EMINENTE MONJE BUDISTA EXPLICA CÓMO HA PODIDO LIDIAR CON EL DOLOR CRÓNICO


Bhikkhu Bodhi es uno de los más destacados estudiosos del buddhadharma, particularmente del budismo theravada. Nacido en Estados Unidos fue ordenado como monje en Sri Lanka, donde realizó estudios de Pali que le llevaron a ser el principal traductor de los sutras del Buda al inglés en los últimos 50 años, logrando traducir todos los sutras principales del canon Pali al inglés en miles de páginas de gran rigor.

Bhikkhu Bodhi ha logrado esto pese a que desde 1976 ha vivido con dolor crónico en la cabeza. Este problema no ha logrado erradicarse en más de 40 años, pese ha haber intentado las más diversas medicinas y terapias, pero, pese a que en ocasiones el dolor puede ser tanto que debe suspender toda actividad por varios días, esto no le ha impedido establecerse como un gran erudito del budismo theravada y cursar su propio sendero dentro del dharma (si bien señala que en ocasiones su práctica meditativa ha resentido este problema).

En un artículo en la revista  de budismo Lion’s Roar, el monje cuenta su experiencia con el dolor y cómo éste le ha provisto una importante enseñanza. Bodhi señala que es importante distinguir entre el dolor físico y la reacción mental, las cuales son dos cosas diferentes, si bien están relacionadas. Es posible para la mente tomar una postura de observación no involucrada cuando el cuerpo siente dolor. Según Bodhi esta es la base de crecimiento, la posibilidad de transformar el sufrimiento, la naturaleza de sufrimiento que se experimenta, en sabiduría, reconociendo su impermanencia. 

Bodhi señala que el Buda compara esta situación con la de una persona herida por una flecha. Si se le añade dolor mental (odio, depresión, avidez, autoconmiseración, etc.) al dolor físico, entonces es equivalente a ser herido por una segunda flecha. Es posible, sin embargo, detenerse en la primera flecha. Esto se logra llamando al dolor por su nombre. Es decir simplemente una sensación que surge en el cuerpo, finalmente impermanente. Bodhi señala que, como budista, él debe de confiar en el karma y en la causalidad del mundo. El dolor presente es el resultado de estados mentales pasados de poca integridad. Lo cual no significa que uno deba resignarse y dejar de intentar curarse. Pues es posible que las causas del dolor puedan ubicarse en acciones o sucesos cercanos en el tiempo y asimismo puedan eliminarse de manera más sucinta. En otras palabras, es posible que no obedezcan a la fruición de karma más profundo. Sin embargo es posible que si tengan que ver con acciones que no pueden ser disueltas más que experimentándolas en esta vida sin reaccionar a ellas con más aflicciones mentales. En otras palabras es necesario dejar que corran su curso y lleguen a su desenlace. 

Bodhi señala que el dolor crónico puede tomarse positivamente como un aliciente para desarrollar «paciencia, determinación, valentía, ecuanimidad y compasión.» El monje explica este proceso de aprendizaje y cultivo de virtud en el dolor:

Por momentos, cuando el dolor casi me ha incapacitado, he estado tentado a abandonar toda responsabilidad y simplemente someterme a pasivamente a este destino. Pero he descubierto que si uno logra dejar de lado las preocupaciones conectadas con el dolor y simplemente soportarlo pacientemente, eventualmente cede y se vuelve más tolerable. Desde este estado puedo tomar decisiones más realistas y funcionar efectivamente. 

Bodhi emplea técnicas contemplativas propias de la meditación vipassana para examinar el dolor. Así el dolor se observa como una serie de eventos impersonales que ocurren en el cuerpo a «niveles burdos y sutiles por la fuerza de las condiciones, como sensaciones con sus distintos tonos, texturas y sabores». Agrega que la fórmula más poderosa para lidiar con el dolor se encuentra en uno de los sutras donde el Buda dice «Cuáles sean las sensaciones que surjan -pasadas, presentes o futuras- todas las sensaciones no son mías, no yo, no mi sí mismo.» Esto es, utilizar la doctrina del anatman (ausencia de existencia intrínseca del sí mismo) para no identificarse con el dolor. Independientemente de esta profunda doctrina, cualquiera puede notar simplemente que su dolor no lo define, no es igual a lo que el o ella es. Desde esta distancia puede aspirar a una mayor salud e incluso dar a luz una capacidad de disfrutar la existencia sin aferrarse a ella, quizá experimentándola como un evento estético, como si fuera un sueño o una película. Después de todo el dolor que parece ser una maldición, algo que estropea la vida, puede ser la más grande bendición y perfilarse como el camino de la liberación.

 

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