La vida transcurre como un sueño

Un diálogo con Yolande Duran Extraído del libro: el silencio sana

El Silencio Sana

Busqué en mi corazón y ahí Le encontré.
Solo estaba ahí.
No soy cristiano ni judío;
persa ni musulmán.
No soy de Oriente ni de Occidente.
No provengo de la tierra ni del mar.
He dejado de lado la dualidad.
He visto que los dos mundos no son sino Uno.
Uno es lo que busco;
Uno es lo que conozco;
Uno es lo que veo;
Uno es a quien llama.

― Rumi

Aquí estamos reunidos, y ni vosotros ni yo tenemos la menor idea de qué vamos a hablar. A diferencia de muchos de vosotros, yo no tengo conocimientos, ni bagaje intelectual ―espiritual o metafísico―, pero creo en el poder del «silencio», de ese «silencio» que se apoderó de mi hace ya cinco años, ese «silencio» que es sabio y que toma las decisiones.

Estoy convencida de que una milésima de segundo vale tanto como todo el cúmulo de experiencias de toda una vida. En un instante, a la velocidad del rayo, se produjo un cambio radical: una desconexión y, de repente, percibí algo que, hasta entonces, desconocía por completo: sencillamente, descubrí el «silencio» en mi mente.

¿Silencio?
Me quedé profundamente estupefacta ante esa omnipresente claridad previa a todo lo demás. Empezó a tomar forma una presencia, un «silencio», siempre presente, siempre ahí y, por lo tanto, previo a todo lo demás: a mis pensamientos, a mis sentimientos, al mundo que percibo…
Desde aquel día de verano de hace cinco años, que fue cuando esta «cosa» ocupó el primer plano, todo lo demás, absolutamente todo lo que surge, surge en un segundo plano.

¿Esta «cosa»?
Sí, esta «cosa» que es previa a todo lo demás; que da a todo lo demás la oportunidad de ser lo que es.

¿Nos la puedes describir o ponerle un nombre?
Se le puede llamar «silencio», tranquilidad, presencia, amor… Se le pueden poner muchos nombres, pero no dejarán de ser meras palabras. Esta «cosa» está más allá de las palabras… Si tuviera que describirla, diría que es una sensación muy profunda, una convicción muy profunda.

Has dicho la palabra «desconexión ¿Desconexión de qué?
Se siguen viendo las mismas cosas, pero es como si hubiera algo que las ve, algo que ve lo que sucede dentro y fuera de mi y, al mismo tiempo, ve también un espacio que le resta toda credibilidad a lo que yo pensaba que yo era.
Es decir, sigo viendo lo mismo, pero sin identificarme con ello porque el «yo» se ha desconectado. Eso es el punto de partida de todo un proceso de aclaraciones. Al principio del todo, aunque ya no me identificara con los pensamientos, aunque ya no me los creyera, aunque ya no pensara que fueran reales, seguía creyendo en la existencia del cuerpo, de las cosas que podríamos describir como externas a «mí». Pero, cuanto más se incrementa el desapego, más aspectos desaparecen ―la personalidad, la individualidad, el cuerpo, el mundo de ahí afuera― hasta que, finalmente, ya no queda nada.
O sea, que podríamos decir que, al principio, se siente una estupefacción instantánea: de repente, todo se ve desde un punto de vista distinto. Después, se descubre la claridad y se va haciendo más y más clara de forma progresiva; la convicción va en aumento, la vida se vuelve cada vez más sencilla.

¿Hiciste algo, como preparación, para todo esto antes de que sucediera?
Nada de nada. Lógicamente, había tenido momentos de insatisfacción en la vida, igual que todo el mundo. A veces me preguntaba por qué siempre iba en aumento mi necesidad por las cosas ―más cosas que hacer, más emociones, más éxito, más amor―, pero quitando esa vaga sensación de insatisfacción, no, realmente no había hecho nada. No tenía creencias religiosas, ni fe; no había leído nada, ni había iniciado ninguna búsqueda espiritual: absolutamente ningún tipo de preparación. Y, de repente, se produjo ese profundo asombro.

¿Fue de repente?
Si, espontáneamente: un silencio, una claridad que me mostraban que no iban por ahí las cosas: que no soy todo eso que yo creía ser.
Lógicamente, después, esa claridad evoluciona.

Y ¿cómo sucedió?
Estaba en el salón de mi casa y vi un «silencio» en la cabeza. Me quedé tan sorprendida, que me puse a observarlo. Me sentía ligera, muy a gusto. ¡Desde luego, era una experiencia deliciosa!

¿ Y cuál fue tu primera impresión al pasarte eso?
Lo primero fue descubrir lo precioso que era ese «silencio» que me llenaba toda la cabeza, todo el espacio; y eso dio paso a la intensidad, a percibir un cuerpo y un espacio más expansivos que este cuerpo que estaba vivo, que se movía constantemente.

Yo también tengo momentos así, momentos de silencio, de paz, pero después se van y la vida vuelve a la normalidad. Entonces, me inunda una nostalgia de esos momentos. Y tú ¿no tienes esos momentos de nostalgia, entonces?
Pues… ¿Nostalgia de qué?

(Todos se echan a reír).

¿Has sentido cambios a nivel físico?
Se nota que la sensibilidad se agudiza por si misma. Se produce una percepción de las cosas realmente extraordinaria, más intensa. Las sensaciones se renuevan a cada minuto, a cada instante.

¿Queda algo de emotividad?
Está en un segundo plano. No se parece en nada a lo de antes. El espacio en que aparece, la desconexión que produce esta «cosa» implica que las emociones son incapaces de dominarte.

Y ¿los pensamientos?
Todo el rato está el «silencio» y en él aparecen pensamientos.

¿Qué quieres decir cuando hablas de «claridad»?
Una sensación muy profunda, una convicción. Es un sentimiento, una sensación que ve todo aquello que yo creía ser y que me muestra que no soy nada de todo eso.

Y el mundo ¿cómo lo ves?
Como si ya no me preocupara. Veo el mundo en un segundo plano. Soy feliz viendo cómo pasa la vida por delante, como si fuera un sueño.

Y ¿la muerte?
Está en un segundo plano. La muerte no existe. No es real ―para mí―.

¿Mantienes una identidad?
Soy alguien que está feliz de contemplar el sueño que está viviendo. No sé quién soy.

¿Sigue teniendo algún sentido el «yo» para ti?
No lo sé.

¿Sientes gratitud?
Sí, un agradecimiento constante.

¿Cómo tomas decisiones o escoges cosas?
El fluir natural es el que escoge. Yo ya no necesito pensar porque todo sucede por sí mismo: y lo que sucede, sucede tal y como tiene que suceder. Al principio, intentaba pensar, hacer planes, igual que antes, pero me resultaba imposible. Era como si se expandiera el «silencio», como si me llenara la cabeza por dentro y me la hiciese callar. Ahora, tengo una confianza total en el «silencio».

Y ¿la fuerza de voluntad?
No tengo ninguna voluntad personal.

¡Debes sentirte súper descansada!
Como si me hubiera deshecho de mi equipaje. Lo único que queda es permitir que las cosas sucedan: hay una confianza total, te abandonas a «eso» por completo. Hace cinco años que lo observo y todo ha salido tan bien que la confianza es total.

Y ¿ha cambiado tu punto de vista práctico sobre la vida: tu trabajo, tu vida social?
Al principio, durante un par de años más o menos, visto desde fuera, yo estaba muy tranquila y podía contemplar lo que me sucedía. No trabajaba. Contemplaba, escuchaba en mi interior el movimiento que producía esta «cosa». Ahora, desde hace unos meses, estoy ayudando a una amiga en su restaurante y, exteriormente, hay mucha actividad, incluso mucho ajetreo, pero por dentro permanece la misma tranquilidad. Regresar a la actividad de la vida me ha permitido darme cuenta de que no hay nada que me pueda sacar de esta tranquilidad; de que todo sigue igual, igual que siempre, en un segundo plano comparado con esta tranquilidad.

¿Cómo vives tus emociones? ¿Sigues teniendo sentimientos?
Digamos que las experimento a tope. Al verlas venir, al sentir este desapego que me permite sentirlo todo sin identificarme con nada: todo eso le permite a uno experimentarlas de principio a fin, en toda su plenitud; después, se marchan.

¿El miedo también?
Puede que surja el miedo, pero… ¿Cómo explicártelo? ¡Se ve tan claramente que está en un segundo plano!, que no existe realmente; que, apenas ha surgido… Que ¡todo sucede con este fluir! Es difícil de explicar, pero digamos que no, que no siento miedo. Tengo la impresión de que puedo soportar cualquier cosa.

Y ¿rabia?
Hasta ahora no he sentido nada de rabia.

¿Qué le aconsejarías a alguien que no haya experimentado ese cambio radical?
Que viva la vida a tope. Que viva cada momento tal y como surge, cada deseo, cada impulso tal y como surge. No lo que uno piensa que debería hacer, sino, sencillamente, lo que surge, lo que existe en el momento: ahora.

¿Tienes algún objetivo en la vida? ¿Tiene significado la vida para ti?
¿Un objetivo? No. ¿Significado? Ninguno que no sea experimentar la potente intensidad de cada momento.

¿No te sientes algo sola?
No, nunca. Siempre hay alguna experiencia. Nunca me siento sola en este espacio.

Y me imagino que nunca te entra ansiedad.
Incluso la ansiedad está en un segundo plano.

¿Sientes empatía por los demás? ¿Por tu gente?
Si, me siento conectada porque todo este «yo soy», toda esta manifestación, está dentro de mi. Los demás no existen como seres «aparte», sino que todo forma parte de este «yo soy» que aparece y desaparece dentro de esta «cosa» a cada momento.

Entonces, ¿cómo nos percibes a nosotros?
Os veo en el sueño que se está desarrollando.

¿Un sueño tuyo o colectivo?
Nuestro sueño colectivo.

¿Te sientes más protegida?
Como ya no me siento aquí, podríamos decir que sí. Estoy en un segundo plano. El primer plano lo ocupan el «silencio», la tranquilidad, la presencia. Estoy preparada para experimentar cualquier cosa a tope, incluso aunque no esté yo ahí. Este poder es el que guía. El sabe lo que tiene que hacer.

Entonces, ¿ya no tienes ego?
Existe la intensidad y eso es lo que evita constantemente que el ego se reconstruya.

¿Ha desaparecido el filtro del egoísmo?
Yo lo describiría como que se ha producido una transferencia de identidad. Antes, yo me identificaba completamente con el cuerpo y con mis pensamientos, pero entonces, se produjo este cambio espontáneo que se ha traducido en una absoluta transferencia de identidad que ha puesto a esta «cosa» en primera posición, antes de nada, por delante de absolutamente todo lo demás.

¿Ha cambiado tu forma de relacionarte con los demás?
Ha cambiado de la misma manera que también ha cambiado la forma de relacionarme conmigo misma. Es una «no-relación», aunque se compartan cosas. Todo lo que está en un segundo plano ha dejado de estar «relacionado» conmigo como lo estaba antes. Ahora es algo así como una fusión simultánea.

¿ Tienes la sensación de estar unida?
Sí, ya que veo que todo está en un segundo plano al mismo tiempo que todo está aquí. Todo existe al mismo tiempo.

¿Qué pasa entonces con los que llevamos años buscando, meditando y haciendo prácticas? ¿Crees que, en realidad, no hay que hacer nada?
Ten confianza en ese intenso deseo: eso es lo que te ha llevado al camino espiritual. Ese deseo es lo que te proporciona, espontáneamente, la sensación de que existes y, con esa misma espontaneidad, te aportará también la sensación de que no existes. Así que, permítete existir. Confía en lo que eres, lo que todos somos interiormente. Vive el momento presente en toda su plenitud e intensamente.

Me da la sensación de que utilizas la palabra «intensidad» con un sentido distinto del que se suele utilizar. ¿Me equivoco? Para nosotros, intensidad es sinónimo de emoción, mientras que para ti significa silencio. ¿O es que la intensidad que sentimos nosotros también es un reflejo del silencio?
Si, es un reflejo. La intensidad de sentir por dentro, a cada momento del día, esto también es intensidad: la intensidad de cualquier cosa que surge delante de nosotros en el momento presente.
Algo me ocurre ahora mismo. ¿Consejo? No es un consejo, sino que simplemente lo que percibo. Si me fijo bien, veré que la sensación de existir, el hecho de estar cegada por dicha existencia y de identificarme completamente con lo que se manifiesta fue algo que se produjo de forma espontánea; pues de esa misma manera, el hecho de no existir, ese cambio radical del que estamos hablando, la «no-existencia», también es algo instantáneo que no hace falta buscar. Simplemente confía en esta «cosa» y déjala que lleve las riendas.
La vida tiene muchos momentos en los que, cuando solo queda esta «cosa», desaparece la sensación de que somos una persona.
En momentos de alegría, de intensidad, de «silencio»… en esos momentos, reconoce y contempla esta «cosa» para que ella se pueda hacer cargo de todo.

Entonces, ¿el cambio radical solo consiste en permanecer en ese «asilencio» que todos hemos experimentado en algún momento de la vida en lugar de regresar, al cabo de unos minutos, al nivel individual con todas sus preocupaciones?
¡Justo! Quédate ahí y ―aunque yo no sé cómo― confía en esta «cosa» que cobra vida justo ahí: confía en su poder y su sabiduría.
Claro está que eso no se trata realmente de un consejo, sino de algo que surge de forma espontánea. Como todo sucede de forma espontánea, lo único que tienes que hacer es confiar.

¿Te refieres a esos momentos de «silencio» que a veces se experimentan al meditar?
No solo al meditar, sino en cualquier momento del día. Cuando se vive la vida en toda su plenitud, sin intentar retenerla, subyugarla o ponerle un nombre; cuando se siente esa emoción en todas y cada una de las células del cuerpo; cuando te devora por completo a niveles completamente inalcanzables para palabras como «miedo», «celos», «carencia»… Entonces se abre al «silencio».

Entonces, ¿por qué vuelve a aparecer la agitación después de ese «silencio»?
Es una cuestión de identificación. Vuelve a aparecer la mente; regresa con más fuerza y te atrapa y, una vez atrapado, te la crees completamente y te olvidas del «silencio» y de esta «cosa» tan potente que existe.
Llega un punto en que esa identificación se produce cada vez menos y dura menos que antes, de tal forma que llega un momento en que, sea lo que sea lo que estés experimentando, aunque te parezca real por fuera, interiormente sabrás que existe esta «cosa». Visto desde fuera, sigues haciendo las mismas cosas que los demás, pero por dentro, todo está quieto porque tu atención, tu identificación, permanece constantemente centrada en esta «cosa».

Las palabras atención o identificación no significan lo mismo en todos los idiomas. ¿Te refieres a poner la atención en esta «cosa» o identificarse con «ella»?
Para mí, la identificación y la atención son exactamente la misma experiencia.

Es decir, que los que vivan esa experiencia de «silencio», pero la vuelvan a perder de vista ¿pueden mantener la esperanza de que, gradualmente, la volverán a sentir cada vez más?
No puedo garantizar que sea así como suceda porque, en mi caso, ha sido muy distinto. En mi caso no hubo un aumento gradual de momentos de «silencio», sino que se produjo un cambio radical. Quizás se puede producir de esa manera o quizás no. Sinceramente, no lo sé.
De todas formas, para que suceda, esos momentos de «silencio» tendrán que llegar a ser lo suficientemente intensos como para desplazar por completo la agitación, sin que eso suponga ningún esfuerzo.

En ese caso, en tu opinión, ¿tiene sentido buscar esos momentos de «silencio», ya sea mediante la meditación, el yoga, la oración o cualquier otra forma de práctica espiritual?
Sí que tiene sentido porque esas prácticas existen, porque son lo que se ha manifestado. Intentar hacer lo contrario sería rechazar la vida tal y como es. Mi creencia es que hay que aceptar todo lo que sucede. Hacer yoga, meditación, seguir un camino espiritual: todo eso tiene lugar en la superficie. En realidad, es este estado primordial el que te conduce a esas prácticas, igual que te conduce a todas las demás cosas de la vida. Así que, sigue adelante, permite que las cosas sucedan aunque se mantenga una entidad individual. Acepta esas técnicas porque también forman parte del camino.

Fuente: Yolande Duran-Serrano y Laurence Vidal. El Silencio Sana (Trompa de Elefante, 2010)

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