Pasada la pandemia: hacia un nuevo humanismo


Ante un peligro extremo, la manada se une. ¿Hará eso la humanidad? Estamos en un momento crucial y se hace más necesario que nunca reflexionar sobre nosotros mismos. Damos la voz a los filósofos para que nos guíen en tiempos difíciles. Por Fátima Uribarri/ Ilustración: Mekakushi

Hubo una época en la que la gente se hacía enterrar con los textos que amaba. Y alguien, en una ciudad del alto Egipto, en el siglo III después de Cristo, quiso ser arropado en su tumba con las palabras de un pensador griego que había vivido 800 años antes. Gracias a aquel lector enamorado de una idea conservamos hoy un papiro con un fragmento de Antifonte de Atenas.

Lo cuenta en sus conferencias Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED. Y cada vez que lo cuenta tiene que esforzarse para mantener a raya la emoción. Qué decía aquel papiro que conmovió tanto a aquel lector? «Todos somos los mismos, respiramos de la misma manera, tenemos la misma voluntad». Es una idea revolucionaria, el germen de la aspiración más noble del ser humano. la del universalismo. Antifonte venía a decir que estamos hechos de la misma carne mortal: griegos y bárbaros, libres y esclavos, hombres y mujeres… Ahí está prefigurada la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Nunca deberíamos olvidar, y menos ahora que un virus nos desintegra los pulmones sin hacer distinciones de nacionalidad o credo, que nuestra patria intelectual es la Grecia del siglo V antes de Cristo. Ese virus nos ha obligado a hacer un alto en el camino y a reconsiderar nuestra manera de estar en el mundo. Pero los europeos, en tiempos de crisis, tenemos la suerte de contar con un segundo pasaporte que nos garantiza el acceso a un santuario: el de nuestra ciudadanía ateniense.

Hemos recurrido a esa ciudadanía cada vez que nos toca superar un desastre. En el Renacimiento, que siguió a la peste negra. O tras la Segunda Guerra Mundial, una experiencia pandémica de la destrucción, oficiada por las políticas totalitarias y la tecnología. El humanismo, entendido como una reivindicación del ser humano, con su fragilidad y su grandeza, nos ayudó entonces a salir del pozo. Hoy, muchas voces piden un nuevo humanismo, aunque menos ensimismado y egoísta, que tenga en cuenta que el ser humano no es el único habitante del planeta.

Amelia Valcárcel se acuerda bien de otra epidemia, la de la gripe asiática de 1957: ella misma se contagió. La respuesta fue muy diferente a la actual: «Se miraba a las epidemias como a las tormentas, pensando que ya pasarán. Como es algo que no podemos parar, no hacemos nada. Ahora, la actitud es nueva, global. Por primera vez, el planeta entero ha reaccionado intentando salvar la salud de todo el mundo. Hemos parado todos», subraya.

“Recurrimos a la técnica para salvarnos, pero la técnica sin ética es un pacto con el diablo”, alerta Amelia Valcárcel

¿Significa esto que por fin la humanidad se ha unido y surgirá el lazo de la fraternidad? ¡No tan rápido! Que un solo país haya acaparado la producción del primer fármaco efectivo contra la COVID-19 nos recuerda nuestras limitaciones. Recurrimos a la técnica para salvarnos, pero la técnica sin ética es un pacto con el diablo, alerta Valcárcel. Y las maniobras para salir de la pandemia con el menor daño posible, en términos de salud y economía, nos recuerdan que hay algo más en juego. Estamos en un punto de inflexión. El momento de la verdad en la lucha entre diferentes cosmovisiones que se inició con la caída del Muro de Berlín en 1989.

Valcárcel señala la paradoja de que el universalismo no es, ni mucho menos, una visión compartida universalmente. Tampoco lo es la democracia. Los hindúes se organizan en castas. China lleva siglos siendo una autocracia y no tiene ningún interés en dejar de serlo, como demuestran el férreo control que ejerce sobre su población o la mano dura que acaba de imponer en Hong Kong. Y ambas potencias suman casi la mitad de la humanidad. «La tradición humanista es relativamente nueva y está en Occidente; Oriente no pertenece a esa tradición. Todos somos vulnerables y frágiles. Este momento puede servir para que China se comprometa con cosas muy básicas, como avisar de las pandemias en vez de ocultarlas; poner su moneda a cotizar o cambiar algunos de sus hábitos alimentarios. Porque China influye mucho: es el factor global que está haciendo que caigan los sueldos en el mundo».

Que está en juego la hegemonía política parece cada vez más claro. A largo plazo, el historiador Yuval Noah Harari no descarta «el surgimiento de un liderazgo colectivo y global». En el horizonte más inmediato, los expertos auguran pérdida de poder de Estados Unidos; crisis para Irán y los Emiratos Árabes por la bajada de precios del petróleo y un paso al frente de Rusia y China. Pero las tensiones geopolíticas no deberían impedir que se compartan los medios sanitarios, que la vacuna sea para todos… «Así como los países nacionalizan sectores claves durante la guerra, la batalla contra el coronavirus exige que humanicemos las cadenas de producción cruciales», afirma Harari. Otros opinan que la competencia y el individualismo prevalecerán. Continuaremos barriendo para casa. «El consumo se va a nacionalizar por una elección ética: los consumidores quieren ayudar a sus países», sostienen Hongwei He y Lloyd Harris.

Estamos en un punto de inflexión. El momento de la verdad en la lucha entre diferentes cosmovisiones: la heredera de la antigua Grecia y la oriental

Habrá que acostumbrarse a los vaivenes, a las reformas y contrarreformas… Porque los cambios sociales tienen flujos y reflujos. A principios del siglo XX, los hombres empezaron a sentirse inseguros porque las mujeres estudiaban y querían votar. «Los hombres reaccionaron con un restablecimiento agresivo de los viejos valores; nunca se habían visto en las calles tantos uniformes ni se habían librado tantos duelos», cuenta Philipp Blom. Otros advierten de que hay que ser muy cautos con medidas como la biovigilancia, que dinamitan los últimos baluartes de nuestra privacidad. «Las normas temporales tienen la desagradable costumbre de durar más que las emergencias, sobre todo si hay una nueva emergencia acechando en el horizonte», resume Harari.

Otra novedad con visos de durar es que llevaremos la oficina a cuestas. «El teletrabajo se quedará, por lo menos para algunas profesiones. Pero, como cualquier trabajo, si no lo hace alguien que es valioso, perderá valor», explica Valcárcel. El concepto mismo de casa como refugio ya es otro. La pandemia nos ha confinado, y con la limitación de nuestra movilidad estamos redescubriendo la cercanía: el barrio, las vacaciones sin salir del país… «Había un exceso de movimiento innecesario. En mi ámbito, por ejemplo, ¡cuántos congresos había que no servían para nada! Una buena parte de esas cosas eran prescindibles», reconoce el filósofo Josep Maria Esquirol, autor de La resistencia íntima (Acantilado).

¿Habrá también cambios éticos? Muchas grandes empresas han reaccionado con medidas ejemplares. bajadas de sueldo de los directivos; renuncia a los dividendos, reforzamiento de la inversión social… ¿Son gestos de cara a la galería? «Hemos aprendido tres cosas importantes -explica Antoni Ballabriga, director de Negocio Responsable del BBVA-. que las empresas deben invertir más en resiliencia, que tenemos que escuchar a la ciencia y que nos necesitamos todos. La prueba del algodón será que lo aprendido se integre en las estrategias empresariales», añade. «No vamos a hacer algo diferente a lo que hemos hecho siempre: somos una aseguradora, nos dedicamos a proteger, pero ahora haremos un esfuerzo extra. Tenemos que ayudar a los que se han quedado atrás», dice Pilar Suárez-Inclán, de Reale Seguros. «Las empresas tenemos el poder de ayudar a los que menos tienen. Con nuestros proyectos sociales contribuimos al desarrollo sostenible de las comunidades donde estamos presentes», agrega Lara de Mesa, de Banco Santander. El compromiso social de las grandes empresas aporta buenos beneficios, según los analistas He y Harris, que predicen prosperidad a quienes lo mantengan.

¿Y los ancianos? «No hacemos bien teniéndolos en residencias», se lamenta Valcárcel, que no es optimista sobre la capacidad de la pandemia para hacernos cambiar. «He salido a la calle y he visto que somos los mismos, pero con ‘bozal’». Y señala las tareas pendientes: «Hay una agenda global que no hemos abordado, que es el bienestar de todo el mundo, y que eso no signifique un terrible sufrimiento para los animales ni el agotamiento de los recursos». Vale la pena recordar que aquel papiro que nos sirvió de hoja de ruta fue desenterrado por los arqueólogos en un basurero. La vida siempre sorprende…

Un comentario en “Pasada la pandemia: hacia un nuevo humanismo

  1. Muy bonito…… si eres un adolescente.

    ¿ Humanismo universalista ? Venezuela y Cuba se ahogan por bloqueos económicos caprichosamente decretados por un pais y tácitamente aceptados por casi todos los demás. Haiti dá pena. De la mayoría de paises de África mejor ni hablamos. En algunos de ellos la gente muere por no tener fármacos que son habituales en Occidente. Se permiten dictaduras ( si son de amiguetes ), masacres, limpiezas étnicas, guerras tribales,……sin ningún problema y sin apenas darle publicidad.

    » …el bienestar de todo el mundo, y que eso no signifique un terrible sufrimiento para los animales ni el agotamiento de los recursos».

    Andamos preocupándonos por el sufrimiento animal y la ecología y millones de personas mueren de hambre, enfermedad curable y violencia a diario, y a nadie parece preocuparle. O somos terríblemente hipócritas, o sólo imbéciles.

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