Conciencia situacional, comprender lo que ocurre para poder actuar

Cuando nos vemos obligados a lidiar con situaciones particularmente estresantes somos víctimas de un fenómeno muy llamativo: nuestra percepción se restringe y nos focalizamos en el peligro. Desarrollamos una visión en túnel en la que todo lo demás se difumina. Así terminamos centrando nuestros esfuerzos y energía en lo que nos preocupa o asusta.

Sin darnos cuenta, terminamos naufragando en una isla de angustia, nos vamos consumiendo poco a poco en las preocupaciones. No logramos ver el cuadro completo, sino que nos hundimos cada vez más en una espiral de peligros reales e imaginados. Vamos perdiendo el contacto con la realidad, lo cual nos hace responder de manera desadaptativa.

Por eso, cuando atravesamos épocas complejas marcadas por los cambios y la incertidumbre, necesitamos una herramienta psicológica especial: la conciencia situacional.

¿Qué es la conciencia situacional?

La conciencia situacional es saber lo que sucede a nuestro alrededor. Implica trazar una especie de mapa mental que nos ayude a comprender dónde estamos, qué nos rodea y cuáles son los desafíos que nos acechan. Esta habilidad nos permite ver con claridad lo que está ocurriendo para elaborar un plan de afrontamiento eficaz.

En práctica, la conciencia situacional es como alzar la vista del suelo para percibir cada cosa que nos rodea. Es permitirnos tomar una distancia psicológica de la situación para verla con más perspectiva, una perspectiva que nos permita analizar nuestras oportunidades y decidir con conocimiento de causa.

Los tres niveles de la conciencia situacional

  1. Percepción de la situación. La conciencia situacional parte del conocimiento de la situación en la que estamos inmersos, que se logra mediante los procesos de percepción y atención. Si no estamos lo suficientemente atentos, no podremos captar el cuadro global. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Massachusetts reveló que cuando caminamos y enviamos mensajes de texto a la vez, nos perdemos el 48,3% de las señales visuales que hay en nuestro camino.
  2. Evaluación de la situación. La conciencia situacional no implica únicamente tomar nota de lo que sucede a nuestro alrededor. El segundo nivel demanda un procesamiento de esa información para comprender su significado. Debemos valorar e interpretar la información que hemos recopilado para darle un sentido. En muchos casos realizamos esa evaluación de manera instantánea y con poco esfuerzo a partir del reconocimiento de patrones clave, pero en otros casos, sobre todo cuando el entorno cambia, para construir ese sentido debemos realizar un esfuerzo continuo por comprender las conexiones entre personas, lugares y/o eventos.
  3. Toma de decisiones. La conciencia situacional no es un proceso meramente contemplativo, sino que está enfocado hacia el futuro. Aunque la creación del sentido se enfoca hacia atrás en el tiempo, la información resultante mira hacia el futuro. En otras palabras, tomamos nota de nuestro entorno para poder anticipar su trayectoria y actuar en consecuencia. Imaginamos los escenarios más probables para tomar decisiones más eficaces.

Eso significa que la conciencia situacional determina nuestra respuesta ante los diferentes eventos de la vida. Nos permite saber si en determinada situación es mejor hablar o callar. Si debemos atrevernos a dar un paso adelante o si es mejor dar un paso atrás y esperar. De hecho, su importancia es clave en muchos ámbitos profesionales. Un estudio desarrollado en el Colegio de Medicina Baylor de Houston descubrió que en los casos de errores diagnósticos de los médicos se evidenciaba la falta de uno de los componentes de la conciencia situacional.

¿Qué causa la pérdida de conciencia situacional?

La falta de conciencia situacional nos conduce a lo que podría denominarse como “estupidez situacional”, que consiste en mantener una posición irreflexiva y/o ignorante en la que no tomamos en cuenta los factores del entorno. Entonces corremos el riesgo de desconectarnos de la realidad y actuar motivados por deseos irrealizables y expectativas irracionales.

  • Sobrecarga cognitiva. Las distracciones, por ejemplo, son una causa importante de pérdida de conciencia situacional. Cuando nos enfocamos demasiado en un estímulo, podemos perder el resto. Asimismo, cuando tenemos que enfrentarnos a dos situaciones problemáticas, es común que una prevalezca y la otra se difumine, lo cual conduce a una percepción sesgada del entorno y nos lleva a menospreciar diferentes peligros.
  • Sobrecarga emocional. Las emociones son uno de los principales distractores que nos hacen perder la conciencia emocional. Nuestras expectativas sobre lo que deseamos que ocurra puede hacernos perder de vista detalles del medio que nos indican que las circunstancias van en otra dirección. Por ejemplo, nuestro deseo de salir del confinamiento de los últimos meses nos hizo perder de vista el peligro que todavía acechaba. De hecho, un estudio desarrollado en la Universidad de Hong Kong cuando la influenza pandémica H1N1 reveló que la conciencia situacional era un factor esencial para cumplir con las normas de protección de la salud individuales, especialmente cuando el nivel de incertidumbre es elevado y generalizado.

¿Cómo desarrollar la conciencia situacional?

El primer paso para activar la conciencia situacional es saber dónde estamos. No se trata de ubicarnos en un espacio físico, sino de hallar ese punto vital que nos reconduzca al presente y nos permita percibir todos los factores que están determinando nuestra vida en este preciso momento. Para ello podemos realizarnos diferentes preguntas:

  • ¿Cómo me siento ahora mismo?
  • ¿Qué cosas están influyendo en ese estado emocional?
  • ¿Existe alguna amenaza inmediata en el entorno?
  • ¿Qué esperanzas tengo?

El segundo paso consiste en encontrar un sentido, trazar un mapa mental que nos permita reconocer patrones. En muchos casos tendremos que excavar en nuestras experiencias pasadas para poder encontrar el sentido.

  • ¿Cómo he llegado hasta aquí?
  • ¿Qué cosas han cambiado a mi alrededor?

El tercer paso consiste en proyectarnos al futuro. En este caso debemos combinar los datos objetivos que hemos recopilado con nuestra intuición, sobre todo cuando el futuro entraña un elevado nivel de incertidumbre. La inteligencia intuitiva puede ser providencial en estos casos. Podemos preguntarnos:

  • ¿Qué meta quiero alcanzar?
  • ¿Qué probabilidades existen de que se cumplan los peores presagios?
  • ¿Cómo puedo evitar o minimizar el peligro que diviso en el horizonte?
  • ¿Qué he hecho en situaciones similares en el pasado?

No obstante, para desarrollar una conciencia situacional realmente eficaz en situaciones de estrés, necesitamos acompañar cada uno de esos pasos con una actitud serena, una mirada atenta pero relajada, discretamente distanciada de esa realidad que estamos evaluando. Solo así podremos reducir el estrés a un nivel aceptable que nos permita ampliar nuestra percepción, desarrollar una perspectiva más amplia y elaborar un plan de acción viable para el mañana.

El presente está lleno de desafíos y el futuro es una dimensión borrosa, pero se irá perfilando a medida que calibremos nuestra brújula interior. Saber dónde estamos y dónde queremos llegar es un buen punto de partida que nos brindará la seguridad necesaria para navegar por la tormenta.

Fuentes:

Endsley, M. R. (2015) Situation Awareness Misconceptions and Misunderstandings. Journal of Cognitive Engineering and Decision Making; 9(1): 4-32.

Lim, J. et. Al. (2015) Dual task interference during walking: The effects of texting on situational awareness and gait stability. Gait & Posture; 42(4): 466-471.

Singh, H. et. Al. (2012) Exploring situational awareness in diagnostic errors in primary care. BMJ Qual Saf; 21(1): 30-38.

Liao, Q. et. Al. (2010) Situational Awareness and Health Protective Responses to Pandemic Influenza A (H1N1) in Hong Kong: A Cross-Sectional Study. PLoS One; 5(10): e13350.

Endsley, M. R. (1995) Toward a theory of situation awareness in dynamic systems. Human Factors; 37(1): 32–64.

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