Cuando los antiguos resolvían sus diferencias con maldiciones

El Museo Arqueológico Johns Hopkins de Baltimore (USA) conserva fragmentos de cinco tablillas de maldición romanas (tabellae defixionum). Una de esas tablillas ha sido recientemente restaurada y expuesta al público, junto con el clavo de hierro original que la atravesaba.

Estos objetos son una prueba de una práctica muy común en la antigüedad griega y romana consistente en grabar maldiciones en tablillas que después se depositaban en pozos o fosas. Mientras que en un principio las tablillas solo contenía el nombre de la persona maldita, más adelante se hicieron más elaboradas, como en este ejemplo. Las maldiciones podían inscribirse en cualquier soporte, desde fragmentos de cerámica a piedras preciosas, aunque el material más común utilizado para este propósito era el plomo.

Detalle de la tablilla, con restos de la escritura. Imagen: Johns Hopkins Archaeological Museum

Una tablilla romana de hace 2.000 años recientemente conservada detalla una anónima petición de muerte espantosa para un esclavo llamado Plocio (o Plotio, en latín Plotius). Es una de las cinco tablillas que forman parte de la colección de la Johns Hopkins University desde 1.908, año en que un graduado llamado William Sherwood Fox comenzó el laborioso proceso de estudio y desciframiento de las tablillas de plomo.

La traducción de la maldición no deja lugar a dudas de que su autor trató de asegurarse por todos los medios de que los últimos días del esclavo Plocio no fueran precisamente placenteros.

“Buena y hermosa Proserpina, esposa de Plutón, o si debo llamarte Salvia, arrebata la salud, el cuerpo, el color, las fuerzas y las energías de Plocio, llévaselas a Plutón, tu marido, para que no pueda ni en sueños evitar esto. Lleva a éste a la fiebre terciana, cuartiana, cotidiana, para que luchen y combatan con él; que acaben con él, que lo venzan hasta que le arrebaten su alma, para lo cual yo te entrego esta víctima, Proserpina, ya sea Proserpina o Aquerusia como debo llamarte; envíame a mí, que te invoco, al perro de tres cabezas para que arrebate el corazón de Plocio (…); para él yo te daré tres víctimas, dátiles, higos secos y un cerdo negro, siempre que cumpla con ello antes del mes de marzo. Estas cosas, Proserpina Salvia, te entregaré cuando lo hayas hecho cuidadosamente. Te entrego la cabeza de Plocio, el (esclavo) de Avonia, Proserpina Salvia; te entrego la frente de Plocio, Proserpina Salvia; te entrego las cejas de Plocio, Proserpina Salvia; te entrego los párpados de Plocio, Proserpina Salvia; te entrego las pupilas de Plocio, Proserpina Salvia; te entrego la nariz, los labios, las orejas, la lengua, los dientes de Plocio, que Plocio no pueda decir qué le duele; el cuello, los hombros, los brazos, los dedos, que nada le pueda aliviar; el pecho (…) el corazón, los pulmones, el vientre, el ombligo, los costados, que no pueda descansar; sus hombros, que no pueda dormir bien de salud; (…) que no pueda orinar; las nalgas, el ano, los muslos, las rodillas, las piernas, las tibias, los pies, los talones, las plantas, los dedos, las uñas, que no pueda estar de pie por su propio esfuerzo. Ya sea mucho o poco aquellos que ha sido escrito, de la misma manera que ha sido escrito, de la misma manera que ha escrito algo convenientemente y lo ha encomendado, así yo te entrego a Plocio y te encomiendo que lo entregues o lo encomiendes en el mes de febrero; que a aquel lo maldiga, que lo eche a perder, que lo arruine; que lo encomiendes, que lo entregues, que no pueda mirar, ver o contemplar ningún mes más”

La tablilla con la transcripción del texto de Fox de 1911. Imagen: Johns Hopkins Archaeological Museum

La maldición de Plocio “se encontró enrollada con otras cuatro tablillas y atravesada por un clavo de hierro” según Elisabeth Schwinge, una estudiante graduada del programa interdepartamental de Arte Clásico y Arqueología del Krieger School’s Classics Department. “El nombre en latín para maldición es defixio que significa “fijación de arriba a abajo”. Las tablillas individuales sustituyen a la persona a la que se maldice, y el clavo simboliza su sujeción, dice Schwinge.

El clavo original, con restos de plomo en la cabeza. Imagen: Johns Hopkins Archaeological Museum

Nadie sabe a ciencia cierta qué hizo Plocio para que alguien implorara a los dioses que “el perro de triple cabeza arrebatara [su] corazón”, o para que le atormentara una fiebre tan intensa “que arrebatara su alma“. Y no se sabe tampoco quién realizó la maldición del pobre Plocio; mientras que la persona maldita era identificada con sumo cuidado, la identidad de la persona que invocaba la maldición era cuidadosamente ocultada por temor a represalias. Pero ahora la maldición de Plocio es visible, debido en parte a los recientes trabajos de conservación de la tablilla por Sanchita Balachandran, la conservadora del museo.

Fuente: Past Horizons | A curse on you Plotius

Puede consultarse toda la información sobre la tabella defixionis de Plocio en la web del Johns Hopkins Archaeological Museum.

Cuando los antiguos resolvían sus diferencias con maldiciones

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