La Flor: Introducción a la Meditación Contemplativa.

Imagen Portada de S. Hermann & F. Richter en Pixabay 

La Meditación Contemplativa es una técnica para percibir las cosas, los objetos y los sonidos como realmente son y que proviene de la tradición budista. Consiste en sentarse, concentrarse y contemplar y, a través de esta, podemos analizar qué sentimos y de qué manera se van modificando nuestras emociones. Con su práctica buscamos encontrar tranquilidad y la aceptación de todos los sucesos de nuestras vidas, eliminar todas las impurezas mentales que podemos tener, comprender más claramente todo lo relacionado con nosotros mismos y potenciar la capacidad de afrontar cualquier situación o circunstancia de una manera más positiva y reflexiva.

Otra de las ventajas de este tipo de meditación es que, además de que puede llevarla a cabo todo el mundo, ayuda a las personas a controlar tres características de pensamiento negativas muy presentes en los seres humanos, como son el apego material, la ignorancia y el enfado.

La libertad propia de la contemplación o la posibilidad de que surja espontáneamente, no es sinónimo de facilidad. Una cosa es acceder a un estado contemplativo momentáneamente y otra muy distinta acceder al mismo cuando se quiere, y permanecer en él. Las dificultades principales con que nos enfrentamos no son exteriores, sino interiores, están en nosotros mismos. La contemplación aumenta cuando el ego disminuye, o al menos se silencia discretamente, detrás de una actitud de atención pura y sostenida, en la que la mente se mantiene en silencio. Para la mayoría de personas de nuestras sociedades tecnológicas, conseguir un estado de silencio interior y de atención sostenida, sosegada, sin tensión, requiere una práctica perseverante de años.

Contemplar es, esencialmente, una modalidad de conocimiento supra-racional, que, sin buscar nada, permite conocer íntimamente, amorosamente, sin clasificar ni juzgar, por la vía del asombro y la maravilla.

Ambas contemplaciones, la del jardín del alma y la del jardín del cosmos parten del cultivo de una atención plena, que es aquella atención que puede mantenerse enfocada de forma estable y con vivacidad, es decir con cierta lucidez, en un objeto interno o externo para empezar a conocerlo. Para alcanzar ese primer nivel de la atención, que es mantenerla fiel, conectada a un objeto es necesaria la calma, la serenidad, la quietud, la ausencia de ansiedad. Por lo que el primer paso de este camino de mil pasos es relajar el cuerpo, ablandarlo de tensiones y crispaciones para, a continuación, poder relajar la mente, asentarla en su estado natural, donde se manifiesta su lucidez innata, su estabilidad y su contento sin objeto.

La meditación centrada en objetos es un tipo de meditación visual que involucra un elemento físico externo, como una vela, una flor, una roca. Esta es una meditación ideal para principiantes, pues nos enseña cómo enfocar la atención sin discursos de la mente y sin juicios.

La meditación no es “hacer” y por lo tanto, no debería haber nada en lo que enfocarse, pero encontrar ese vacío es muy difícil y por ello la meditación con objetos es una buena práctica para empezar.

Una vez que logramos enfocar la mente en un objeto (externo o la propia respiración), es más fácil dejar que se libere de sus pensamientos, para dejar de “hacer” y solamente ser.

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Meditación guiada con objetos

  1. Elige un objeto. Puede ser una flor, la hoja de un árbol, la llama de una vela, un objeto de arte o algo que quieras observar.
  2. Siéntate cómodamente en el suelo o en una silla, con la espalda derecha y el cuerpo relajado.
    Haz un ejercicio de respiración consciente o simplemente cuenta tu respiración manteniendo la atención en ella.
  3. Enfoca tu atención en el objeto. Este debe ser lo suficientemente pequeño como para que te permita observarlo sin mover la cabeza y lo suficientemente grande como para que puedas observarlo en detalle.
  4. Cuando mires el objeto, busca un equilibrio entre enfocar la vista en él y suavizar la mirada para no centrarte en ningún detalle en específico.
  5. Observa el objeto tal cual es, sin interpretarlo. No tejas historias con tu mente sobre él, no vayas al pasado o al futuro con la mente, mantente aquí y ahora.
  6. Por ejemplo, observa qué áspera o lisa es su superficie, pero no uses palabras mentales para describir sus características.
  7. Mira cómo la luz cae sobre el objeto, explora sus cualidades, pero no pongas etiquetas a lo que ves.
  8. Mantén la atención en el objeto unos minutos. Cada vez que pierdas la atención, vuelve a centrar tu atención en el objeto.
Imagen de Asinno en Pixabay

Beneficios de la meditación con objetos

Durante la meditación podemos centrar la atención en objetos internos o externos.

¿Por qué utilizar objetos?
Estos objetos son la forma de detener el curso de una mente que salta de una historia a otra. Pero dado que estamos condicionados a concentrarnos en las tareas que debemos hacer, darle a la mente algo en lo que ocuparse la ayuda a enfocarse. Es decir, el objeto es un medio para que nuestra mente se aquiete, no debemos buscar un fin, sino la finalidad misma de la meditación. No es un intento de encontrar una idea creativa, una solución a los problemas, ni llegar a obtener “la iluminación”.

En la meditación con objetos, el objeto es irrelevante. Solo es importante que le dediquemos la atención apropiada. Pero es mejor elegir objetos que no nos generen ninguna respuesta emocional, como una fotografía, y sí hacerlo con objetos que nos llenen de energía, como un objeto natural.

Meditamos porque nos hace sentir bien.

Imagen de Larisa Koshkina en Pixabay

El Mágico Encanto de la Flor.

El encanto de una flor está en sus contradicciones – tan delicado en la forma pero fuerte en el perfume, tan pequeño en tamaño pero grande en belleza, tan breve en la vida pero con un efecto tan largo. (Terri Guillemets)

Las flores son buenos elementos para practicar esta modalidad, por lo que sentarse y realizar una meditación contemplativa sobre alguna flor es una manera excelente de entender nuestra mente. Si logramos dejar la mente en blanco, notaremos enseguida que los pensamientos comenzarán a fluir por sí mismos.

A través de un silencio interior paulatino o, en algunas ocasiones sorpresivamente, por intervención de la gracia −que concede a un paisaje, a una mirada la capacidad de conmovernos profundamente la visión−, la mente  se apacigua, ya no salta del pasado hacia el futuro a velocidad de vértigo y se somete, poco a poco, a una función de la
inteligencia más profunda, menos dual, capaz de atender y estar al tanto de la buena nueva que la realidad siempre trae en las alforjas del presente.

Y así nos vamos acercando desde el cultivo de la atención a esa mirada contemplativa en la que como decía Simone Weil el pensamiento ha de estar suspendido, disponible. “Vacío y penetrable al objeto y sobre todo la mente debe de estar vacía, a la espera, sin buscar nada, pero dispuesta a recibir en su verdad desnuda el objeto que va a penetrar en ella”, y en esa atención relajada, en esa mirada amable dar la oportunidad a que los lirios del campo se pronuncien y como decía D. Suzuki,

“cuando veo la flor y la flor me ve, esta clase de intuición o identificación recíproca no es visión individual, no es intuición individual. “Yo veo la flor y la flor me ve” significa que la flor deja de ser flor y yo dejo de ser yo. En su lugar hay una unificación. La flor se disuelve en algo superior a una flor y yo me disuelvo en algo superior a un objeto individual.”

La transformación que produce la práctica contemplativa se desarrolla generalmente de forma gradual, espontánea, casi imperceptible, sin necesidad de reflexiones ni análisis discursivos. La prueba de que el avance es real, y no una mera ilusión mental, aparece exteriormente, por medio de una creciente armonía entre los pensamientos, palabras y
acciones, es decir una mayor coherencia ética y plenitud de vida.

Siddharta Gautama (fundador del budismo histórico en el s. VI aC) expuso esta enseñanza, comparándola con el perfume de las flores:

Así como la abeja recoge la esencia de la flor y se aleja sin destruir su belleza ni su perfume, así el sabio peregrina por esta vida. Y como la flor que parece bella, que tiene color, pero no tiene perfume, así son las palabras estériles del que habla y no hace lo que dice. Y como la flor bella que tiene color y perfume así son las palabras fructíferas de quien hace lo que dice. (…) El perfume de las flores no se extiende contra el viento, ni tan solo el perfume del sándalo, pero el perfume de la virtud viaja contra el viento y se extiende por todo el mundo.

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https://www.elsantuariodelalba.com/2020/11/30/meditacion-contemplativa-la-flor-y-la-vela/

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