Descolonizando la mente: colonizando el humanismo.

«Antes de que se inventara esa horrible palabra, globalización, que designa a la dictadura universal del dinero, existía otra, linda, generosa, la palabra internacionalismo. Yo la sigo prefiriendo. Para mí, sigue significando algo así como que podemos ser compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.»

Eduardo Galeano.
«Luchar por un mundo donde otros mundos sean posibles». Zapatistas.


Ramon Grosfoguel, sociólogo.

«Llamar «capitalista» al actual sistema mundial es, por decir lo menos, engañoso. En el momento en que usamos la palabra «capitalismo» las personas inmediatamente piensan que estamos hablando sobre la «economía». Sin embargo, el «capitalismo» sólo es una de las múltiples constelaciones de poder del sistema-mundo «occidentalizado/cristianizado moderno/colonial capitalista/patriarcal». Es importante, pero no la única.
El problema no es sólo un problema económico, estamos hablando de una civilización. Tenemos un problema civilizatorio. Eso lo dicen los movimientos islámicos, los movimientos indígenas, que es una civilización de muerte, con una forma muy particular de relacionarse con el mundo y los otros seres.

Históricamente, el hombre occidental representa su conocimiento como el único capaz de lograr una conciencia universal y desecha el conocimiento no-occidental tildándolo de particularista e inferior.

Así, pudieron construir una jerarquía de conocimiento superior e inferior y, por lo mismo, de gente superior e inferior en todo el mundo.

Pasamos de la caracterización de «pueblos sin escritura» del siglo XVI a la caracterización de «pueblos sin historia» en los siglos XVIII y XIX, a la de «pueblos sin desarrollo» en el siglo XX y más recientemente, a la de «pueblos sin democracia» a comienzos del siglo XXI.

Pasamos del «cristianízate o te mato» del siglo XVI al «civilízate o te mato» del siglo XIX, al «desarróllate o te mato» del siglo XX, al «neoliberalízate o te mato» de finales del mismo siglo y al «democratízate o te mato» de comienzos del XXI.

Es una civilización de muerte. O se afirma el sistema y se acaba la vida, o se buscan las maneras dedescolonizar la mente. La independencia no es suficiente si se mantiene las jerarquías de poder y de conocimiento, la descolonización de la mente está por hacer. La colonialidad sigue presente, a pesar que el colonialismo como administración colonial ha desaparecido.

Aún vivimos en un mundo colonial y necesitamos salir de las formas estrechas de pensamiento. Requiere una transformación más amplia de las jerarquías sexuales, de género, espirituales, epistémicas, económicas, políticas y raciales del sistema mundo moderno/colonial.

Un buen ejemplo de esto es la lucha zapatista en México. Los zapatistas aceptan la noción de democracia, pero la redefinen desde la práctica y las cosmología indígenas, definiéndola como «mandar obedeciendo» o «todos somos iguales porque todos somos diferentes». De ahí que los movimientos indígenas en América Latina hayan propuesto la transformación del estado de estados-nación (un estado, una nación) a Estados plurinacionales (un estado que responda a la existencia de relaciones horizontales y equitativas entre diferentes naciones que co-existen en dicho espacio).»

Dipesh Chakrabarty, historiador.

«»Me impresionó hasta qué punto, la democracia tiene el mismo significado en todas partes, y en la práctica son cosas diferentes. Me interesó entonces investigar por qué un mismo concepto, al ser traducido a realidades diferentes, adopta formas muy distintas.

Me impresionó mucho, al llegar en primer lugar a Australia, ver lo tranquilos que eran los días de votación: simplemente votaban, en silencio, mientras que en la India las jornadas electorales parecen un festival masivo, y además son días llenos de peligro porque siempre puede estallar una pelea entre bandos opuestos o alguien puede arrojar una bomba o puede haber protestas…
Una respuesta es que un concepto surge de una historia y se encuentra con otra historia.
Debo decir que, aún si adoptamos el capitalismo, lo modificamos con la historia de cómo vivimos en el lugar. El capitalismo tiene una historia universal y una historia provincial. El capitalismo no necesariamente homogeneiza el mundo. En la India, se estima que un 70 por ciento no recibe los beneficios de la globalización.»

Frantz Fanon, psiquiatra, filósofo y escritor.

«La verdadera desalienación del negro implica una toma de conciencia abrupta de las realidades económicas y sociales.»

«Compañeros: hay que decidir desde ahora un cambio de ruta. La gran noche en la que estuvimos sumergidos, hay que sacudirla y salir de ella. Dejemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo.
Hace siglos que Europa ha detenido el progreso de los demás hombres y los ha sometido a sus designios y a su gloría; hace siglos que, en nombre de una pretendida «aventura espiritual» ahoga a casi toda la humanidad. Véanla ahora oscilar entre la desintegración atómica y la desintegración espiritual.
Y sin embargo, en su interior, en el plano de las realizaciones puede decirse que ha triunfado en todo»

Gloria Anzaldúa, activista feminista política chicana, escritora y poeta.

«La cultura moldea nuestras creencias. Percibimos la versión de la realidad que ella comunica. Paradigmas dominantes, conceptos predefinidos que existen como incuestionables, imposibles de desafiar, nos son transmitidos a través de la cultura. La cultura la hacen aquellos en el poder –hombres. Los varones hacen las reglas y las leyes; las mujeres las transmiten«.

«Así que no me deis vuestros dogmas y vuestras leyes. No me deis vuestros banales dioses. Lo que quiero es contar con las tres culturas –la blanca, la mexicana, la india. Quiero la libertad de poder tallar y cincelar mi propio rostro, cortar la hemorragia con cenizas, modelar mis propios dioses desde mis entrañas. Y si ir a casa me es denegado entonces tendré que levantarme y reclamar mi espacio, creando una nueva cultura –una cultura mestiza– con mi propia madera, mis propios ladrillos y argamasa y mi propia arquitectura feminista»

Edward Said, activista palestino, teórico literario y musical.

Lo que nuestros dirigentes y sus lacayos intelectuales son incapaces de comprender es que la historia no puede borrarse como un pizarrón, dejándolo limpio para que «nosotros» podamos ahí inscribir nuestro propio futuro e imponer nuestras formas de vida para que estos pueblos «inferiores» las sigan. Es bastante común escuchar que los altos funcionarios en Washington y en otras partes hablen de cambiar el mapa del Medio Oriente, como si las sociedades antiguas y una miríada de pueblos pudieran sacudirse como almendras en un frasco. Pero esto ha ocurrido con frecuencia en «Oriente», ese constructor semimítico que se inventa y reinventa en incontables ocasiones desde la invasión de Napoleón a Egipto a finales del siglo XVIII. Y en el proceso, los sedimentos no relatados de la historia, que incluyen innumerables historias y una variedad sorprendente de pueblos, lenguajes, experiencias y culturas, son barridos e ignorados, relegados al banco de arena junto con los tesoros derruidos a fragmentos indescifrables que le fueron arrebatados a Bagdad.
Mi argumento es que la historia la hacen mujeres y hombres, y es factible deshacerla y rescribirla de tal manera que «nuestro» Oriente se vuelva «nuestro» para poseerlo y dirigirlo. Tengo en muy alta estima las potencialidades y regalos de los pueblos de la región que luchan por su visión de lo que son y lo que quieren ser. Ha sido tan abrumador y calculádamente agresivo el ataque contra las sociedades contemporáneas árabes y musulmanas, acusándolas de ser retrógradas, carecer de democracia y abrogar los derechos de las mujeres, que se nos olvida que las nociones de modernidad, iluminismo y democracia no son conceptos acordados por todos ni son en modo alguno tan simples que puedan encontrarse o perderse como huevos de Pascua en una sala de estar.
Hay, después de todo, una profunda diferencia entre el deseo de entender con el propósito de coexistir y ensanchar horizontes y el deseo de dominar con el fin de controlar. Hoy las librerías en Estados Unidos están llenas de peroratas mal confeccionadas con títulos gritones como el horror y el terror islamita, el Islam al desnudo, la amenaza árabe, el riesgo musulmán. Los acompañantes de esta prédica guerrerista son CNN y Fox, más la miríada de locutores y anfitriones de programas de radio, evangélicos y de extrema derecha, lanzados a reciclar las mismas ficciones no verificables y las vastas generalizaciones.

En los países árabes y musulmanes la situación no es mejor. Como argumenta Roula Khalaf, la región se ha deslizado hacia un antiamericanismo fácil que muestra muy poco entendimiento de lo que en realidad es Estados Unidos como sociedad. La desaparición gradual de la extraordinaria tradición ijtihad islámica, o interpretación personal, es uno de los mayores desastres culturales de nuestro tiempo, pues ocasiona la pérdida del pensamiento crítico y de los modos individuales de lidiar con el mundo moderno.

A lo que intento realizar le llamo «humanismo», palabra que continúo usando tercamente, pese al menosprecio burlón que expresan por el término los sofisticados críticos posmodernos. Por humanismo quiero significar el intento por usar nuestro pensamiento histórica y racionalmente para los propósitos de un entendimiento reflexivo. Es más, el humanismo lo sostiene un sentido de comunidad con otros intérpretes y otras sociedades y periodos; por tanto, estrictamente hablando, no puede existir un humanismo aislado.
Buena parte de mis pasados 35 años he defendido los derechos que tiene el pueblo palestino a la autodeterminación nacional, pero siempre he intentado prestar toda la atención posible a la realidad del pueblo judío y la forma en que sufrió persecuciones y genocidio. El punto central es que la lucha por la equidad entre Palestina e Israel debe dirigirse hacia un objetivo humanista, es decir, hacia la coexistencia, y no a una ulterior supresión y negación.
Los terribles conflictos que pastorean a los pueblos con consignas tan falsamente unificadoras como«América», «Occidente» o «Islam» e inventan identidades colectivas para una enorme cantidad de individuos que en realidad son bastante diversos, no deben permanecer en la potencia que ahora mantienen y debemos oponernos a ellos.
En vez de un choque de civilizaciones manufacturado, necesitamos concentrarnos en el lento trabajo de reunir culturas que se traslapen, para que se presten unas a otras, viviendo juntas. Pero este tipo de percepción ampliada requiere tiempo, paciencia e indagación, algo difícil de mantener en un mundo que demanda acción y reacción instantáneas.

El humanismo se centra en la individualidad humana y la intuición subjetiva, no en ideas recibidas o autoridades aprobadas. Los textos deben leerse como producidos y vividos en el ámbito histórico de todas las posibles formas del mundo.

Por último, y lo más importante, es que el humanismo es la única y yo diría la forma final de la resistencia contra las prácticas inhumanas y las injusticias que desfiguran la historia humana. Hoy contamos con el enorme y alentador campo democrático del ciberespacio, abierto a todos los usuarios. Las protestas mundiales ocurridas antes de que comenzara la guerra en Irak no habrían sido posibles si no fuera por la existencia de comunidades alternativas por todo el mundo, que son activamente conscientes de los impulsos libertarios que nos mantienen unidos en este pequeño planeta.

Said lanzando piedras contra la verja que separa Líbano e Israel.»Un gesto simbólico de irreflexiva alegría», dijo.
Edward Said murió de leucemia el 25 de septiembre de 2003. Su hija, Najla, escribió: «En sus últimos días mi padre lloró abiertamente por Palestina y por su pérdida de claridad y energía para escribir, escribir y escribir. Desde su cama me animaba: «continúa la lucha, continúa… supera tus pequeñas diferencias con tus colegas y escribe y actúa y continúa, continúa sin cesar. Está en tus manos».
[vimeo 32322421 w=500 h=331]

Fuentes:

http://www.lanacion.com.ar/937851-dipesh-chakrabarty-la-globalizacion-no-borra-el-legado-colonial
 http://www.bbc.co.uk/mundo/participe/2009/12/091217_entrevista_eduardo_galeano_sao.shtml
 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123414
 http://www.rebelion.org/hemeroteca/said/031120said.htm
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2012/09/descolonizando-la-mente-colonizando-el.html

4 comentarios en “Descolonizando la mente: colonizando el humanismo.

  1. Impresionantes los planteamientos,que se exponen en este artículo, y luego tendremos la osadía de llamarnos civiliados demócratas…Ya va siendo hora de que,no sólo,leamos,no sólo parloteemos, no sólo nos conscienciemos,ante una tragedia televisada, porque cada día es un infierno,aunque no lo emitan por los medios, no sólo, no solo…

    No importa desplazarte a otro país,para que tú puedas hacer algo por el cambio,seguro que en tu finca,hay vecinos que son de otros,lugares, comienza por saludarlos y otro día manten un minimo diálogo y sentirás que es fluido y sin darte cuenta,el tiempo ¡ volooo ! Te sorprenderás,de lo que ellos te pueden aportar a tí.

    No esperemos a que los gobiernos,sean equitativos,cada uno tiene por prioridad sus intereses,la igualdad la fomenta el pueblo,no los dirigentes políticos ,tanto de derechas como de izquierdas.

    Yo misma, apesar de que,no estoy de acuerdo,con algunas pautas religiosas,te aseguro que he hallado una hospitalidad y una amabilidad,digma de valorar,en personas musulmanas,sudamaricanas,africanas,judias etc. no creais,que me lo invento, en mi centro de trabajo,tuve la oportunidad de conocer y tratar con distintas nacionaidades y religiones,y os aseguro,que podriamos aprender de ellos.

    Reitero, que el cambio,es la ciudadania que lo hace posible,esta en tu mano,el ser participe de la igualdad.

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