le dieron a comer una especie de palomitas de maíz de alto contenido energético. Los extraterrestres le dijeron que esto fue con lo que alimentaron al pueblo judío durante 40 años en el desierto. Por otro lado, un equipo de nueve hombres, que representaban al cuerpo Especial de Investigación de Ovnis con base en Tokio, encabezado por Kozo Kawai, un ingeniero japonés, llegó a Sudán en busca de un grupo de refugiados de Etiopía que, afirman los japoneses, recibió alimentos de un objeto volador no identificado, cuando cruzaban a pie la frontera sudanesa durante una noche de Navidad.

Harás un Arca de madera de acacia, dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto. La cubrirás de oro puro, por dentro y por fuera, y en torno de ella pondrás una moldura de oro. Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en los cuatro ángulos, dos de un lado, dos de otro. Harás unas barras de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y las pasarás por los anillos de los lados del Arca para que pueda llevarse. Harás un propiciatorio de oro puro. Pondrás el propiciatorio sobre el Arca, encerrando en ella el testimonio que yo te daré. Allí me revelaré a ti”. De la lectura de esta frase y, especialmente, de las palabras finales “Allí me revelaré a ti”, se desprende la lógica conclusión de que estamos ante un transmisor más o menos convencional, que, claro está, que para aquellos antiguos sería en cualquier caso milagroso. “Mira bien y hazlo fabricar, según el diseño que se te ha propuesto en el monte”. De lo que se deduce que hubo un diálogo a nivel humano, con medidas y formas capaces de ser entendidas por Moisés. Todos los indicios escritos en relación al Arca de la Alianza confirman que se trataba de un transmisor con un poderoso generador de energía capaz de producir, en ciertos momentos, calamidades a quien se acercaba a ella sin saber de sus características. Tal es el caso de los filisteos que, cuando la capturaron, produjo entre sus filas caídas de cabello, vómitos e incluso la muerte, hasta que por fin la devolvieron al pueblo hebreo, por haberles causado tantas desgracias. Algunos autores contemporáneos, consideran el Arca de la Alianza como un tipo de pila atómica capaz de generar una prodigiosa energía que, según se nos indica, producía llagas y enfermedades propias de una afección atómica moderna. Pero probablemente era energía de naturaleza electromagnética o solar. Sabemos que las formas de desplazamiento de los ovnis tienen como factor común la aplicación de energía electromagnética. En el Deuteronomio se dice: “No ha vuelto a surgir en Israel profeta semejante a Moisés, con el cual Yavé había tratado cara a cara, ni en cuanto a los milagros y portentos que, por voluntad de Yavé, realizó en la tierra de Egipto contra el Faraón, sus servidores y todo su territorio, ni en cuanto a su mano poderosa y tantos y tremendos prodigios como hizo Moisés a los ojos de todo Israel”. Rotundo y definitivo este versículo bíblico a la hora de describirnos como se había desarrollado el contacto entre Yavé y Moisés durante toda la misión de éste con el pueblo de Israel. El versículo afirma que Yavé había tratado cara a cara con Moisés. Hoy la historia se repite y los extraterrestres siguen contactando cara a cara con los personajes que ellos consideran adecuados a sus desconocidos fines. Hemos visto como Moisés es el encargado de preservar a un pueblo con una determinada genética, para inculcarle la idea del Dios único. Así mismo, en un transcendental momento. en el monte Sinaí, le fueron entregadas las Tablas de la Ley, que pretendías dotarnos de unas normas de comportamiento.

En la actualidad están ocurriendo una serie de hechos que podrían tener unas claras connotaciones con la experiencia vivida en su tiempo por personajes como Noé, Abraham o Moisés. Pero ahora el colectivo extraterrestre podría estar operando tal vez con distinta metodología, aunque el fin a perseguir fuera el mismo. Durante cierto tiempo, en estos últimos años y a diversos niveles, se han llevado en EE.UU. investigaciones serias sobre  extrañas manipulaciones, robos y mutilaciones de animales después de la visualización de ovnis en la zona. Todo esto, nos podría llevar a una pregunta: ¿No se estará repitiendo lo del Arca de Noé?. Sería posible que las civilizaciones extraterrenas que nos visitan, estuviesen aislando, protegiendo y transportando especies animales, plantas e incluso hombres a otros planetas o a naves nodriza. Probablemente ante el riesgo de una nueva gran catástrofe mundial, en la que las posibilidades de supervivencia de cualquier ser vivo sobre este planeta fuesen mínimas. Revisando la casuística y la fenomenología de sus intervenciones, se podría decir que, probablemente, los adelantos biológicos aplicados por estos extraterrestres en sus laboratorios intentarían preservar dichas especies guardando muestras de ADN. Pero esto es solo una elucubración. Las Grandes Guerras Cósmicas son mencionadas en las antiguas religiones y mitologías, incluyendo la famosa rebelión de Lucifer. En la literatura védica, las guerras cósmicas son explicadas en un gran detalle. También en las sagas Nórdicas, como la Edda. Paul Hellyer, ex Ministro de Defensa de Canadá, confirma la presencia extraterrestre. Paul Hellyer afirma que seres extraterrestres están trabajando junto a los humanos, en especial con el Gobierno de Estados Unidos, en una cooperación mutua y que implica la entrega de tecnología avanzada. Según Hellyer, serían 80 las especies extraterrestres que interactúan con el hombre y que se encuentran en nuestro planeta. Hellyer afirma que su primera experiencia con ovnis la tuvo en compañía de su esposa y unos amigos durante una noche. En la entrevista que Hellyer dio a la cadena rusa RT (Russia Today), dijo cosas que dejaron a muchos estupefactos. El político dijo que en las últimas décadas se ha visto el crecimiento de la presencia extraterrestre en la Tierra debido a que los humanos empezaron a utilizar la bomba nuclear. Hellyer aportó muchos hechos reveladores y extraordinarios acerca de la presencia extraterrestre en nuestro planeta, así como sobre los planes oscuros que rodean a este hecho. Hellyer aseguró que los alienígenas llevan miles de años visitándonos y que hay gente que ya está denunciando lo que los Gobiernos saben y ocultan sobre estas visitas. Hellyer, quien lleva varios años realizando este tipo de declaraciones, dijo haber visto un ovni, que describió como una «estrella». También mencionó que «la estrella de Belén fue uno de estos platillos voladores».

Según el político canadiense, algunos de los extraterrestres son altos (los llamados «rubios nórdicos») y otros son bajos de estatura (los llamados «grises»), parecidos a algunos dibujos que los representan con una gran cabeza y grandes ojos marrones. Pero sostiene que solo una o dos especies podrían ser peligrosas. Según Hellyer: «Ellos están aquí entre nosotros y no tengo miedo, porque en la mayoría de los casos, en lo que se refiere a las tecnologías, están a años luz de nosotros y hemos aprendido muchas cosas de ellos. Podríamos conseguir muchas más, sobre todo en medicina y agricultura, si las utilizáramos con fines pacíficos». Sin embargo, dijo que cree que «algunos entre nosotros están más interesados en obtener tecnologías militares».  A la pregunta de cuántas especies extraterrestres coexisten en nuestro planeta dijo que hay cerca de 80 especies diferentes y algunas de ellas son como nosotros, y que podrían caminar por la calle sin reconocerlas. En un principio, la mayoría de estas especies son benignas y benevolentes con la única intención de ayudarnos. Pero según las declaraciones de Hellyer, también hay otras que desean causar el mal a la raza humana. Cuando se le pregunto sobre una posible guerra interestelar dijo: «Creo que es una posibilidad, especialmente si derribamos a todos los ovnis que acceden a nuestro espacio aéreo sin preguntar quiénes son y lo que quieren. Desde el principio tratamos de derribarlos, pero su tecnología era lo suficientemente superior que no hemos sido capaces, pero, desde luego, no por mucho tiempo. Así que creo que en lugar de desarrollar nuestra propia ‘Guerra de las Galaxias’ para protegernos contra ellos, debemos trabajar con las especies benignas, que son una gran mayoría, y trabajar juntos, basándonos en gran medida en ellos, por supuesto, y cooperar, por lo que estaríamos contribuyendo en algo a la vez. Yo no creo que haya ninguna razón para desarrollar una fuerza galáctica, que es una de esas cosas que preocupa a alguno de ellos». Hellyer concluyó con una advertencia, ya que dijo que nuestro futuro como especie está potencialmente en riesgo si no resolvemos lo que realmente está pasando y trabajamos junto con las otras razas extraterrestres para tratar de hacer la vida más susceptible para todos nosotros y con nuestros vecinos de otros planetas.

¿Se está librando una guerra secreta en el espacio desde tiempos inmemoriales? Se ha especulado desde hace varios años que los seres humanos libramos una guerra secreta con extraterrestres en el espacio. Asimismo se especula que una flota estelar terrestre resguarda nuestro planeta de amenazas extraterrestres. El 15 de Noviembre de 1991, mientras el transbordador espacial Discovery de la NASA orbitaba el planeta Tierra, una de sus cámaras registró una secuencia que aún plantea serios interrogantes y que podría ser uno de los secretos de la NASA mejor guardados. En las imágenes capturadas durante la misión STS-48 de la NASA, se observa un objeto circular desplazándose de derecha a izquierda. En efecto, un objeto luminoso aparece repentinamente debajo de la línea del horizonte y empieza a desplazarse hacia la izquierda. Lo extraño es que luego se detiene por medio segundo, y luego súbitamente realiza un giro y acelera. Inmediatamente después observamos otro objeto que sale de la atmósfera a una gran velocidad como si fuera un misil disparado desde la superficie terrestre. Para algunos investigadores la maniobra realizada por el ovni es prueba de que estamos ante una inteligencia alienígena. Para otros es simplemente basura espacial que está alejándose del transbordador. La NASA nunca negó la veracidad de las imágenes, pero no tardó en explicar su propia versión de los hechos. Para la NASA en este video estamos observando partículas de hielo flotando a pocos metros de la nave. En el video se observan dos destellos de luz parecidos a flashes fotográficos sobre el lado superior izquierdo, segundos antes que el objeto circular luminoso realice un giro y acelere. Según la NASA, estos destellos son los fogonazos provocados por el encendido de los cohetes del transbordador y el objeto circular que se mueve de derecha a izquierda es una partícula de hielo que cambia de rumbo y se acelera como una reacción a la fuerza y el calor provocados por los fogonazos de estos cohetes. Lo mismo para el objeto que parece un misil.

En una imagen extraída del video capturado durante la misión STS-48 de la NASA se puede apreciar el momento en el que un objeto circular acelera y un segundo objeto llega desde la atmósfera terrestre. Si bien es cierto que en las paredes exteriores de los transbordadores se forman partículas de hielo que luego se desprenden naturalmente y flotan en el espacio, esta explicación está muy lejos de ser concluyente. Según expertos, como Jack Kasher, Profesor de Física de la Universidad de Nebraska, una partícula de hielo no puede detenerse por medio segundo, como se observa en el video, para luego cambiar de dirección y acelerar. El investigador Lan Fleming habló con un ingeniero espacial de la NASA, que le informó que si existieran partículas de hielo flotando cerca a la nave tendrían que haberse formado durante esa misma misión para poder acumularse en las paredes exteriores del transbordador y luego desprenderse. Para que suceda esto tendría que haber existido una fuga en los sistemas del transbordador que sería reportada de manera automática por la computadora a bordo. Pero en la misión STS-48 no se reportó ningún problema de este tipo. Además, el objeto circular luminoso no sólo acelera en un par de segundos sino que mantiene su velocidad hasta desaparecer de la imagen. Sería muy improbable que los fogonazos lo hayan impulsado tan lejos como se observa en el video. Sospechosamente, pocos segundos después del inexplicable incidente la cámara del transbordador gira hacia la nave mostrando una imagen fuera de foco. Luego vuelve a enfocar, y segundos después la transmisión se interrumpe. Las conclusiones del informe realizado por Mark Carlotto, especialista en análisis de imágenes digitales, sobre las trayectorias de los objetos observados en el video es categórica: “Nuestro análisis del video de la misión STS-48 muestra que la hipótesis de ‘las partículas de hielo propulsadas por los fogonazos de los reactores’ no es coherente con el comportamiento de los objetos en cuestión. Los fogonazos de los cohetes podrían haber alterado la trayectoria de las partículas cercanas a la nave pero también habrían alterado el movimiento aparente de los estrellas y la curvatura de la Tierra, y eso no se aprecia en el video”.

Jack Kasher trabajó 10 años en el desarrollo del programa de defensa norteamericano ‘Guerra de las Galaxias’. En su análisis de las imágenes de la misión STS-48 concluye que no existe ninguna explicación natural para el objeto circular, y que la única posibilidad es que se trate de una nave controlada por inteligencias extraterrestres. Kasher sostiene que tomando en cuenta el radio de la Tierra, la altitud del transbordador y otras variables podríamos deducir la velocidad del objeto circular, que pasó de 0 km/hora a miles de km/hora en solo un segundo, algo imposible de lograr con nuestra tecnología actual, y que mataría en el acto a cualquier piloto humano. Para Kasher el objeto parecido a un misil que sale disparado de la atmósfera terrestre tenía como objetivo el objeto circular y podría tratarse de algún tipo de proyectil o arma sofisticada disparada desde el planeta Tierra. Lo extraño es que en el momento del incidente de la misión STS-48, la nave se encontraba sobre la costa Oeste de Australia. donde curiosamente existe una gran instalación militar norteamericana cerca a Alice Springs, en Australia central. Pero lo realmente extraordinario es que este evento cambió la vida de un manager de televisión por cable de Vancouver, Canadá. Después de ver ese video, Martin Stubbs, quien tenía acceso directo a las transmisiones satelitales de las misiones espaciales de la NASA, decidió grabar todas las imágenes difundidas por las misiones de la agencia espacial norteamericana y encontró mucho más que supuestas partículas de hielo.

China, Rusia y Estados Unidos están desarrollando y probando nuevas y controvertidas capacidades para librar la guerra en el espacio pese a que lo niegan. Pruebas de misiles anti-satélite, como las realizadas por la Armada de Estados Unidos, son parte de un camino preocupante hacia el conflicto militar en el espacio exterior. El punto álgido a nivel militar más preocupante del mundo no puede ser localizado en ningún mapa de la Tierra, a pesar de que es muy fácil de encontrar. Para verlo, basta con observar un cielo despejado, hacia la “tierra de nadie” en la órbita terrestre, donde se desarrolla un conflicto que es una carrera armamentista. El espacio exterior podría ser el último lugar donde pensaríamos que los militares compitieran por un territorio impugnado, salvo por el hecho de que el espacio exterior ya no está tan vacío. Cerca de 1.300 satélites activos envuelven al globo en un nido lleno de órbitas, proporcionando comunicaciones a nivel mundial, navegación GPS, pronóstico meteorológico y vigilancia planetaria. Para los militares que se basan en algunos de esos satélites para la guerra moderna, el espacio se ha convertido en la última frontera, en que Estados Unidos parece ser el rey indiscutible. Mientras China y Rusia tratan agresivamente de desafiar la superioridad de Estados Unidos en el espacio con ambiciosos programas espaciales militares propios, la lucha de poder amenaza con desatar un conflicto que podría paralizar la infraestructura planetaria basada en el espacio. Y a pesar de que podría comenzar en el espacio, tal conflicto encendería fácilmente la guerra generalizada en la Tierra. Las tensiones se están acercando a un punto de ebullición debido a varios eventos, incluyendo pruebas recientes y en curso de posibles armas anti-satélite por parte de China y Rusia, así como el fracaso ocurrido en las conversaciones que se dieron en las Naciones Unidas para aliviar esas tensiones.

¿Hubo guerras entre dioses extraterrestres en el remoto pasado de China? China posee una de las culturas más antiguas del mundo, con una historia que se remonta a más allá de seis mil años, cuando se supone que antiguos grupos de origen hindú y mongol bajaron de la meseta del Asia Central. Las leyendas hablan de un creador, P’an Ku, «el ser supremo», al que sucedieron una serie de soberanos celestiales, y les siguieron otros soberanos terrestres y humanos, que gobernaron la China en consecutivas dinastías, como la Shang, la Zhou y la Qing, siendo esta última la que logró unificar y pacificar el país, dando origen y nombre al verdadero imperio chino. De acuerdo con la tradición, el primigenio pueblo chino se asentó en el valle del Huang He o río Amarillo, surgiendo numerosas ciudades-estado, pequeñas e independientes, que más tarde se unieron en un solo imperio. De la dinastía Qing surge Qin Shi Huang, el primer emperador de la china unificada, que fue considerado por sus súbditos como un dios. Y es aquí donde la antigua mitología china se toca con la posible presencia de extraterrestres en la antigüedad, ya que según algunos registros milenarios chinos, el dios-emperador Qin Shi Huang emergió del cuerpo de un dragón de fuego, razón por la que ciertos historiadores chinos le atribuyen al dragón gran importancia entre los símbolos culturales de ese país. Pero la posible referencia a extraterrestres en el origen del primer emperador, pasa a ser abrumadora con los impresionantes relatos de avistamientos de objetos voladores y de supuestas guerras entre extraterrestres y los llamados «gigantes pelirrojos» que, aliados con los antiguos moradores de esta región de Asia, repelieron los intentos de conquista de unos «dioses» o alienígenas venidos en naves voladoras. Registros de esa guerra, que duró siglos, quedaron inmortalizados en tallas efectuadas en omóplatos de buey y petos de tortuga que parece todavía se conservan. Pero las referencias a guerras entre y contra extraterrestres no son exclusivas de la leyendas chinas. De hecho se reportan por pueblos tan disímiles como los hindúes, los aborígenes australianos, y los sumerios entre otros. Los antiguos habitantes de China se autodenominaban «hijos del cielo». Y su literatura clásica proporciona una abundante selección de observaciones de objetos volantes desconocidos, con especificación muy concreta del momento histórico en que apareció cada uno de ellos. Una de las referencias más antiguas que podemos hallar figura en la obra «Ciencia Natural», que en el capítulo 10 reza: «Bajo el reinado de Xi Ji» – hace aproximadamente 4.000 años – «fueron vistos dos soles en la ribera del río Feichang, uno de los cuales subía por el este, mientras que el otro bajaba por el Oeste. Ambos producían un ruido como el trueno».

En época mucho más reciente, el escritor Wang Jia que vivió bajo la dinastía de los Tshin, relata en su libro «Reencuentro», una historia acaecida en el siglo 4 antes de Cristo: «Durante los 30 años del reinado del emperador Yao, una inmensa nave flotaba por encima de las olas del mar del Oeste. Sobre esta nave, una potente luz se encendía de noche y se apagaba de día. Una vez cada 12 años, la nave daba una vuelta por el espacio. Por esto se la denominaba Nave de Luna o Nave de las Estrellas». En su obra «Observaciones del Cielo», otro historiador, que vivió antes del 1279 nos da una imagen todavía más clara de esta nave del cielo, afirmando de ella: «Había una gran nave voladora expuesta en el palacio de la Virtud bajo la dinastía de los Tang. Medía más de 50 pies de largo, y resonaba como el hierro y el cobre, resistiendo perfectamente a la corrosión; se elevaba en el cielo para retronar después, y así continuamente». Por su parte, el historiador Zhang Zuo, autor de la Historia del Poder y de la Oposición, escribe también que «el 29 de mayo del año 2 bajo el reinado del emperador Kai Yuan, durante la noche, apareció una gran estrella móvil, del tamaño de una cuba, que volaba en el cielo del Norte, acompañada de otras estrellas más pequeñas; esto duró hasta el amanecer». Otro texto, el Nuevo Libro de los Tang, reza en su capítulo 22, dedicado a la Astronomía: «El año 2 bajo el reinado del emperador Quian-fu, dos estrellas, una roja y la otra blanca, que medían como dos veces la cabeza de un hombre, se dirigieron una junto a la otra al Sudeste. Una vez paradas en el suelo, aumentaron lentamente de tamaño y lanzaron luces violentas. Al año siguiente, una estrella móvil brilló de día como una gran antorcha. Tenía el tamaño de una cabeza. Habiendo llegado del Nordeste, sobrevoló dulcemente la región, para desaparecer finalmente en dirección Noroeste». Aunque los dioses serpiente se mostraban en forma de dragones en la historia y mitología china, tanto en la forma en que describían sus naves voladoras como de su fisonomía, no hay ninguna duda de que estamos hablando de los mismos seres serpientes alados con piernas o Nagas de la mitología hindú, o la remembranza del dios Quetzacoátl de los mayas, o los Chitauri mencionados en la cultura Dogón, o los hombres serpiente temidos por los aborígenes australianos, o los Annunaki, creadores de la humanidad referidos por los escritos sumerios de la antigüedad.

Las dos bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945, inauguraron una nueva era en la que la posibilidad de una aniquilación nuclear ha mantenido al mundo en un precario equilibrio. A Julius Robert Oppenheimer (1904 – 1967) se le recuerda sobre todo como el «padre de la bomba atómica». Fue un físico judío estadounidense y el director científico del proyecto Manhattan. Fue él quien encabezó la mayor colección de sabios nunca vista, que colaboraron en la construcción de la primera bomba atómica en los laboratorios secretos de Los Álamos, en las apartadas montañas de Nuevo México. Muchos le recuerdan también como el científico que fue empujado prematuramente a la tumba por la caza de brujas anticomunista del senador republicano Joseph Raymond McCarthy. El doctor Robert Oppenheimer, que tenía un amplio conocimiento de la literatura sánscrita y las leyendas hindúes, recordó, cuando la primera explosión desgarró el cielo de Nuevo México, unos versos del antiguo Mahábhárata, compuestos hace miles de años en la India, pero extrañamente aplicables a la era nuclear:  “Si el fulgor de mil soles estallara de repente en el cielo, sería como el esplendor del Poderoso. Ha llegado a ser la Muerte, la destructora de mundos“. Albert Einstein lo dijo menos poéticamente, pero de modo más directo al observar: “El hombre tiene ahora un poder de destrucción contra el que no tiene medios de defensa”. Sólo siete años después de la primera explosión atómica en Nuevo México, el doctor Oppenheimer estaba dando una conferencia en la Universidad de Rochester. Luego, en el turno de preguntas y respuestas, un estudiante hizo una pregunta a la que el doctor Oppenheimer contestó con una extraña reserva. El estudiante preguntó: “La bomba que se hizo estallar en Alamogordo, durante el proyecto Manhattan, ¿fue la primera en hacerse explotar?“. El doctor Oppenheimer respondió enigmáticamente: “Bueno, sí. En tiempos modernos, sí, claro“. Quizá el doctor Oppenheimer recordaba un pasaje que había leído en el Mahábhárata sobre una antigua guerra en que se introdujo una nueva arma aterradora: “(Era) un solo proyectil cargado con toda la fuerza del Universo. Una columna incandescente de humo y llamas brillante como diez mil soles se elevó en todo su esplendor. Era un arma desconocida, un relámpago de hierro, un gigantesco mensajero de muerte, que redujo a cenizas a toda la raza de los Vrisnis y los Andhakas. Los cadáveres quedaron tan quemados que no se podían reconocer. Se les cayeron el pelo y las uñas. los cacharros se rompieron sin motivo,  y los pájaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas todos los alimentos estaban infectados. Para escapar de ese fuego los soldados se arrojaban a los ríos, para lavarse ellos y su equipo“.

Observando las armas utilizadas en el Mahábhárata, vemos que las dimensiones de esta arma legendaria tenían cierta semejanza con los proyectiles tácticos nucleares de hoy día:  “Un tallo fatal como la vara de la muerte. Medía tres codos y seis pies. Dotado de la fuerza del trueno de Indra, la de mil ojos, destruía toda criatura viva“. Los poderosos efectos de la explosión y el calor producidos por esa arma se describen de una manera imaginativa y lírica, pero una forma que se podría aplicar (salvo por los elefantes) al lanzamiento de una bomba atómica:  “Entonces (el dios de esa poderosa arma) se llevó por delante multitudes de Samsaptakas con corceles y elefantes y carros y armas, como si fueran hojas secas de los árboles. Llevados por el viento, oh Rey, parecían hermosos allá arriba como aves en vuelo arrancando de los árboles“. Y después añade: “Vientos de malos auspicios llegaron a soplar. El Sol pareció dar la vuelta, el Universo, abrasado de calor, parecía tener fiebre. Elefantes y otras criaturas de la tierra, abrasados por la energía del arma, huyeron corriendo. Las mismas aguas al calentarse, las criaturas que vivían en ese elemento, empezaron a arder. Hostiles guerreros caían como árboles quemados en un fuego furioso. Enormes elefantes quemados por esa arma, caían por tierra lanzando terribles gritos. Otros, abrasados por el fuego, corrían de acá para allá mientras, en medio de un incendio de bosque, los corceles y los carros también quemados por la energía de esa arma, parecían como copas de árboles quemados en un incendio de bosque“. Los Samsaptakas eran un grupo de guerreros en la guerra de Kurukshetra que fueron constituidos para matar a Arjuna, el más famoso guerrero de los Pandavas . Este ejército se componía de miles de carros y elefantes, y decenas de miles de caballos y guerreros de infantería. Todos ellos eran muy valientes, difíciles de ser vencidos. Prometieron luchar hasta la muerte para cumplir con su objetivo de matar a Arjuna  y así traer la victoria a Duryodhana, el mayor de los cien hijos de rey ciego Dhritarashtra y la reina Gandhari.

La guerra de Kurukshetra es un componente esencial del texto épico hindú Mahábharata y por tanto de la Bhagavad-Gita, que es una sección del Mahábharata. De acuerdo con el Mahábhárata, la lucha entre clanes hermanos, tales como los Kuru y los Pándava por el trono de Hastināpura, cerca de la actual Nueva Delhi, fue resuelta en una guerra, en la cual un gran número de antiguos reinos participaron como aliados de los clanes rivales. La localización de la batalla fue Kurukshetra, campo de los Kuru, en el actual estado de Haryana, en el Norte de la India. El Mahábharata cuenta que la batalla duró dieciocho días, durante los cuales grandes ejércitos procedentes de toda la India lucharon en ambos lados. La importancia dada a la narración de esta guerra es evidente, ya que mientras la duración de la historia es de siglos e involucra a varias generaciones de familias guerreras, la narración de la batalla, de sólo 18 días, ocupa la mitad del libro. La mayor parte de la narración describe con bastante minuciosidad las batallas individuales de los diferentes héroes de ambas partes, las formaciones militares empleadas cada día por ambos bandos, la diplomacia de la guerra, reuniones y discursos entre héroes y comandantes cada día antes del comienzo de la guerra, las armas utilizadas, etc. Los capítulos (parvas) relacionados con la batalla se consideran entre los más antiguos del Mahábhárata. El Bhagavad Gita, texto sagrado de la filosofía hindú, que se considera un añadido posterior al Mahábhárata, vuelve a contar la conversación entre el pándava Arjuna y Krishná, sacando a la luz la reticencia de Áryuna a luchar contra miembros de su propia familia. Los hinduistas que creen que la batalla de Kurukshetra fue un hecho histórico, lo datan entre el año 3102 a. C. y el 800 de nuestra era, basándose en cálculos astronómicos y en la información del Mahábhárata. La mitología de la batalla de Kurukshetra se describe también en la batalla de los Diez Reyes, mencionada en el Rig Vedá. Según este libro, el ejército de los Pandavas, mandado por Dhristadyumna, se dividía en 7 divisiones sumando 1.530.900 hombres, mientras sus rivales, los Kauravas, al mando de Bhishma, sumaban 11 divisiones con 2.405.700 hombres. La batalla fue increíblemente violenta para ambos bandos, sobreviviendo solo 8 pandavas y 4 kauranas. Un enorme bajorrelieve de 94 m de longitud describe esta batalla en los muros del templo de Angkor Wat (Camboya), datado en el siglo XII d.C. Como si no hubiera bastante coincidencia en las detalladas descripciones de algo muy parecido a un bombardeo atómico, nos llega desde el antiguo Mahábhárata una suerte de manifestación antinuclear: “Una sustancia como fuego ha surgido a la existencia, quemando ahora colinas y ríos y árboles. Toda clase de hierbas y césped en el Universo móvil e inmóvil quedan reducidos a cenizas. Vosotros, crueles y perversos, emborrachados de orgullo, mediante ese rayo de hierro llegaréis a ser los exterminadores de vuestra raza“. Podemos leer en el Ramayana información sobre un terrible proyectil: “Tan poderoso que podía destruir la tierra en un momento. Un gran ruido que se elevaba en humo y llamas y sobre él está sentada la Muerte“.

Estas informaciones transmitidas a los tiempos presentes por los libros clásicos de la India, aparentemente están basadas en un recuerdo de su utilización por parte de alguna antigua civilización, un pueblo que usó esta fuerza y que, mediante su uso, dio lugar a su propia destrucción.  Ello está parcialmente confirmados por algunos descubrimientos arqueológicos, que parecen indicar que algo parecido a bombas atómicas se empleó en guerras en nuestro planeta miles de años antes de que empezara la actual historia escrita. No hemos reconocido en las leyendas antiguas estas detalladas referencias a una supuesta guerra nuclear hasta que no hemos desarrollado nosotros mismos la bomba atómica. La mayor parte de esas referencias proceden del Mahábhárata, el Ramayana, textos puránicos y védicos, como el Mahavira Charita y otros textos sánscritos que nos han llegado desde tiempos remotos. Se supone que el Mahábhárata se escribió originalmente en sánscrito hacia el 1500 a. C., pero versaba sobre leyendas que databan, al menos, de unos 5.000 años antes. Desde la primera traducción completa del Mahábhárata, en 1843, se supuso que solo eran ejemplos de la imaginación oriental, en este caso sobre guerras de dioses y héroes antiguos. Mahábhárata significa, en sánscrito, Gran Bharata. Es el más extenso poema épico de la literatura india antigua, siendo el segundo el Ramayana. Antes de conocerse los efectos de la bomba atómica estos poemas carecían de sentido. Pero actualmente no, al igual que los carros de fuego volantes que llevaban aquellas armas. El Mahábháratarefiere la historia de un señor feudal llamado Gurkha con estas palabras: “Venía a bordo de un vimana, y sació su ira enviando un sólo y único rayo en contra de la ciudad. Una enorme columna de fuego diez mil veces más luminosa que el sol se levantó, y la ciudad quedó reducida a cenizas en el acto“. El Libro de Krisna relata: “Era capaz de moverse sobre el agua y bajo el agua. Podía volar tan alto y veloz que resultaba imposible de ver. Aunque estuviese oscuro, el piloto podía conducirlo en la oscuridad“. El Ramayana relata: “Las Vimanas tienen la forma de una esfera y navegaban por los aires a causa del mercurio (rasa) levantando un fuerte viento. Hombres a bordo de los Vimanas podían así cubrir grandes distancias en un espacio de tiempo sorprendentemente corto, pues el hombre que conducía lo hacía a su voluntad volando de abajo arriba, de arriba abajo, adelante o atrás“.

En el Saramangana Suttradhara se lee: “Estaban hechos con planchas de hierro bien unidas y lisas y eran tan veloces que casi no se los podía ver desde el suelo. Los hombres de la tierra podían elevarse muy alto en los cielos y los hombres de los cielos podían bajar a la tierra“. En el Ramayana se nos dice: “Debe haber cuatro depósitos de mercurio (rasa) en su interior. Cuando son calentados por medio de un fuego controlado, el vimana desarrolla un poder de trueno por medio del mercurio. Si este motor de hierro, con uniones adecuadamente soldadas, es llenado de mercurio y el fuego se dirige hacia la parte superior, desarrolla una gran potencia, con el rugido de un león e inmediatamente se convierte en una perla en el cielo“. En el Mahavira Charita podemos leer: “Un proyectil, cargado con la fuerza del universo, produjo una inmensa columna de humo y llamas deslumbrantes. Tan brillantes como 10.000 soles en todo su esplendor. Era una arma desconocida un trueno de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte, que redujo a cenizas a la totalidad de la raza enemiga. Los cuerpos quedaron irreconocibles, sus cabellos y uñas se caían, la loza se rompía espontáneamente y las aves vieron decolorados su plumaje.    Después de unas cuantas horas, todos los alimentos quedaron contaminados, para poder escapar de ese fuego, los soldados se arrojaron a los ríos para lavar su equipaje y lavarse ellos mismos. El sol pareció temblar, y el universo se cubrió de calor. Las aguas hirvieron, los animales comenzaron a perecer y los guerreros hostiles cayeron derribados como briznas. Grandes proporciones de vegetación quedaron desiertos, y hasta el metal de las carrozas se fundió ante esta arma”. Se considera en la India, por parte de los entendidos, que los primeros cronistas diferenciaron en sus relatos lo real de lo ficticio. Los hechos reales, cuya autenticidad estaba fuera de toda duda, eran conocidos como “Manusa”. El Mahábhárata, el Ramayana, el Mahavira, y otros textos tenidos por fantasiosos, pertenecen a la categoría “Manusa“. Con respecto a restos que pueden pertenecer a restos de ciudades que sufrieron un ataque nuclear, tenemos en caso de las ruinas de las antiguas ciudades de Mohenjo-Daro y Harappa, aunque no tenemos idea de cuáles eran sus nombres cuando prosperaron. No se sabe quiénes la construyeron, pero sí que lo hicieron en las riberas del río Indo, en la actual Pakistán. Representan, que se conozca, los primeros centros urbanos planificado de la historia. Pese al terrible significado del nombre de Mohenjo-Daro, “Monte de los Muertos”, mantuvo su poder y prosperidad durante centenares de años. Las ruinas de estas antiguas ciudades parecen haber albergado, en sus enormes áreas, poblaciones de más de un millón de habitantes cada una.

Tammuz era una divinidad babilónica, consorte de Inanna e hijo de Nemrod y Ninsun. Es el dios pastor y de la fertilidad. Se le llama Talmuz entre los semitas y Adonis para los fenicios y sirios. Sin embargo, en el panteón sumerio recibía el nombre de Dumuzi. Su compañero eterno fue Ningizzida y ambos custodiaban las puertas del cielo. Él era un mortal, y su casamiento con Inanna le garantizó la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la matriz. Pero más tarde, debido al comportamiento desaprensivo de Tammuz hacia Inanna, ésta lo envía al inframundo durante los seis meses más calurosos. Al volver, coincidiendo con el equinoccio de otoño, se dio su nombre al mes del calendario de la antigua Mesopotamia en su honor. Dumuzi habría sido el quinto o el sexto rey de la dinastía de Bad-Tibira, correspondiente a los reyes antediluvianos. Los textos que tratan de la muerte de Dumuzi, así como de la prisión de Marduk, mencionan los nombres de algunas ciudades sumerias y de sus pobladores. Marduk fue un dios de la ciudad de Babilonia. Cuando esta ciudad se convirtió en el centro político de los estados unificados del valle de Éufrates en los tiempos de Hammurabi (siglo XVII a. C.), se levantó como cabeza del panteón de dioses babilónicos. Era hijo de Ea, también llamado Enki en Sumerio. Los acontecimientos de los que se habla en aquellos textos tuvieron lugar después de que hubiera comenzado la civilización urbana sumeria, hacia el 3800 a.C. Por otra parte, el fondo egipcio de los relatos no hace referencia a asentamientos urbanos, y describe un entorno pastoril, sugiriendo así una época previa al 300 a. C, que es cuando tuvo sus inicios la civilización urbana en Egipto. En los escritos de Manetón, se dice que el reinado urbano de Menes le precedió un caótico período de 350 años. Este período, entre el 3450 y el 3100 a. C, parece haber sido la época de los conflictos y las tribulaciones que desencadenara Marduk, como el de la Torre de Babel, así como el asunto de la muerte de Dumuzi. Zecharia Sitchin cree que fue entonces cuando los “dioses” anunnaki pusieron su atención en la Tercera Región, la del Valle del Indo, donde poco después comenzaría la civilización. A diferencia de las civilizaciones mesopotámica y egipcia, que pervivieron durante milenios y continuaron hasta el día de hoy a través de sus civilizaciones descendientes, la civilización de la Tercera Región duró sólo un milenio. Poco después comenzó a declinar, y hacia el 1600 a.C. había desaparecido por completo. Sus ciudades estaban en ruinas, sus gentes dispersas. El pillaje humano y los estragos de la naturaleza arrasaron poco a poco los restos de la civilización, y, con el tiempo, se olvidó por completo.

Fue en la década de 1920 cuando los arqueólogos, liderados por Sir Mortimer Wheeler, comenzaron a desenterrar dos importantes centros y varios lugares intermedios que se extendían a lo largo de más de seiscientos kilómetros, desde la costa del Océano índico hacia el norte, a lo largo del río Indo y sus afluentes. Ambos lugares, Mohenjo-Daro, en el sur, y Harappa, en el norte, demostraron ser ciudades importantes, con casi cinco kilómetros de circunferencia. Altas murallas rodeaban y recorrían el interior de las ciudades, murallas que, al igual que los edificios públicos y los privados, fueron construidas con ladrillos de arcilla o barro. De hecho, había tantos de estos ladrillos que, a pesar del constante saqueo, tanto en tiempos antiguos como más recientemente, todavía quedan suficientes restos en pie como para revelar la ubicación de las ciudades y el hecho de que aparentemente se hubiesen construido según unos planes preconcebidos. En ambos lugares, la ciudad estaba dominada por una acrópolis, una zona elevada de ciudadelas y templos. En ambos casos, estas estructuras tenían las mismas medidas y estaban orientadas exactamente sobre un eje norte-sur, con lo que se demuestra que sus constructores siguieron unas reglas estrictas a la hora de erigir los templos. En ambas ciudades, un rasgo destacable lo constituían unos inmensos graneros, silos de cereales de un gigantesco tamaño e impresionantemente funcionales, situados cerca de la orilla del río. Esto sugiere que los cereales no sólo constituían su principal cosecha, sino también el principal producto de exportación de la civilización del Indo. Las ciudades y los pocos objetos que aún se encontraban entre sus ruinas, tales como hornos, urnas, cerámica, herramientas de bronce, cuentas de cobre, algunos recipientes de plata y ornamentos, nos hablan de una elevada civilización que se trasplantó súbitamente a aquella zona desde algún otro lugar. Así, las dos construcciones de ladrillo más antiguas de Mohenjo-Daro, un inmenso granero y una torre fortificada, se reforzaron con vigas de madera, un método de construcción completamente inadecuado para la climatología del valle del Indo.

Sin embargo, este método se abandonó pronto, y todas las construcciones posteriores evitaron los refuerzos con vigas de madera. Los expertos han llegado a la conclusión de que los primeros constructores eran extranjeros acostumbrados a sus propias necesidades climáticas. Buscando los orígenes de la civilización del Indo, los expertos llegaron a la conclusión de que no pudo haber surgido con independencia de la civilización sumeria, que la precedió en casi mil años. A pesar de sus notables diferencias, tales como su aún por descifrar escritura pictográfica, por todas partes se pueden encontrar similitudes con Mesopotamia. El uso de ladrillos de barro o arcilla secos para la construcción; la disposición de las calles en las ciudades, el sistema de drenaje; los sistemas químicos utilizados para grabar, vidriar y para la elaboración de cuentas, las formas y diseños de dagas y tarros metálicos, todos son sorprendentemente similares a lo descubierto en Ur, Kis u otros lugares mesopotámicos. Incluso los diseños y los símbolos utilizados en la cerámica, los sellos u otros objetos de arcilla, son duplicados virtuales de los mesopotámicos. Y, curiosamente, el signo mesopotámico de la cruz, el supuesto símbolo de Nibiru, el planeta madre de los anunnaki, también podía verse en toda la civilización del Indo. ¿A qué dioses daban culto las gentes del valle del Indo? Las escasas representaciones pictóricas que se han encontrado les muestran con el divino tocado de cuernos mesopotámico. Las figurillas de arcilla, más abundantes, indican que la deidad predominante era una diosa, normalmente desnuda, con el pecho al descubierto o con hileras de cuentas y collares como única vestimenta. Éstas eran representaciones bien conocidas de Inanna, encontradas abundantemente por Mesopotamia y todo Oriente Próximo. Y Zecharia Sitchin cree que, buscando una tierra para Inanna, los anunnaki decidieron convertir la Tercera Región en sus dominios. Aunque, en términos generales, se sostiene que las evidencias de los orígenes mesopotámicos de la civilización del Indo y de los contactos entre Sumer y el valle del Indo se limitan a unos cuantos restos arqueológicos, Sitchin cree que existen también evidencias textuales que confirman estos lazos. De interés particular resulta un largo texto al que los expertos llaman Enmerkar y el Señor de Aratta, cuyo contenido es el de la subida al poder de Uruk (Erek en la Biblia) y de Inanna.

Este texto describe Aratta como la capital de un país situado más allá de las cadenas montañosas y más allá de Anshan, es decir, más allá del sudeste de Irán. Ahí es, precisamente, donde se encuentra el valle del Indo; y expertos como J. van Dijk  han supuesto que Aratta era una ciudad «situada en la meseta iraní o junto al río Indo». Pero lo más sorprendente de todo es el hecho de que, en el texto, se habla de los silos de cereales de Aratta. Era un lugar en donde «el trigo crecía solo, y las judías también crecían solas», las cosechas se acumulaban y se almacenaban en los depósitos de Aratta. Más tarde, con el fin de exportarlo, «metían el cereal en sacos, los cargaban en cajas de carga y los ponían en los costados de los burros de transporte». La ubicación geográfica de Aratta, y el hecho de que sea un lugar famoso por sus judías y sus cereales almacenados, lleva necesariamente a pensar en la civilización del Indo. Y lo cierto es que uno llega a preguntarse si Harappa o Arappa no será el eco actual de la antigua Aratta. El antiguo texto nos remonta a los comienzos del reino de Erek, cuando un semidiós, el hijo de Utu/Shamash y de una mujer humana, se convirtió en sumo sacerdote y rey en el sagrado recinto a partir del cual se desarrollaría la ciudad. Hacia el 2900 a. C, le sucedió su hijo Enmerkar, «que construyó Uruk», según las Listas Sumerias de los Reyes, transformándola, de la morada nominal de un dios ausente (Anu) en el principal centro urbano de una deidad reinante. Y consiguió esto al convencer a Inanna para que eligiera Erek como su sede de poder, y al agrandar para ella el templo de Eanna («Casa de Anu»). Por este antiguo texto sabemos que, primero de todo, Enmerkar pidió a Aratta que contribuyera a la ampliación del templo con «piedras preciosas, bronce, plomo, losas de lapislázuli», así como con «hábiles trabajos de oro y plata», para que el Monte Sagrado que se estaba elevando para Inanna fuera digno de la diosa. Pero, tan pronto consiguió esto, el corazón de Enmerkar se hizo altivo. Una gran sequía afligió a Aratta, y entonces Enmerkar no sólo exigió materiales, sino también obediencia: «¡Que Aratta se someta a Erek!», exigió. Para lograr su propósito, Enmerkar envió a Aratta una serie de emisarios para dirigir lo que S. N. Kramer, en su obra History Begins at Sumer, ha definido como «la primera guerra de nervios». Alabando a su rey y sus poderes, el emisario citaba textualmente las amenazas de Enmerkar de traer la desolación sobre Aratta y dispersar a sus gentes. Sin embargo, el soberano de Aratta contrarrestó su guerra de nervios con una hábil estratagema. Recordándole al emisario la confusión de lenguas que hubo en el pasado con el incidente de la Torre de Babel, afirmó que no podía comprender el mensaje en sumerio.

Enmerkar, frustrado, envió otro mensaje, esta vez escrito en tablillas de arcilla y, al parecer, en la lengua de Aratta, una hazaña que sólo pudo lograr con la ayuda de Nidaba, la Diosa de la Escritura. Además de las amenazas, se hizo una oferta de semillas de «el grano de antaño» que se había conservado en el Templo de Anu. Eran semillas, al parecer, muy necesarias en Aratta, a causa de la larga sequía que había destruido sus cosechas. Y se afirmaba que la sequía había sido la señal de que era la misma Inanna la que deseaba que Aratta se pusiera «bajo la sombra protectora de Erek». «El señor de Aratta tomó la tablilla cocida que le tendía el heraldo; el señor de Aratta examinó la arcilla». Estaba inscrita en escritura cuneiforme: «La palabra dictada parecía como de uñas». ¿Cedería o se resistiría? Justo en aquel momento, «una tormenta, como un gran león atacando, se desató». La sequía terminó de repente con un trueno que hizo que temblara todo el país, que las montañas se estremecieran; y, una vez más, «la blanca y amurallada Aratta» se convirtió en tierra de abundantes cereales. Ya no hacía falta ceder ante Erek; y el señor de Aratta le dijo al heraldo: «Inanna, la reina de las tierras, no ha abandonado su Casa en Aratta; no le ha entregado Aratta a Erek». A pesar de la alegría en Aratta, las expectativas de que Inanna no fuera a abandonar su morada allí no eran del todo satisfactorias. Seducida por la idea de residir en un gran templo en la Ciudad de Anu, en Sumer, Inanna se convirtió en una «diosa trabajadora», por así decirlo, que tenía su empleo en la lejana Aratta, pero que vivía en la metropolitana Erek. Así pues, iba de un sitio a otro en su «Barco del Cielo». Sus constantes vuelos fueron el motivo de múltiples representaciones en las que se le muestra como aeronauta. Y, según se infiere de algunos textos, era ella misma la que pilotaba. Por otra parte, como a otras deidades importantes, se le asignó un piloto-navegante para los vuelos más exigentes. Como en los Vedas, que hablan de pilotos de los dioses, en que uno, Pushan, «llevaba a Indra a través de las manchadas nubes» en la «nave de oro que viaja por las regiones medias del aire», en los primitivos textos sumerios se habla de los Ab.gal, que llevaban a los dioses por los cielos. El sistema de escritura de Mohenjo-Daro y Harappa no ha sido descifrado nunca, aunque se ha encontrado un sistema similar en otra zona: en la isla de Pascua, en el Pacífico, a miles de kilómetros de distancia. Asimismo, no muy lejos del Valle del Indo, en 1992 fue encontrada una gran capa de cenizas radioactivas en Rajasthan, India, cubriendo un área de unos ocho kilómetros cuadrados, a 16 kilómetros al oeste de Jodhpur. La radiación es tan intensa que aún contamina la zona.

Curiosamente en esta zona, supuestamente sometida al ataque con bombas nucleares, está ubicado el desierto de Thar. Aquella zona se caracteriza por el gran número de malformaciones congénitas que se dan en los alrededores. Los niveles de radiación son tan elevados que como medida cautelar se ha acordonado la zona. En las inmediaciones se encuentran restos de dos antiguas ciudades, Mohenjo-Daro y Harappa,  que tendrían una antigüedad entre 8.000 y 12.000 años, y que pudieron estar habitadas por cerca de un millón de personas. Al parecer, estas dos ciudades fueron destruidas repentinamente. Cuando se ampliaron las excavaciones de Harappa y Mohenjo-Daro, se descubrieron esqueletos esparcidos por las ciudades, muchos cogidos de las manos y tendidos en las calles como si un instantáneo y horrible cataclismo hubiera matado a sus habitantes.  La gente yacía allí, sin enterrar, en las calles de la ciudad, parecía que no hubo nadie disponible para enterrarlos después. ¿Qué podría haber causado tal catástrofe? ¿Por qué los cuerpos no se descompusieron o no fueron comidos por animales salvajes? No existe una causa aparente de una muerte física violenta. Por otra parte, Alexander Gorbovsky, en Curiosidades de la Historia Antigua, reportó sobre el descubrimiento de, al menos, un esqueleto humano en esta área con un nivel de radiactividad de aproximadamente cincuenta veces mayor de lo que debería haber sido, debido a la radiación natural. Además, miles de bultos fusionados, bautizado como “piedras negras“, han sido encontradas en Mohenjo Daro. Parecen ser fragmentos de vasijas de barro que se fundieron bajo un extremo calor. Las excavaciones han revelado esqueletos dispersos, como sí el fin del mundo hubiera llegado tan rápidamente que los habitantes no hubieran tenido tiempo de irse a sus casas. Esos esqueletos, al cabo de no se sabe cuántos miles de años, están todavía entre los más radiactivos que se han encontrado nunca, al nivel de los de Hiroshima y Nagasaki. Otra muestra curiosa de una antigua guerra nuclear en la India es un gigantesco cráter cerca de Mumbai (antes Bombay).  El cráter Lonar, casi circular y de 2154 metros de diámetro, situado a 400 kilómetros al noreste de Mumbai y fechado por lo menos de unos 50.000 años de antigüedad, podría estar relacionado con una guerra nuclear en la antigüedad. No se ha encontrado rastro de ningún material meteórico en el lugar o en sus proximidades, y este es único cráter de “impacto” de basalto en el mundo. Indicaciones de un gran impacto, con una presión superior a 600.000 atmósferas, y con un intenso y abrupto calor, indicado por pequeños cristales de basalto, pueden observarse en aquel lugar. Con el descubrimiento de esta zona radiactiva, aparecen ante nuestros ojos los relatos del Mahábhárata, la epopeya india, que de hecho habla de muerte y destrucción.

Robert Morning Sky (Cielo de la mañana), es un conocido estudioso y conferenciante amerindio, que ha escrito artículos y libros sobre distintos temas, como las tribus americanas (entre ellas sobre los indios Hopi) y ufología. Morning Sky ha realizado un interesante estudio sobre los Hopi y los sumerios, así como sobre sus similitudes. Robert Morning Sky, en su obra “Terra Papers – La historia secreta del planeta Tierra”, escribió lo siguiente: “No estamos solos.  Los astrónomos están equivocados. Los científicos están equivocados. Ellos están aquí, pero no podemos verlos porque se esconden. Se esconden a plena vista.  Nosotros somos sus siervos, somos sus esclavos, somos su propiedad, somos de ellos”. Según explica Morning Sky, creció escuchando las historias de su abuelo sobre un Ser del Espacio que él ayudo a rescatar. Su abuelo era uno de los seis jóvenes nativos americanos que fueron testigos del choque de una nave espacial en 1947, poco después del famoso Incidente de Roswell. Cuando llegaron al lugar, encontraron a un ser aún con vida. Le trasladaron a su campamento donde lo escondieron y lo cuidaron hasta que recupero la salud. Le llamaban por respeto ‘Anciano de las Estrellas’. Cuando pasó el tiempo les reveló su nombre. Se llamaba Bek’Ti y les reveló la historia de la humanidad y del planeta Tierra. “La Batalla de An-U y Kumarbi” es una antigua leyenda encontrada en las tablillas babilónicas de arcilla. Describe una batalla campal en los cielos en la cual el príncipe Kumarbi (Zu-Zu o Zeus) pelea y derrota al rey An-U, que huye al cielo. Antes de que termine la batalla, Kumarbi ‘muerde’los genitales de An-U, lastimándolo. La historia dice realmente que Kumarbi “utiliza sus dientes en las bolas de poder” de An-U, o sea, sus naves de guerra.  Kumarbi es el dios principal de los hurritas, padre de dioses. Se dice que era hijo de Anu (An-U, dios del cielo) y padre del dios de la tormenta, Teshub. Fue identificado por los hurritas con el sumerio Enlil y por los ugaritas con El. De todos modos, por lo que hemos indicado, en realidad era hijo de un tío de Anu, Al-Al-Gar. Kumarbi es conocido por una serie de textos mitológicos hititas, a veces resumidos bajo el término de “Ciclo de Kumarbi“. El Cantar de Kumarbi o la Realeza en el Cielo es el título dado a una versión hitita del mito hurrita de Kumarbi, que data del siglo XIV o XIII a. C.. Se conserva en tres tablillas, aunque sólo una pequeña fracción del texto es legible.

El cantar relata que la deidad primigenia y rey de los cielos Alalu (Al-Al), después que fuese derrocado por Anu, se refugiaría en el mundo subterráneo. Kumarbi pasaría a servir a Anu durante nueve años hasta que consiguió derrotarle. Cuando Anu trató de escapar volando hacia el cielo, Kumarbi le persiguió y, al darle alcance, le mordió sus genitales, y una parte de la virilidad de Anu penetró en su cuerpo. En el texto, Anu advierte a su hijo que había quedado embarazado de tres dioses: Teshub, Tigris y Tasmisu (el dios hitita Suwaliyat). Al oír esto, Kumarbi escupió el semen en el suelo, que quedó impregnado con dos hijos. De Kumarbi nace Teshub. Juntos, Anu y Teshub depondrán a Kumarbi. En otra versión de la Realeza en el Cielo, los tres dioses, Alalu, Anu y Kumarbi, gobiernan el cielo, cada uno sirviendo al que le precede en el reinado, durante nueve años. Es Teshub, hijo de Kumarbi, dios del tiempo atmosférico, quien comienza a conspirar para derrocar al rey. Desde la primera publicación de las tablillas de la Realeza en el Cielo, los estudiosos han señalado las similitudes entre este mito de la creación hurrita-hitita y la historia de Urano, Cronos y Zeus de la mitología griega.  En las tablillas del Cantar de Ullikummi, para poder vencer a Teshub, Kumarbi impregna una roca con su semen, de donde nacerá Ullikummi, un monstruo gigantesco de piedra diorita, que llega a crecer tanto que puede tocar el cielo. Kumarbi le había entregado a las deidades de Irsirra para mantenerlo oculto del dios de la tormenta Teshub, el dios Sol del Cielo e Ishtar. Después de que estas deidades le presentaran a Enlil, le colocaron en el hombro de Upelluri (el Atlas de la mitología griega), donde creció una hectárea en un mes. Después de quince días, crece lo suficiente en el mar para que el Dios Sol pueda darse cuenta y alerta de inmediato a Teshub, que se prepara para la batalla en lo alto del Monte Imgarra. Sin embargo, sus resultados en una primera batalla resultan en una victoria incompleta. Conduce a Hebat (Hebe), que era la personificación de la juventud, descrita como hija de Zeus y Hera, a su templo, cortando su comunicación con los otros dioses. Astabis, dios guerrero hurrita, cuyo nombre en acadio fue Ninurta, lidera a setenta dioses para atacarle, tratando de sacar el agua de su alrededor, tal vez con el fin de detener su crecimiento. Caen al mar y Ullikummi crece hasta 9000 leguas de alto y ancho, agitando los cielos y la tierra, y empujando hacia arriba el cielo, elevándose sobre la ciudad de Kummiya. Piden ayuda a Ea (Enki), que le localiza y corta los pies con el cuchillo de cobre que había separado el cielo de la tierra. A pesar de sus heridas, se jacta de que la realeza celeste le ha sido asignada por su padre. Presumiblemente, llegaría a tener una derrota a manos de Teshub.

Si atendemos a los textos que han llegado hasta nosotros, el relato de la destrucción de Sodoma y Gomorra parece más bien la descripción de una ciudad arrasada por una devastación nuclear. La versión oficial para la desaparición de Sodoma y Gomorra se ha explicado a partir de algún posible seísmo que desencadenó posteriores explosiones de bolsas de gas y betún propios de la zona, ignorando la propia descripción bíblica que hace una muy clara referencia a que la destrucción provino desde el cielo, no desde debajo de la tierra. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas realizadas en los alrededores de la zona donde se cree que se encontraban estas antiguas ciudades han dado niveles de radiación muy elevados, lo cual no se explicaría con la teoría oficial. Asimismo, toda la superficie de esta zona ofrece una imagen desoladora y está cubierta de una capa de cenizas blancas y restos de azufre, descripción más semejante al que nos hace el relato del Antiguo Testamento. No se sabe exactamente donde pudieron estar estas dos ciudades. Pero todo parece indicar que posiblemente fueron sepultadas por las aguas del Mar Muerto, después de la gran catástrofe de origen “divino“. Algunos de los manantiales que vierten sus aguas al Mar Muerto están contaminados por radioactividad, al igual que el terreno de la zona. Según algunos estudiosos, como los arqueólogos W.F. Albright y P. Harland, aseguran que toda esta área quedó despoblada bruscamente en el siglo XXI a. C., no siendo de nuevo repoblada hasta varios siglos después. Si a esto le sumamos lo que describe el Antiguo Testamento sobre la mujer de Lot, que al intentar escapar de la terrible suerte que esperaba a estas ciudades, se giro a mirar y se transformo en una estatua de sal. La difícil ubicación de estas ciudades sigue siendo el mayor problema a la hora de interpretar estos pasajes. Sabemos, eso sí, que ambas ciudades estaban muy cerca del Mar Muerto. Allí, como es bien conocido, la concentración de sal en el agua es muy elevada. Es como si en ese lugar su hubiese producido una imponente explosión que hubiese causado la evaporación repentina del agua como consecuencia del enorme calor. A continuación la sal se habría volatizado y, luego, en una fase de condensación, habría cubierto toda la zona de sal.

Tras la lecturas de los primeros pasajes bíblicos sobre las actuaciones de Yavé, descubrimos que más que un dios parecía ser alguien que disponía de poderosas armas y una avanzada tecnología. Hizo uso de ellas en más de una ocasión, especialmente como un modo de manifestación de su ira. A. Hardt, un prestigioso ingeniero, observó en diferentes lugares de África, especialmente en zonas desérticas, que en la arena se hallaban unos cristales verdosos, como si fuesen resultado de una fusión a altísimas temperaturas. Años después identifico ese mismo tipo de fusión en otro lugar del globo. Concretamente en Estados Unidos, en el desierto de Nuevo México, en el sur del país, lugar donde el ejercito experimentó con su armamento nuclear. Era curioso encontrar este mismo tipo de cristales en zonas, como África, donde se supone no se produjeron explosiones de ese tipo. Algo similar se descubrió al sur de Irak, en el valle del rio Eufrates. Allí las excavaciones dejaron al descubierto una capa de vidrio verde, que databa de una época antiquísima. Para la formación de estos cristales se necesitaría un fusión muy parecida a la que se produce como resultado de explosiones nucleares. Pero se supone que en la época de que datan estos cristales no existía tal armamento. O quizá sí. Otro dato misterioso es el propio origen del mar Muerto. No se sabe que dio pie a su formación. Sin embargo, una imponente explosión y una permanente radiación podrían haberlo originado. En la zona sur del mar Muerto se han identificado altos niveles de radioactividad, que antaño, según los geofísicos, fue lo suficientemente alta como para afectar a varias generaciones. La Biblia claramente identifica el valle de Sidim, con el Mar Salado, lo que sugiere que hubo una vez un valle donde ahora se encuentran las aguas. Las ciudades destruidas estuvieron, de hecho, una vez situadas en la zona del Mar Muerto, sacando esta conclusión de los historiadores griegos y romanos, quienes manifestaron que el valle fue inundado después del evento. No es coincidencia que el nombre de Gomorra llegó a significar “inmersión” en el idioma hebreo, ni que la Biblia se refiera al Mar Salado como el Mar Arabá, el último término significando en hebreo “seco o quemado“. Más específicamente, los estudiosos localizan las ciudades destruídas en la parte sur del Mar Muerto, que hasta hoy es llamado “Mar de Lot“, conmemorando al hombre a quien se le permitió escapar del desastre.

La Biblia, en base a previos relatos, ofrece una serie de nuevas pistas que señalan la localización exacta, tales como referencias a sal, betún y alquitrán (brea). Todo encaja con el sur del mar Muerto. Esta área sigue siendo, en algunos lugares, una ciénaga de sal. Hasta la fecha, trozos de alquitrán todavía flotan en la superficie del mar Muerto, que por esta razón fue llamado lago Asfaltitas en la antigüedad. Además, la costa sur-este del mar Muerto es rica en vegetación, de acuerdo con la descripción bíblica. Pero, ¿qué evidencia física puede demostrar que en la antigüedad ocurrió una explosión nuclear en el mar Muerto? La geología del mar Muerto es inusual. Está dividido en dos partes, separadas por una gran península llamada Lisan (“la lengua“), que alcanza hasta dos millas de la costa occidental. Al norte de Lisan, el mar Muerto tiene hasta 1310 metros de profundidad. Hacia el sur, en total contraste, las aguas son poco profundas, de sólo tres a cuatro metros de profundidad. ¿Podría esta inusual característica geológica atribuirse a una explosión que causó que el previamente seco valle se sumergiera bajo el agua? Hasta el día de hoy, niveles anormales de radiactividad se encuentran en el agua de los manantiales en el extremo sur del mar Muerto. Un estudio confirmó que esta radiactividad era suficientemente alta como para producir esterilidad y enfermedades. Otra prueba de una explosión podría estar indicada por el descenso del nivel del mar Muerto. La contracción de su superficie ha expuesto extrañas fisuras. Por otro lado, la concentración de sal supera en más de cinco veces el nivel normal. Esto es causado por la ausencia de cualquier corriente en el mar Muerto, por lo que está expuesto a la evaporación. Los 6,5 millones de toneladas de agua dulce que se vierten todos los días desde el río Jordán erosionan la sal natural del fondo del mar Muerto, lo que aumenta la concentración de sal. En octubre de 1993 se anunció que científicos israelíes y alemanes intentarían tomar muestras de sedimentos de debajo del mar Muerto, utilizando la última tecnología de perforación. Los intentos anteriores habían fracasado debido a una capa muy dura de sal de roca, a unos pocos metros por debajo del fondo del mar. ¿Qué suceso no natural podría haber formado una costra de sal de roca tan dura? Si ello fue causado por una explosión nuclear, ¿cómo se explica que en una remota antigüedad hubiesen existido civilizaciones con una tecnología capaz de construir armas nucleares?

Nuestra actual civilización ha tardado aproximadamente 6.000 años en pasar de la agricultura primitiva al desarrollo de la bomba atómica. La humanidad, sin embargo, cuya edad se calcula ahora en millones de años, hacía por lo menos 100.000 años que tenía una capacidad cerebral tan desarrollada como la del hombre moderno. En realidad algunos cráneos de Cro-Magnon muestran incluso una capacidad craneana superior a la del hombre moderno. En los últimos años de exploración arqueológica, terrestre y submarina, se ha hecho cada vez más evidente que ha habido civilizaciones anteriores, tan antiguas que no sabemos sus nombres. Si esas civilizaciones llegaron a tener un progreso científico habrían tenido tiempo sobrado de desarrollar una sociedad tecnológica que les pudiera llevar a explorar y usar la fuerza atómica, hasta enfrentarse, como ahora nosotros, con la misma alternativa de control o destrucción. Quizá ése es un desarrollo normal en una civilización que avanza constantemente hasta que se destruye a sí misma. Tal como estamos viendo, ciertos informes conservados en la antigua literatura histórica, parcialmente confirmados por algunos sorprendentes descubrimientos arqueológicos, parecen indicar que algo parecido a bombas atómicas se emplearon en guerras en nuestro planeta miles de años antes de que empezara la actual historia escrita. No hemos reconocido esas detalladas referencias a la guerra nuclear en las leyendas antiguas hasta que no hemos desarrollado nosotros mismos la fuerza atómica. ¿Existió en la Tierra una antigua y avanzada civilización, tal vez extraterrestre? La pregunta es relevante, tal como han indicado investigadores como Erich von Däniken y Zecharia Sitchin. Pero, ¿existen evidencias de que extraterrestres visitaron la Tierra y vivieron en ella hace miles de años?  Se han propuesto muchas posibles teorías, desde que la Atlántida fue una civilización de alta tecnología, que nos dejó un aún no descubierto Salón de Registros en el complejo de las pirámides de Gizeh, hasta la posibilidad de que las líneas de Nazca pudiesen ser un tipo de aeropuerto prehistórico. La popularidad de Nazca es debida a Erich von Däniken. Lo que su enfoque ha revelado es que la ciencia, en la década de 1960, pensaba que tenía todas las respuestas, pero en gran medida tuvo que realizar muchas investigaciones adicionales. Hoy en día, esto ha significado que algunos de los sitios, tales como Nazca, han recibido una atención científica más apropiado.

Otro popular autor de las teorías sobre antiguos astronautas es Zecharia Sitchin, que originalmente decidió centrarse en la civilización Sumeria, y analizó cada detalle de sus mitos e historia. Estos mitos, cuando eran debidamente traducidos, indicaban una clara evidencia de una intervención extraterrestre en nuestra civilización. Para explicarlo, escribió una serie de libros, a los que agrupó en la colección de Las Crónicas de la Tierra. Su primer libro fue El Duodécimo Planeta, escrito en 1976. Dentro de nuestra mentalidad actual, los cambios detallados de la estructura molecular del ADN podría ser vista como evidencia de una manipulación muy avanzada, fuera del alcance de cualquiera de nuestros antepasados terrestres. De hecho, Sitchin ha mirado hacia tales manipulaciones genéticas y afirma haberlas detectado en los mitos sumerios. Uno de los mejores candidatos a ser una evidencia es la de una supuesta guerra nuclear que, según Sitchin, es precisamente lo que ocurrió en el Oriente Medio en el tercer milenio antes de Cristo. En apoyo a esta conclusión utiliza fotografías de la península del Sinaí, tomadas desde el espacio. Supuestamente muestran una inmensa cavidad y grieta en su superficie, indicándonos que tal vez tuvo lugar una explosión nuclear. Añade Sitchin que la zona está sembrada de rocas trituradas, quemadas y ennegrecidas, que contienen una proporción muy inusual de isótopos de uranio-235, indicando, en opinión de expertos, que estuvieron expuestas a un repentino e inmenso calor, tal vez de origen nuclear. Sitchin también argumenta que un inusual cambio climático ocurrió en las zonas limítrofes del mar Muerto, dando lugar a tormentas de polvo. Y que el polvo, un inusual “polvo mineral atmosférico“, fue llevado por los vientos predominantes sobre el Golfo Pérsico.  Según Sitchin, esto se debió a un “dramático suceso poco común que se produjo cerca de 4025 años antes del presente“, o aproximadamente 2.025 años antes de Cristo. Añade que el nivel del mar Muerto cayó abruptamente 100 metros en ese tiempo, subrayando que ocurrió algo verdaderamente catastrófico. Pero, a pesar de décadas de búsqueda, Sitchin parece haber sido incapaz de encontrar evidencias que corrobore que la península del Sinaí está, en efecto, sembrada de restos nucleares. Esto no invalida su teoría como tal, pero le ha impedido avanzar.

Considerando que la historia del Mahábhárata puede ser considerada como una cierta evidencia, los descubrimientos arqueológicos en la India plantean serios problemas para aquellos que tratan de negar la posibilidad de una antigua guerra atómica. Creer en la existencia de la Atlántida o en una civilización muy avanzada, que podría no haber dejado ningún rastro, es una cosa, pero sugerir que nuestros antepasados pudieran haber utilizado armas nucleares es mucho más difícil de asimilar. Hasta que el tema sea abordado seriamente, los cuerpos encontrados en Harappa y Mohenjo Daro siguen siendo un misterio, aunque un hecho evidente es que había una alta radioactividad en las ruinas de aquellas ciudades. En un antiguo texto sumerio se dice: “Ha sido creado como un arma; ha embestido como la muerte. A los anunnaki, que eran cincuenta, los ha destruido. El Orbitador Supremo, que vuela como un ave, ha sido herido en el pecho”. Uno de los manuscritos más largos y completos, perteneciente al extraordinario hallazgo del mar Muerto en 1947, habla de una guerra entre “Los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas”. Los Manuscritos del Mar Muerto o Rollos de Qumrán, llamados así por hallarse en grutas situadas en Qumrán, a orillas del mar Muerto, son una colección de 972 manuscritos. La casi totalidad de los manuscritos están redactados en hebreo y arameo y sólo algunos ejemplares utilizan el griego. Los primeros siete manuscritos fueron descubiertos accidentalmente por pastores beduinos a finales de 1946 o principios de 1947, en una cueva en las cercanías de las ruinas de Qumrán, en la orilla noroccidental del mar Muerto. Posteriormente, hasta el año 1956, se encontraron manuscritos en un total de 11 cuevas de la misma región. Parte de los manuscritos hallados en el mar Muerto constituyen el testimonio más antiguo del texto bíblico encontrado hasta la fecha. En Qumrán se han descubierto aproximadamente 200 copias, la mayoría muy fragmentadas, de todos los libros de la Biblia hebrea, con excepción del libro de Ester, aunque tampoco se han hallado fragmentos de Nehemías, que en la Biblia hebrea hace parte del libro de Esdras. Del libro de Isaías se ha encontrado un ejemplar completo. Otra parte de los manuscritos son libros no incluidos en el canon de la Tanaj, comentarios, calendarios, oraciones y normas de una comunidad religiosa judía específica, que la mayoría de expertos identifica con los esenios. La mayoría de los manuscritos se encuentran hoy en el Museo de Israel en Jerusalén, en el Museo Rockefeller de Jerusalén, así como en el Museo Arqueológico Jordano en Ammán (Jordania).

Algunos manuscritos o fragmentos se encuentran también en la Biblioteca Nacional de Francia en París o en manos privadas, como la Colección Schøyen en Noruega. La mayoría de los manuscritos datan de entre los años 250 a. C. y 66 d. C., antes de la destrucción del segundo Templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 d. C. Lo intrigante es que el manuscrito antes indicado no sólo anticipa una guerra entre humanos, sino que seres divinos se involucrarán en un enfrentamiento contra la mismísima oscuridad: “Los Hijos de la Luz lucharán contra los Hijos de las Tinieblas con una demostración de poderío divino, en medio de un estrepitoso tumulto, en medio de los gritos de dioses y hombres”. Según el Mahábhárata hubo una feroz batalla en el cielo. El vencedor fue el poderoso Indra, que combatió a los asuras desde su vehículo aéreo, que se ocultaban en sus “nubes fortalezas”. Los himnos del Rig Veda describen así a la “deidad”: “Tú avanzas de combate en combate intrépidamente, destruyendo castillo tras castillo con tu fuerza. Tú, Indra, con tu amigo, que hace que el enemigo se doblegue, redujiste desde lejos al astuto Namuchi. Tú que diste muerte a Naranja, Parnaya. Tú que has destruido las cien ciudades de Vangrida. Las crestas del noble cielo sacudiste cuando tú, atrevido, por ti mismo heriste a Sambara”. Por otra parte, en los archivos reales de la cultura hitita, se habla del dios Teshub, “Divino Tormentador”, y de sus pretensiones por controlar las regiones superiores de la Tierra. Además se mencionan las batallas que el dios Kumarbi había lanzado contra él y contra sus descendientes. Al igual que el relato que ofrecen otras culturas del mundo, el vengador Kumarbi se apoya en otros “dioses” aliados para dar la batalla final. Todas las referencias que disponemos señalan a los dioses en medio de terribles batallas estelares. La epopeya hitita, con claras connotaciones sumerias, recuerda también el relato sánscrito de la batalla final entre Indra y el “demonio” Vritra: “Y entonces se pudo contemplar una terrorífica visión, cuando dios y demonio entablaron combate. Vritra disparó sus agudos proyectiles, sus incandescentes rayos y relámpagos. Después, los relámpagos se pusieron a centellear, los estremecedores rayos a restallar, lanzados orgullosamente por Indra. Y, de pronto, el toque de difuntos de la perdición de Vritra estuvo sonando con los chasquidos y estampidos de la lluvia de hierro de Indra; perforado, clavado, aplastado. Con un horrible alarido el agonizante demonio cayó de cabeza. E Indra le dio muerte con un rayo entre los hombros”.

Los textos antiguos de la India están llenos de desconcertantes referencias a batallas en el cielo y vehículos voladores. Volviendo al Mahábhárata, palabra sánscrita que significa “gran guerra”, se puede leer que Maia, otra curiosa “deidad” hindú, construyó un gran habitáculo de metal, que fue trasladado al cielo. Cada una de las divinidades, como Indra, Yama, Varuna, Kuvera y Brama, disponía de uno de estos aparatos voladores llamados “vimanas”. Estos vehículos cósmicos navegaban por los cielos por el efecto del mercurio que provocaba un gran viento propulsor. Los hombres alojados al interior de las vimanas podían recorrer grandes distancias en un instante. En la mitología hindú, Nārada, o Nārada Muni, es un sabio divino, que tiene un papel prominente en varios textos puránicos, y especialmente en el Bhágavata puraná.  Nārada es retratado como un monje viajero que posee la habilidad de viajar a otros planetas. Lleva un instrumento musical llamado vina, que usa para acompañar sus canciones, oraciones y mantras como actos de devoción a su señor (Visnú o Krishna). En la tradición vaishnava, o visnuismo, una antigua religión monoteísta, cuyo dios principal es Visnú o Krishna, se tiene una reverencia especial a Nārada por su recitación de los nombres Jari y Naraiana, y por promover el proceso del servicio devocional, conocido como bhakti yoga, tal como se explica en el texto atribuido al mismo Nārada, llamado Nārada bhakti sūtra. De acuerdo con la leyenda, Nārada es manasa pūtra (‘hijo de la mente’), lo que se refiere a su nacimiento directamente desde la mente del señor Brahmā, el primer ser creado, tal como se describe en el universo puránico. Se lo considera el nómada que vagabundea por los tres lokas: Swarga-loka (‘localidad del cielo’); Mrityu-loka (‘lugar de la muerte’, que es la Tierra); y Patala-loka (‘planetas infernales’). Nārada viaja por los tres mundos para el bienestar de todos. Fue el primero en practicar natya yoga. También se lo conoce como kalaha priya, ya que genera peleas cómicas entre los devas (dioses), las diosas y los seres humanos. Nārada Muni tiene un lugar específicamente importante dentro de las tradiciones vaishnavas. En los Purānas es enumerado como uno de los doce mahajanas, los más grandes devotos del señor Visnú. Como en su nacimiento previo, antes de volverse un rishi (sabio), Nārada menciona una “ciudad volante” perteneciente a Indra, “estacionada” interrumpidamente en el cielo. Por si ello fuera poco, esta extraña ciudad volante estaba rodeada de una “pared” blanca, que producía destellos de luz en el firmamento. Parece la descripción de un ovni

En el Ramayana también se habla de esos misteriosos objetos volantes. Según se dice, las personas que se montaban en aquellos vehículos divinos podían viajar hacia los cielos y dirigirse inclusive a las estrellas y a mundos lejanos, para luego retornar a la Tierra. Esta y otras epopeyas hindúes describen batallas aéreas con unos “misiles” semejantes al rayo, capaces de destruir los sembrados y convertirlos en tierra yerma. Una de tales armas, desprendía “un humo más brillante que diez mil soles”. La destrucción de la ciudad de Mohenjo-Daro podría estar relacionada con estos relatos. Sobre esta ciudad se produjo un resplandor deslumbrante, una gigantesca explosión con una luz totalmente cegadora y que hizo hervir los mares cercanos a este enclave costero. Según el Bhisma Parva, sexto libro del Mahábhárata: “Es un rayo desconocido, gigantesco, mensajero de la muerte que redujo a cenizas a los Vrishnis y a los Andhakas. Los cadáveres quemados no eran reconocibles. A los muertos se les caía el cabello y las uñas… Cukra, volando en una vimana de gran poder, lanzó sobre la triple ciudad un objeto único cargado con la fuerza del Universo. Una humareda incandescente, parecida a diez mil soles, se elevó esplendoroso. Cuando la vimana descendió del cielo, se vio como un reluciente bloque de metal posado en el suelo”. Aquellas terribles “guerras del cielo”, también son mencionadas en el Apocalipsis de San Juan (Capítulo XII), donde Miguel y sus ángeles se enfrentan al Dragón. Por otra parte, la mitología griega menciona la sublevación de los dioses ante la suprema divinidad, Zeus. Resultado de ello fue una verdadera batalla que tuvo como escenario las blancas paredes del Olimpo. Además, las culturas americanas también hablan de una guerra en los cielos que ocurrió “antes del diluvio”.  Tal vez la guerra de los dioses provocó la legendaria inundación de la Atlántida y de todo el planeta. Todo indica que hubo un “nuevo comienzo” en el mundo luego de una catástrofe de proporciones inimaginables. El tiempo y las leyendas hacen referencia a un misterio que señala un comportamiento bélico y destructivo de los dioses o de los seres extraterrestres que visitaban en aquellos tiempos nuestro planeta. La sensación que dejan los relatos antiguos es que aquellos seres, los “dioses”, se habían juramentado para guerrear en la Tierra. Por alguna desconocida razón, quienes estaban en nuestro mundo cumpliendo una misión se separaron tomando rumbos y posiciones distintas, hasta convertirse en rivales irreconciliables. Según algunos estudiosos del tema extraterrestre, una de las civilizaciones extraterrestres más poderosas se encuentra diseminada en lo que llamamos Orión, la constelación del “cazador” en la mitología griega.

Se supone que en Orión se produjo una batalla estelar encabezada por un ser denominado Satanael. Aquella entidad, cuyo nombre se asemeja sospechosamente al Satán bíblico, y cuyo nombre en hebreo significa “el adversario”, dirigió una rebelión que propugnaba un cambio en un supuesto Plan Cósmico.  El dios Lug, en la mitología celta, era adorado como una divinidad solar. Esto explica el significado de su nombre (brillante), que además puede explicar sus diversas cualidades: era hermoso, siempre joven, y tenía una gran energía y vitalidad. Esa energía se representaba con la cantidad de habilidades que había dominado. Es el dios más importante de la mitología celta. Lug pertenecía a los Tuatha dé Danann (“tribus de la diosa Dana“) por parte de su padre. Pero, por parte de su madre también pertenecía a los Fomore, pueblo misterioso que aparece constantemente en la tradición irlandesa. Aunque no invaden Irlanda, la amenazan sin cesar. Según la leyenda, los Thuatha dé Danann se deshicieron de los Fomore en la segunda batalla de Mag Tured. Los Fomore eran gigantes que vivían en las islas que rodean Irlanda. Estaban representados por fuerzas oscuras, siempre dispuestas a llevar a la confusión la sociedad humana y divina. En la segunda batalla de Mag Tured, Lug se convierte en el caudillo de los Thuatha dé Danann y resultan vencedores al matar a su propio abuelo Balor. Lug es el héroe de muchos relatos sobre aventuras fantásticas, donde el cuervo parece estar vinculado a él. Lug, al ver que el proyecto se desarrolla ajeno a sus expectativas, empezará a influir para boicotear la ejecución del Plan Cósmico. Lug recuerda inevitablemente a Lucifer, palabra de origen latín que significa “el que porta la luz”. Por tanto, Lucifer y Satán serían dos entidades diferentes. Satanael, por alguna razón desconocida, se había convertido en el leal seguidor de la postura de Lug. Por ello se habría producido su insurrección en Orión. Una batalla cósmica había estallado en aquellas lejanas estrellas. Empero, una supuesta Confederación de Mundos de la Galaxia logró controlar la disidencia, atrapando a Satanael y a sus principales guerreros. Posteriormente, todos ellos serían enviados a la Tierra en calidad de deportados. Su presencia en nuestro mundo pretendía que ayudasen a la humanidad, identificándose con el propósito superior del Plan Cósmico y resarciendo así el error cometido en Orión. Pero los seres de Orión deportados envejecieron prematuramente en la Tierra, quizá por las condiciones diferentes de nuestro planeta, ya que la duración de 1 año terrestre equivalía a 3600 años terrestres en su planeta de origen.

Un grupo de Vigilantes extraterrestres tenían la misión de retener en nuestro mundo a los seres de Orión deportados, como si la Tierra fuese un planeta-prisión. Quedarían aquí, hasta el final de los tiempos. Aunque pueda parecer una historia fantástica, es una historia muy similar a la de “los ángeles caídos”, que se menciona en más de una religión. Para poder escapar de su “prisión”, los seres de Orión sedujeron, con un poder asombroso como maligno, a un grupo de Vigilantes extraterrestres procedentes de las Pléyades, para que se unieran a las hijas de los hombres y engendraran hijos mestizos. Todo esto explica el insólito episodio que menciona el Libro de Enoc. Los hijos mestizos serían trasladados por los Vigilantes a un grupo de islas, en el océano Atlántico, dando con ello inicio a lo que sería más tarde el reino fabuloso de Atlántida. Un reino que no encontró el equilibrio necesario. Fueron poderosos, pero sus guerras y ambición generarían su propia destrucción, al atraer un desastre cósmico. Hace unos 12.500, tal como explicó Platón, esa civilización se hundió en el océano. Más tarde, en esta supuesta Confederación de Mundos procuraron que no se perdiera el rumbo del proyecto en la Tierra, propiciando la enseñanza de los conocimientos necesarios para la formación de nuevas culturas post-diluvianas o post-Atlántida. Consecuencia de la llegada de nuevos instructores extraterrestres y también de algunos sabios supervivientes del desastre atlante, nacieron las civilizaciones de Sumeria, Egipto, India y otras grandes culturas. El avance fue significativo. Sin embargo, los hombres de aquel entonces crearon peligrosos lazos de dependencia con los visitantes. Finalmente, aquellos “dioses” o instructores extraterrestres decidieron marcharse, hasta que la humanidad creciera lo suficiente. Pero nos dejaron leyendas, desconcertantes escritos religiosos, símbolos e ideogramas misteriosos, anomalías arqueológicas, entre otras piezas de este gran rompecabezas que forman las “curiosidades” del pasado. Los “dioses” se marcharon, pero prometieron volver. Por alguna razón poderosa, la aparición del ser humano en la Tierra dividió las posiciones de aquellos seres extraterrestres. Los arqueólogos, antropólogos y académicos que investigan los orígenes del Hombre, sólo ocasionalmente reconocen registros prehistóricos que aparecen mucho antes de que deberían y en lugares donde no deberían aparecer.

En la actualidad existe un amplio consenso académico de que el linaje del hombre se remonta por lo menos a tres millones de años, y que un antepasado del hombre moderno evolucionó alrededor de hace un millón de años. El Homo Sapiens se convirtió en la forma dominante hace unos 40.000 años. Ya es bastante difícil de explicar la repentina aparición del Homo Sapiens, pero es aún más difícil saber las razones por las que el hombre de Neanderthal y el de Cro-Magnon desaparecieron. Los científicos cada vez están más de acuerdo en que la humanidad se desarrolló en África. Pero hay numerosos ejemplos de evidencias fuera del tiempo estimado. En una excavación húngara se encontró un fragmento de cráneo de Homo Sapiens en una zona de más de 600.000 años. Algunos fósiles de homínidos fueron encontrados en Dmanisi, Georgia, indicando una antigüedad de 1,77 millones de años. Un diente de homínido encontrado en depósitos de Niocene, cerca del río Maritsa, en Bulgaria, está datado en siete millones de años. En agosto de 2007, unos científicos dataron unos fósiles encontrados en Kenia contradiciendo la opinión convencional de que el Homo Habilis (hace 1,44 millones de años) y el Homo Erectus (hace 1,55 millones de años) se desarrollaron en épocas distintas. La datación fósil reveló que las dos especies convivieron en África por casi medio millón de años. En el Contado de Pershing, Nevada, fue encontrada una huella de zapato en piedra caliza del Triásico, estrato de 400 millones de años de antigüedad, en los que la evidencia fósil revela claramente un labrado fino de doble costura. A principios de 1975, el Dr. Stanley Rin, de la Universidad de Nuevo México, anunció su descubrimiento de huellas de apariencia humana en estratos de 40 millones de años. Unos meses antes, un hallazgo semejante fue hecho en Kenton, Oklahoma. Casi al mismo tiempo, un descubrimiento de una huella en la piedra fue revelada en Wisconsin. En el Valle de la Muerte, ubicada al sureste de California (Estados Unidos), y que constituye parte del desierto de Mojave, hay evidencia fósil abundante para indicar que la zona fue una vez un jardín tropical donde vivía y se alimentaba una raza de gigantes. El maíz, que parece es un híbrido y que es una contribución americana, se dice tiene una antigüedad de unos 9000 años. Antiguas semillas de calabaza, maní, y bolas de algodón, datadas en 8500 años de antigüedad, fueron encontradas en el Valle de Nanchoc, Perú. La prueba concluyente de que tales agricultores antiguos existían en América se tiene a  través de un taladro de la Humble Oil Company que sacó polen del maíz mexicano que tenía más de 80.000 años de antigüedad.

Unos cráneos encontrados en California, que son claramente los de indios americanos, han sido datados en 50.000 años de antigüedad. Pero aún más extraño es que un antiguo cráneo del tipo indio americano, de 140.000 años de antigüedad, fuese encontrado en una excavación iraní.  Se tiene constancia de una civilización amerindia perdida de Cahokia, con pirámides y una gran pared. Estaría ubicada cerca de la actual ciudad de St. Louis, y pudo haber contenido una metrópoli de más de 250.000 indios americanos. También son sorprendentes las misteriosas paredes de siete millas de las colinas de Berkeley y Oakland, en California. No menos sorprendente el acueducto en Yucatán para el riego de los cultivos que efectuaron pueblos pre-mayas hace más de 2000 años. La Torre del Caracol, en Chichen Itza, es un notable observatorio mesoamericano que parece haber correlacionado sus resultados con sitios similares en América del Norte, incluyendo Mesa Verde, Wichita, y el Cañón del Chaco. Los antiguos babilonios no sólo parecían usar cerillas de azufre, sino que tenían una tecnología lo suficientemente sofisticada como para emplear baterías electroquímicas. También hay pruebas de baterías eléctricas y electrólisis en el antiguo Egipto, la India y la Tierra Suajili. Los restos de una fábrica metalúrgica de más de 200 hornos fue encontrada en lo que hoy es Medzamor, en Armenia. A pesar de que es necesaria una temperatura de más de 1780 grados para fundir el platino, algunos pueblos pre-incas en el Perú estaban fabricando ya objetos de dicho metal. Incluso hoy en día el proceso de extracción de aluminio de la bauxita es un procedimiento complicado, pero Zhou Chu, famoso general de la época Jin (265-420 d.C.), fue enterrado con sujetadores de cinta de aluminio en su traje. Huesos tallados, tiza, piedras, junto con lo que parece ser monedas, han sido sacados desde grandes profundidades durante las operaciones de perforación de pozos. Una extraña losa impresa fue encontrada en una mina de carbón. El artefacto estaba decorado con cuadrados con forma de diamante con el rostro de un anciano en cada cuadrado. En otro descubrimiento de minas de carbón, los mineros encontraron bloques lisos y pulidos de concreto que formaban una pared sólida. Un collar de oro fue encontrado incrustado en un trozo de carbón. Un pico de metal fue descubierto en una mina de plata en el Perú. Un utensilio de hierro fue encontrado en una veta de carbón en Escocia. Un recipiente de metal, en forma de campana, con incrustaciones de un diseño floral de plata fue cavado en la roca cerca de Dorchester, Massachusetts.

Dos hipótesis pueden explicar la presencia de estos desconcertantes artefactos. Una es que fueron fabricados por una civilización avanzada que residió en la Tierra y que, ya sea debido a una catástrofe natural o tecnológica, fue destruida en épocas remotas. Otra hipótesis es que son vestigios de una civilización altamente tecnológica de origen extraterrestre que visitó este planeta hace millones de años, dejando tras de sí varios artefactos. Incluso si una raza extraterrestre muy avanzada hubiese visitado la Tierra en tiempos prehistóricos, parece poco probable que elementos comunes y cotidianos como clavos, collares, hebillas y jarrones hubiesen sido llevados a bordo de una nave espacial y depositados en áreas muy distantes entre sí, ya que estos artefactos han sido encontrados en América del Norte y del Sur, Gran Bretaña, toda Europa, África, Asia y el Oriente Medio. Cada vez hay más evidencias de antiguos cambios catastróficos en la corteza terrestre, lo que puede explicar la desaparición casi total de estos mundos prehistóricos. La evidencia geológica indica que estos cambios fueron repentinos y drásticos y podrían haber destruido completamente a los antiguos habitantes y sus culturas. Pero, tal vez, la evidencia más clara de una avanzada tecnología prehistórica tiene que ver con unas supuestas guerras nucleares prehistóricas. Grandes superficies de vidrio verde fundido y ciudades vitrificadas se han encontrado en los estratos profundos de las excavaciones arqueológicas en varios lugares, entre los que destacan Pierrelatte, en Gabón (África), el valle del río Éufrates,  el desierto del Sahara, el desierto de Gobi, Irak, el desierto de Mojave (Estados Unidos), Escocia, los Reinos Antiguo y Medio de Egipto, o el centro-sur de Turquía. En tiempos contemporáneos, materiales como el vidrio verde fundido sólo se han encontrado en los lugares donde recientemente se han efectuado pruebas nucleares. Es realmente inquietante encontrar evidencias de guerras nucleares prehistóricas. Al mismo tiempo, los científicos han encontrado una serie de yacimientos de uranio que parecen haber sido objeto de trabajos de minería en la antigüedad. ¿Para qué querrían uranio? Y aquí entramos en el terreno de las especulaciones de Zecharia Sitchin, escritor y autor de una serie de libros que promueven la teoría de los antiguos astronautas, el supuesto origen extraterrestre de la humanidad, la cual atribuye la creación de la cultura sumeria a los Anunnaki (o Nefilim), que procederían de un planeta llamado Nibiru que supuestamente existiría en el sistema solar.

Sitchin interpretó las traducciones en lenguas modernas de los textos escritos en varias tablillas de arcilla que se encuentran en distintos museos del mundo. Según esta interpretación, se tendría que hablar de una nueva versión de la creación humana, según la cual seres extraterrestres serían los responsables del inicio y la evolución de la especie humana del Homo Sapiens, mediante una intervención con ingeniería genética. Fue autor de las «Crónicas de la Tierra», una serie de 7 libros en los que expuso el resultado de sus investigaciones. El 12.º planeta fue el primero de ellos. Según su reinterpretación de las traducciones realizadas por los expertos en lenguas sumerias, acadias y asirio-babilónicas, existe en el Sistema Solar un planeta llamado Nibiru que se acerca cada 3600 años al Sol, provocando catástrofes. El tamaño y la órbita de Nibiru serían los causantes de tales eventos. Según las teorías de Sitchin, Nibiru, o Marduk para los Babilonios, fue capturado por la órbita de Neptuno. Ingresó en nuestro Sistema Solar contrariamente al sentido en el cual giran los demás planetas, que giran en sentido contrario a las agujas del reloj, y varios de los satélites del “planeta intruso” impactaron con el planeta Tiamat, partiéndola en dos, desplazándola de su órbita natural y dando lugar a la Tierra. Con el tiempo, nuestro planeta iría adquiriendo la forma como lo conocemos hoy día, y los restos de la colisión serían el Cinturón de Asteroides. Según dice Sitchin, en los textos sumerios se hablaría de una raza extraterrestre, los Anunnaki, que habrían creado a los humanos para que trabajaran como esclavos en sus minas de África y en otros lugares de la tierra, como América del Sur y Mesoamérica, con el fin de obtener minerales y metales, principalmente oro. Según su interpretación, los “cabeza negra” de Sumeria fueron creados por esos seres, al mezclar hibridar el hombre/mujer primitivo y los anunnaki. Las tablillas sumerias se refieren a la gente de cabeza negra, que fueron creados en una región geográfica llamada ‘AB.ZU‘ (Mundo Inferior o Hemisferio Sur), que correspondería a África del oeste. Sitchin habla de que la realeza era una combinación de “dioses” y humanos. Los anunnaki son veintitrés dioses del panteón sumerio, incluyendo a Enlil y Enki.

En su obra La Guerra de los Dioses y los Hombres, Sitchin hace referencia a una guerra nuclear. Se dice que el Día del Juicio Final llegó en el año vigésimo cuarto, cuando Abraham, que estaba acampado cerca de Hebrón, tenía 99 años de edad: «Y el Señor se le apareció en la arboleda de terebintos de Mambré, cuando estaba sentado a la entrada de la tienda, al calor del día. Y levantó lo ojos y miró, y vio tres hombres estaban parados ante él; y, en cuanto los vio, corrió desde la entrada de la tienda hacia ellos, y se postró en tierra». El narrador bíblico del Génesis hace que Abraham levante la mirada y tiene un repentino encuentro con seres divinos. Aunque Abraham estaba en la puerta de su tienda, no vio venir a los tres seres que se aproximaban. De repente estaban «parados ante él». Y, aunque eran hombres, reconoció de inmediato su verdadera identidad y se postró ante ellos, llamándoles «mis señores» y pidiéndoles que no «paséis de largo cerca de vuestro servidor» sin darle la ocasión de prepararles una suntuosa comida. Anochecía cuando los divinos visitantes terminaron de comer y descansar, y su jefe, preguntándole por Sara, le dijo a Abraham: «Volveré a ti por estas fechas el próximo año; para entonces, Sara, tu mujer, tendrá un hijo». Pero la promesa de un heredero para Abraham y Sara en su ancianidad no era la única razón para que le visitaran. Había otra razón más inquietante: «Y los hombres se levantaron de allí para ir a inspeccionar Sodoma. Y Abraham fue con ellos para despedirles, y el Señor dijo:¿Acaso voy a ocultarle a Abraham lo que estoy haciendo?». El Señor, tras recordar los servicios prestados por Abraham y el futuro prometido, le desveló el verdadero objetivo del viaje divino: verificar las acusaciones contra Sodoma y Gomorra. «Las protestas por Sodoma y Gomorra son grandes, y son graves las acusaciones contra ellas», y el Señor dijo que había decidido «bajar y comprobar; si todo es como las protestas que me han llegado, las destruiré por completo; y si no, he de saberlo». La subsiguiente destrucción de Sodoma y Gomorra se ha convertido en uno de los episodios bíblicos de que más se ha hablado. Los cristianos no dudaron de que el Señor Dios vertió literalmente fuego y azufre desde los cielos para borrar de la faz de la Tierra a estas ciudades pecadoras, mientras que los científicos han estado buscando unas explicaciones naturales al relato bíblico, tales como un terremoto, una erupción volcánica u otros fenómenos naturales.  Pero, en lo que concierne al relato bíblico, el acontecimiento no pudo ser una calamidad natural, ya que se describe como un acontecimiento premeditado. el Señor desveló con antelación a Abraham lo que estaba a punto de suceder.

Por lo tanto, fue un acontecimiento evitable, no una catástrofe provocada por fuerzas naturales imprevisibles. Según el Señor, la calamidad tendrá lugar sólo si las «protestas» contra Sodoma y Gomorra se confirman. Y, además, también era un acontecimiento que se podía posponer, un acontecimiento cuya ocurrencia podía darse antes o después, a voluntad. Al percatarse de que la calamidad era evitable, Abraham empleó un argumento: «Quizás haya cincuenta Justos en la ciudad», le dijo al Señor. «¿Vas a destruir el lugar y no lo vas a perdonar por los cincuenta Justos que hubiere dentro?». Y, rápidamente, añadió: «¡Tú no puedes hacer tal cosa, matar al justo con el malvado! ¡No puedes! ¡El Juez de Toda la Tierra no puede dejar de hacer justicia!». La súplica era para evitar la premeditada y evitable destrucción, si hubiera cincuenta Justos en la ciudad. Pero, en cuanto el Señor accedió a perdonar la ciudad en el caso de que hubiera esas cincuenta personas, Abraham se preguntó en voz alta si el Señor llevaría a cabo su destrucción si tan solo le faltaran cinco para ese número. Y cuando el Señor accedió a perdonar a la ciudad sólo con que hubiera cuarenta y cinco Justos, Abraham continuó rebajando el número a cuarenta, y luego a treinta, a veinte, a diez. «Y el Señor dijo: ‘No la destruiré si hubiera diez’; y partió en cuanto dejó de hablar con Abraham, y Abraham volvió a su sitio». Al atardecer, los dos compañeros del Señor, a los que la narración bíblica se refiere como Mal’akhim, traducido como «ángeles», cuando en realidad significa «emisarios», llegaron a Sodoma con la intención de comprobar las acusaciones contra la ciudad y dar cuenta de sus descubrimientos al Señor. Lot, que estaba sentado a las puertas de la ciudad, reconoció al instante, al igual que hiciera Abraham antes, la naturaleza divina de los dos visitantes, quizás por su atuendo o quizás por el modo en que llegaron, que podría ser por el aire. Ahora le tocaba a Lot insistir en su hospitalidad, y los dos emisarios aceptaron la invitación de pasar la noche en su casa. Pero no iba a ser una noche tranquila, pues la noticia de la llegada de los extraños agitó a toda la ciudad: «No bien se habían acostado, la gente de Sodoma rodeó la casa; jóvenes y viejos, toda la población, de cada barrio; y llamaron a Lot y le dijeron: ‘¿Dónde están los hombres que vinieron contigo anoche? Tráelos para que los conozcamos’». Y cuando Lot se negó a complacerles, la turba intentó entrar por la fuerza en su casa; pero los dos Mal’akhim, «hirieron a la gente que estaba en la entrada de la casa cegándolos, tanto a jóvenes como a viejos; y se cansaron intentando encontrar la entrada». Los dos emisarios ya no precisaban de más indagaciones, al percatarse de que, de toda la gente de la ciudad, sólo Lot era «justo». El destino de la ciudad estaba marcado. «Y le dijeron a Lot: ‘¿A quién más tienes aquí? Saca de este lugar a tu yerno, a tus hijos e hijas, y a cualquier otro pariente que tengas en la ciudad, pues la vamos a destruir». Lot se apresuró para llevar la noticia a sus yernos, pero se encontró tan solo con la incredulidad y la risa.

De modo que, al alba, los emisarios apremiaron a Lot para que escapara sin demora, tomando con él sólo a su mujer y a sus dos hijas solteras. Pero Lot remoloneaba; de manera que los hombres lo tomaron de la mano lo mismo que a su mujer y a sus dos hijas, pues la misericordia de Yahveh estaba sobre él, y les sacaron fuera, y les pusieron fuera de la ciudad. Tras llevarse literalmente en volandas a los cuatro y dejarlos fuera de la ciudad, los emisarios insistieron a Lot para que huyera a las montañas: «¡Escapa, por vida tuya! No mires atrás, ni te pares en ningún sitio en la llanura», fueron las instrucciones; «escapa a las montañas, o perecerás». Pero Lot, temiendo no llegar a tiempo a las montañas y «ser alcanzado por el Mal y morir», les hizo una propuesta: ¿Se podría retrasar la destrucción de Sodoma hasta haber llegado a la ciudad de Soar, la que más lejos estaba de Sodoma? Y, tras aceptar, uno de los emisarios le urgió a que se apresuraran en llegar allí: «De acuerdo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no llegues a esa ciudad». Así pues, la calamidad no sólo era predecible y evitable, sino que también se podía posponer y se podían destruir varias ciudades en diferentes ocasiones. Ninguna catástrofe natural podría haber reunido todas estas características. “El sol se elevaba sobre la Tierra cuando Lot llegó a Soar; y el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra, desde los cielos, azufre y fuego de parte de Yahveh. Y Él destruyó aquellas ciudades y toda la llanura, y a todos los habitantes de las ciudades y toda vegetación que crece del suelo“. Las ciudades, la gente, la vegetación, todo resultó «arrasado» por el arma de los dioses. El calor y el fuego lo chamuscaron todo a su paso; la radiación afectó a las personas, incluso en la distancia. La esposa de Lot, ignorando las advertencias de no detenerse y mirar atrás en su huida de Sodoma, se convirtió en un «pilar de vapor». El «Mal» que Lot temía había caído sobre ella. La traducción tradicional del término hebreo netsiv melah ha sido «pilar de sal», y en la Edad Media se llegó a escribir mucho para explicar el proceso por el cual una persona se podía transformar en sal cristalina. Sin embargo, la lengua materna de Abraham y Lot era el sumerio, y el acontecimiento se registró no en una lengua semita, sino en sumerio. Entonces se nos plantea la posibilidad de una explicación completamente diferente y más plausible acerca de lo que realmente le ocurrió a la mujer de Lot. En un estudio presentado ante la American Oriental Society en 1918, y en el subsiguiente artículo de Beitráge zur Assyriologie, Paul Haupt demostró que el término sumerio NIMUR significaba tanto sal como vapor, debido al hecho de que las primitivas salinas de Sumer eran ciénagas cercanas al Golfo Pérsico. El narrador hebreo bíblico probablemente malinterpretó el término sumerio debido a que el Mar Muerto recibe el nombre en hebreo de El Mar de Sal, y escribió «pilar de sal» cuando, de hecho, la mujer de Lot se convirtió en un «pilar de vapor».

En relación con esto, en los textos ugaríticos, como por ejemplo en el relato cananeo de Aqhat, que tiene muchas similitudes con el relato de Abraham, se describe la muerte de un ser humano a manos de un dios como el «escape de su alma como vapor, como humo por las ventanas de la nariz». Y, de hecho, en la Epopeya de Erra, un registro sumerio de una supuesta destrucción nuclear, se describe la muerte de las personas a manos del dios: “Haré desvanecerse a las personas, sus almas se convertirán en vapor”. La desgracia de la mujer de Lot fue la de encontrarse entre aquéllos que se «convirtieron en vapor». Una a una, las ciudades «que indignaron al Señor» fueron arrasadas, y en cada ocasión, se le permitió escapar a Lot: “Pues cuando los dioses devastaron las ciudades de la llanura, los dioses se acordaron de Abraham, y enviaron a Lot lejos de las ciudades de la devastación“. Y Lot fue «a vivir a la montaña y moró en una cueva, él y sus dos hijas con él». Después de presenciar la destrucción de toda vida en la llanura del Jordán, y la invisible mano de la muerte que vaporizó a su madre, Lot y sus hijas pensaron, según se nos dice en la Biblia, que habían presenciado el fin de la humanidad en la Tierra, que ellos tres eran los únicos supervivientes de la especie humana. Y de ahí que la única forma de preservar a la humanidad, consistiera en cometer incesto y que las hijas concibieran hijos de su propio padre: «Y la mayor le dijo a la menor: ‘Nuestro padre es viejo, y no hay ningún hombre en la Tierra que se una a nosotras a la manera de todos en la Tierra; ven, hagamos que nuestro padre beba vino, y luego yaceremos con él, para que así podamos preservar la simiente de la vida de nuestro padre’». Y, de este modo, ambas se quedaron embarazadas y tuvieron hijos. Pero la noche anterior al holocausto debió de ser una noche de insomnio para Abraham, preguntándose si encontrarían suficientes Justos en Sodoma como para que las ciudades fueran perdonadas, preguntándose acerca del destino de Lot y de su familia: «Y Abraham se levanto temprano y fue al lugar en donde había estado en presencia de Yahveh, y miró en dirección a Sodoma y Gomorra, y la región de la llanura; y vio el humo elevarse de la tierra, como de una fogata». Abraham estaba presenciando algo similar a Hiroshima y Nagasaki, la destrucción de una llanura fértil y poblada por medio de bombas nucleares. Pero era el año 2024 a. C.

No obstante, sigue flotando el misterio en relación a la real ubicación de las ruinas de Sodoma y Gomorra. Los antiguos geógrafos griegos y romanos decían que el otrora fértil valle de las cinco ciudades se inundó con posterioridad a la catástrofe. Los expertos modernos creen que la devastación de la que se habla en la Biblia provocó una brecha en la costa meridional del Mar Muerto, con lo que las aguas sumergieron las regiones bajas del sur. La porción restante de lo que una vez fue la costa sur se convirtió en un accidente geográfico al que los lugareños llamaron figurativamente el-Lissan («La Lengua»), y el otrora poblado valle de las cinco ciudades se convirtió en la nueva zona sur del Mar Muerto, que aún lleva el apodo local de «Mar de Lot». Mientras tanto, en el norte, el desplazamiento de las aguas hacia el sur hizo que la línea costera retrocediera. Los antiguos informes han recibido confirmación en tiempos modernos, a través de diversas investigaciones, comenzando por una exhaustiva exploración de la zona a cargo de una misión científica patrocinada por el Instituto Bíblico Pontificio del Vaticano. Importantes arqueólogos, como W. F. Albright y P. Harland, descubrieron que las poblaciones de las montañas de alrededor de la región se abandonaron repentinamente en el siglo XXI a. C, y no se volvieron a poblar hasta varios siglos más tarde. Y hasta el día de hoy, las aguas de los manantiales de los alrededores del Mar Muerto están contaminadas de radiactividad. La nube de la muerte, elevándose en los cielos de las ciudades de la llanura, no sólo aterrorizó a Lot y a sus hijas, sino también a Abraham, que no se sintió seguro ni en las montañas de Hebrón, a unos ochenta kilómetros de distancia. En la Biblia se nos dice que levantó su campamento y se trasladó bastante más al oeste, para residir en Guerar. Por otra parte, ya nunca más se aventuraría a entrar en el Sinaí. Años más tarde, incluso cuando el hijo de Abraham, Isaac, quiso ir a Egipto debido a una hambruna en Canaán, «Yahveh se le apareció y le dijo: ‘No bajes a Egipto; vive en la tierra que te mostraré’». Aparentemente el paso a través de la península del Sinaí aún no era seguro. En opinión de Zecharia Sitchin: “Creemos que la destrucción de las ciudades de la llanura fue sólo una exhibición secundaria. Al mismo tiempo, también fue arrasado con armas nucleares el espacio-puerto de la península del Sinaí, dejando tras de sí una radiación mortal que persistió durante muchos años. El principal objetivo nuclear estaba en la península del Sinaí; y la víctima real, a la postre, sería el mismo Sumer“.  Aunque el fin de Ur no tardó en llegar, su triste destino comenzó a vislumbrarse a partir de la Guerra de los Reyes, acercándose poco a poco, cada vez más cerca, creciendo en intensidad de año en año. El año del llamado Juicio Final, 2024 a.C., fue el sexto año del remado de Ibbi-Sin, el último rey de Ur.

Pero, para conocer los motivos de aquella destructiva guerra, en que parece se utilizaron armas nucleares, lo cual solo sería factible si pensamos en seres extraterrestres dotados de una alta tecnología, tenemos que remontarnos en los registros de aquellos fatídicos años hasta la época de la guerra. Tras fracasar en su misión y humillados por dos veces a manos de Abraham, una en Kadesh-Barnea y la otra cerca de Damasco, los reyes invasores no tardaron en ser apartados de sus tronos. En Ur, Amar-Sin fue sustituido por su hermano Shu-Sin, que ascendió al trono para encontrarse con que la gran alianza se había hecho añicos, y que los hasta entonces aliados de Ur atacaban ahora el imperio que se desmoronaba. Aunque Nannar e Inanna también habían resultado desacreditados en la Guerra de los Reyes, Shu-Sin puso en ellos su confianza. Shu-Sin alardeaba de que «la Sagrada Inanna, la dotada de sorprendentes cualidades, la Primera Hija de Sin», le había dado armas con las cuales «entablar combate con el país enemigo que no sea obediente». Pero todo esto no fue suficiente para impedir la disgregación del imperio sumerio, y Shu-Sin no tardó en recurrir a los grandes dioses en busca de socorro. A juzgar por los anales, Shu-Sin, en el segundo año de su reinado, buscó los favores del dios (anunnaki) Enki, construyéndole un barco especial que surcara los mares hasta el Mundo Inferior. El tercer año del remado fue también de preocupación por buscar el acercamiento a Enki. Pero poco más se sabe de esto, que quizás fuera un subterfugio para pacificar a los seguidores de Marduk y de Nabu. Aunque la intentona fracasó, pues el cuarto y el quinto año presenciaron la construcción de una imponente muralla en la frontera occidental de Mesopotamia, creada específicamente para protegerse de las incursiones de los «Occidentales», los seguidores de Marduk. A medida que crecía la presión desde el oeste, Shu-Sin recurrió a los grandes dioses de Nippur en busca de perdón y de salvación. Los anales, confirmados por las excavaciones arqueológicas de la Expedición Americana a Nippur, revelan que Shu-Sin emprendió obras masivas de reconstrucción del recinto sagrado de Nippur, a una escala desconocida desde los días de Ur-Nammu. Las obras culminaron con la elevación de una estela en honor de los dioses Enlil y Ninlil, «una estela como ningún rey hubiera construido jamás». Shu-Sin buscaba desesperadamente la aceptación, la confirmación de que era «el rey al cual Enlil, en su corazón, había elegido».

Pero Enlil no estaba allí para darle respuesta. Tan solo Ninlil, la esposa de Enlil, que seguía en Nippur, escuchó las súplicas de Shu-Sin. Compasivamente, respondió: «para prolongar el bienestar de Shu-Sin, para extender el tiempo de su reinado», le dio un «arma que fulmina con el resplandor, cuyo terrorífico destello alcanza el cielo».  En un texto de Shu-Sin catalogado como «Colección B» se sugiere que, en sus esfuerzos por restablecer los antiguos lazos con Nippur, Shu-Sin pudo intentar reconciliarse con los nippuritas, tales como la familia de Téraj, que habían dejado Ur tras la muerte de Ur-Nammu. El texto afirma que, después de hacer que la región donde estaba situada Jarán «temblara de pánico ante sus armas», se hizo un gesto de paz. Shu-Sin envió allí a su propia hija como prometida, presumiblemente para el jefe de la región o para su hijo. Posteriormente, ésta volvería a Sumer con un séquito de ciudadanos de la región, «estableciendo una ciudad para Enlil y Ninlil en las fronteras de Nippur». Fue la primera vez «desde los días en que se decretaban los destinos, en que un rey había establecido una ciudad para Enlil y Ninlil», afirmaba Shu-Sin, esperando obviamente las alabanzas. Con la ayuda probable de los repatriados nippuritas, Shu-Sin reinstauró también los altos servicios del templo en Nippur, concediéndose a sí mismo el papel y el título de Sumo Sacerdote. Sin embargo, todo esto sería en vano. En vez de una mayor seguridad, se dieron mayores peligros, y la inquietud por la lealtad de las provincias distantes dio paso a la seria preocupación por el propio territorio de Sumer. «El poderoso rey, el Rey de Ur», dicen las inscripciones de Shu-Sin, se encontró con que el «pastoreo de la tierra» de la misma Sumer se había convertido en la principal carga real. Todavía hubo un último intento por atraer a Enlil de vuelta a Sumer, para encontrar refugio bajo su égida. Parece ser que por consejo de Ninlil, Shu-Sin construyó para la divina pareja «un gran barco de recreo, adecuado para los más largos de los ríos. Lo decoró a la perfección con piedras preciosas», lo equipó con remos de la más fina madera, puntiagudas perchas y un fuerte timón, y lo dotó de todo tipo de comodidades, incluido un lecho nupcial. Después, «puso el barco de recreo en la amplia cuenca que hay frente a la Casa de Placer de Ninlil». Los aspectos nostálgicos tocaron la fibra del corazón de Enlil, pues él se había enamorado de Ninlil, siendo ésta una joven enfermera, cuando la vio bañándose desnuda en el río; de modo que volvió a Nippur: “Cuando Enlil escuchó todo esto, de horizonte a horizonte se apresuró y de sur a norte viajó; a través de los cielos, sobre la tierra se apresuró, para gran regocijo con su amada reina, Ninlil“.

Sin embargo, el viaje no fue más que un breve interludio. Las últimas líneas de una tablilla se refieren a «Ninurta, el gran guerrero de Enlil, que confundió al Intruso». Al parecer, después de que se descubriera «una inscripción, una malvada inscripción» sobre una efigie en el barco, quizás con la intención de echar una maldición sobre Enlil y Ninlil. No hay registros que nos hablen de la reacción de Enlil a este desagradable asunto. Pero todas las demás evidencias sugieren que abandonó Nippur de nuevo, pero esta vez llevándose a Ninlil con él. Poco después, en febrero de 2031 a.C. según nuestro calendario, todo Oriente Próximo se sobrecogió con un eclipse total de Luna. Los sacerdotes del oráculo de Nippur no podían apaciguar la ansiedad de Shu-Sin. Era, dijeron en su mensaje escrito, un augurio «para el rey que gobierna las cuatro regiones: su muralla será destruida, Ur quedará desolada». Rechazado por los grandes dioses de antaño, Shu-Sin se embarcó en una última acción, no se sabe si por despecho o como un último intento por ganarse el apoyo divino, al construir en el recinto sagrado de Nippur un santuario para un joven dios llamado Shara. Éste era hijo de Inanna y también este nuevo Shara («Príncipe») era hijo de un rey. En la inscripción en la que se le dedicaba el templo, Shu-Sin afirmaba ser el padre del joven dios: «Al divino Shara, héroe celeste, amado hijo de Inanna: su padre Shu-Sin, el rey poderoso, rey de Ur, rey de las cuatro regiones, ha construido para él el templo Shagipada, su amado santuario; vida al rey». Era el noveno año del reinado de Shu-Sin. También fue el último. El nuevo soberano en el trono de Ur, Ibbi-Sin, no pudo detener la decadencia y la ruina. Lo único que pudo hacer fue acelerar la construcción de murallas y fortificaciones en el corazón de Sumer, alrededor de Ur y de Nippur, mientras que el resto del país quedó desprotegido. En sus propios anales, de los cuales no se ha encontrado ninguno más allá del quinto año, se dice poco de las circunstancias de sus días. Pero mucho más sabemos por el cese de otros mensajes habituales y documentos comerciales. Así, los mensajes de lealtad, que el resto de centros urbanos subordinados debía enviar a Ur cada año, dejaron de llegar uno tras otro. Los primeros en dejar de llegar fueron los mensajes de lealtad de las regiones occidentales; después, al tercer año, fueron las capitales de las provincias orientales. Aquel mismo año, el comercio exterior de Ur «se detuvo de forma significativamente repentina», según C J. Gadd, en su obra History and Monuments of Ur. En la recaudación de impuestos de Drehem, cerca de Nippur, también se detuvo abruptamente la meticulosa anotación durante aquel tercer año.

Ignorando a Nippur, cuyos grandes dioses la habían abandonado, Ibbi-Sin puso su confianza en Nannar e Inanna, proclamándose en su segundo año como Sumo Sacerdote del templo de Inanna en Uruk. Una y otra vez, Ibbi-Sin pidió guía y palabras tranquilizadoras a sus dioses; pero todo lo que escuchaba eran oráculos de destrucción y desolación. En el cuarto año de su reinado, se le dijo que «El Hijo en el oeste se elevará, es un augurio para Ibbi-Sin: Ur será juzgada». En el quinto año, Ibbi-Sin intentó ganar fuerzas convirtiéndose en Sumo Sacerdote de Inanna en su santuario de Ur. Pero tampoco esto le sirvió de ayuda. Aquel año, el resto de ciudades de Sumer dejó de enviar mensajes de fidelidad. También fue el último año en que aquellas ciudades entregarían los tradicionales animales para los sacrificios del templo de Nannar en Ur. Dejaron de reconocer la autoridad central de Ur, sus dioses y su gran templo-zigurat. Cuando dio comienzo el sexto año, los augurios «referentes a la destrucción» se hicieron más urgentes y concretos. «Cuando llegue el sexto año, los habitantes de Ur estarán atrapados», decía uno de estos augurios. “La calamidad profetizada llegará“, decía otro augurio, «cuando, por segunda vez, el que se llama a sí mismo Supremo, como uno cuyo pecho ha sido ungido, llegue del oeste». Aquel mismo año, como revelan los mensajes de las fronteras, «occidentales hostiles han entrado en la llanura de Mesopotamia. Éstos, sin encontrar resistencia, no tardaron en entrar en el interior del país, tomando una a una todas las grandes fortalezas». A lo único que se pudo aferrar Ibbi-Sin fue a los enclaves de Ur y de Nippur. Pero, antes de que terminara aquel fatídico sexto año, en Nippur se detuvieron repentinamente las inscripciones que honraban al rey de Ur. El enemigo de Ur y de sus dioses, el «que se llama a sí mismo Supremo», había llegado al corazón de Sumer. Como los augurios habían predicho, Marduk volvía a Babilonia por segunda vez. Los 24 años fatídicos, desde que Abraham dejara Jarán, desde que Shulgi fuera sustituido en el trono, y desde que comenzara el exilio de Marduk entre los hititas, habían venido a converger en el Año del Juicio Final, 2024 a.C. La tablilla en la cual está inscrita la autobiografía de Marduk prosigue relatando su regreso a Babilonia después de 24 años de estancia en la Tierra de Hatti: “En la tierra de Hatti pedí un oráculo acerca de mi trono y mi Señorío; Allí en medio pregunté: «¿Hasta cuándo?» 24 años, allí en medio, anidé. Después, en aquel vigésimo cuarto año, recibió un oráculo favorable: Mis días de exilio terminaron; a mi ciudad me encaminé; hacia mi templo Esagila, como un monte a reconstruir  para restablecer mi imperecedera morada. Levanté mis talones hacia Babilonia y a través de tierras fui a mi ciudad, para su futuro bienestar establecer, para instalar un rey en Babilonia en la casa de mi alianza, en el montañoso Esagil; creado por Anu en el Esagil, para elevar una plataforma en mi ciudad...”.

La deteriorada tablilla hace después una relación de ciudades a través de las cuales pasó Marduk en su camino hacia Babilonia. Los poco legibles nombres de las ciudades nos indican que la ruta de Marduk desde Asia Menor hasta Mesopotamia le llevó en un principio hacia el sur, hasta la ciudad de Hama (la bíblica Hamat); después, hacia el este, a través de Mari. Y llegó a Mesopotamia, tal como habían predicho los augurios, desde el oeste, acompañado por partidarios «occidentales». Su deseo, prosigue Marduk, era llevar la paz y la prosperidad al país, «alejar el mal y la mala suerte y llevar un amor maternal a la Humanidad». Pero todo se malogró: “contra su ciudad, Babilonia, un dios adversario «su ira ha traído»“. El nombre de este dios enemigo se cita al comienzo de una nueva columna del texto; pero todo lo que ha quedado de él es la primera sílaba: «Divino NIN». Poco se nos cuenta en esta tablilla de las acciones tomadas por este adversario, pues todos los versículos que vienen después están severamente dañados y el texto se hace ininteligible. Pero podemos extraer algunos de los hilos perdidos en la tercera tablilla de los Textos de Codorlaomor. A pesar de sus aspectos enigmáticos, se nos pinta un cuadro de confusión total, en donde dioses enemigos marchan unos contra otros a la cabeza de sus tropas humanas. Los partidarios amoritas de Marduk se abalanzaban por el valle del Éufrates hacia Nippur, y Ninurta organizó las tropas elamitas para combatirles. A medida que leemos las crónicas de aquellos difíciles años, nos encontramos con que acusan al enemigo de atrocidades. El texto babilónico, escrito por un adorador de Marduk, le atribuye a las tropas elamitas, y sólo a ellas, la profanación de templos, incluidos los santuarios de Shamash e Ishtar. Pero el cronista babilónico acusa a Ninurta de culpar falsamente a los seguidores de Marduk por la profanación del Santo de los Santos de Enlil, en Nippur, lo cual provoca que Enlil tome partido contra Marduk y su hijo Nabu. Sucedió, dice el texto babilónico, cuando los dos ejércitos enemigos se enfrentaron en Nippur. Fue entonces cuando la ciudad santa fue saqueada, y cuando su santuario, el Ekur, fue profanado. Ninurta acusaba a los seguidores de Marduk de esta mala acción; pero no fue así. Fue Erra, su aliado, el que lo hizo. La repentina aparición de Nergal/Erra en la crónica babilónica seguirá siendo un enigma. Pero de lo que no hay duda es de que se cita a este dios en los Textos de Codorlaomor, y de que se le acusa de la profanación del Ekur: “Erra, el inmisericorde, entró en el recinto sagrado. Se estableció en el sagrado recinto, contempló el Ekur. Abrió la boca, y dijo a sus jóvenes hombres: «¡Llevaos el botín del Ekur, llevaos las cosas valiosas, destruid sus cimientos, echad abajo el recinto del santuario!»“.

Cuando Enlil supo que su templo había sido destruido, que su santuario había sido profanado, que, «en el Santo de los Santos, el velo había sido rasgado», se apresuró a volver a Nippur: “«Cabalgando delante de él, había dioses vestidos de brillantez»; él mismo «despedía resplandor como un relámpago», cuando bajó de los cielos; «hizo temblar el lugar sagrado» cuando descendió al recinto sagrado“. Después, Enlil se dirigió a su hijo, «el príncipe Ninurta», para averiguar quién había profanado el templo. Pero, en lugar de decirle la verdad, que había sido Erra, su aliado, Ninurta apuntó su dedo acusador a Marduk y a sus seguidores. Al describir la escena, los textos babilónicos afirman que Ninurta, al encontrarse con su padre, actuaba sin el debido respeto: «sin temer por su vida, no se quitó la tiara». A Enlil, «mal le habló-no hubo justicia; se concibió la destrucción». Y así provocado, «Enlil hizo que se planeara el mal contra Babilonia». Además de las «malas acciones» contra Marduk y Babilonia, también se planeó un ataque contra Nabu y su templo Ezida, en Borsippa. Pero Nabu se las ingenió para escapar en dirección oeste, a las ciudades fieles a él que había en las cercanías del Mediterráneo: “Desde Ezida, Nabu, a dirigir todas sus ciudades se encaminó; hacia el Gran Mar se dirigió“. Y aquí, los versículos que siguen en el texto babilónico muestran un paralelismo directo con el relato bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra: “Pero cuando el hijo de Marduk en el país de la costa estaba, El-de-el-Viento-Maligno [Erra] con calor la tierra de la llanura hizo arder“. Ciertamente, estos versículos deben haber tenido una fuente común con la descripción bíblica de la lluvia de «azufre y fuego» que «arrasó aquellas ciudades y toda la llanura». Tal como atestiguan las referencias bíblicas, como el Deuteronomio, la «maldad» de las ciudades de la Llanura del Jordán consistía en que «habían abandonado la alianza del Señor e iban y servían a otros dioses». Como sabemos ahora por el texto babilónico, las acusaciones contra ellas se basaban en que se habían pasado al bando de Marduk y de Nabu en aquel último choque entre los dioses enfrentados. Pero, mientras que el texto bíblico lo deja ahí, el texto babilónico añade otro importante detalle. El ataque sobre las ciudades cananeas no sólo pretendía destruir los centros de apoyo a Marduk, sino que también pretendía destruir al propio Nabu, que había ido allí en busca de asilo. Sin embargo, este segundo objetivo no se alcanzó, pues Nabu se las ingenió para escapar a tiempo a una isla del Mediterráneo, donde la gente le aceptó, aunque no era su dios: “Él [Nabu] entró en el gran mar, se sentó en un trono que no era suyo [porque] el Ezida, su legítima morada, había sido arrasada“. El cuadro que nos queda, a través de los textos bíblico y babilónico, del cataclismo que asoló el Oriente Próximo en los tiempos de Abraham está mucho más detallado en La Epopeya de Erra. Este texto asirio, recompuesto a partir de los fragmentos encontrados en la biblioteca de Assurbanipal, en Nínive, comenzó a tomar forma y significado a medida que se iban descubriendo más versiones fragmentadas en otras excavaciones arqueológicas.

El texto se inscribió en cinco tablillas; y, a pesar de las fracturas, de las líneas perdidas o incompletas, e incluso del desacuerdo entre los expertos acerca de adonde pertenece cada fragmento, se han conseguido compilar dos amplias traducciones, Das Era-Epos, de P. F. Góssmann, y L’Epopea di Erra, de L. Cagni. La Epopeya de Erra no sólo explica la naturaleza y las causas del conflicto que llevó a la liberación del arma definitiva contra unas ciudades habitadas y el intento de aniquilar a un dios (Nabu) del que se creía que se ocultaba allí. También deja claro que tan extremas medidas no se tomaron a la ligera. Se sabe por otros textos que los grandes dioses, en aquellos tiempos de aguda crisis, estaban reunidos en una continua Asamblea de Guerra, en comunicación constante con el gran dios Anu: «Anu a la Tierra las palabras hablaba, la Tierra a Anu las palabras pronunciaba». La Epopeya de Erra aporta la información de que, antes de que se utilizaran tan terribles armas, tuvo lugar un enfrentamiento más entre Nergal/Erra y Marduk, en el cual Nergal utilizó diversas amenazas para persuadir a su hermano de que dejara Babilonia y cediera en sus pretensiones de supremacía. Pero esta vez no consiguió persuadirle; y, de regreso a la Asamblea de los Dioses, Nergal recomendó el uso de la fuerza para expulsar a Marduk. Por los textos sabemos que las discusiones fueron acaloradas y ásperas; «durante un día y una noche, sin cesar» prosiguieron. Una discusión especialmente violenta se desató entre Enki y su hijo Nergal, en la cual Enki se puso de parte de su hijo primogénito Marduk: «Ahora que el Príncipe Marduk se ha elevado, ahora que el pueblo por segunda vez ha elevado su imagen, ¿por qué Erra sigue oponiéndose?», preguntó Enki. Al final, tras perder la paciencia, Enki le gritó a Nergal que se apartara de su presencia. Enojado, Nergal volvió a sus dominios. «Consultando consigo mismo», se decidió a soltar las terroríficas armas: «Las tierras destruiré, las convertiré en un montón de polvo; arrasaré las ciudades, las convertiré en desolación; aplanaré las montañas, haré desaparecer a los animales; agitaré los mares, lo que se mueve en ellos diezmaré; haré que se desvanezca la gente, sus almas se convertirán en vapor; nadie será perdonado». Por un texto conocido como CT-XVI-44/46 sabemos que fue Gibil, cuyos dominios en África eran adyacentes a los de Nergal, el que alertó a Marduk de los destructivos planes que tramaba aquél. Era de noche, y los grandes dioses se habían retirado para descansar. Fue entonces cuando Gibil, «estas palabras dijo a Marduk» respecto a las «siete terroríficas armas que por Anu fueron creadas. La maldad de estas siete contra ti se están poniendo», le dijo a Marduk.

Alarmado, Marduk le preguntó a Gibil dónde se guardaban las terribles armas. «Oh, Gibil», le dijo, «esas siete, ¿dónde nacieron, dónde se crearon?». A lo cual Gibil reveló que estaban ocultas bajo el suelo: “Esas siete, en la montaña moran, en una cavidad dentro de la tierra habitan. Desde este lugar, con resplandor saldrán, de la Tierra al Cielo, vestirán de terror“. Pero, ¿dónde estaba este lugar? Marduk preguntó una y otra vez; y todo lo que Gibil le pudo decir fue que «hasta a los dioses sabios les es desconocido». Entonces, Marduk acudió a su padre, Enki, con la temible noticia. «En la casa de su padre Enki entró». Enki yacía sobre el diván, en la cámara a la cual se retiraba por la noche. «Padre mío», le dijo Marduk, «Gibil me ha dicho esto: la llegada de las siete [armas] ha descubierto». Tras contarle a su sapientísimo padre las malas noticias, le urgió: «¡Hay que buscar su lugar, date prisa!». Los dioses no tardaron en volverse a reunir, pues ni siquiera Enki conocía el emplazamiento exacto en el que se ocultaban las Armas Definitivas. Pero, para su sorpresa, no todos los demás dioses quedaron tan impactados como él. Enki se pronunció con fuerza contra la idea, urgiendo a que se tomaran medidas para detener a Nergal, pues la utilización de las armas, señaló, «desolaría las tierras, a la gente haría perecer». Nannar y Utu vacilaron ante las palabras de Enki; pero Enlil y Ninurta estaban por la acción decidida. Y así, con la Asamblea de los Dioses sumida en el desconcierto, se le dejó la decisión a Anu. Cuando por fin Ninurta llegó al Mundo Inferior con el mensaje de lo decidido por Anu, se encontró con que Nergal ya había ordenado cebar «las siete terroríficas armas» con sus «venenos», supuestamente sus cabezas nucleares. Aunque en la Epopeya de Erra se siguen refiriendo a Ninurta por el epíteto lshum («El Abrasador»), también se cuenta con gran detalle que Ninurta le aclaró a Nergal/Erra que las armas sólo se podían utilizar contra objetivos específicamente aprobados. Que, antes de que se utilizaran, había que avisar a los dioses anunnaki que hubiera en los lugares seleccionados y a los dioses igigi que tripulaban la plataforma espacial y la lanzadera. Y que, por último, pero no menos importante, la humanidad tenía que ser perdonada, pues «Anu, señor de los dioses, se compadece del país». Al principio, Nergal se resistió a la idea de advertir previamente a nadie, y el antiguo texto se extiende en relatar las duras palabras que se cruzaron ambos dioses. Al final, Nergal accedió a advertir con antelación a los anunnaki y a los igigi que tripulaban las instalaciones espaciales, pero no a Marduk ni a su hijo Nabu, ni a los seguidores humanos de Marduk. Entonces, Ninurta, intentando disuadir a Nergal de una aniquilación indiscriminada, utilizó una argumentación idéntica a la que, en la Biblia, se le atribuye a Abraham, cuando intentó que se perdonara a Sodoma: “Valeroso Erra, ¿Destruirías a los justos con los injustos? ¿Destruirías a los que han pecado contra ti junto con aquéllos que no han pecado contra ti?“.

A través de la adulación, las amenazas y la lógica, los dos dioses argumentaron a favor y en contra sobre la extensión de la destrucción. Más que Ninurta, era Nergal el que se consumía en un odio personal: «¡Aniquilaré al hijo, y dejaré que el padre lo entierre; después, mataré al padre, y no dejaré que nadie lo entierre!», gritó. Con mucha diplomacia, indicando la injusticia de una destrucción indiscriminada, Ninurta consiguió por fin convencer a Nergal. Accediendo a dejar fuera del ataque a Mesopotamia, modificó al fin sus planes: la destrucción sería selectiva; el objetivo táctico consistiría en destruir las ciudades donde pudiera ocultarse Nabu; el objetivo estratégico sería denegarle a Marduk su mayor trofeo, el Espacio-puerto, «el lugar desde donde los Grandes ascienden»: “Enviaré un emisario de ciudad en ciudad; el hijo, semilla de su padre, no escapará; su madre dejará de reír y no habrá acceso al lugar de los dioses. El lugar desde donde los Grandes ascienden arrasaré“. Cuando Nergal acabó de exponer sus planes de destrucción, Ninurta se había quedado sin palabras. Pero, como otros textos afirman, Enlil aprobó el plan cuando se le expuso para que tomara una decisión; y, al parecer, también lo hizo Anu. Sin perder más tiempo, Nergal instó a Ninurta a ponerse en marcha: “Después, el héroe Erra se adelantó a lshum (Ninurta), recordando sus palabras; lshum también salió, de acuerdo con la palabra dada, con el corazón en un puño“.  Su primer objetivo era el Espacio-puerto, en el Sinaí, un complejo de mando oculto en el «Monte Más Supremo» y las pistas de aterrizaje que se extendían en la gran llanura adyacente: “lshum se dirigió al Monte Más Supremo; las Siete Terroríficas, [armas] sin par, le siguieron por detrás. El héroe llegó al Monte Más Supremo; levantó la mano- el monte fue aplastado; la llanura junto al Monte Más Supremo arrasó después; en sus bosques, no quedó en pie ni el tallo de un árbol“. Y así, con un ataque nuclear, fue arrasado el Espacio-puerto, aplastado el monte en el cual se ocultaban sus controles y asolada la llanura en donde estaban las pistas. Fue una hazaña de destrucción, según atestiguan las crónicas, la que llevó a cabo Ninurta (lshum).  Entonces llegó el turno de Nergal (Erra) para dar salida a sus ansias de venganza. Guiándose desde la península del Sinaí hasta las ciudades cananeas por la Calzada del Rey, Erra las arrasó. Las expresiones utilizadas en la Epopeya de Erra son casi idénticas a las utilizadas en el relato bíblico de Sodoma y Gomorra: “Entonces, imitando a lshum, Erra siguió la Calzada del Rey. Acabó con las ciudades, en desolación las convirtió. A las montañas llevó el hambre, hizo perecer a los animales“. Los versículos que siguen pueden estar describiendo la formación de la nueva extensión del Mar Muerto, por la ruptura de la costa meridional, y la eliminación de toda la vida marina que había en él: “Él cavó a través del mar, lo dividió en su totalidad. Todo lo que vive en él, hasta los cocodrilos lo marchitó. Como con fuego abrasó a los animales, sus cereales convirtió en polvo“.

Vemos que La Epopeya de Erra narra los acontecimientos de un ataque nuclear. Se produjo la destrucción del Espacio-puerto del Sinaí. Luego se llevó a cabo la «aniquilación», o «arrasamiento», según la Biblia, de las ciudades de la llanura del Jordán. A consecuencia de ello se produjo la brecha del Mar Muerto que trajo como consecuencia su extensión por el sur. Sería de esperar que hubiera constancia de tan singular acontecimiento destructivo en más de un texto. Y, efectivamente, hay descripciones y recuerdos de la catástrofe nuclear en otros textos.  Uno de ellos, el conocido como K.5001, publicado en Oxford Editions of Cuneiform Texts, resulta especialmente valioso, debido a que está en el original sumerio y, además, es un texto bilingüe en el cual el sumerio va acompañado por una traducción en acadio. Indudablemente, es uno de los textos más antiguos sobre este tema; y, por sus términos, da la impresión de que sea éste u otro original sumerio similar el que sirvió como fuente para el relato bíblico. Dirigido a un dios cuya identidad no queda clara en este fragmento, dice: “Señor, portador del Abrasador que quema al adversario; que aniquiló al país desobediente; que marchitó la vida de los seguidores de la Palabra Malvada; que hizo llover piedras y fuego sobre los adversarios“. La acción que llevaran a cabo los dos dioses, Ninurta y Nergal, implicó que  los anunnaki que custodiaban el Espacio-puerto, advertidos de antemano, tuvieron que escapar «ascendiendo a la bóveda celeste». Ello se registró en un texto babilónico en el cual un rey recordaba los trascendentales acontecimientos que habían tenido lugar «en el reinado de un rey anterior». Éstas son sus palabras: “En aquel tiempo, en el reinado de un rey anterior, las cosas cambiaron. Lo bueno se fue, el sufrimiento era habitual. El Señor [de los dioses] se enfureció, concibió la ira. Él dio la orden: los dioses de aquel lugar lo abandonaron. Los dos, incitados para perpetrar el mal, hicieronque los guardianes se quedaran aparte; sus protectores subieron a la bóveda celeste”. El Texto de Codorlaomor, que identifica a los dos dioses por su epítetos como Ninurta y Nergal, lo cuenta así: “Enlil, entronizado en la nobleza, se consumía de furia. Los devastadores sugirieron el mal de nuevo; el que abrasa con fuego [Ishum/Ninurta] y el del viento maligno [Erra/Nergal] llevaron a cabo juntos su mal. Los dos hicieron huir a los dioses,  les hicieron huir del abrasador“. El objetivo, de donde hicieron huir a los dioses guardianes, era el Lugar de Lanzamiento: “Lo que se elevó hacia Anu para lanzar hicieron que se marchitara; hicieron desvanecerse su superficie, su lugar desolaron“. Y así, el Espacio-puerto, el trofeo por el cual se habían llevado a cabo tantas Guerras de los Dioses, quedó arrasado. El Monte en el que estaban alojadas las instalaciones de control fue aplastado; las plataformas de lanzamiento se desvanecieron de la faz de la Tierra; y la llanura cuyo duro suelo habían utilizado las lanzaderas como pista, fue arrasada, no quedando ni un solo árbol en pie. Ya no se volvería a ver aquel gran lugar nunca más. Pero la cicatriz que se hiciera sobre la faz de la Tierra aquel terrible día aun se puede ver en nuestros días.

Es una inmensa cicatriz, tan inmensa que sus rasgos sólo se pueden ver desde los cielos, pues se reveló hace pocos años, cuando los satélites comenzaron a fotografiar la Tierra. Es una cicatriz para la cual los científicos aún no han encontrado una explicación. Al norte de este enigmático rasgo de la superficie de la península del Sinaí, se extiende la llanura central del Sinaí. Los restos de un lago de una era geológica anterior; su suelo, duro y liso, es ideal para el aterrizaje de una lanzadera, por la misma razón que el desierto de Mojave en California resultaba ideal para el aterrizaje de las lanzaderas espaciales de los Estados Unidos.  Desde esta gran llanura de la península del Sinaí se pueden ver, en la distancia, las montañas que la rodean y le dan su forma ovalada. Las montañas de caliza se ciernen blanquecinas sobre el horizonte. Pero allá donde la gran llanura central se une con la inmensa cicatriz del Sinaí, el tono negro de la llanura crea un fuerte contraste con la blancura de los alrededores. El negro no es un tono natural en la península del Sinaí, donde la blancura de la caliza y el tono rojizo de la arenisca se combinan con tonos que van del amarillo brillante al gris claro y el marrón oscuro, pero no el negro, que llega a la naturaleza a través del basalto. Sin embargo, aquí, en la llanura central, al noreste de la enigmática y gigantesca cicatriz, el color del suelo es negro, a causa de millones y millones de pedazos de roca ennegrecida, esparcidas como por una mano gigante por toda la región. No se ha dado ninguna explicación científica convincente para tan colosal cicatriz sobre la superficie de la península del Sinaí, desde que fuera observada desde los cielos y fotografiada por los satélites de la NASA. Tampoco se ha dado ninguna explicación para los pedazos de roca ennegrecida que se esparcen por esta zona en la llanura central. Ninguna explicación, a menos que uno lea los versículos de los textos antiguos y se acepte que, en tiempos de Abraham, Nergal y Ninurta barrieron el Espacio-puerto que se supone había allí con sus armas nucleares: «Lo que se elevó hacia Anu para lanzar, hicieron que se marchitara; hicieron desvanecerse su superficie, su lugar desolaron». Y el Espacio-puerto, así como las Ciudades Malvadas, nunca más existieron. Bastante más al oeste, en Sumer, no se sintieron ni se vieron las explosiones nucleares ni sus brillantes resplandores. Pero lo que hicieran Nergal y Ninurta acabaría teniendo un terrible efecto en Sumer, en sus gentes y en su propia existencia. Pues, a pesar de todos los esfuerzos de Ninurta por disuadir a Nergal para que no causara daños a la humanidad, ésta se vio inmersa en un gran sufrimiento con posterioridad. Aunque no había sido su intención, la explosión nuclear provocó un gigantesco viento, un viento radiactivo que comenzó como un torbellino: “Una tormenta, el Viento Maligno, recorrió los cielos“. El torbellino radiactivo comenzó a difundirse y a moverse en dirección oeste, con los vientos predominantes del Mediterráneo. Poco después, los augurios que predecían el fin de Sumer se hicieron realidad; y el mismo Sumer se convirtió en la postrera víctima nuclear.

La catástrofe que hizo caer a Sumer a finales del sexto año de reinado de Ibbi-Sin se describe en varios Textos de Lamentación, largos poemas que lloran el hundimiento de la majestuosa Ur y de los otros centros de la gran civilización sumeria. Estas lamentaciones sumerias, que nos recuerdan el bíblico Libro de las Lamentaciones, en donde se llora la destrucción de Jerusalén a manos de los babilonios, llevaron a pensar a los expertos que las tradujeron que la catástrofe sumeria fue también el resultado de una invasión, en la cual se enfrentaron tropas elamitas y amoritas. Cuando se encontraron las primeras tablillas de las lamentaciones, los expertos creyeron que había sido sólo Ur la que había sufrido la destrucción, por lo que titularon las traducciones de manera acorde. Pero, con el descubrimiento de más textos, se percataron de que Ur no había sido la única ciudad afectada, ni el punto central de la catástrofe. Estas lamentaciones, no sólo eran similares a los llantos por el destino de Nippur, Uruk o Eridú, sino que, además, en algunos de los textos se ofrecían listas de las ciudades afectadas; y parecía de que el mal comenzaba por el sudoeste y se extendía en dirección nordeste, abarcando la totalidad del sur de Mesopotamia. Daba la impresión de que una catástrofe generalizada y repentina había caído sobre todas las ciudades, no en lenta sucesión, como sucedería en el caso de una progresiva invasión, sino de una vez. Expertos como Th. Jacobsen, en su obra The Reign of Ibbi-Sin, llegaron a la conclusión de que los «invasores bárbaros» no habían tenido nada que ver con tan «estremecedora catástrofe», una calamidad de la que dijo que resultaba «realmente muy enigmática». «Sólo el tiempo dirá si llegaremos a saber con claridad lo que sucedió en aquellos años», escribió Jacobsen, «pues estamos convencidos de que el relato completo de lo sucedido aún está lejos de nuestro alcance». Pero se puede resolver el enigma si relacionamos la catástrofe de Mesopotamia con la explosión nuclear del Sinaí. Los textos, excepcionales por su longitud y, en muchos casos, también por su excelente estado de conservación, suelen comenzar con un lamento por el abandono repentino de todos los recintos sagrados de Sumer por parte de los distintos dioses, sus templos «abandonados al viento». Después, se describe la desolación provocada por la catástrofe con textos como éstos: “Llevando la desolación a las ciudades, [llevando] la desolación a las casas; llevando la desolación a los corrales, el vacío a los rediles; ya no hay bueyes en los corrales de Sumer, las ovejas ya no holgan en sus rediles; sus ríos corren con aguas amargas, en sus campos de cultivo crecen las malas hierbas, en sus estepas crecen plantas que se marchitan. En ciudades y aldeas la madre no cuida ya de sus hijos, el padre no dice ya ‘Oh, esposa mía’. Los pequeños ya no crecen con las rodillas fuertes, ni las niñeras cantan sus nanas. La realeza se ha arrebatado de la tierra“.

Antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial, antes de que Hiroshima y Nagasaki fueran aniquiladas con armas atómicas llovidas del cielo, aún se podía leer el relato bíblico de Sodoma y Gomorra y aceptar la tradicional lluvia de «azufre y fuego» por falta de una explicación mejor. Para los expertos que aún no se habían enfrentado a lo terrorífico de las armas nucleares, los textos sumerios de lamentaciones les hablaban de la «Destrucción de Ur» o la «Destrucción de Sumer». Pero no es eso lo que describen estos textos: describen una desolación, no una destrucción. Las ciudades seguían allí, pero sin gente, los corrales estaban allí, pero sin animales, los rediles seguían existiendo, pero vacíos, los ríos corrían, pero sus aguas se habían hecho amargas, los campos aún se extendían, pero sólo crecían en ellos las malas hierbas, y en las estepas brotaban las plantas, pero sólo para marchitarse. Invasión, guerra, asesinato; todos estos males eran bien conocidos para la humanidad de entonces. Pero, tal como especifican los textos de lamentación, esto fue algo único, algo que nunca antes se había experimentado. Sobre Sumer cayó una calamidad, desconocida para el hombre: una calamidad que nunca antes se había visto, que no se podía resistir. La muerte no fue a manos del enemigo; era una muerte invisible, «que recorre la calle, que queda suelta en el camino; se yergue junto a un hombre, y sin embargo nadie puede verla; cuando entra en una casa, nadie se entera». No había defensa contra este «mal que ha arremetido contra el país como un fantasma: La muralla más alta, los muros más gruesos, atraviesa como una inundación; no hay puerta que pueda impedirle el paso, ni cerrojo que le haga dar la vuelta; a través de la puerta, como una serpiente se desliza; a través de las bisagras, como el viento entra». Los que se ocultaron tras las puertas, fueron derribados dentro; los que subieron corriendo a los tejados, murieron en los tejados; los que huyeron a las calles, fueron alcanzados en las calles: «La tos y la flema debilitaban el pecho, la boca se llenaba de saliva y espuma, se quedaban mudos y aturdidos, una maligna parálisis, una maldición, un dolor de cabeza, sus espíritus abandonaban sus cuerpos». Y la muerte era espantosa: “La gente, aterrorizada, difícilmente podía respirar; el Viento Maligno los atenazaba, no les concedía otro día. Las bocas se anegaban en sangre, las cabezas se revolcaban en sangre. El rostro palidecía con el Viento Maligno“. El origen de esta muerte invisible era una nube que apareció en los cielos de Sumer y «cubrió el país como con un manto, extendiéndose sobre él como una sábana». Con tonos marrones, durante el día, «al sol en el horizonte lo cubría de oscuridad». Por la noche, luminosa en sus bordes «con un estremecedor resplandor cubría la tierra», tapaba la Luna: «de la Luna extinguía su salida». La nube mortal «envuelta en terror, sembrando el miedo en todas partes», se trasladó de oeste a este hasta llegar a Sumer, empujada por «un gran viento que se acelera en las alturas, un viento maligno que asola el país». Sin embargo, no era un fenómeno natural.

Era «una gran tormenta enviada por Anu y que había llegado desde el corazón de Enlil». El producto de las siete terroríficas armas, «en un único desove se engendró, como el amargo veneno de los dioses; en el oeste se engendró». El Viento Maligno, «llevando la penumbra de ciudad en ciudad, transportando densas nubes que traían la penumbra desde el cielo», era el resultado de un «luminoso resplandor»: «Desde en medio de las montañas había descendido sobre la tierra, desde la Llanura de No Compasión había llegado». Aunque la gente estaba desconcertada, los dioses conocían las causas del Viento Maligno: “Un estallido maligno anunciaba la siniestra tormenta, un estallido maligno era el precursor de la siniestra tormenta; poderosa descendencia, hijos valientes eran los heraldos de la peste“. Ninurta y Nergal soltaron «en un único desove» las siete armas mortales creadas por Anu, «desarraigándolo todo, arrasándolo todo» en el lugar de la explosión. Las antiguas descripciones son tan vividas y precisas como las descripciones modernas de los testigos presenciales de una explosión atómica. Tan pronto como las «terroríficas armas» fueron lanzadas desde los cielos, hubo un inmenso resplandor: «esparcieron impresionantes rayos hacia los cuatro puntos de la tierra, abrasándolo todo como el fuego», dice en un texto. En otro, una lamentación sobre Nippur, se recuerda «la tormenta, en el destello de un relámpago creada». Después, se elevó en el cielo un hongo atómico -«una nube densa que trae la oscuridad»-, seguido de «fuertes ráfagas de viento. Una tempestad que abrasa furiosamente los cielos». Más tarde, los vientos predominantes, soplando de oeste a este, se pusieron a difundir el mal en Mesopotamia: «las densas nubes que traen la penumbra del cielo, que llevan la penumbra de ciudad en ciudad». Y no uno, sino varios textos atestiguan que el Viento Maligno, que llevaba la nube de la muerte, fue generado por unas gigantescas explosiones en un día para el recuerdo: “En aquel día cuando el cielo fue aplastado y la Tierra fue herida, su faz asolada por el remolino, cuando los cielos se oscurecieron y cubrieron como con una sombra“. Los textos de las lamentación identifican el lugar de las terribles explosiones «en el oeste», cerca del «seno del mar», una gráfica descripción de la curva costa del Mediterráneo en la península del Sinaí, desde una llanura «en medio de las montañas», una llanura que se convirtió en un «Lugar de No Compasión». Era un lugar que había servido antes como Lugar de Lanzamiento, el lugar desde el cual los dioses ascendían hasta Anu. Además, también se hablaba de un monte en muchas de estas indicaciones del lugar. En La Epopeya de Erra, el monte cercano al «lugar desde el cual los Grandes ascienden» recibía el nombre de «el Monte Más Supremo». En una de las lamentaciones se le llamaba el «Monte de los Túneles Ululantes». Este último epíteto recuerda las descripciones que aparecen en los Textos de la Pirámide acerca del monte con empinados túneles y pasadizos subterráneos al cual iban los faraones egipcios en busca de la otra vida. En Escalera al Cielo, Sitchin lo identifica como el monte al cual llegó Gilgamesh en su viaje al Lugar de las Naves Voladoras, en la península del Sinaí.

Partiendo desde este monte, un texto de las lamentación afirma que la mortífera nube de la explosión fue transportada por los vientos hacia el este «hasta la frontera de Anshan», en los Montes Zagros, afectando a todo Sumer, desde Eridú, en el sur, hasta Babilonia, en el norte. La muerte invisible se movió lentamente sobre Sumer, durando su paso de unas 24 horas, un día y una noche que se recordarían en los lamentos, como en éste de Nippur: «En aquel día, en aquel único día; en aquella noche, en aquella única noche, la tormenta, en un destello de relámpago creada, al pueblo de Nippur dejó postrado». El Lamento de Uruk describe la confusión sembrada tanto entre los dioses como entre el pueblo. Diciendo que Anu y Enlil anularon a Enki y a Ninki cuando «determinaron el consenso» para el empleo de las armas nucleares, el texto afirma después que ninguno de los dioses había previsto tan terribles consecuencias: «Los grandes dioses empalidecieron ante su inmensidad» cuando presenciaron los «rayos gigantes» de la explosión «alcanzar el cielo [y] la tierra temblar en su centro». Cuando el Viento Maligno comenzó a «esparcirse por las montañas como una red», los dioses de Sumer emprendieron la huida de sus amadas ciudades. En el texto conocido como Lamentación sobre la Destrucción de Ur se hace una relación de todos los grandes dioses y de algunos de sus más importantes hijos e hijas que «abandonaron al viento» las ciudades y los grandes templos de Sumer. Y el texto llamado Lamentación sobre la Destrucción de Sumer y Ur añade detalles dramáticos a esta huida precipitada. «Ninharsag lloraba con amargas lágrimas» cuando huyó de Isin; Nanshe gritaba, «Oh, mi devastada ciudad» cuando «el lugar en donde moraba cayó en la desgracia». Inanna salió apresuradamente de Uruk, navegando en dirección a África en un «barco sumergible», lamentándose de haber dejado atrás sus joyas y otras posesiones. En su propia lamentación por Uruk, Inanna/Ishtar lloraba la desolación de su ciudad y su templo, debido al Viento Maligno «que en un instante, en un abrir y cerrar de ojos se había creado en el medio de las montañas», y contra el cual no había defensa alguna. Una sobrecogedora descripción del miedo y la confusión reinante, tanto entre dioses como entre hombres, ante la inminencia del Viento Maligno, se da en El Lamento de Uruk, que fue escrito años después, cuando llegó el tiempo de la Restauración.

Cuando los «leales ciudadanos de Uruk cayeron presa del terror», las deidades residentes de Uruk, a cuyo cargo estaba la administración y el bienestar de la ciudad, hicieron sonar la alarma. «¡Levantaos!», llamaron a la gente en mitad de la noche; «huid, ¡ocultaos en la estepa!», les dijeron. E, inmediatamente, los mismos dioses, «las deidades huyeron y tomaron senderos desconocidos». Y el texto afirma con pesimismo: “Así, todos sus dioses evacuaron Uruk; se mantuvieron lejos de ella; se ocultaron en las montañas, escaparon a las distantes llanuras“.  En Uruk, el pueblo fue abandonado al caos, sin dirección ni ayuda. «El pánico se apoderó de la muchedumbre en Uruk, su sentido común se distorsionó». Entraron en los santuarios rompiéndolo todo, mientras se preguntaban: «¿Por qué parece tan lejano el benévolo ojo de los dioses? ¿Quién ha provocado todo este pesar y lamento?». Pero sus preguntas quedaron sin respuesta; y, cuando la Tormenta Maligna pasó, «el pueblo fue amontonado en pilas y el silencio cayó sobre Uruk como un manto». Por El Lamento de Eridúsabemos que Ninki huyó de su ciudad hasta un puerto seguro de África: «Ninki, su gran dama, volando como un ave, dejó su ciudad». Pero Enki se alejó de Eridú sólo lo suficiente como para apartarse del camino del Viento Maligno, pero lo suficientemente cerca como para ver su destino: «Su señor permaneció fuera de la ciudad, el Padre Enki permaneció fuera de la ciudad, por el destino de su herida ciudad lloró amargas lágrimas». Muchos de sus súbditos leales le siguieron, acampando en las cercanías. Durante un día y una noche observaron a la tormenta «poner su mano» sobre Eridú. Después de que «la tormenta portadora de mal saliera de la ciudad, barriendo los campos», Enki entró en Eridú; se encontró con una ciudad «cubierta con el silencio, sus habitantes yacían amontonados». Aquéllos que se salvaron le dirigieron un lamento: «¡Oh, Enki», lloraban, «tu ciudad ha sido maldecida, ha sido convertida en un territorio extraño!», y sollozaban preguntándose adonde ir y qué hacer. Pero, aunque el Viento Maligno había pasado, el lugar seguía siendo inseguro, y Enki «se quedó fuera de la ciudad, como si fuera una ciudad extraña». Más tarde, «abandonando la casa de Eridú», Enki llevó a «aquéllos que habían salido de Eridú» al desierto, «hacia una tierra hostil»; allí, utilizó sus conocimientos científicos para hacer comestible el «árbol desagradable». Desde el extremo norte de la amplia extensión del Viento Maligno, desde Babilonia, Marduk, preocupado, le envió a su padre Enki un mensaje urgente, ante la inminencia de la llegada de la nube de la muerte a su ciudad: «¿Qué debo hacer?», preguntaba. El consejo de Enki, que más tarde Marduk transmitiría a sus seguidores, fue que aquéllos que pudieran abandonar la ciudad, que lo hicieran, pero que fueran sólo hacia el norte. Y, en la misma línea del consejo que le dieran los dos emisarios a Lot, a la gente que huía de Babilonia se le aconsejó «no volverse ni mirar atrás».

También se les dijo que no llevaran consigo alimentos ni bebida, pues estos podrían haber sido «tocados por el fantasma». Si no era posible la huida, Enki aconsejaba ocultarse bajo tierra: «Métete en una cámara bajo la tierra, en la oscuridad», hasta que el Viento Maligno haya pasado. El lento avance de la tormenta casi le cuesta caro a algunos de los dioses. En Lagash, «madre Bau sollozaba amargamente por su templo sagrado, por su ciudad». Aunque Ninurta se había ido, a su esposa le costaba dejar la ciudad. «Oh, mi ciudad. Oh, mi ciudad», seguía llorando, mientras se quedaba atrás. La demora casi le cuesta la vida: “En aquel día, a la dama la tormenta la alcanzó; Bau, como si fuera una mortal la tormenta la alcanzó“. En Ur, sabemos por las lamentaciones, una de las cuales la compuso la misma Ningal, que Nannar y Ningal se negaban a creer que el fin de Ur era irrevocable. Nannar le dirigió una larga y emocionada súplica a su padre Enlil, en busca de soluciones para evitar la calamidad. Pero «Enlil le respondió a su hijo Sin» que no se podía cambiar el destino. Ningal recuerda en su largo poema, «la tormenta seguía avanzando, con su maligno ulular sometiéndolo todo». Era de día cuando el Viento Maligno llegó hasta Ur; «aunque de aquel día aún tiemblo», escribió Ningal, «del fétido olor de aquel día no huimos». Cuando llegó la noche, «un amargo lamento se elevó» en Ur. Sin embargo, el dios y la diosa se quedaron; «del horror de aquella noche no huimos», afirmaba la diosa. Después, la aflicción llegaría al gran zigurat de Ur, y Ningal se daría cuenta de que Nannar «se había visto sorprendido por la tormenta maligna».  Ningal y Nannar pasaron una noche de pesadilla, una noche que Ningal juraría no olvidar nunca. Pasaron la noche en la «casa termita» (se supone que un cámara subterránea) dentro del zigurat. Fue al día siguiente, cuando «la tormenta se había ido de la ciudad», que «Ningal, con el fin de salir de su ciudad se puso precipitadamente un vestido», y junto con el afectado Nannar salieron de la ciudad que tanto amaban. Mientras partían, vieron la muerte y la desolación: «la gente, como fragmentos de cerámica, llenaba las calles de la ciudad; en sus nobles puertas, allí donde iban a pasear, había cadáveres por todas partes; en sus bulevares, donde se celebraban las fiestas, yacían esparcidos; en sus plazas, donde tenían lugar las festividades de la tierra, la gente yacía amontonada». Los muertos no eran enterrados: «los cadáveres, como manteca bajo el sol, se derretían por sí mismos».

Después, Ningal elevaría su gran lamentación por Ur, la que fuera majestuosa ciudad, capital de Sumer, capital de un imperio: “Oh, casa de Sin en Ur, amarga es tu desolación. ¡Oh, Ningal, cuya tierra ha perecido, haz tu corazón como agua! La ciudad se ha convertido en una ciudad extraña, ¿cómo se puede existir ahora? La casa se ha convertido en casa de lágrimas, hace mi corazón como agua. Ur y sus templos han sido entregados al viento“. Todo el sur de Mesopotamia había quedado afectado; el suelo y las aguas envenenados por el Viento Maligno: «En las riberas del Tigris y el Eufrates, sólo crecían plantas enfermizas. En los pantanos crecían juncos enfermizos que se pudrían en el hedor. En los huertos y en los jardines no había brotes nuevos, y pronto quedaron yermos. Los campos cultivados ya no se araban, ni semillas se plantaban en el suelo, ni canciones resonaban en los campos».  En el campo, los animales también se vieron afectados: «En la estepa, quedó poco ganado grande y pequeño, todas las criaturas vivas llegaron a su fin». Los animales domesticados también fueron aniquilados: «Los rediles se han entregado al viento. El ronroneo del giro de la mantequera ya no resuena en el redil. Los corrales ya no dan manteca ni queso. Ninurta ha dejado a Sumer sin leche. La tormenta aplastó la tierra, lo barrió todo; rugía como un gran viento sobre la tierra, nadie podía escapar; asolando las ciudades, asolando las casas. Nadie recorre las calzadas, nadie busca los caminos». La desolación de Sumer era completa. La desaparición de la ciudad de Mohenjo Daro, en el actual Pakistan, hace más de 4000 años, pudiera estar relacionada con estos relatos. Según parece, sobre esa ciudad se produjo un resplandor deslumbrante, una gigantesca explosión con una luz totalmente cegadora y que hizo hervir los mares cercanos a esta ciudad costera. Las ruinas de Mohenjo Daro han sido estudiadas por especialistas que no se explican cómo pudieron ser destruidos de un modo tan devastador todos los edificios en un área de más de un kilómetro de diámetro. Además hay el tema de la radiación existente en la zona y la posición de todos los esqueletos encontrados entre las ruinas y por las calles. La conclusión es que una antigua ciudad, densamente poblada, fue destruida instantáneamente, unos 2000 años antes de Cristo, por una increíble explosión que sólo pudo haber sido causada por una bomba nuclear. Ésa es la conclusión de un investigador británico, David Davenport, que se pasó 12 años estudiando las antiguas escrituras hindúes y las evidencias en la zona. Lo que se encontró en el sitio de Mohenjo Daro corresponde exactamente a lo encontrado en Nagasaki, declaró Davenport, quien publicó sus sorprendentes resultados en un libro Destrucción Atómica en el 2000 a.C.

En Mohenjo Daro había un epicentro de unos 46 km. de ancho, donde todo fue cristalizado, fundido o derretido, dijo Davenport. A 55 km. del centro los ladrillos están fundidos en un lado, indicando una explosión. El horrible y misterioso evento de hace unos 4.000 años, que derribó Mohenjo Daro, fue descrito en el Mahábhárata, como ya hemos indicado. Se hablaba de “humo blanco caliente, que era mil veces más luminoso que el sol, que subió en brillo infinito y redujo la ciudad a cenizas. El agua hirvió, caballos y carrozas de guerra fueron quemados, los cadáveres de los caídos fueron mutilados por el terrible calor, tanto que ya no parecían como seres humanos“. La descripción concluye: “Era una vista terrible de ver, nunca antes hemos visto un arma tan terrible“. Basado en sus estudios de manuscritos antiguos, Davenport cree que el fin de Mohenjo Daro estaba vinculado a un estado de guerra entre los arios y los mongoles. Los arios controlaban regiones donde alienígenas espaciales extraían minerales y explotaban otros recursos naturales. Debido a que era una ciudad mongol, los alienígenas habían estado de acuerdo en destruir Mohenjo Daro en nombre de los arios. Los alienígenas necesitaban la amistad de los reyes arios para poder continuar con su búsqueda e investigación, explicó Davenport. Los textos nos dicen que a los habitantes de Mohenjo Daro les dieron siete días para evacuar, una clara advertencia que todo iba a ser destruido. Obviamente, algunas personas no consideraron la advertencia, porque en 1927 fueron encontrados 44 esqueletos humanos allí, sólo unos años después de que la ciudad fuese descubierta. Todos los esqueletos estaban estirados en el suelo. Por ejemplo, se encontraron un padre, madre y niño en la calle, con la cara hacia el suelo, todavía sosteniéndose las manos. Los textos antiguos se refieren repetidamente a los Vimanas, o carros volantes. La intrigante teoría de Davenport ha sido recibida con gran interés. El investigador William Sturm dijo: “La fusión de ladrillos en Mohenjo Daro no podría haber sido causada por un fuego normal“. El Profesor Antonio Castellani, ingeniero espacial en Roma, agregó: “Es posible que lo que pasó en Mohenjo Daro no fuera un fenómeno natural“. Después de todo lo indicado, podemos concluir que la bíblica destrucción de “fuego y azufre” de Sodoma, Gomorra y las otras malvadas ciudades de la llanura fue causado por las armas nucleares de los “dioses” en el 2024 a.C.. Un ataque nuclear simultáneo destruyó el centro espacial en el Sinaí dejando una cicatriz geológica y rocas ennegrecidas que aún se pueden ver hoy en día. El polvo nuclear radiactivo puso fin a la civilización sumeria. La maldad de Sodoma y Gomorra fue un cambio en la lealtad a otro dios, Marduk. Las armas nucleares fueron utilizadas contra el centro espacial para evitar su captura por parte de Marduk. Los antecedentes de estos eventos era la ambición de Marduk por asumir el poder en la ciudad de Babilonia. Abraham actuó como un colaborador  para su dios, por lo que fue recompensado con el bíblico pacto que prometía prosperidad para su linaje.

Fuentes:

  • Zecharia Sitchin – La guerra de los dioses y los hombres
  • Erich von Däniken – Profeta del Pasado
  • Ricardo González – El Destino de la Humanidad
  • Louis Pauwels & Jacques Bergier – La Rebelión de los Brujos
  • Louis Pauwels & Jacques Bergier – El Retorno de los Brujos
  • Javier Sierra – En busca de la Edad de Oro
  • Santiago Martinez Concha – La Conexión Atlante
  • J.J. Benítez – Los Astronautas de Yavé
  • La Biblia: Antiguo Testamento
  • David Davenport – Destrucción Atómica en el 2000 a.C.

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