Si tu felicidad depende de otros, entonces no es tuya

Si hay algo que nosotros solemos depositar en cualquier otro lugar, diferente a nosotros mismos, es nuestra felicidad. La colocamos en momentos, en circunstancias, en personas, en metas, en cosas y la hacemos depender de cualquier factor que nos resulta difícil controlar.

Al ceder el control de nuestra felicidad, declaramos que no nos pertenece, que nos ocurre casi que por casualidad, o peor aún, no nos ocurre porque los factores externos no logran acoplarse de la manera necesaria para ello.

Nuestra felicidad solo nos pertenece a nosotros, algunos la ven como una decisión, otros como algo más sublime que depende de la conexión que tengamos con nosotros mismos y la comprensión del proceso de la vida, partiendo del hecho de que “todo está bien tal y como está”. Al eliminar la frustración de no aceptar el momento presente, podemos ver con otros ojos absolutamente todo lo que nos ocurre.

Podemos alimentar nuestras creencias con una combinación de ambas teorías, haciendo que la felicidad esté allí disponible y podamos siempre escogerla, que esté dentro de nosotros y poco tenga que ver con algo externo.

Los seres humanos tenemos una necesidad de aceptación y de encaje por parte de otros seres que nos interesen, eso nos refuerza nuestro sistema social y los requerimientos básicos de interacción con el entorno. Es normal sentirnos bien al encajar, al ser queridos, al ser aceptados, también es normal sentirnos mal si somos rechazados, juzgados, criticados.

Sin embargo, lo que marca la diferencia en nosotros es tomar de forma útil la retroalimentación que nos da el entorno, para crecer como seres humanos, no para adaptarnos a lo que los demás quieren, más si eso de alguna forma choca con lo que en realidad somos. No debemos fingir algo que no somos, no debemos abandonar lo que queremos por complacer a otros y ninguna opinión acerca de nosotros debe ser más importante en relación a nuestros pasos, nuestras maneras, nuestras decisiones, que la propia.

Siempre habrá quien nos critique o quien pretenda que sus maneras son mejores que las nuestras, y puede que desde alguna perspectiva tenga razón, pero en cualquiera de los casos, nunca nuestra felicidad debe estar depositada en la opinión, en el amor, en la aceptación o en la presencia de alguien.

La felicidad está a nuestro alcance, dentro de cada uno de nosotros y la llave para acceder a ella siempre debe estar en nuestro poder, jamás en el llavero de alguien más.

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