El antídoto al apego a las experiencias de esta vida (y al sufrimiento que implica el apego)

La principal enseñanza del budismo se suele resumir en las «tres marcas de la existencia»: la impermanencia, la ausencia de yo y el sufrimiento (inherente a la existencia condicionada). Aunque el sufrimiento es la «primera verdad de los nobles», la primera enseñanza budista según la tradición y la ausencia de yo (anātman) suele ser considerada la gran innovación del Buda, en realidad la enseñanza fundamental, la que comprende todas las demás, como un núcleo del cual todo lo demás se desdobla, es la impermanencia. Famosamente, según se narra en el Mahāpariibbāṇa sutta, las últimas palabras del Buda fueron:

Oh monjes los exhorto: todas las cosas compuestas son impermanentes, practiquen con diligencia.

El pali original admite otras tradiciones (una más literal: «todas las cosas compuestas están sujetas a la decadencia»), pero la idea es la misma. Lo importante aquí es notar que en la enseñanza de la impermanencia está sintetizado todo el camino budista hacia el despertar y la extinción del sufrimiento (nirvāṇa). Esto es así puesto que la impermanencia implica la inexistencia de un sí mismo absoluto (Dios, ātman, etc) y es, obviamente, por el hecho de que todas las cosas son impermanentes que el mundo es sufrimiento. Esta misma impermanencia contiene en germen también la enseñanza de la vacuidad (śūnyatā), puesto que una cosa impermanente no puede tener sustancia, es decir, no es algo que subsiste por sí mismo, es necesariamente interdependiente, es un compuesto de diversos factores en relación. Algo permanente, como mostró Nāgārjuna, no puede tener causas o causar algo, sólo algo impermanente puede existir dentro de la red de la causalidad. La causalidad implica cambios y por lo tanto refuta la permanencia. Al analizar la naturaleza compuesta e impermanente de las cosas y notar que no son independientes, que carecen de sustancia, se establece la vacuidad.

Ahora bien, la enseñanza de la impermanencia tiene también un cariz mucho más práctico, menos ontológico, y es por eso que la mayoría de las escuelas budistas inician sus enseñanzas meditando sobre la impermanencia de todos los fenómenos. Meditar sobre la impermanencia es considerado el antídoto al apego. El apego siendo la fuente del sufrimiento y del surgimiento del error conceptual de un yo estable, absoluto y separado de las cosas que perpetúa la existencia basada en el sufrimiento. 

A continuación unos versos muy sencillos de El precioso ornamento de la liberación, en los que Gampopa (el principal alumno del famoso yogui tibetano Milarepa) parafrasea al Buda, y los cuales, me parece, vienen muy à propos para ilustrar el punto expuesto aquí y, más aún, como un antídoto al sufrimiento que genera el apego y la resistencia al cambio que caracteriza al Zeitgeist contemporáneo:

La primera enseñanza es que meditar en la impermanencia es el antídoto al apego a las experiencias de esta vida.
དེ་ལ་དང་པོ་ཚེ་འདིའི་་སྤྱོད་ཡུལ་ལ་ཆགས་པའི་གཉེན་པོ་མི་རྟག་པ་བསྒོམ་པ་མཤད་པར་བྱ་བསྟེ༐་
བསགས་པའི་ཐ་མ་ནི་འཛད་༐
de la dang po ‘di spyod yul la chags pa’ gnyen po mi rtag pa bgom pa bshad par bya

(¿Qué significa que todas las cosas son impermanentes? Lo siguiente:)

[…] Todo lo acumulado se dispersará.
བསགས་པའི་ཐ་མ་ནི་འཛད་༐
bsags pa’ tha ma ni ‘dzad

Todo lo construido se disgregará.
བསླང་བའི་ཐ་མ་ནི་འགྱེལ༐
bslang ba’ tha ma ni ‘gyel

Todo lo que está unido se separará.
འཕྲད་པའི་ཐ་མ་ནི་བྲལ་’
phrad pa’i tha ma ni bral 

Todo lo que está vivo se morirá.
གསོན་པའི་ཐ་མ་འཆི་བ་ཡིན་ནོ་
gson pa’i tha ma ‘chi ba yin no

Esta es la motivación para la práctica, primero notar la realidad -esencialmente deficiente- de la existencia cíclica o saṃsāra. Esto genera renuncia. Con renuncia se quiere decir desapego, no una actitud de evasión sino de estar presente sin aferrarse a los objetos, estar en el mundo pero no ser del mundo, por usar una frase cristiana. Esto es importante pues al aferrarse a los objetos bajo la falsa creencia de que pueden generar felicidad duradera, se hace imposible eliminar el sufrimiento. El apego es además la raíz del egoísmo y de una  actitud utilitaria que impide una auténtica relación. En la tradición del budismo mahāyāna se cree que se puede estar en el mundo libre del sufrimiento que implica la impermanencia justamente si se logra, a través del cultivo de una sabiduría no conceptual (prajñānirvikalpa jñāna), el desapego en su nivel más básico, es decir, al nivel de la percepción. Este modo de existir, que es fundamentalmente un modo de cognición, de sostener las apariencias sin hacer un juicio ontológico, es espontaneidad pura, la fuente misma de la compasión (interesantemente en tibetano la palabra para compasión, thugs-rje, puede significar también resonancia). Es entonces que se descubre, según algunos textos, particularmente de la escuela Yogācāra, que existe algo libre de vicisitud y cambio, la luminosidad de la mente o autocognitividad luminosa (tib. od gsal, sans. prabhāsvara). Esto en términos de la fenomenología se conoce como la reflexividad o conciencia reflexiva (no confundirse con reflexión), la cual para los «fenomenólogos» budistas no implica un sujeto o un objeto o una intencionalidad, sino la pura cualidad de la experiencia: su luminosidad. Todo lo que existe no es más que esta pura claridad cognitiva, la cual puede reconocerse como lo que es y desvelar en ese instante la budeidad intrínseca, el cuerpo puro del dharma o, al malinterpretarse como una «cosa», sustancialmente existente, generar el oceánico laberinto del saṃsāra.

https://pijamasurf.com/2020/04/el_antidoto_al_apego_a_las_experiencias_de_esta_vida_y_al_sufrimiento_que_implica_el_apego/

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