La fascinante historia sobre cómo descubrimos que las abejas perciben el tiempo

Las abejas son unos bichitos súper interesantes. Lo mismo te construyen unas colmenas en espiral sin que nadie sepa por qué que se ponen a hacer miel azul porque han encontrado una fábrica de M&Ms cerca.

No solo eso, sino que las abejas son capaces de percibir el tiempo, y si esto de por sí no es fascinante, la historia sobre cómo se descubrió lo es todavía más. Para conocerla, tenemos que remontarnos a un estudio publicado en 1929.

Hora de comer

Abeja

Todo comienza en 1929, cuando Ingebord Beling, un etólogo alemán publica un paper muy conocido y citado «Über das Zeitgedächtnis der Bienen«, traducido como «Sobre la memoria temporal de las abejas». Beling entrenó y marco a una serie de abejas forrajeadoras (son las que recogen el polen y néctar) para volar todos los días a un cuenco de agua con azúcar.

Beling rellenaba el cuenco con azúcar entre las 16:00 y 18:00. El resto del tiempo el cuenco estaba vacío. Pues Beling descubrió que las abejas solo visitaban el cuenco a la hora en la que estaba lleno, incluso aunque solo hubiera agua sin azúcar. Este mismo experimento se repitió a oscuras (para salir de dudas de si las abejas medían la angulación del sol, por ejemplo) y el resultado fue el mismo.

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Puede ser que usen otro método, digamos medir el calor. Si entre las 16:00 y las 18:00 hace más calor o frío, quizá las abejas usen ese dato para ir a por el agua azucarada. Ahí es donde entra en juego el estudio «Neue Untersuchungen über das Zeitgedächtnis der Bienen» (traducido como «Nuevos estudios sobre la memoria temporal de las abejas») de Oskar Wahl, publicado en 1932.

Abejas

¿Qué hizo Whal? Recreó el experimento en una mina de sal subterránea controlando aspectos como la temperatura, la iluminación, la humedad, la ionización atmosférica e incluso la radiación ultravioleta. ¿Resultado? Adivinad: las abejas seguían yendo a comer a la misma hora.

La cosa se pone interesante, pero ¿y si siguen otro mecanismo? Llegamos así a 1960, cuando Maximilian Renner publica los resultados del estudio «La contribución de la abeja melífera al estudio del sentido del tiempo y la orientación astronómica«.

¿Qué hizo Renner? Entrenó abejas en París dándoles de comer todos los días entre las 20:15 y 22:15. Luego se llevó estas mismas abejas a Nueva York en un caja cerrada siempre iluminada y a temperatura constante (para evitar la influencia de factores externos). La idea era descubrir si las abejas eran capaces de volver al mismo sitio tras un ciclo de 24 horas.

¿Resultado? En lugar de volar al cuenco entre las 20:15 y 22:15, las abejas lo hicieron a las 15:00 por un sencillo motivo: tenían una especie de jetlag. Ni una sola abeja apareció entre las 20:15 y 22:15. El experimento se repitió en sentido contrario (de Nueva York a París) y el resultado fue el mismo. Es decir, que las abejas tienen un regulador intrínseco al organismo independiente del medio ambiente que les sirve para percibir el tiempo.

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