La expansión del coronavirus depende del estilo de vida

Imagen de Jeyaratnam Caniceus en Pixabay

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Una serie de variables que caracterizan la organización y el estilo de vida de un país (desde el número de visitantes que recibe, a su consumo eléctrico o sus emisiones de CO2), predicen el número total de contagiados y de muertos por Covid-19 que va a tener ese país con mucha más exactitud que otras variables, como el desarrollo de su sanidad o su nivel de riqueza y progreso.

Esta es la conclusión de una investigación desarrollada por científicos de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y publicada en la sección de COVID-19 SARS-CoV-2 preprints de MedRxiv: analiza qué variables pueden predecir mejor el número de infecciones y muertes en todo el mundo por SARS-CoV-2.

Los autores estudian docenas de variables en 50 países diferentes, desde los indicadores generales del país (área, superficie, porcentaje de población urbana…), a sus parámetros demográficos (tasa de nacimiento, esperanza de vida, población mayor de 65 años…), sus estimadores económicos (tasa de inflación, tasa de paro…), su gasto en I+D y en educación, sus indicadores de salud (camas de hospital por habitante, médicos por habitante…), su consumo eléctrico, sus índices de contaminación ambiental (emisiones de CO2, oxido nitroso, metano…), etc.

Además, analizaron cómo la eficacia de estas variables predictivas varía con el tiempo: hay análisis independientes para los meses de marzo, abril y mayo de 2020 (y los autores pretenden seguir su estudio durante los meses siguientes).

El principal problema es que, cuando el SARS-CoV-2 empezó su expansión por el mundo, había una absoluta falta de conocimientos: era un nuevo virus del que no se sabía nada.

Muchos asumieron que se comportaría como el virus de la gripe. Otros que lo haría de forma similar a otros coronavirus anteriores (SARS-CoV-1 o MERS). Pero, en realidad no había conocimientos suficientes para saberlo.

Nadie sabía cómo acertar

Muchos países -por ejemplo, España- se fiaron de la supuesta robustez de su sistema sanitario. Recordemos que al principio de la pandemia de la Covid-19, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias previó que el SARS-CoV-2 tendría “poco efecto en España” pues teníamos “la mejor sanidad del mundo”.

No sirvió de nada: Al principio de desatarse la pandemia, el número de muertos de cada país tan solo dependió del número de contagiados que tenía ese país. Daba igual que tuviesen una sanidad extraordinaria o que su sanidad fuera endeble. Poco importó que tuviesen muchos o pocos médicos por habitante y muchas o pocas camas hospitalarias.

Al inicio de la pandemia, tanto lo países con una sanidad excelente como los países con una sanidad deficiente mostraron un comportamiento prácticamente idéntico: en todos ellos se moría el mismo porcentaje de infectados.

Este resultado era de esperar: Como no se sabía nada del virus, no había vacuna ni fármacos eficaces y se desconocían los protocolos de tratamiento: los grandes recursos sanitarios todavía servían de poco.

En esos momentos, la clave estaba en impedir que la gente se contagiase.

Y en el número de contagios, la organización de los distintos países resultó esencial: en aquellos que recibían un mayor número turistas y viajeros (casos de Italia, España, Francia, Estados Unidos…) se desató la catástrofe.

Y eso que en las fechas en las que se inició la pandemia no era temporada alta (lo que hubiese tenido un resultado desolador). Pero el que un país esté más o menos volcado en el turismo condiciona su estilo de vida:  un estilo de vida que resulta fatal en la expansión de las pandemias.

La prevención inicial es esencial

A los países que adoptaron, cuanto antes, estas estrategias preventivas controlando rigurosamente las fronteras y manteniendo, de una forma u otra, un riguroso aislamiento social, les fue muy bien, con independencia de su grado de desarrollo.

Países desarrollados como Taiwán o Nueva Zelanda, que primaron las medidas preventivas, acertaron. Países ricos como Suecia, que confiando en su sistema sanitario relajaron la prevención, se equivocaron (y recientemente sus responsables lo reconocieron).

Se dio la paradoja de que países como Vietnam (una nación pobre, con una elevada población -95 millones de habitantes-, una sanidad precaria y 1400 kilómetros de frontera con China) apenas resultó afectado por el coronavirus (a finales de abril aún no había tenido ni un solo muerto por Covid-19). Uruguay, que adoptó pronto medidas de confinamiento, no tuvo que enfrentarse a la catástrofe sanitaria de su vecino Brasil.

También la contaminación influye

Además, otra serie de variables permiten predecir con gran exactitud las cifras de muertes y contagios por Covid-19: Entre ellas destacan las emisiones de CO2 y de óxido nitroso a la atmósfera.

En la gran mayoría de los casos, basta conocer si un país tiene muchas emisiones de estos gases contaminantes para acertar con el número de contagiados y muertos por Covid-19 que ha tenido.

Sin embargo, esto no quiere decir que sean causa y efecto: que haya más CO2 atmosférico no necesariamente significa que el CO2 favorezca los contagios por SARS-CoV-2. Lo que significa es que los países que liberan más CO2 tienen mayor número de contagiados y de muertos por Covid-19 (y mientras más CO2 liberan, tienen más contagiados).

Probablemente tenga que ver con su estilo de vida: buena parte del CO2 y del oxido nitroso liberados a la atmósfera provienen del transporte (en buena parte de los automóviles y los aviones).

Otras variables indirectamente relacionadas con la contaminación, como el consumo eléctrico, también presentan una correlación significativa con el número de muertos por Covid-19. Y con ellas ocurre lo mismo: solo son variables predictivas, no causa y efecto.

Imagen de Mircea Iancu en Pixabay

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Cambio global, más pandemias

El cambio global está acelerando las pandemias que asolan a la humanidad.

Tan solo en lo que va de siglo la humanidad padeció epidemias y pandemias como el SARS (2002-2004), la Gripe A (2009-2010), el MERS (2012), el Chikunguña (2013-2014), el Ébola (2014, 2018), el Zika (2015-2016), el Cólera (2016-2017) y el Dengue (año 2019).

Seguimos con una elevada tasa de SIDA, y gracias a los antivacunas se están produciendo rebrotes preocupantes de enfermedades que se creían erradicadas como el Sarampión, la Polio o la Difteria. Buena parte de ellas son zoonóticas (tienen un origen en los animales salvajes tal y como ocurrió con el SARS-CoV-2).

Vendrán más pandemias. No tardarán mucho. Y serán peores que la del Covid-19, concluyen los investigadores.

Por eso, cada vez se piensa más en el concepto de One Health (Una Salud). Nuestra salud y nuestro bienestar se basa en tres pilares fundamentales: la salud de los ecosistemas, la salud de los animales (salvajes y domésticos) y la salud humana. Tenemos que cuidar estas tres patas.

Estilo de vida insostenible

La gestión de la salud de los animales puede enseñarnos mucho acerca de la gestión de las pandemias humanas.

Hay muchos más animales de abasto que seres humanos. Viven muchísimo más hacinados. Están sometidos a muchas más pandemias potenciales que las personas.

Y, por razones económicas, no se puede gastar mucho dinero en el tratamiento de pandemias. Por eso la gestión veterinaria de las pandemias se basa en la prevención y en tomar medidas de aislamiento inmediato.

Unas medidas que hubiesen funcionado excelentemente impidiendo que la Covid-19 llegase a ser una pandemia mundial, concluyen los investigadores.

Referencia

What variables can better predict the number of infections and deaths worldwide by SARS-CoV-2? Variation through time. García de Alcañíz J; Romero-López J; Martínez-Esteban R; López-Rodas V. and Costas E. MedRxiv. June 5, 2020. DOI:https://doi.org/10.1101/2020.06.04.20122176

https://www.tendencias21.net/La-expansion-del-coronavirus-depende-del-estilo-de-vida_a45924.html

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