Om: el sonido y la palabra

Las Upanishad, la palabra pronunciada

En el prólogo a su edición de las Upanishad, Raimon Panikkar afirmaba que esta obra es “uno de los documentos sapienciales más antiguos y profundos de la humanidad”[1], quizá porque según la tradición védica, se trata de un texto apauruseya, “sin hombre” es decir, son unas palabras primordiales que fueron transmitidas a la humanidad en su origen. Por eso, las Upanishad, al igual que todas las Escrituras sagradas, no proponen al lector un mundo mejor sino que describen otro mundo, no se refieren a este mundo ni intentan mejorarlo, dan a conocer otro mundo, el mundo por venir y esto es algo que vale la pena recordar en una sociedad como la nuestra en la que la ganancia inmediata es lo que más prima.

Las Upanishad, al igual que todas las Escrituras sagradas, no proponen al lector un mundo mejor sino que describen otro mundo

Upa ni-shad significa “sentarse más bajo que otro para escuchar respetuosamente sus enseñanzas”. Se trata de una serie de textos escritos en los siglos VII y V aC que contienen las enseñanzas básicas del vedanta, el último estudio de los Veda. Siguiendo esta tradición su lectura no debería ser ligera ni apresurada y sus palabras leídas con calma y atención y, si pudiera ser, en voz alta, saboreando su sonido, mesurando su peso, o, como aparece escrito en el Rig Veda, acogiendo la palabra amorosamente, pues ella es la propia esencia del ser humano, su complemento:

Algunos no ven la Palabra, aunque la miren;

otros, aunque la oyen, no la escuchan.

Pero a algunos se les entrega

Como una amorosa y elegante esposa se entrega a su hombre. (RV x. 71, 4)[2]

De la palabra y, sobre todo, de la palabra dicha trata la primera chanda, o estrofa de la Chandogya Upanishad, que se abre con una explicación sobre la sílaba OM, un sonido que vibra y se expande como el principio de la manifestación universal que, potencialmente, contiene las formas de toda la realidad. Su pronunciación en voz alta, o su canto, es la esencia de las esencias, lo que permite que palabra y aliento se unan y multipliquen la creación:

Om, esta sílaba es el udgitha (el canto en voz alta) sobre el que se debe meditar. Om es el comienzo del canto. Su explicación: La tierra es la esencia de estos seres. El agua es la esencia de la tierra. Las plantas son la esencia del agua. La esencia de las plantas es el hombre. La esencia del hombre es la palabra. La esencia de la palabra es el himno (rc).La esencia del himno es el canto (saman). La esencia del canto es udgitha. Esta es la esencia de las esencias, la más alta, la suprema, la octava, el udgitha… La palabra es el himno (rc), el aliento es el canto (saman). La sílaba om es eludgitha. En verdad, la palabra y el aliento son una pareja. Esta pareja está unida en la sílaba om[3]

En otra chanda, la número cuatro, también se habla de la grandeza de la sílaba OM y de lo importante que es su pronunciación, su sonido, pues así como los dioses se refugiaron  en él y  vencieron a la muerte, de igual modo quien penetre en el sonido al pronunciar esta sílaba se volverá inmortal. Este es el texto que lo explica:

 Los dioses se refugiaron  en el sonido para vencer  a la muerte, de igual modo quien penetre en el sonido al pronunciar esta sílaba se volverá inmortal.

Se debe meditar sobre la sílaba om, el udgitha: por ella comienza el canto. Su explicación: En verdad, cuando los dioses temían a la muerte, se refugiaron en el triple conocimiento. Se cubrieron (acchandayan) con estrofas. Debido a ello las estrofas se llaman chandas. La muerte los vio allí. Como un pez en el agua, así los vio en los versos, las melodías y las fórmulas del sacrificio. Ellos, al saberlo, se elevaron sobre los versos, las melodías y los encantamientos y entraron en el sonido. En verdad, cuando se aprende el himno, se pronuncia om y del mismo modo con las melodías y los encantamientos. Esta sílaba es el sonido, la inmortalidad, lo que no teme. Entrando allí los dioses se volvieron inmortales, sin miedo. Quien sabiendo esto pronuncia la sílaba, penetra en el sonido, lo inmortal, lo sin miedo, y entrando en él se vuelve inmortal, como los dioses inmortales.[4]

En las representaciones del dios Siva Nataraja aparece su mano derecha superior sosteniendo un pequeño tambor para marcar el ritmo, según Heinrich Zimmer este símbolo implica el sonido:

Esto implica sonido, vehículo de la palabra, transmisor de la revelación, de la tradición, del conjuro, la magia y la verdad divina. Además, el sonido se asocia en la India con el éter, el primero de los cinco elementos. El éter es la manifestación primera y más sutilmente penetrante de la sustancia divina. [5]

Los sonidos bija y la sílaba OM

En la tradición védica existen ciertos sonidos denominados bija, una palabra que se traduce como “sílaba semilla”, pues dichos sonidos contienen la esencia sonora de la divinidad que en ella reside y que al pronunciarla se manifiesta. Por eso, en los fragmentos de las Upanishad que hemos citado anteriormente aparece claramente la importancia de unir el himno con el canto, los vedas se cantan, y en ello reside su fuerza y su enseñanza: palabra y aliento unidos en uno. Entonces, quien pronuncia la sílaba y penetra en el sonido se vuelve uno con el dios que lo habita y deviene inmortal.

La sílaba OM se considera el bija mantra de brahman, lo absoluto, el origen de todo. Brahman sería la esencia de todo lo creado, “lo que no puede encerrarse en ninguna de las categorías propias de este mundo, pero que las fundamenta y abarca todas[6].

La sílaba OM se considera el bija mantra de brahman, lo absoluto, el origen de todo. 

En las Upanisads, una palabra que según Oscar Pujol podría traducirse por “la doctrina secreta[7] se afirma quebrahman es la esencia de todo, la Realidad de la realidad. A dicha afirmación se le añade otro concepto esencial y es que brahman es también atman, el sí mismo, la esencia en el ser humano, interior y exterior, macro y micro formando una misma unidad. Y, precisamente, la función del veda del conocimiento, complementario del vedade la acción, dedicado al ritual,  es “informar de la existencia de este brahman/atman, ya que en caso contrario no podríamos conocerlo de ninguna otra manera, pues ni percepción ni razón pueden dar cuenta de su existencia”. [8]

Así pues, el principio absoluto, conocido gracias a la sabiduría de las escrituras, de la palabra, se puede contemplar de dos maneras, de modo trascendental, origen y fin del universo, o como el principio esencial que anima a cada ser, o, en palabras de Oscar Pujol: “el alma del alma, el espíritu del alma que nos hace conscientes de nosotros mismos y del mundo que nos rodea”. [9] Evidentemente, es este conocimiento el que proporciona la liberación o como se ha dicho anteriormente, la inmortalidad.

El budismo y el mantra de seis sílabas

El budismo Mahayana se recogió esta antigua y fundamental tradición, y en particular respecto a la importancia de la unidad del sonido y la palabra, quizá por ello, el nombre de uno de los más importantesbodhisattvas, Avalokiteshvara, significa entre otras cosas: “quien ha percibido un sonido”. Avalokiteshvara es conocido también como el bodhisattva de la Gran Compasión, una compasión que nada tiene que ver con la idea moral que se tiene en Occidente, sino que se refiere a la voluntad de un ser iluminado por ayudar al despertar y a la iluminación de los demás seres humanos. Liberar a los seres de la ignorancia y contribuir a su despertar es la verdadera compasión y la razón de ser del bodhisattva.

En el budismo tibetano se relaciona a Avalokiteshvara, o Chenrezig, con el mantra de seis sílabas que comienza con la sílaba OM: OM MANI PADME HUM. Esta conexión entre Avalokiteshvara y el mantra ya aparece en elKarandavyuha Sūtra, uno de los primeros textos budistas que llegaron al Tíbet a finales del s. V. En dicho sūtra se dice que el sol y la luna nacen de los ojos de Avalokiteshvara, Siva de su frente, Brahma de sus hombros, Narayana de su corazón, Sarasvati de sus dientes, los vientos de su boca, la tierra de sus pies, el cielo de su estómago, etc., se trata, pues, del hombre perfecto, del hombre universal, en el que la divinidad o las divinidades pueden residir, y a través de quien pueden manifestarse.

El budismo tibetano se relaciona a Avalokiteshvara con el mantra de seis sílabas que comienza con la sílaba OM: OM MANI PADME HUM.

El sūtra describe las actividades de Avalokiteshvara en varios reinos y culmina con una descripción de cómo, siguiendo las instrucciones del Buda, el bodhisattva Sarvanīvaraṇaviṣkambhin obtiene de él la “semilla de la iluminación”, el “cuerpo puro de las formas perfectamente establecidas”; esta semilla es precisamente el mantra de las seis sílabas por ello Sarvanīvaraṇaviṣkambhin al comienzo solicita: “Dame las seis sílabas, las que no he obtenido. Sé mi protector, mi refugio… Sé una casa para el sin casa”. Sabe que las seis sílabas son la recitación de la más alta sabiduría y por ello insiste varias veces con la misma pregunta: “Bhagavat, ¿Cómo podemos obtener las seis sílabas?” Al final, desde el cielo una voz dice: “dale las seis sílabas”. Entonces, él miró hacia el cielo y vio allí a alguien que tenía el cuerpo blanco como la luna en otoño, una corona sobre sus cabellos y un hermoso loto en su mano que decía lo siguiente: “Avalokiteshvara ha dado permiso para que se le den las seis sílabas OMMANIPADMEHUM”.  Y tan pronto como se las dieron, la tierra se estremeció en las seis direcciones.

La sílaba semilla en la tradición occidental

Quisiéramos mostrar ahora cómo este conocimiento no resulta extraño a la tradición occidental, al contrario, pues en un versículo de El Mensaje Reencontrado encontramos una reminiscencia de esta enseñanza. Su autor, Louis Cattiaux, poseía una reedición del libro que Alexandra David-Néel escribió en 1930, en donde esta autora relataba las iniciaciones de los lamas tibetanos. En el ejemplar de Cattiaux de las Initiations lamaïques aparecen las anotaciones o subrayados que Cattiaux solía hacer en los libros que leía y algunas de ellas se refieren a la sílaba OM (o AUM). Un ejemplo de los subrayados sería el siguiente:

AUM puede significar las tres personas de la trinidad hindú, Brahma, Visnu y Shiva, o bien el brahman, “El único sin segundo” de la filosofía advaita vedanta. Es el símbolo del inexpresable Absoluto, la última palabra que puede ser pronunciada, después de la cual sólo resta el silencio.

Sri Sankaracharya dice que es “el soporte de la meditación” y en el Mandukyaupanishad, que AUM es el arco por medio del cual la “palabra” individual alcanza el “Esto” (tat) universal que no puede ser denominado ni ser ni no ser.

AUM, para los hindúes, es también el sonido creador que construye los mundos. Cuando el místico se vuelve capaz de escuchar al mismo tiempo los sonidos y las voces de todos los seres y de todas las cosas que existen y se mueven, percibe el AUM.

Este único AUM vibra también en las profundidades de su “yo” íntimo y aquél que sabe cómo pronunciarlo silenciosamente llega a la suprema liberación[10].

Como explica Raimon Arola en su obra titulada El Símbolo Renovado[11] demás de subrayar las palabras que acaban de aparecer, en el margen de la página Cattiaux escribe lo siguiente: “AUM, la totalidad misteriosa primera y última IOM”, y después “Fuego en el agua MOIOM / La joya en la luz MUAUM”.

MOIOM es un acróstico hermético que aparece dos veces en El Mensaje Reencontrado y que, si bien tiene varias interpretaciones, en general se lee como Mare Ocultum Igneum Opera Miraculum, que podría traducirse por: “El mar oculto, por el fuego opera milagros”. Por eso Cattiaux escribió lo siguiente en uno de los versículos de su obra: “fuera: Muerte. Orgullo. Ignorancia / dentro: Mare. Ocultum. Igneum” (IV, 24’) Cattiaux, además de recoger el acróstico hermético, juega con las sílabas IOM o AUM “la totalidad misteriosa y última” como escribe él mismo en el margen del libro de Alexandra David-Néel, una “sílaba semilla” que alberga la totalidad que se revela al pronunciarse. Éste es el sentido de otro versículo de El Mensaje Reencontrado que dice: “Aquél que modela la luz con su voz y la anima con su aliento es como Dios” (10, 63). Modelar la luz con la voz, con la palabra, y animarla con el aliento es la obra divina propuesta y enunciada en las Escrituras tanto de oriente como de occidente.

«Aquél que modela la luz con su voz y la anima con su aliento es como Dios”

Para finalizar añadiremos un comentario Cattiaux a este versículo que aparece en una de sus cartas y que se recoge en su Florilegio epistolar:

 “Aquél que modela la luz con su voz” es quien dispone de la luz concentrada y puede crear con Dios: cosa que puede parecer formidable e inimaginable, puesto que en tal caso es coadjutor de Dios.  De otro modo, y en un menor grado, es posible modelar la luz esparcida por resonancia, lo que se hace por los nombres secretos. Así, si descubres uno de los nombres secretos dados por Adán a los seres creados por Dios, puedes disponer de este ser o de esta cosa, a condición de enunciarlo como es debido…[12]

[1] Upanisads, Siruela, Madrid, 1997, p. 9.

[2] Op. cit., p. 15.

[3] Op. cit., p. 31.

[4] Op. cit., p. 36.

[5] Mitos y símbolos de la India, Siruela, Madrid, 1997, p. 148.

[6] O. Pujol, La ilusión fecunda, Pre-Textos, Valencia, 2015, p. 43.

[7] Ibidem.

[8] Op cit., p. 51.

[9] Op. cit., p. 52.

[10] Initiations lamaïques, Pygmalion, París, 1947. El subrayado es de Cattiaux.

[11] El Símbolo Renovado. A propósito de Louis Cattiaux, Herder, Barcelona, 2013, pp. 105 y 106.

[12] Florilegio epistolar. Reflejos de una búsqueda alquímica, Arola, Tarragona , 1999, p. 22.

‘Om’: el sonido y la palabra

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